1. Tienes varios libros sobre marxismo, sociología, política ¿No se vuelve pesado llevar textos del siglo XX a las complejidades del siglo XXI?
El conocimiento es un proceso en el que lo nuevo, que siempre emerge por todas partes, solo puede ser aprehendido mediante la crítica de lo viejo, la actualización de lo permanente y el estudio de las contradicciones y movimientos de esa novedad. Crítica en el sentido marxista, por supuesto, porque en la medida en que se orienta hacia un fin más o menos preciso la marcha del pensamiento, en esa medida es aún más imprescindible conocer más o menos en detalle su evolución previa, sus fallos, errores y logros, y su valía teórica permanente mientras siga existiendo el proceso del que se trate. Esto hace que el conocimiento sea un continuo de choques múltiples e interrelacionados entre diferencias, oposiciones y contradicciones que siempre existen en los movimientos de las cosas y del pensamiento, hasta llegar a la novedad cualitativa, que muchas veces pone al descubierto más cosas que las que se buscaban inicialmente. Más aún, sin este proceso de pensamiento no hubiera habido antropogenia.
Si en el siglo XXI ha habido avances cualitativos en ciencia, tecnología, pensamiento en general, etc., es porque no se ha roto esta dialéctica del pensar sino que se está enriqueciendo a pesar de los frenos que le impone el capitalismo que solamente impulsa aquella parte de la tecnociencia que reúne al menos dos grandes bloques de beneficio para el imperialismo: el primero y decisivo, el que aumenta la plusvalía en poco tiempo a la vez que debilita y derrota a la clase obrera; el segundo, las grandes inversiones en la mal llamada «ciencia pura» pero decisiva para el imperialismo a medio y largo plazo. Pero fuera y parcialmente incluso dentro de esta estructura tecnocientífica insertada en el capital constante, existen prácticas organizadas que confirman siempre la idea marxista de la que ciencia en un arma revolucionaria decisiva para la libertad.
Partiendo de aquí, podemos ver que los grandes debates que ahora mismo se siguen librando alrededor del marxismo nos remiten siempre a la historia de la lucha de clases en su sentido praxístico, es decir con la mano y con la mente, desde que la crisis del socialismo utópico forzó el salto del comunismo utópico al comunismo marxista. Esta crisis estalló abiertamente con la revolución de 1848 y desde entonces ha habido un innegable enriquecimiento teórico que, si quiere seguir siéndolo, ha de seguir basándose en el reestudio crítico de lo anterior en base a las necesidades actuales y previsiblemente futuras. Lo que ahora decimos no es nada nuevo porque, sin retroceder más, ya en 1852 se insistía en que las revoluciones proletarias se caracterizan por criticar una y otra vez su pasado para encontrar las soluciones a su presente.
Por ejemplo, la teoría marxista de la crisis está siendo confirmada y enriquecida desde 2007, lo mismo que la ley general de la acumulación del capital y la ley de la caída tendencial de la tasa media de ganancia. Otro tanto sucede con la dialéctica de la lucha de clases en todas sus expresiones, imprescindible hoy en día. ¿Y qué decir sobre la destrucción de la vida y de la tierra, sobre la rotura del metabolismo socionatural de nuestra especie con la naturaleza por la irracionalidad objetiva e inherente al capital? ¿Cómo entender ahora la advertencia hecha en el Manifiesto comunista según la cual la burguesía se asemeja al brujo que no puede dominar las fuerzas infernales que ha desatado con sus conjuros, si no es reestudiando la lucha de clases desde 1848 hasta hoy mismo incluyendo el previsible devenir de las tendencias socionaturales que se agravan día a día?
Los comunistas sabemos que esta permanente actualización crítica del pasado es una de las garantías que permiten al movimiento revolucionario avanzar en la lucha presente de cara a la victoria futura, y por esto seguiremos estudiando y actualizando no solo el siglo XX sino también el XIX, y no solo Europa sino también el saqueo del mundo por el capitalismo. Más aún, tú planteas esta misma lógica en la segunda pregunta, que ahora respondemos.
2. ¿La doctrina Monroe es la política clave para entender toda la expansión militar de Estados Unidos?
Hemos visto que la misma lógica formal y dialéctica que mueve el pensamiento para responder a las necesidades, nos lleva de forma inevitable a la actualización crítica del pasado. Se trata de una inevitabilidad tendencial, influenciada, desviada, reprimida y hasta cortada durante espacios de tiempo que dependen de la lucha de clases y/o catástrofes naturales. Es por tanto comprensible que para entender el militarismo actual yanqui debamos retroceder hasta 1823, y también hasta la invasión inglesa de la bahía de Chesapeake en 1607, pero muy especialmente debemos explicar, primero, las interacciones entre las razones socioeconómicas del colonialismo ingles del momento, y las razones políticas y militares imprescindibles para la expansión colonial; y segundo, los cambios acaecidos desde entonces hasta la actualidad, no olvidando nunca el salto cualitativo que supuso la independencia burguesa de 1783 en Norteamérica.
Nos resulta imposible realizar aquí siquiera un breve resumen de este largo proceso que abarca la historia del capitalismo, por lo que vamos a limitarnos a unos trazos de brocha gorda: a comienzos del siglo XVII Inglaterra se encontraba en creciente lucha de clases interna y de presiones externas de otras potencias, de modo que una de las soluciones fue el expansionismo colonial y el destierro de las sectas cristianas radicales que seguían un calvinismo estricto. La invasión fue respondida bien pronto por las naciones indias, no pudiendo impedir que su territorio fuera integrado en las propiedades de la Casa Real inglesa en 1622, que se lanzó a apoderarse de la mayor cantidad posible de tierras, incluidas las ya invadidas por españoles y franceses. La independencia burguesa intensificó estas agresiones de todo tipo justificadas ideológicamente por G. Washington y T. Jefferson entre otros muchos a finales del siglo XVIII, creando la base de lo que sería la Doctrina Monroe oficializada dos décadas después. La política estatal y militar ya era crucial para esta expansión colonialista, y sus componentes fueron estrechándose hasta el presente, cuando Laura Richardson, jefa del Comando Sur, explicó el 22 de septiembre de 2023 con inhumana crudeza porqué Estados Unidos debe controlar férreamente Nuestramérica para quedarse con sus inmensos recursos en litio, tierras raras, agua, biodiversidad, recursos energéticos en la plena acepción del término: desde los alimentos hasta las energías llamadas «limpias»…
Estados Unidos no tiene tropas suficientes para ocupar Nuestramérica, o al menos las amplias zonas que le urge saquear. Por eso busca obtener la sumisión de sus burguesías y de sus ejércitos, sin los cuales apenas podría expoliar eficazmente a tan gran territorio, pero insistiendo que Nuestramérica solo puede ser «administrada», explotada por el dólar. Peor aún, Estados Unidos ha extendido al resto del planeta la Doctrina Monroe llevando al extremo la ideología calvinista según la cual hay que domeñar o destruir a quienes no acepten el mandato supuestamente dado por dios a los «peregrinos» en 1607; «creced y multiplicaos, y dominad la tierra». Desde inicios del siglo XXI, cada vez más niños yanquis son educados con mapas en la idea de que las zonas más ricas en recursos del planeta son controladas por «países irresponsables»: Estados Unidos tiene la «misión» de liberarlas para el bien de la humanidad. La militarización yanqui es imprescindible en esta «misión» encomendada no por dios sino por la ley de la acumulación del capital.
3. ¿Por qué tu interés sobre la geopolítica?
Originariamente por las lecciones que iba extrayendo de mis lecturas juveniles sobre historia militar, aunque desconocía la palabra geopolítica. Si algo enseña la guerra es que casi todo se reduce a la ventaja energética de un bando sobre el otro, ventaja que puede ser contrarrestada por la superior organización, teoría y conciencia del bando más débil, dependiendo de sus contradicciones sociales internas y por la naturaleza de la guerra: justa o injusta. Mis primeras lecturas del marxismo disponible en la dictadura a finales de los años sesenta supusieron un salto cualitativo en la comprensión de la guerra. Poco después, las guerras de liberación antiimperialista de la época, el estudio de la crítica marxista del capitalismo y los debates en Euskal Herria sobre la eficacia o ineficacia de la utilización de todas formas de lucha, me volvieron muy crítico de las versiones burguesas de lo que ya empezaba a llamarse geopolítica.
La propaganda imperialista durante la llamada Guerra Fría así como la ideología burguesa de la casta intelectual incluso progresista, hacía lo imposible por anular las irresolubles contradicciones clasistas y socioeconómicas que condicionan desde dentro los conflictos que, muy superficial y parcialmente, analizaba la geopolítica burguesa: todo formaba parte de la lucha frontal contra el marxismo. Antes de la implosión de la URSS en Euskal Herria se libraron debates directamente relacionados con el tema de la geopolítica: por ejemplo: la lucha de masas contra las centrales nucleares, el referéndum sobre la OTAN en 1986 y el cincuentenario del criminal bombardeo de Gernika en 1987. El triunfalismo antimarxista posterior a 1991 reforzó la superficialidad de la geopolítica burguesa. La debacle teórica de la izquierda ante la destrucción de Yugoslavia, la guerra contra Irak, etcétera, dejó el campo abierto a la fraseología de la geopolítica burguesa lanzada a legitimar la euforia imperialista.
La carrera desesperada del imperialismo emprendida desde finales del siglo XX para apropiarse de los recursos aplastando pueblos, para cercar y asfixiar a Rusia, China e Irán, para destrozar Cuba y Venezuela como antesala de la «reconquista» de Nuestramérica, para contener el avance de los BRICs y de la compleja multipolaridad, etc., apenas ha sido contrarrestada por la izquierda porque, además de otras razones, interpreta las contradicciones no desde el materialismo histórico que insiste en la prioridad de las contradicciones y leyes tendenciales del capitalismo, surcadas por la lucha de clases, sino desde la separación absoluta de lo socioeconómico con respecto a lo político, y desde la visión de la geografía como simple espacio pasivo, de modo que lo militar, el militarismo y la guerra, es reducido a instrumento mecánico del poder en vez de una fuerza productivo/destructiva del capital.
En su correspondencia interna, Marx y Engels hablaban de la «industria de la matanza de hombres» como una rama productivo/destructiva fundamental en el capitalismo en los momentos críticos pero también en su «normalidad», lo que exige el empleo metódico de la lógica dialéctica. La geopolítica burguesa apenas tiene esto en cuenta, y cuando lo hace intenta aislar totalmente la lógica global del capital de la lógica parcial de la política burguesa, por lo que su valía, que la tiene, no exige más que la limitada lógica formal para ser entendida.
4. Sobre uno de tus trabajos ¿Por qué la libertad es atea?
La respuesta es muy simple desde el ateísmo marxista: porque no puede haber libertad alguna allí donde la conciencia esté atemorizada o supeditada a un ente inasible, omnipotente, omnisciente y omnipresente, que dicta nuestra vida y nuestra muerte al margen de nuestra voluntad. Naturalmente, estoy usando aquí los atributos que los cristianos afirman que tiene su dios, aunque no lo han conocido nunca en el sentido científico de conocer. ¿Cómo pueden atribuir esas cualidades a alguien incognoscible? Para responder a esto debemos recurrir a la categoría necesidad/derecho/libertad, que no solo a la de necesidad/libertad.
La evolución de la vida, y en nuestro caso la antropogenia, depende de la obtención y consumo de materia: la necesidad ciega es aquella que no puede satisfacerse porque carecemos de conocimientos y de medios para obtenerla, transformarla, almacenarla y repartirla equitativamente. Conocer y superar la necesidad ciega es la primera exigencia de la vida y de la justicia en su seno, pero aquí las personas creyentes tienen un serio problema irresoluble desde su fe: aceptan que es la voluntad de eso incognoscible la que les impide la superación de esa necesidad ciega, maldad que sucede muy frecuentemente porque la antropogenia tiene necesidades múltiples y crecientes, muchas de ellas aún desconocidas o conocidas muy limitadamente. Peor aún para los creyentes: eso incognoscible que adoran podría habérselas enseñado y satisfecho hace miles de años, pero no le apetece ahorrarles ese sufrimiento.
En la medida en que las necesidades en el sentido comunista de «necesidad humana», aumentan por el avance de las fuerzas productivas, su satisfacción tiende a facilitarse por el incremento del conocimiento inherente a ese desarrollo productivo, pero a la vez, dialécticamente, aumentan los frenos que la clase burguesa impone a su satisfacción liberadora. Ahora mismo es innegable el antagonismo entre el potencial emancipador ínsito de las fuerzas productivas y las prohibiciones impuestas deliberadamente por el imperialismo. Frente a esta realidad inhumana, los y las creyentes solo pueden implorar compasión a su dios para que, en el mejor de los casos, acepte sus imploraciones y reduzca sus padecimientos. Estas no son disquisiciones filosóficas sobre creencias, agnosticismos y ateísmos varios, no; son realidades del sufrimiento humano en el imperialismo. Un marxista dijo una vez que el llanto demuestra la inexistencia de las y los dioses, y nosotros añadimos que también demuestra la profunda inmoralidad y ética inhumana de los y las creyentes que aceptan esa injusticia con la excusa de la voluntad de un ente incognoscible.
Llegados a este punto, la pregunta es: ¿tenemos o no tenemos «derecho» a oponernos a los caprichos divinos al desarrollar la ciencia y la filosofía materialista, y luchar contra la propiedad privada y por el comunismo, rechazado furiosamente por ese ente incognoscible? Para un marxista, derecho y religión son inconciliables, como lo son democracia y monarquía. Religión y monarquía son armas de destrucción de la humanidad que lucha contra la propiedad privada. Es cierto que han existido y existen en el cristianismo muy reducidas sectas y grupos «de liberación», pero eso solo demuestra que las clases opresoras que han construido el cristianismo no han podido aniquilar del todo los pocos restos de la memoria de resistencia utópica de las clases explotadas, a pesar de las atrocidades que han sufrido. No lo han logrado porque la objetividad histórica de la lucha de clases siempre es superior a las amenazas de eterno infierno que aterrorizan y paralizan a millones de oprimidas y oprimidos.
No hablamos solo de las presiones cristiana en las campañas electorales para que los creyentes voten a las derechas, o como mal menor al reformismo pero nunca a las fuerzas revolucionarias. Tampoco hablamos de la impresionante industria de alienación de masas propiedad de grupos cristianos, etc. Nos referimos también a otra forma más imperceptible de imponer la obediencia desde el inicio de la vida: la familia cristiana, la educación privada y concertada, las mil formas de liturgia, el sacramento de la confesión…, y en síntesis, la condena del derecho a la rebelión contra dios como el peor de los pecados merecedores de la excomunión y el infierno eterno. Dado que la rebelión se presenta tanto en la ciencia como en la revolución, en el arte y en la política, en la familia y en el amor, etc., prohibir ese derecho esencialmente humano es impedir la resolución de las necesidades que esa rebelión quiere solucionar. La historia de la libertad humana es la historia del derecho a la rebelión para vencer el terror físico y mental que impide resolver las necesidades radicales.
¿Dónde queda entonces la libertad para un creyente? Queda en su vana ilusión de que es libre en la medida en que actúa dentro de los límites tolerados por el ente incognoscible al que obedece, al igual que un drogadicto se cree libre únicamente cuando se chuta una dosis. Desde Leibniz hasta Engels pasando por Hegel, para no extendernos, la categoría de libertad se ha ido concretado en la capacidad y el deseo de hacer la revolución en sus infinitas formas que siempre confluyen en el comunismo. Cualquier duda e indecisión que frene o anule la conciencia de la necesidad y el derecho de luchar por la libertad, muestra la flexible y adaptable fortaleza de las cadenas mentales, idealistas y dogmáticas, introyectadas en las personas alienadas desde los primeros instantes de su vida. Contra esto, Marx dijo una vez que su ideal de felicidad era la lucha y que la sumisión era su ideal de desgracia.
5. ¿Por qué publicaste tu libro Nacionalismo revolucionario: hermanos Etxebarrieta, Txikia, Argala?
La parte fundamental del libro la escribió Josemari Lorenzo Espinosa, yo hice la introducción. Lo publicó Boltxe en 2017 y se integraba en el esfuerzo colectivo para impedir que tanto la presión de la ideología burguesa en cuanto tal, como la desmovilización intelectual y política generada por la deriva reformista de un amplio sector de la izquierda abertzale de entonces, destruyeran la memoria histórica del pueblo trabajador, incluida su memoria militar que se remonta a las lucha de clases interna y de resistencia a los ataques de los imperios español y francés desde los siglos XV-XVI, agudizándose sobremanera desde el siglo XVIII. Se veía necesario también explicar la praxis militante de tres –Etxebarrieta, Txabi y Argala– de los cientos de personas militantes que habían dado su vida por la independencia socialista de Euskal Herria desde la década de 1960.
Aquel esfuerzo teórico no fue en balde porque ya para entonces venía impulsado por la reorganización de izquierdas revolucionarias que mal que bien habían logrado no ser engullidas por el remolino reformista y avanzaban en su asentamiento y expansión. Existía, por tanto, una base objetiva y una necesidad político-intelectual creciente para reactivar un debate crucial, tanto más cuanto que desde hacía casi una década el soberanismo reformista había abandonado ese decisivo campo de batalla en post de la «normalización», en post de «abandonar el conflicto en la calle y centrarlo en el parlamento». Además, para 2017 ya se vislumbraban los síntomas de que la frágil recuperación económica, tras la debacle de 2007 – 2010, empezaba a debilitarse estructuralmente, como se comprobó definitivamente en 2019 – 2020. Era urgente, pues, reactualizar la valía de las bases socialistas y hasta comunistas del independentismo. Y así se hizo en este libro y en otros más.
Tal esfuerzo colectivo facilitó que la nueva militancia obrera joven y la menos joven pero desorientada y decepcionada, comprendiera con relativa facilidad la dialéctica de la historia precisamente cuando, desde inicios de 2020, la pandemia azotó con fuerza desconocida, y cuando a inicios de 2022 la guerra injusta de la OTAN contra Rusia así como el endurecimiento del imperialismo contra el mundo entero añadió gravedades nuevas que empeoran de manera terrible la tercera Gran Depresión histórica de la civilización del capital en la que ahora nos encontramos.
6. Acerca de la experiencia del MLNV ¿Qué era el EHAK (Partido Comunista de las Tierras Vascas)? ¿Qué fue EAE-ANV (Eusko Abertzale Ekintza)? ¿Cómo se ha dado el caso de que la izquierda abertzale esté tan disgregada y fraccionado como el MCE (Movimiento Comunista Español)?
EAE-ANV (Eusko Abertzale Ekintza-Acción Nacionalista Vasca) fue creada en 1930 al rechazar el giro a la derecha del PNV, fuerza dominante en el nacionalismo burgués. Su aparición se dio durante la efervescencia sociopolítica que se vivía con el agotamiento de la dictadura militar desde 1923, agravada por la crisis mundial de 1929. La dictadura obligó a pasar a la clandestinidad al proceso de radicalización nacional y social del pueblo trabajador, dentro del cual surgían sectores que ya miraban a la independencia, al anarquismo, al socialismo y al comunismo bajo el ejemplo de la Tercera Internacional. EAE-ANV no era oficialmente socialista pero su radicalismo en la lucha de clases anterior a 1936 le distanció aún más del PNV. Organizó batallones de gudaris de merecida fama. Fue inmediatamente perseguida por el franquismo aunque resistió en la clandestinidad siendo una de las fuerzas fundadoras de Herri Batasuna, hasta ilegalizarla de nuevo por la «democracia» en 2008.
EHAK fue creada en 2002 al calor de los debates que se mantuvieron en Batasuna en 2001, integrando sectores comunistas de diversas corrientes, entre ellas EHK, que más o menos coincidían en que dentro de la izquierda abertzale había sectores teórica y políticamente débiles a partir de los cuales podría coger fuerza una línea socialdemócrata aún no visible, aunque esos temores siempre se mantuvieron dentro de las estructuras de la izquierda abertzale para evitar que fueran manipulados por el Estado. La ilegalización de Batasuna en 2003 y el endurecimiento de la ola represiva que venía sufriéndose desde hacía años, hicieron que EHAK asumiera ser la «firma electoral» de la izquierda abertzale en las elecciones de 2005, obteniendo 9 diputados, dos más que Batasuna en 2001. Solo tres años después en 2008, EHAK también fue ilegalizada.
No se puede poner en el mismo nivel a la crisis del movimiento comunista «español», mejor decir «del Estado» porque existen otras naciones obreras oprimidas que tienen comunistas en su interior, y a la crisis de la izquierda abertzale porque se viven en dos formaciones sociales y económicas, además de históricas y lingüístico-culturales, muy diferentes. Es verdad que ambas son capitalistas en la esencia, en lo genético-estructural, pero tienen enormes diferencias en las formas, en lo histórico-genético, tan grandes como el hecho comprobado durante décadas de que la lucha de clases en Euskal Herria es bastante más fuerte que la del Estado. Hablar por tanto de «crisis del movimiento comunista» nos exige precisar al menos dos niveles de la misma crisis: el práctico y el teórico.
Un punto de discordia teórica entre comunistas independentistas y estatalistas, que defienden la prioridad de la unidad estatal de las diversas izquierdas para, primero, hacer la revolución y luego, más tarde, aplicar el derecho de autodeterminación, no es otro que la ley del desarrollo desigual y combinado que explica que las ritmos e intensidades de la lucha de clases varían de un país a otro según su historia. Las crisis de las izquierdas deben ser vistas, entonces, dentro del desarrollo desigual en lo histórico-genético y combinado en lo genético-estructural. En concreto, la lucha de clases en Euskal Herria sigue siendo ahora mismo mucho más intensa y extensa que la de todo el Estado. Leamos esto:
Los datos son incontestables: el 50,36% de las huelgas que en 2022 se registraron en España se concentraron en el País Vasco. Es decir, 342 de las 679 huelgas que tuvieron lugar en España se registraron en la Comunidad Autónoma de Euskadi, según el último balance del Ministerio de Trabajo. El volumen es aún más llamativo si se atiende a las jornadas no trabajadas con motivo de una huelga, donde el porcentaje llega hasta el 54% del total, o al número de trabajadores que participaron, que alcanza el 55% de todos los que en España secundaron huelgas. Datos sorprendentes para una comunidad cuyo peso poblacional no llega al 5% del total y que invitan a analizar con expertos y con las propias partes implicadas las razones de esta tendencia1.
Sin poder extendernos, los datos de 2022 confirman la tendencia al alza de la lucha de clases en Euskal Herria desde al menos 2001 como lo demuestra una muy rigurosa investigación realizada en 20202. Volviendo al ahora, la población de la CAV no llega a los 2.230.000 habitantes mientras que la de Madrid casi llega a los 7.000.000, más del doble. Si hiciéramos abstracción de la historia y aplicáramos la realidad vasca a la lucha de clases en Madrid, tendríamos, siempre en abstracto repetimos, que Madrid debería aportar más del 100% de la lucha de clases en el Estado, pero ni remotamente es así. La desigualdad del ritmo y arraigo popular de las luchas se acrecienta al ver otras resistencias como veremos en la respuesta a la pregunta sobre las drogas.
¿Podemos hablar entonces de la misma crisis política? Cometeríamos un error si redujéramos la crisis a los altibajos electorales y/o a la mera contabilidad de asistencia a las grandes manifestaciones de masas. Es cierto que hubo un bajón militante en sectores revolucionarios por razones que sería largo exponer, entre ellas la aplastante represión y en especial el giro reformista del soberanismo vasco; pero también es verdad que, como hemos visto con las cifras de participantes en huelgas, existe una recuperación de la «otra izquierda», la silenciada pero verdadera, la de las asambleas, manifestaciones, huelgas, golpes, represiones, multas, juicios… en medio de un empobrecimiento en aumento impuesto por la burguesía. Es esta izquierda práctica y teórica la que se está recuperando y creciendo en Euskal Herria. Por tanto la crisis del movimiento comunista vasco es menor, menos débil, que la que azota a la del Estado español, aunque aquí debiéramos decir algo sobre la militancia comunista de las naciones oprimidas por el imperialismo español, pero desborda nuestro espacio.
7. ¿La izquierda abertzale ha luchado contra el tráfico de drogas en Euskal Herria?
La izquierda abertzale venció en uno de los frentes entonces decisivo de la guerra contra las drogas: el de la heroína. Mostró que era un arma de exterminio psicofísico contra el pueblo trabajador y especial contra la militancia revolucionaria. También demostró el papel de las fuerzas represivas y las ganancias que obtenía con ella el capital que lavaba el dinero de las mafias relacionadas con fuerzas represivas. Euskal Herria sufría entonces la mayor cantidad de fuerzas armadas por habitante y la mayor cantidad de prisioneras y prisioneros políticos de Europa según su extensión geográfica y su población, y a pesar de ello era el sitio con la heroína más barata y de fácil acceso.
Fue un frente de guerra muy duro, con muertos, torturados, encarcelados, sostenido por una densa red de colectivos amplios integradores de distintas sensibilidades pero unidos por el objetivo de acabar con la heroína. Este método de autoorganización desde la base alrededor de un objetivo de amplia aceptación de masas también existía en la lucha por recuperación del euskara y de la cultura vasca, por la amnistía, por la victoria sobre la nuclearización, por la creación de prensa crítica en euskara y en otras lenguas, por los derechos de la mujer trabajadora, por una educación euskaldun y progresista, por el deporte popular… Semejante capacidad autoorganizativa amplia, plural e integradora era parte fundamental del humus en el que se hundían otras raíces obreras y populares que explican por qué se recupera la lucha de clases en generalidad con la especial intervención de la juventud trabajadora. Pero no se ha ganado la guerra total contra las drogas, que siguen pudriendo conciencias y asesinando cuerpos, aunque no en las cifras criminales de aquellos años.
8. ¿EH Bildu está normalizando el régimen del 78 en Euskal Herria?
Es incorrecto llamarle «régimen del 78» porque su ambigüedad permite ocultar que ese «régimen» reforzó la dominación capitalista en sus tres anclajes decisivos: la propiedad privada, la unidad del Estado y el monopolio de la violencia. La denuncia del «régimen» desde la izquierda revolucionaria es consciente de esa ambigüedad y por ello insiste siempre que hay que acabar con el capital, con su Estado y con su ejército. Pero el reformismo se limita a plantear simples «reformas democráticas» que no cuestionan lo esencial: el capitalismo, ni siquiera denuncia a la monarquía, que es intocable. Quiere esto decir que el reformismo asume como normal y/o inevitable la explotación capitalista, limitándose a prometer algunas leyes que reduzcan un poco el empobrecimiento y la explotación en crecientes. En las naciones oprimidas, estas promesas adquieren la forma de una petición al PSOE de que tolere más «libertades nacionales», siempre respetando los principios del pacifismo a ultranza y de la legalidad internacional.
Siguiendo esta lógica, desde hace varios años la crítica del capitalismo y más aún del imperialismo, ha desaparecido de la práctica de EH Bildu y con ella la decisiva categoría de socialismo, por no hablar de comunismo, reducida a un mantra vaciado de toda concreción propositiva de conquista de contrapoderes y de avance a situaciones puntuales de doble poder para dar el salto revolucionario al Estado Socialista Vasco. El mantra de ese «socialismo» desinflado es repetido como una salmodia en algunos documentos y actos de Sortu, nada más. A lo sumo, alguna vez se alude a una República Vasca que nadie intenta llenar de contenido, y punto. Mientras tanto apoya en todo lo fundamental al Estado español y en muchas de las cosas no fundamentales.
EH Bildu sostiene que su apoyo al gobierno del PSOE tiene como objetivo impedir que la extrema derecha acceda al poder político con el apoyo del fascismo, lo que desencadenaría una dura involución democrática en todos los sentidos. Derrotada la ofensiva ultrarreaccionaria, el nuevo «gobierno progresista» sometido a las presiones democráticas no tendrá muchas dificultades en avanzar en la ampliación de derechos nacionales y sociales. Impulsado por estas conquistas, EH Bildu espera acceder el gobierno autonómico de la CAV dirigiendo la alianza con «fuerzas progresistas». Desde el gobierno autonómico se impulsarán conquistas aún más importantes basada en el apoyo de «mayorías sociales». Según EH Bildu, el primer paso es lograr que el PSOE dirija el futuro gobierno con el apoyo del «bloque democrático».
La amenaza de la extrema derecha y del fascismo español le permite a EH Bildu justificar en sus bases el plegamiento absoluto a la estrategia socialdemócrata de la Segunda Internacional y no combatir abiertamente al españolismo, al socialiberalismo y al imperialismo del PSOE, sumiso hasta la náusea a las exigencias de la OTAN y de Estados Unidos. Sin embargo, hay que decir que esta estrategia ya era aplicaba mucho antes de que el fascismo fuera una amenaza real. En noviembre de 2009 y febrero de 2010 lo que sería EH Bildu declaró solemnemente su aceptación de los Principios Mitchell: Uso exclusivo de medios pacíficos y democráticos. Desarme total. Verificación internacional del desarme. Renunciar y oponerse a cualquier intento de otros, a utilizar la fuerza o amenazar con utilizarla. Respetar los términos de cualquier acuerdo alcanzado y recurrir a métodos exclusivamente democráticos y pacíficos para tratar de modificar cualquier aspecto de esos acuerdos con los que puedan estar en desacuerdo. Acabar con los asesinatos y palizas de «castigo» impidiendo que se produzcan3.
Los Principios Mitchells sintetizan la doctrina imperialista de contrainsurgencia «democrática» pero no tienen absolutamente nada de democráticos en el sentido real del término, en el sentido concreto del derecho inalienable a la rebelión contra la injusticia reconocido en el Preámbulo de la Carta de los Derechos Humanos de la ONU. Al contrario, no solo niega explícitamente ese derecho básico sino que obliga a sus firmantes, además de a desarmarse, también a oponerse a quienes siguen ejerciendo ese inalienable derecho a la rebelión. De una u otra forma, abierta o solapadamente, EH Bildu ha cumplido y cumple con esos mandatos de la contrainsurgencia «democrática» como se comprueba ahora mismo con su posicionamiento ante el proceso de necesidad/derecho/libertad del pueblo palestino de ampliarla contra el ocupante sionista. Pero no solo del pueblo palestino: ¿acaso no tienen –tenemos– derecho a la autodefensa4 todas las formas de luchar contra las injusticias que son presionadas, agredidas, multadas, reprimidas y aplastadas con torturas y sangre?
Sin retroceder mucho en el tiempo, en 2020 se dijo que: «desde EH Bildu mostramos nuestra solidaridad y apoyo al pueblo palestino, e instamos a la comunidad internacional a actuar y continuar la búsqueda de una solución pacífica y acordada al conflicto palestino israelí, tal y como establecen los propios mandatos de Naciones Unidas y el Derecho Internacional»5. En 2021 EH Bildu insistía en que la única solución para acabar con la «ocupación ilegal» (sic) era la negociación pacífica para crear dos Estados, el sionista y el palestino6. El 7 de octubre de 2023 Gorka Elejabarrieta dijo lo que sigue tras un pantallazo de twitter con la consigna de Gerrarik Ez: «Seguimos con preocupación la situación que se está viviendo en Palestina e Israel. Hacemos un llamamiento al cese de todos los ataques y al diálogo, que es la única vía para resolver los conflictos políticos»7. Y por no extendernos, Arnaldo Otegi: «Palestina es un país ocupado y mientras no se acabe con la ocupación y no se llegue a un acuerdo justo y duradero estas situaciones van a pasar. La comunidad internacional es la única que puede poner fin con solución acordada»8.
La tesis de los dos Estados es una trampa criminal ideada por el sionismo, el imperialismo y por la corrupta y colaboracionista Autoridad Nacional Palestina, que sabe que sus negocios éticamente podridos dependen de la aceptación del poder sionista, de las «ayudas» de las ONG y de grupos que se dicen «humanitarios» y «pacifistas». El ente sionista llamado «Israel» es una creación artificial que integra la economía, la política, la cultural y sobre todo la militarización más tecnocientíficamente desarrollada para defender al imperialismo en cualquier parte del mundo en donde el capital se vea amenazado, todo ello basado en el expolio sádico de Palestina hasta liquidarla. Es una construcción artificial sin ninguna –ninguna– base histórica, ni material ni religiosa, solo en la mentira y en la ignorancia reforzada por la guerra cognitiva y el terror.
9. ¿Sigue siendo importante hoy en día la autodeterminación en el Estado español? ¿La autodeterminación es hoy en día una balanza fuerte para luchar contra el imperialismo?
El derecho de autodeterminación, negado explícita y oficialmente de nuevo a Catalunya por el gobierno español en funciones dirigido por el PSOE, es imprescindible por eso mismo para alcanzar un sistema democrático real sobre el que se sostengan otros avances hacia el socialismo, que deben pasar ineluctablemente por la extinción del Estado español en cuanto espacio estato-nacional de acumulación de capital. Lo que llaman «nación española» es el marco geoproductivo material y simbólico de acumulación de capital por parte del bloque de clases dominante desde hace siglos, a pesar de las adaptaciones formales en sus jerarquías internas generalmente por medio de guerras contra las clases y naciones explotadas dentro de sus fronteras, además del disciplinamiento más o menos duro que las clases dominantes fuertes imponen a las débiles.
La mundialización económica, la expansión del capital especulativo y de alto riesgo, la casi incalculable masa de capital ficticio y de la deuda mundial, todo esto y más en lo que no podemos extendernos, hace que la «nación española» sufra profundas convulsiones en sus contradictorios pilares internos desde, al menos, el siglo XVII, por no retroceder hasta el exterminio de la civilización andalusí y la liquidación de la independencia galega en una larga dinámica que se ha simbolizado en la expresión «doma y castración del Reino de Galiza». Las quiebras estructurales españolas se han caracterizado por diversas combinaciones de crisis socioeconómicas, de retroceso internacional, de «unidad nacional» interna, de represión de la lucha de clases, y de dominación nacional-cultural de la clase dominante. Todas ellas están activas ahora con sus ritmos e interacciones desiguales pero sometidas a las presiones en ascenso de la crisis combinada del capitalismo mundial.
La Guerra Mundial de 1914 – 1918 provocó un salto en la contradicción expansivo/constrictiva inherente al concepto simple de capital, que es una de las bases de la teoría marxista de las luchas nacionales e internacionales, siendo ello el origen de fondo de la pugna inconciliable entre el derecho de autodeterminación de Lenin y los Catorce Puntos del Woodrow Wilson al respecto. Las guerras imperialistas posteriores a la implosión de la URSS y en especial la guerra defensiva de Rusia frente a la guerra injusta de la OTAN en Ucrania, han acentuado a niveles nunca vistos la contradicción, pero con el añadido cualitativo de que el socialismo añade un método teórico desde su origen y práctico que explica la novedosa gravedad creciente de la tercera Gran Depresión comparada con las dos anteriores. Esto hace que no nos baste ya con hablar de derecho de autodeterminación sino del proceso de necesidad/derecho/libertad de la independencia, según practica Palestina ahora mismo.
En lo que concierne al Estado español, la necesidad y el derecho a la independencia, que no solo a la autodeterminación, es un paso vital para ejercer la libertad socialista en cualquiera de sus muy limitadas, minúsculas y siempre reprimidas formas difícilmente factibles en el capitalismo, pero necesarias. La acumulación del capital en el Estado puede continuar y hasta reforzarse con ligeras concesiones «democráticas» que adapten el «el régimen del 78» a las nuevas exigencias internas y externas del bloque burgués, pero como la propiedad privada, la «unidad nacional» y su ejército son pilares de la acumulación, nunca admitirán el derecho de autodeterminación y menos aún la necesidad/derecho la independencia las naciones y su libertad para dotarse de Estados socialistas, antipatriarcales y antiimperialistas.
Y es aquí, en el independentismo socialista, donde de nuevo topamos con los efectos dañinos del soberanismo reformista que como hemos dicho ha renunciado a cualquier concreción material de cómo será ese socialismo en lo básico y cómo se puede avanzar hacia él en un largo contexto de tendencia al alza de la lucha de clases en todas sus expresiones como sucede en Euskal Herria. Nunca ha sido mayor que ahora el abismo entre la necesidad urgente de alternativas radicales prácticas en cada pugna con la burguesía vasca, y pasividad y silencio en todo lo que toca a las contradicciones a muerte entre el capitalismo y el proletariado en Euskal Herria. Una de las razones de esa pasividad es la estrategia de «
10. ¿VOX fascista o extrema derecha populista?
La verdad es que a estas alturas del tinglado político-parlamentario y de la realidad de la lucha de clases en el Estado, tiene relativamente poca importancia discutir todas las variantes de esta pregunta, pero para no ser descortés propongo que se lea este buen artículo de Daniel Seixo9 sobre la misma cuestión.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 9 de octubre de 2023