¿Rusia está per­dien­do la gue­rra de la información?

El 10 de mar­zo, cuan­do el direc­tor de la CIA, Bill Burns, decla­ró ante el Sena­do de Esta­dos Uni­dos que «Rusia está per­dien­do la gue­rra de la infor­ma­ción en Ucra­nia», repe­tía una afir­ma­ción que ya habían hecho amplia­men­te los medios de comu­ni­ca­ción anglo­ame­ri­ca­nos des­de el comien­zo de las ope­ra­cio­nes mili­ta­res rusas en Ucra­nia. Aun­que su afir­ma­ción es obje­ti­va­men­te cier­ta, no nos dice por qué y refle­ja prin­ci­pal­men­te la pers­pec­ti­va de Occi­den­te. Como siem­pre, la reali­dad es mucho más complicada.

La capa­ci­dad de Esta­dos Uni­dos para la gue­rra de la infor­ma­ción no tie­ne paran­gón: cuan­do se tra­ta de mani­pu­lar las per­cep­cio­nes, pro­du­cir una reali­dad dife­ren­te y armar las men­tes, Esta­dos Uni­dos no tie­ne riva­les. Tam­bién es inne­ga­ble el des­plie­gue coer­ci­ti­vo por par­te de Esta­dos Uni­dos de ins­tru­men­tos de poder no mili­ta­res para refor­zar su hege­mo­nía y ata­car a cual­quier Esta­do que la desa­fíe. Y es pre­ci­sa­men­te por eso que Rusia no tie­ne otra opción que la mili­tar para defen­der sus intere­ses y su segu­ri­dad nacional.

La gue­rra híbri­da, y la gue­rra de la infor­ma­ción que for­ma par­te de ella, se ha con­ver­ti­do en la doc­tri­na están­dar de Esta­dos Uni­dos y la OTAN, pero no ha hecho inne­ce­sa­ria la fuer­za mili­tar, como demues­tran las gue­rras por dele­ga­ción. Con unas capa­ci­da­des de gue­rra híbri­da más limi­ta­das, Rusia debe con­fiar en su ejér­ci­to para influir en el resul­ta­do de una con­fron­ta­ción con Occi­den­te que Mos­cú con­si­de­ra exis­ten­cial. Y cuan­do la exis­ten­cia de una nación está ame­na­za­da, ganar o per­der la gue­rra de la infor­ma­ción en el meta­ver­so occi­den­tal no es tan impor­tan­te. Ganar­lo en casa y ase­gu­rar­se de que los socios y alia­dos entien­den su posi­ción y el razo­na­mien­to que hay detrás de sus accio­nes es inevi­ta­ble­men­te una prioridad.

El enfo­que ruso de la cues­tión ucra­nia­na es nota­ble­men­te dife­ren­te al de Occi­den­te. Para Rusia, Ucra­nia no es un peón en el table­ro de aje­drez, sino un miem­bro de la fami­lia con el que la comu­ni­ca­ción se ha vuel­to impo­si­ble debi­do a la pro­lon­ga­da inter­fe­ren­cia extran­je­ra y a las ope­ra­cio­nes de influen­cia. Según Andrei Ilnitsky, ase­sor del Minis­te­rio de Defen­sa ruso, Ucra­nia es el terri­to­rio don­de el mun­do ruso per­dió una de las bata­llas estra­té­gi­cas de la gue­rra cognitiva.

Habien­do per­di­do la bata­lla, Rusia se sien­te aún más obli­ga­da a ganar la gue­rra, una gue­rra para repa­rar el daño cau­sa­do a un país que his­tó­ri­ca­men­te ha for­ma­do par­te del mun­do ruso y para evi­tar el mis­mo daño en casa. Es bas­tan­te reve­la­dor que lo que Esta­dos Uni­dos y la OTAN lla­man «gue­rra de la infor­ma­ción» sea des­cri­to como «mental’naya voi­na», es decir, una gue­rra cog­ni­ti­va, por este des­ta­ca­do estra­te­ga ruso. Al estar prin­ci­pal­men­te en el extre­mo recep­tor de las ope­ra­cio­nes de información/​influencia, Rusia ha estu­dia­do sus efec­tos nocivos.

Aun­que es dema­sia­do pron­to para pre­de­cir la tra­yec­to­ria del con­flic­to entre Rusia y Ucra­nia y sus resul­ta­dos polí­ti­cos, una de las prin­ci­pa­les con­clu­sio­nes es que el uso por par­te de Esta­dos Uni­dos de todas las herra­mien­tas de la gue­rra híbri­da para ini­ciar y ali­men­tar este con­flic­to no ha deja­do a Rusia otra alter­na­ti­va que uti­li­zar el poder mili­tar para resol­ver­lo. No se pue­de ganar la bata­lla por los cora­zo­nes y las men­tes cuan­do el adver­sa­rio los con­tro­la. Pri­me­ro hay que res­ta­ble­cer las con­di­cio­nes que per­mi­tan alcan­zar­las, e inclu­so enton­ces se tar­da­rán años en curar las heri­das y des­ha­cer los con­di­cio­na­mien­tos psicológicos.

Aun­que la des­in­for­ma­ción y las men­ti­ras siem­pre han for­ma­do par­te de la gue­rra, y la infor­ma­ción se ha uti­li­za­do duran­te mucho tiem­po como apo­yo a las ope­ra­cio­nes de com­ba­te, en la gue­rra híbri­da la infor­ma­ción desem­pe­ña un papel fun­da­men­tal, has­ta el pun­to de que en Occi­den­te se con­si­de­ra que el com­ba­te es prin­ci­pal­men­te a su nivel y se dedi­can vas­tos recur­sos a influir en las ope­ra­cio­nes tan­to on line como off line. En 2006, el exGe­ne­ral Mayor Robert H. Sca­le expli­có una nue­va filo­so­fía de com­ba­te que pos­te­rior­men­te pasa­ría a for­mar par­te de la doc­tri­na de la OTAN: «La vic­to­ria se defi­ni­rá más en tér­mi­nos de cap­ta­ción de aspec­tos psi­co­cul­tu­ra­les que de terreno geográfico».

En el léxi­co de Esta­dos Uni­dos y de la OTAN, infor­ma­ción e influen­cia son pala­bras inter­cam­bia­bles. «La infor­ma­ción inclu­ye y agre­ga muchos atri­bu­tos socia­les, cul­tu­ra­les, cog­ni­ti­vos, téc­ni­cos y físi­cos que afec­tan y reper­cu­ten en el cono­ci­mien­to, la com­pren­sión, las creen­cias, las visio­nes del mun­do y, en últi­ma ins­tan­cia, en las accio­nes de indi­vi­duos, gru­pos, sis­te­mas, comu­ni­da­des y organizaciones».

El arse­nal de gue­rra de la infor­ma­ción de Esta­dos Uni­dos no tie­ne paran­gón por­que con­tro­la inter­net y sus prin­ci­pa­les guar­dia­nes de con­te­ni­dos como Goo­gle, Face­book, You­Tu­be, Twit­ter, Wiki­pe­dia… Esto sig­ni­fi­ca que Esta­dos Uni­dos pue­de ejer­cer el con­trol de la noos­fe­ra, «ese rei­no de la men­te que se extien­de por todo el pla­ne­ta» que RAND pre­sen­tó como par­te de la estra­te­gia de infor­ma­ción de Esta­dos Uni­dos en 1999. Por ello, nin­gún gobierno pue­de igno­rar el pro­fun­do impac­to de inter­net en la opi­nión públi­ca, los asun­tos de Esta­do y la sobe­ra­nía nacio­nal. Dado que ni Rusia ni Chi­na pue­den ven­cer a Esta­dos Uni­dos en un jue­go en el que este tie­ne todas las car­tas, lo mejor es aban­do­nar el jue­go, que es exac­ta­men­te lo que están hacien­do las dos poten­cias, cada una apo­yán­do­se en sus pro­pias fuer­zas específicas.

La «gue­rra infor­ma­ti­va sobre Ucra­nia» no comen­zó como res­pues­ta a las ope­ra­cio­nes mili­ta­res de Rusia en 2022. Ini­cial­men­te se des­ató en Ucra­nia. Des­de 1991, Esta­dos Uni­dos ha gas­ta­do miles de millo­nes de dóla­res, y la Unión Euro­pea dece­nas de millo­nes, para arre­ba­tar este país a Rusia, por no hablar del dine­ro gas­ta­do por la Open Society de Soros. Nin­gún pre­cio se con­si­de­ró dema­sia­do alto debi­do a la impor­tan­cia de Ucra­nia en el table­ro geo­po­lí­ti­co. Las ope­ra­cio­nes de influen­cia de Esta­dos Uni­dos con­du­je­ron a dos revo­lu­cio­nes de colo­res, la Revo­lu­ción Naran­ja (2004−2005) y el Euro­mai­dán (2013−2014).

Tras el san­grien­to gol­pe de Esta­do de 2014 y la eli­mi­na­ción de todos los con­tra­po­de­res, la influen­cia de Esta­dos Uni­dos y la OTAN se con­vir­tió en un con­trol total y en una vio­len­ta repre­sión de la disi­den­cia: quie­nes se opo­nían al Mai­dan vivían ate­mo­ri­za­dos, sien­do la masa­cre de Odes­sa un recor­da­to­rio cons­tan­te del des­tino que corre­ría quien se atre­vie­ra a resis­tir­se al nue­vo régimen.

La pro­mo­ción de las ten­den­cias neo­na­zis se inten­si­fi­có, jun­to con el cul­to al cola­bo­ra­dor nazi Ste­pan Ban­de­ra; miem­bros de orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas como el Bata­llón Azov y otros gru­pos ultra­na­cio­na­lis­tas se unie­ron al gobierno y a la Guar­dia Nacio­nal ucra­nia­na, se borró el pasa­do y se rees­cri­bió la his­to­ria, se des­tru­ye­ron los monu­men­tos sovié­ti­cos, los ruso­ha­blan­tes fue­ron obje­to de ame­na­zas y dis­cri­mi­na­ción dia­rias, se prohi­bie­ron los par­ti­dos y medios de comu­ni­ca­ción pro­rru­sos y se incul­có la ruso­fo­bia a los niños des­de el jar­dín de infan­cia. En 2020, los pro­yec­tos ultra­na­cio­na­lis­tas como el Cur­so de la Juven­tud Ban­de­ris­ta, el Fes­ti­val Ban­ders­tadt del Espí­ri­tu Ucra­niano, etc., reci­bie­ron casi la mitad de los fon­dos asig­na­dos por el gobierno para las orga­ni­za­cio­nes infan­ti­les y juveniles.

Los ucra­nia­nos que viven en las repú­bli­cas sece­sio­nis­tas de Donetsk y Lugansk y que no podían ser obje­to de ope­ra­cio­nes de influen­cia fue­ron blan­co de cohe­tes, bom­bas y balas: anti­guos com­pa­trio­tas se con­vir­tie­ron en enemi­gos casi de la noche a la maña­na. Mien­tras todos los indi­ca­do­res de cali­dad de vida mos­tra­ban un fuer­te des­cen­so, amplios seg­men­tos de la pobla­ción se encon­tra­ban vivien­do en un esta­do per­ma­nen­te de diso­nan­cia cog­ni­ti­va: se les decía que dis­cri­mi­nar a las per­so­nas LGBT esta­ba mal pero dis­cri­mi­nar a los ruso­ha­blan­tes esta­ba bien, que recor­dar a los sol­da­dos sovié­ti­cos que habían lucha­do con­tra el nazis­mo en la Segun­da Gue­rra Mun­dial y libe­ra­do Ausch­witz esta­ba mal, pero recor­dar el Holo­caus­to esta­ba bien. Como la diso­nan­cia cog­ni­ti­va es un sen­ti­mien­to incó­mo­do, la gen­te recu­rría a la nega­ción y al auto­en­ga­ño, abra­zan­do cual­quier opi­nión domi­nan­te en su entorno social para encon­trar alivio.

Como la men­ta­li­dad de toda una pobla­ción no pue­de cam­biar­se de la noche a la maña­na, ni siquie­ra con un ejér­ci­to de espe­cia­lis­tas en com­por­ta­mien­to cog­ni­ti­vo, el tra­ba­jo de base se hizo por eta­pas. La Revo­lu­ción Naran­ja ayu­dó a for­jar una iden­ti­dad nacio­nal ucra­nia­na, pero pre­ci­sa­men­te por­que se basó en las dife­ren­cias cul­tu­ra­les y lin­güís­ti­cas exis­ten­tes, aca­bó sien­do la revo­lu­ción de color más divi­di­da regio­nal­men­te: los ucra­nia­nos occi­den­ta­les domi­na­ron las pro­tes­tas y los ucra­nia­nos orien­ta­les se opu­sie­ron en gran medi­da a ellas. La Revo­lu­ción Naran­ja tuvo un pro­fun­do efec­to en la per­cep­ción que los ucra­nia­nos tie­nen de sí mis­mos y de su iden­ti­dad nacio­nal, pero no con­si­guió rom­per los lazos polí­ti­cos, cul­tu­ra­les, socia­les y eco­nó­mi­cos entre Ucra­nia y Rusia. La mayo­ría de los habi­tan­tes de ambos lados de la fron­te­ra seguían vien­do a los dos paí­ses como inex­tri­ca­ble­men­te unidos.

Una segun­da revo­lu­ción, el Euro­mai­dán, debía ter­mi­nar el tra­ba­jo ini­cia­do en 2004. Esta vez la narra­ti­va fue más amplia: sus par­ti­da­rios iden­ti­fi­ca­ron la corrup­ción y la fal­ta de opor­tu­ni­da­des eco­nó­mi­cas como las prin­ci­pa­les que­jas de la pobla­ción, seña­la­ron a los diri­gen­tes ucra­nia­nos y sus víncu­los con Rusia como la prin­ci­pal cau­sa de los pro­ble­mas del país, y pro­pu­sie­ron la inte­gra­ción en la Unión Euro­pea como la solu­ción milagrosa.

Uti­li­zar a Rusia como chi­vo expia­to­rio de todos los pro­ble­mas socia­les y eco­nó­mi­cos, avi­van­do el sen­ti­mien­to anti­rru­so, fue exac­ta­men­te lo que una miría­da de opor­tu­nis­tas esta­dou­ni­den­ses o finan­cia­dos por Esta­dos Uni­dos han esta­do hacien­do des­de la caí­da de la Unión Sovié­ti­ca. Ucra­nia, al igual que el res­to de los paí­ses post­so­vié­ti­cos, está reple­ta de medios de comu­ni­ca­ción, ONG, edu­ca­do­res, gru­pos de la diás­po­ra, acti­vis­tas polí­ti­cos y líde­res empre­sa­ria­les y comu­ni­ta­rios cuyo esta­tus ha sido infla­do arti­fi­cial­men­te por su acce­so a recur­sos extran­je­ros y redes internacionales.

Estos «vec­to­res de influen­cia», que se pre­sen­tan como pro­vee­do­res de «nor­mas y mejo­res prác­ti­cas mun­dia­les», «reglas demo­crá­ti­cas», «desa­rro­llo par­ti­ci­pa­ti­vo y res­pon­sa­ble», han uti­li­za­do pala­bras de moda del mar­ke­ting para su labor de demo­li­ción de las prác­ti­cas y mar­cos de refe­ren­cia exis­ten­tes y sus­ti­tu­ción por otros nue­vos, a menu­do infe­rio­res. Con el pre­tex­to de luchar con­tra la corrup­ción y ofre­cer una vía de moder­ni­za­ción y desa­rro­llo, estos acto­res se han implan­ta­do en la socie­dad civil ucra­nia­na, han mol­dea­do su con­cien­cia colec­ti­va y han demo­ni­za­do tan­to a Rusia como a los polí­ti­cos loca­les y a las per­so­na­li­da­des que favo­re­cen las rela­cio­nes estre­chas con Moscú.

La labor de estos agen­tes de influen­cia ha sido deci­si­va para derri­bar cos­mo­vi­sio­nes, creen­cias, valo­res y per­cep­cio­nes que se remon­tan a la épo­ca sovié­ti­ca, alte­ran­do así la com­pren­sión de la pobla­ción sobre sí mis­ma. Los agen­tes de influen­cia se ase­gu­ra­ron de que las gene­ra­cio­nes más jóve­nes igno­ra­ran la his­to­ria de su país y adop­ta­ran una nue­va iden­ti­dad ficticia.

Pero las revo­lu­cio­nes de colo­res requie­ren tan­to cere­bro como fuer­za para derro­car gobier­nos y defen­der los pode­res de la nue­va cla­se domi­nan­te. La fuer­za bru­ta nece­sa­ria para inti­mi­dar y ata­car a los que se resis­ten a las ope­ra­cio­nes de influen­cia solo pue­de ser pro­por­cio­na­da por ele­men­tos mar­gi­na­les de la socie­dad sedu­ci­dos por la retó­ri­ca ultranacionalista.

Estos gru­pos mar­gi­na­les vio­len­tos se orga­ni­za­ron y poten­cia­ron para ejer­cer una mayor influen­cia en Ucra­nia y así atraer a más seguidores.

Una iden­ti­dad ima­gi­na­ria y román­ti­ca se radi­ca­li­zó con las absur­das decla­ra­cio­nes de que los ucra­nia­nos y los rusos no podían lla­mar­se nacio­nes her­ma­nas por­que los ucra­nia­nos son de «pura san­gre esla­va» mien­tras que los rusos son «bár­ba­ros de san­gre mez­cla­da». No hay lími­tes: recrea­cio­nes des­po­ja­das de los tro­pos de la pro­pa­gan­da nazi, como los des­fi­les de antor­chas que pue­den ser muy impre­sio­nan­tes en las redes socia­les, dis­cur­sos que se hacen eco de la retó­ri­ca xenó­fo­ba y anti­se­mi­ta de Hitler, el cul­to a Ban­de­ra y a los que habían lucha­do con los nazis con­tra el ejér­ci­to soviético.

Mien­tras que los gru­pos extran­je­ros que com­par­ten las mis­mas herra­mien­tas ideo­ló­gi­cas eran lla­ma­dos orga­ni­za­cio­nes extre­mis­tas y terro­ris­tas al otro lado de la fron­te­ra, en Ucra­nia reci­bían ase­so­ra­mien­to, apo­yo finan­cie­ro y mili­tar del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se y de la CIA. Al mis­mo tiem­po, la filial pre­sen­ta­ble de la CIA, la NED, con­ce­día sub­ven­cio­nes, becas, dona­cio­nes y recom­pen­sas mediá­ti­cas a sus com­pa­ñe­ros asu­mien­do lo polí­ti­ca­men­te correc­to y las con­sig­nas de «liber­tad, demo­cra­cias y dere­chos huma­nos». La últi­ma cohor­te podría encu­brir los crí­me­nes de la ante­rior. Des­pués de todo, si los miem­bros de Al-Quae­da con cas­cos blan­cos en Siria se han con­ver­ti­do en los favo­ri­tos de los medios de comu­ni­ca­ción occi­den­ta­les, inclu­so ganan­do Oscars, los neo­na­zis podrían ser comer­cia­li­za­dos con la mis­ma faci­li­dad como defen­so­res de la democracia.

La pobla­ción de Ucra­nia ha sido some­ti­da a un tipo de ope­ra­cio­nes psi­co­ló­gi­cas que plan­tean más de un reme­dio que no solo no cura la enfer­me­dad sino que podría matar al pacien­te. Con el fin de con­ver­tir el país en una base para lan­zar ope­ra­cio­nes hos­ti­les des­ti­na­das a debi­li­tar a Rusia y crear una bre­cha entre Mos­cú y Euro­pa, la ruso­fo­bia se ha con­ver­ti­do en una espe­cie de reli­gión de Esta­do, en la que todos los que no la prac­ti­can son mar­gi­na­dos y final­men­te exclui­dos del dis­cur­so públi­co. La pre­sión para que la gen­te se some­tie­ra era tan fuer­te que alte­ra­ba el juicio.

La cons­truc­ción dis­cur­si­va de un enemi­go requie­re la demo­ni­za­ción cons­tan­te de Rusia (Mor­dor), de los rusos (bár­ba­ros euro­asiá­ti­cos inci­vi­li­za­dos) y de los sepa­ra­tis­tas del Don­bass (sal­va­jes, subhumanos).

Cuan­do se nor­ma­li­zan las narra­ti­vas neo­na­zis y rusó­fo­bas y se per­mi­te que den for­ma a las polí­ti­cas y los dis­cur­sos domi­nan­tes, cuan­do se pri­va a la gen­te del pen­sa­mien­to crí­ti­co, de su pro­pia his­to­ria, y se libra una gue­rra de ocho años con­tra sus com­pa­trio­tas, es una señal de que los cere­bros de la gen­te han sido uti­li­za­dos como armas.

La con­cien­cia públi­ca ha sido acti­va­men­te mani­pu­la­da tan­to a nivel de sig­ni­fi­ca­do como a nivel de emo­cio­nes. La per­cep­ción selec­ti­va y las fan­ta­sías de con­sue­lo han for­ma­do par­te de los meca­nis­mos psi­co­ló­gi­cos que garan­ti­zan que la pobla­ción pue­da sopor­tar el estrés de vivir en un esta­do de diso­nan­cia cog­ni­ti­va en el que la reali­dad y la fic­ción ya no pue­den sepa­rar­se. Al ofre­cer un pasa­je de bajo nivel a tra­vés de un mun­do com­ple­jo, estas narra­cio­nes pro­por­cio­na­ban segu­ri­dad emo­cio­nal a cos­ta de la com­pren­sión racional.

La deci­sión emo­cio­nal­men­te satis­fac­to­ria de creer, de tener fe, hizo que la gen­te fue­ra inmu­ne a los hechos incon­ve­nien­tes y a los con­tra­ar­gu­men­tos. La elec­ción de un actor sobre la base de su con­vin­cen­te actua­ción como pre­si­den­te en una serie de tele­vi­sión lla­ma­da Sier­vo del pue­blo con­fir­mó la vic­to­rio­sa sus­ti­tu­ción de la polí­ti­ca por el espec­tácu­lo de simu­la­ción: no era sim­ple­men­te la difu­mi­na­ción de la ilu­sión y la reali­dad, sino la auten­ti­fi­ca­ción de la ilu­sión como más real que la pro­pia reali­dad. La mayo­ría de los ucra­nia­nos votó por la mar­ca de un nue­vo par­ti­do que lle­va el nom­bre de una fic­ción tele­vi­si­va y que fue pro­duc­to de la ima­gi­na­ción de la mis­ma gen­te. Un par­ti­do que inclu­so uti­li­zó vallas publi­ci­ta­rias para pro­mo­ver la cam­pa­ña elec­to­ral de Zelensky.

Con el flu­jo glo­bal de las series de tele­vi­sión de Net­flix y su retrans­mi­sión en más de una doce­na de cana­les de tele­vi­sión en Euro­pa, vemos el mar­ke­ting de Zelinsky para las audien­cias extran­je­ras como una ima­gen-obje­to cuya reali­dad inme­dia­ta es su fun­ción sim­bó­li­ca en un sis­te­ma semióti­co de sig­ni­fi­can­tes abs­trac­tos que cobran vida pro­pia y gene­ran una reali­dad para­le­la y vir­tual. Esta reali­dad vir­tual gene­ra a su vez su pro­pio discurso.

Por ejem­plo, para el públi­co extran­je­ro, la gue­rra de ocho años en el Don­bass que cau­só 14.000 muer­tos es menos real que las imá­ge­nes extra­po­la­das de un video­jue­go y trans­mi­ti­das como «el bom­bar­deo de Kiev». Esto se debe a que la gue­rra en Don­bass ha sido igno­ra­da en gran medi­da por los medios de comu­ni­ca­ción internacionales.

Las imá­ge­nes de atro­ci­da­des, ya sean saca­das de con­tex­to o fabri­ca­das, se han con­ver­ti­do en sig­ni­fi­can­tes que flo­tan libre­men­te y que pue­den ser reuti­li­za­dos como los pro­pa­gan­dis­tas con­si­de­ren opor­tuno, mien­tras que las ver­da­de­ras atro­ci­da­des deben ser ocul­ta­das. Al fin y al cabo, no impor­ta si la narra­ción es ver­da­de­ra o fal­sa, siem­pre que sea convincente.

En la Ucra­nia post-Mai­dan, se pue­de ver una anti­ci­pa­ción del des­tino que le espe­ra al res­to de Euro­pa, casi como si Ucra­nia no solo hubie­ra sido un labo­ra­to­rio de revo­lu­cio­nes de colo­res, sino tam­bién un cam­po de prue­bas para el tipo de ope­ra­cio­nes de gue­rra cog­ni­ti­va que con­du­cen a la rápi­da des­truc­ción de cual­quier ves­ti­gio de civis­mo, lógi­ca y racio­na­li­dad que toda­vía exis­te en Occidente.

La gue­rra cog­ni­ti­va inte­gra capa­ci­da­des ciber­né­ti­cas, edu­ca­ti­vas, psi­co­ló­gi­cas y de inge­nie­ría social para lograr sus obje­ti­vos. Los medios socia­les desem­pe­ñan un papel cen­tral como fuer­za mul­ti­pli­ca­do­ra y son una pode­ro­sa herra­mien­ta para explo­tar las emo­cio­nes y refor­zar los pre­jui­cios cog­ni­ti­vos. Un volu­men y una velo­ci­dad de infor­ma­ción sin pre­ce­den­tes des­bor­dan las capa­ci­da­des cog­ni­ti­vas indi­vi­dua­les y fomen­tan el «pen­sa­mien­to rápi­do» (refle­xi­vo y emo­cio­nal) fren­te al «pen­sa­mien­to len­to» (racio­nal y sen­sa­to). Los medios socia­les tam­bién indu­cen a la apro­ba­ción social, don­de los indi­vi­duos imi­tan y afir­man las accio­nes y creen­cias de otros para enca­jar, crean­do cáma­ras de reso­nan­cia para la con­for­mi­dad y el pen­sa­mien­to úni­co. Lo úni­co que impor­ta es mol­dear las per­cep­cio­nes; las opi­nio­nes crí­ti­cas, las ver­da­des incó­mo­das, los hechos que con­tra­di­cen la narra­ti­va domi­nan­te deben eli­mi­nar­se con un clic o cam­bian­do los algo­rit­mos. La OTAN uti­li­za el apren­di­za­je auto­má­ti­co y el reco­no­ci­mien­to de patro­nes para iden­ti­fi­car rápi­da­men­te de dón­de pro­ce­den las publi­ca­cio­nes en las redes socia­les, qué men­sa­jes y artícu­los de noti­cias se publi­can, de qué temas se habla, iden­ti­fi­ca­do­res sen­ti­men­ta­les y lin­güís­ti­cos, el rit­mo de publi­ca­ción, los víncu­los entre cuen­tas de redes socia­les, etc.

Un sis­te­ma de este tipo per­mi­te la super­vi­sión en tiem­po real y pro­por­cio­na aler­tas a los socios de la OTAN y a los medios de comu­ni­ca­ción social, que inva­ria­ble­men­te cum­plen con las peti­cio­nes de eli­mi­nar o invi­si­bi­li­zar los con­te­ni­dos y las cuen­tas que se con­si­de­ran problemáticos.

Una pobla­ción pola­ri­za­da y cog­ni­ti­va­men­te des­orien­ta­da es un obje­ti­vo ideal para los tipos de mani­pu­la­ción emo­cio­nal cono­ci­dos, como la escri­tu­ra del pen­sa­mien­to y el boxeo men­tal. El pen­sa­mien­to de una per­so­na tien­de a fijar­se en torno a esce­na­rios cada vez más cons­trui­dos. Y si el esce­na­rio es dis­cu­ti­ble, es poco pro­ba­ble que se cam­bie con argu­men­tos. El cere­bro bien enca­jo­na­do es impermea­ble a la infor­ma­ción que no se ajus­ta al guion e inde­fen­so ante la pode­ro­sa des­in­for­ma­ción o las sim­pli­fi­ca­cio­nes que se le ha entre­na­do para creer. Cuan­to más con­di­cio­na­do esté un cere­bro, más pola­ri­za­do esta­rá el entorno polí­ti­co y el diá­lo­go públi­co. Este daño cog­ni­ti­vo hace que cual­quier esfuer­zo por pro­mo­ver el equi­li­brio y el com­pro­mi­so sea poco atrac­ti­vo y, en el peor de los casos, impo­si­ble. El giro tota­li­ta­rio de los regí­me­nes libe­ra­les de Occi­den­te y la men­ta­li­dad insu­lar de las eli­tes polí­ti­cas occi­den­ta­les pare­cen con­fir­mar este tris­te esta­do de cosas.

Con la cen­su­ra de los medios de comu­ni­ca­ción rusos, la exclu­sión y el aco­so de cual­quie­ra que inten­te expli­car la posi­ción de Rusia, se ha logra­do el equi­va­len­te a una lim­pie­za étni­ca del dis­cur­so públi­co y sus ani­ma­do­res tie­nen ros­tros ilu­mi­na­dos con son­ri­sas enlo­que­ci­das que no augu­ran nada bueno.

Los ejem­plos de fre­ne­sí irra­cio­nal de las mul­ti­tu­des son dema­sia­do nume­ro­sos para enu­me­rar­los, los que son víc­ti­mas de este fer­vor pseu­do-reli­gio­so exi­gen que se eli­mi­ne a Rusia y a los rusos.

Para ello, ni siquie­ra hace fal­ta ser humano o estar vivo para con­ver­tir­se en obje­ti­vo de la his­te­ria colec­ti­va: se han prohi­bi­do los gatos y perros rusos en las com­pe­ti­cio­nes, los clá­si­cos rusos en las uni­ver­si­da­des y los pro­duc­tos rusos se han reti­ra­do de las estanterías.

La impla­ca­ble mani­pu­la­ción de las emo­cio­nes ha des­ata­do un peli­gro­so tor­be­llino de locu­ra colec­ti­va. Al igual que en Ucra­nia, en Euro­pa los ciu­da­da­nos apo­yan deci­sio­nes y recla­man medi­das con­tra sus pro­pios intere­ses, su pros­pe­ri­dad y su futu­ro. «Me con­ge­la­ré por Ucra­nia» es el nue­vo para­dig­ma de la vir­tud entre quie­nes solo tie­nen acce­so a la infor­ma­ción apro­ba­da por Esta­dos Uni­dos y a los tipos de esce­na­rios com­pa­ti­bles con un mar­co de refe­ren­cia que exclu­ye la com­ple­ji­dad. En este uni­ver­so fic­ti­cio para­le­lo, una espe­cie de meta­uni­ver­so segu­ro, tran­qui­li­za­dor y com­pen­sa­to­rio, libre del des­or­den de la reali­dad, Occi­den­te sigue ocu­pan­do el terreno supe­rior de la moralidad.

La amplia cober­tu­ra mediá­ti­ca inter­na­cio­nal de la gue­rra en Ucra­nia no solo ha sido fic­ti­cia, sino que se ha ali­nea­do total­men­te con las narra­ti­vas pro­por­cio­na­das por las uni­da­des de pro­pa­gan­da ucra­nia­nas crea­das y finan­cia­das por USAID, NED, Open Society, la Red Pie­rre Omid­yar, la Fun­da­ción Euro­pea para la Demo­cra­cia, etc.

Dan Cohen, en un artícu­lo publi­ca­do por Mint Press, des­cri­be con deta­lle cómo fun­cio­na el sis­te­ma estra­té­gi­co de infor­ma­ción ucra­niano. Ucra­nia, con la ayu­da de con­sul­to­res extran­je­ros y socios mediá­ti­cos cla­ve, ha crea­do una efi­caz red de medios de comu­ni­ca­ción y agen­cias de rela­cio­nes públi­cas que pro­du­cen y pro­mue­ven acti­va­men­te las noti­cias falsas.

En los paí­ses de la OTAN, cual­quie­ra que se atre­va a cues­tio­nar la exac­ti­tud de esta infor­ma­ción es acu­sa­do de ser un «agen­te de Putin», ata­ca­do y exclui­do del deba­te públi­co. El espa­cio infor­ma­ti­vo está tan vigi­la­do que se ase­me­ja a una cáma­ra de eco.

Las cam­pa­ñas de des­in­for­ma­ción ucra­nia­nas afec­tan al jui­cio de las audien­cias y los legis­la­do­res occi­den­ta­les. El 8 de mar­zo, cuan­do el Pre­si­den­te Zelensky se diri­gió a la Cáma­ra de los Comu­nes ingle­sa a dis­tan­cia, muchos par­la­men­ta­rios no tenían auri­cu­la­res para escu­char la tra­duc­ción simul­tá­nea de su dis­cur­so. No impor­ta­ba. Dis­fru­ta­ron del espec­tácu­lo y aplau­die­ron con entu­sias­mo. En sus men­tes con­di­cio­na­das, Zelensky ya esta­ba cla­si­fi­ca­do como «nues­tro hom­bre bueno en Kiev», y cual­quier esce­na­rio, por incom­pren­si­ble que fue­ra, ser­vi­ría. El 1 de mar­zo, los diplo­má­ti­cos de los paí­ses occi­den­ta­les y sus alia­dos salie­ron de la sala duran­te el dis­cur­so, rea­li­za­do por video, del minis­tro de Asun­tos Exte­rio­res ruso, Ser­gei Lavrov, en la con­fe­ren­cia de desar­me de la ONU en Gine­bra. Los cere­bros con­di­cio­na­dos son cog­ni­ti­va­men­te inca­pa­ces de enta­blar dis­cu­sio­nes con quie­nes tie­nen visio­nes dife­ren­tes, lo que hace impo­si­ble la diplo­ma­cia. Por eso, en lugar de habi­li­da­des diplo­má­ti­cas, vemos acro­ba­cias tea­tra­les y mediá­ti­cas, tra­jes vacíos que ofre­cen diá­lo­gos guia­dos y pro­yec­tan supe­rio­ri­dad moral.

Occi­den­te se ha refu­gia­do en este mun­do de apa­rien­cias gene­ra­do por los medios de comu­ni­ca­ción por­que ya no pue­de resol­ver sus pro­ble­mas sis­té­mi­cos: en lugar de desa­rro­llo y pro­gre­so, vemos regre­sión eco­nó­mi­ca, social, inte­lec­tual y polí­ti­ca, ansie­dad, frus­tra­ción, ilu­sio­nes de gran­de­za e irra­cio­na­li­dad. Occi­den­te se ha vuel­to com­ple­ta­men­te auto-referencial.

La ideo­lo­gía dis­tó­pi­ca y los pro­yec­tos de inge­nie­ría social como el trans­hu­ma­nis­mo y el Great Reset son las úni­cas solu­cio­nes que las eli­tes occi­den­ta­les pue­den ofre­cer para hacer fren­te a la inevi­ta­ble implo­sión de un sis­te­ma que han con­tri­bui­do a romper.

Estas «solu­cio­nes» exi­gen la supre­sión del plu­ra­lis­mo, el recor­te de la liber­tad de infor­ma­ción y expre­sión, la amplia­ción del uso de la vio­len­cia para inti­mi­dar a los pen­sa­do­res crí­ti­cos, la des­in­for­ma­ción y la mani­pu­la­ción emo­cio­nal, en defi­ni­ti­va, la des­truc­ción de los fun­da­men­tos mis­mos de la demo­cra­cia moder­na, el dis­cur­so públi­co, el deba­te racio­nal y la par­ti­ci­pa­ción infor­ma­da en el pro­ce­so de toma de deci­sio­nes. La guin­da del pas­tel es que esto se empa­que­ta y pro­mue­ve cíni­ca­men­te como una «vic­to­ria de la demo­cra­cia sobre el auto­ri­ta­ris­mo». Para cons­truir la demo­cra­cia deben pri­me­ro matar­la y lue­go sus­ti­tuir­la por su simulacro.

Pero un espa­cio glo­bal de comu­ni­ca­ción e infor­ma­ción que no res­pe­ta el prin­ci­pio de plu­ra­lis­mo y res­pe­to mutuo pro­du­ce inevi­ta­ble­men­te sus pro­pios sepul­tu­re­ros. Ya esta­mos vien­do cómo este espa­cio glo­bal se está frag­men­tan­do en espa­cios de infor­ma­ción alta­men­te defen­di­dos según las esfe­ras de influen­cia geo­po­lí­ti­ca. El pro­yec­to de glo­ba­li­za­ción lide­ra­do por Esta­dos Uni­dos se está des­ha­cien­do, y esto se debe prin­ci­pal­men­te a su des­me­su­ra­da ambición.

Pue­de que Esta­dos Uni­dos esté ganan­do la gue­rra de la infor­ma­ción en Occi­den­te, pero cual­quier vic­to­ria en un uni­ver­so para­le­lo crea­do por los medios de comu­ni­ca­ción podría con­ver­tir­se rápi­da­men­te en una vic­to­ria pírri­ca cuan­do la reali­dad se reafirme.

La his­to­ria recien­te nos dice que las narra­ti­vas cui­da­do­sa­men­te ela­bo­ra­das, la des­in­for­ma­ción y la demo­ni­za­ción de los opo­nen­tes radi­ca­li­zan y pola­ri­zan a la opi­nión públi­ca, pero la vic­to­ria en el cam­po de bata­lla de la infor­ma­ción no se tra­du­ce nece­sa­ria­men­te en una vic­to­ria mili­tar o polí­ti­ca, como hemos vis­to en Siria y Afganistán.

Mien­tras el Occi­den­te colec­ti­vo se rego­dea de su éxi­to tras la opción nuclear de prohi­bir todos los medios de comu­ni­ca­ción rusos de la infoes­fe­ra glo­bal que con­tro­la, está dema­sia­do cega­do por la arro­gan­cia como para ver las inevi­ta­bles con­se­cuen­cias. El con­trol total de la narra­ti­va se con­si­gue median­te medi­das auto­ri­ta­rias y la repre­sión de las voces disi­den­tes, que es lo con­tra­rio de las demo­cra­cias inclu­si­vas y los valo­res uni­ver­sa­les que Occi­den­te dice defen­der hipó­cri­ta­men­te y que está pro­yec­tan­do acti­va­men­te en el Sur glo­bal. En la con­fron­ta­ción ideo­ló­gi­ca con los paí­ses que defi­ne como «auto­ri­ta­rios», Occi­den­te está per­dien­do la ven­ta­ja que antes decía tener.

El orden mun­dial uni­po­lar lide­ra­do por Esta­dos Uni­dos está lle­gan­do a su fin y Occi­den­te está per­dien­do rápi­da­men­te su influen­cia. Rusia está pres­tan­do aten­ción y en el futu­ro podría inver­tir más ener­gía en lle­gar a audien­cias no occi­den­ta­les, es decir, a per­so­nas que no están adoc­tri­na­das ni son impermea­bles a la ver­dad, los hechos y la razón como sus homó­lo­gos occidentales.

Mien­tras que al prin­ci­pio de la revo­lu­ción de la infor­ma­ción Chi­na tomó medi­das para pro­te­ger su sobe­ra­nía digi­tal, Rusia ha tar­da­do más en reco­no­cer el peli­gro de un sis­te­ma de comu­ni­ca­ción e infor­ma­ción que, a pesar de sus pre­ten­sio­nes ini­cia­les de ser un cam­po de jue­go abier­to e igua­li­ta­rio, está actual­men­te ama­ña­do a favor de quie­nes lo controlan.

La ini­cia­ti­va de Rusia en Ucra­nia no es solo una res­pues­ta a los ata­ques con­tra la pobla­ción de Don­bass y un medio para impe­dir la adhe­sión de Ucra­nia a la OTAN. Su obje­ti­vo decla­ra­do de des­na­zi­fi­car Ucra­nia es una res­pues­ta defen­si­va a la inten­sa gue­rra cog­ni­ti­va que Esta­dos Uni­dos ha esta­do lle­van­do a cabo tan­to en Rusia como en los paí­ses de su entorno.

La expan­sión de la OTAN hacia el este no fue solo una expan­sión mili­tar, sino que tam­bién supu­so la ocu­pa­ción de un espa­cio psi­co­cul­tu­ral, infor­ma­ti­vo y político.

Tras haber per­di­do una bata­lla estra­té­gi­ca en la gue­rra cog­ni­ti­va, haber vis­to la nor­ma­li­za­ción de la ruso­fo­bia neo­na­zi y haber­se dado cuen­ta de que las fuer­zas hos­ti­les, tan­to nacio­na­les como extran­je­ras, se han atrin­che­ra­do en Ucra­nia, Rusia se sien­te aún más obli­ga­da a ganar la gue­rra, como expli­có Andrei Ill­nitsky en una entre­vis­ta en Zvezda.

Ill­nitsky reco­no­ció que «el mayor peli­gro de una gue­rra cog­ni­ti­va es que sus con­se­cuen­cias son irre­ver­si­bles y pue­den sen­tir­se duran­te gene­ra­cio­nes. Las per­so­nas que hablan el mis­mo idio­ma que noso­tros se han con­ver­ti­do de repen­te en nues­tros enemi­gos. La rea­li­za­ción de monu­men­tos a Ste­pan Ban­de­ra, mien­tras se des­truían los dedi­ca­dos a los sol­da­dos sovié­ti­cos, no solo fue una pro­vo­ca­ción into­le­ra­ble para Rusia –un país que per­dió 26,6 millo­nes de hom­bres y muje­res luchan­do con­tra el nazis­mo en la Segun­da Gue­rra Mun­dial – , sino que tam­bién fue una expre­sión tan­gi­ble del tipo de borra­do y rees­cri­tu­ra de la his­to­ria que no se limi­ta exclu­si­va­men­te a Ucrania.

El actual con­flic­to en Ucra­nia demues­tra que res­tau­rar el sen­ti­do de la reali­dad tie­ne un pre­cio muy alto y san­grien­to. Por des­gra­cia, cuan­do se tra­ta de cues­tio­nes de segu­ri­dad nacio­nal, las deci­sio­nes dolo­ro­sas no pue­den apla­zar­se indefinidamente.

Lau­ra Ruggeri

31 de mar­zo de 2022

Fuen­te: https://​www​.stra​te​gic​-cul​tu​re​.org/​n​e​w​s​/​2​0​2​2​/​0​3​/​3​1​/​i​s​-​r​u​s​s​i​a​-​l​o​s​i​n​g​-​t​h​e​-​i​n​f​o​r​m​a​t​i​o​n​-​w​ar/

Tra­du­ci­do de la ver­sión fran­ce­sa https://​arretsu​rin​fo​.ch/​l​a​-​r​u​s​s​i​e​-​e​s​t​-​e​l​l​e​-​e​n​-​t​r​a​i​n​-​d​e​-​p​e​r​d​r​e​-​l​a​-​g​u​e​r​r​e​-​d​e​-​l​i​n​f​o​r​m​a​t​i​on/

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *