[Libro] El mar­xis­mo crí­ti­co de Adol­fo Sán­chez Vázquez

El mar­xis­mo crí­ti­co de Adol­fo Sán­chez Váz­quez x Nés­tor Kohan – La Hai­ne :: Más articu­los de esta autora/​or: Más artículos Se murió don Adol­fo. Cuan­do muchos (ex) «mar­xó­lo­gos» nada­ban con la onda del momen­to y escu­pían sobre Marx, Sán­chez Váz­quez seguía reman­do con­tra la corrien­te

[Nota intro­duc­to­ria]

Tris­te noti­cia. Se murió don Adol­fo. Sim­ple­men­te, un vie­jo mara­vi­llo­so y un com­pa­ñe­ro entra­ña­ble… sen­ci­llo, humil­de, sin poses ni pues­tas en escena…

En un comien­zo, lo cono­ci­mos a la dis­tan­cia, por sus libros. Lue­go, per­so­nal­men­te, en su depar­ta­men­to de Méxi­co DF que era una gigan­tes­ca biblio­te­ca. Corrían los pri­me­ros años ’90, cuan­do muchos (ex) «mar­xó­lo­gos» nada­ban con la onda del momen­to y escu­pían sobre Marx, Sán­chez Váz­quez seguía reman­do con­tra la corrien­te y con­tra las modas del momento.

A dife­ren­cia de lo que suce­de con muchos inte­lec­tua­les, que es mejor leer­los pero no encon­trár­se­los en vivo y en direc­to… con Adol­fo pasa­ba algo muy dis­tin­to. Una per­so­na muy cáli­da, ama­ble, sua­ve, siem­pre acon­se­jan­do con sabi­du­ría. Siem­pre con un libro a la mano. Siem­pre con la pala­bra jus­ta. Un vie­jo real­men­te muy querible.

Con una cohe­ren­cia admi­ra­ble, este mili­tan­te comu­nis­ta de la gue­rra civil y la revo­lu­ción espa­ño­la de la déca­da del ’30, con­ti­nuó fiel a sus idea­les de juven­tud en su exi­lio mexi­cano —adon­de había lle­ga­do en 1939— has­ta el últi­mo día. Un frag­men­to de his­to­ria viviente.

Las líneas que siguen fue­ron escri­tas hace algu­nos años, como pre­sen­ta­ción y pró­lo­go a una anto­lo­gía que hici­mos de sus escri­tos y publi­ca­mos en Argen­ti­na con el títu­lo Filo­so­fía, pra­xis y socia­lis­mo (Bue­nos Aires, edi­to­rial Tesis 11, 1998). Vayan pues como home­na­je a este mili­tan­te revo­lu­cio­na­rio y MAESTRO de varias gene­ra­cio­nes, de quien todos apren­di­mos y con­ti­nua­re­mos apren­dien­do en todos los sen­ti­dos. Hago mías las pala­bras de nues­tro ami­go Ati­lio Borón:
¡Has­ta la vic­to­ria siem­pre, don Adolfo!

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