Por Vari@s autor@s , Resumen Latinoamericano, 5 de septiembre de 2020.
A veces las peores catástrofes, suceden en los peores lugares posibles, como cuando el pasado 25 de julio el MV Wakashio encalló en unos arrecifes de poca profundidad a la costa sureste de las Islas Mauricio. El barco comenzó a derramar petróleo frente a Ile aux Aigrettes, una isla que constituye una reserva natural y que se encuentra a un par de quilómetros del parque marino (Blue Ray) y muy cerca de un humedal de gran importancia, el Ramsar Pointe d’Esny.
El MV Wakashio transportaba 4.000 toneladas de petróleo, no comparables con las 400.000 toneladas que se vertieron cuando sucedió el desastre del Deepwater Horizon en 2010. Sin embargo, la proximidad del barco a los ecosistemas protegidos podría tener unas consecuencias fatales.
La República de Mauricio es un vivero de biodiversidad y gran parte de la vida salvaje única de la isla depende de intrincadas conexiones entre arrecifes, lagunas, praderas de pastos marinos y manglares, por lo que la contaminación en uno de los hábitats puede provocar un efecto dominó que resulte devastador.
Entonces, ¿cuáles podrían ser las consecuencias del reciente vertido de petróleo para el medio ambiente en este enclave?
El paseo marítimo de Mahebourg, dañado por el petróleo, en la costa sureste de Mauricio. EPA-EFE/REUBEN PILLAY
¿Qué ocurre cuando se produce un vertido de petróleo?
En cuanto el petróleo entra en contacto con el océano, los compuestos más livianos del combustible se evaporan y el aire circundante puede volverse tóxico para la vida salvaje e incluso ser perjudicial para los humanos. Las manchas de petróleo empiezan a formarse en la superficie del agua y se van distanciando del lugar donde ha tenido lugar el vertido.
Cuando hay arrecifes y otros hábitats cercanos, es fundamental contener el vertido con barreras o intentar limpiar las manchas de la superficie (con separadores) y así detener su propagación.
A medida que se evaporan los componentes más ligeros del petróleo, se forma un lodo pesado que la marea puede llevar hacia la costa. Los componentes tóxicos de este lodo se acumulan en los tejidos de cualquier organismo que roce, incluidos los corales, los peces y las aves marinas. Los microbios pueden descomponer el aceite, pero esto necesita muchos años.
The MV Wakashio was on its way to Brazil from China when it struck the reef. EPA-EFE/LAURA MOROSOLI
Las conexiones en los sistemas costeros
Se cree que más de 500 metros de arrecifes han sido destruidos a causa del vertido del MV Wakashio, pero esto sería solo el inicio.
A medida que el petróleo se hunde, va cubriendo partes más grandes del arrecife. No hay que olvidar que los corales dependen de la luz solar para sobrevivir y que se alimentan de microorganismos flotantes (zooplancton). Los vertidos, además de enturbiar el agua y reducir la luz solar, matan el zooplancton, y los componentes químicos debilitan la capacidad de los corales para hacer la fotosíntesis. Los corales en aguas profundas que sufren vertidos se hinchan y se les rompen los tejidos.
En los años posteriores a un vertido, el crecimiento y la reproducción de los corales se reduce, lo que provoca la disminución de los arrecifes. A pesar de todo, los arrecifes de coral son ecosistemas resistentes y tienen una gran capacidad de recuperación y pueden volver a las condiciones previas al desastre, tal y como lo demuestra una investigación de larga duración sobre un vertido que tuvo lugar en 1986 frente a las costas de Panamá.
La clave para esa recuperación son las especies locales. Los escaros (peces loro), por ejemplo, brindan un servicio esencial a los arrecifes en la costa sureste de Mauricio: comen algas marinas que de otro modo podrían asfixiarse tras consumir el coral debilitado por la contaminación. Pero no pasan toda su vida haciendo esto, ya que nacen y se crían en los manglares y praderas marinas cercanas.
Adult parrotfish graze coral reefs to keep them healthy, but they depend on other habitats to raise their young. Richard Whitcombe/Shutterstock
Los manglares son humedales costeros compuestos por árboles densos que sobreviven en agua salada. Sus raíces enmarañadas forman laberintos casi impenetrables que ofrecen hábitats de cría para peces loro, pargos, jureles, barracudas e incluso tiburones. En estos ecosistemas, los peces jóvenes de arrecife pueden crecer a salvo de los depredadores más grandes.
Los pastos marinos forman llanuras submarinas de plantas florecidas. Constituyen otro tipo de refugio de cría para la vida marina, pero, como los manglares, deben luchar por recuperarse de la contaminación por petróleo. Ambos hábitats tienden a encontrarse allí donde las olas y las mareas son suaves. El sedimento se acumula a su alrededor; también lo hace el lodo de los vertidos.
The ocean’s large predators often start life in shallow habitats like mangrove forests. Anita Kainrath/Shutterstock
Además de nutrir a las generaciones futuras de peces de arrecife, los manglares y las praderas marinas atrapan el material que se escurre de la tierra y proporcionan aguas costeras más claras sobre los arrecifes. A su vez, los arrecifes absorben la energía de las olas del mar abierto, con lo cual protegen los manglares y las playas de la erosión.
La vida marina en lugares como Mauricio depende de estos tres ecosistemas, y las especies a menudo residen en uno pero se alimentan en otro. Esto asegura un flujo constante de nutrientes entre ellos. Las aves marinas que anidan en los manglares se alimentan en y de las praderas de pastos marinos y sus desechos orgánicos son transportados a los arrecifes, donde nutren a los organismos allí.
Estas conexiones significan que, si un ecosistema se daña, los otros también se ven afectados. Esto hace que las consecuencias de los vertidos sean, a menudo, más graves de lo que podrían parecer en un principio. Solo mediante el monitoreo y la protección de cada uno de estos ecosistemas puede haber esperanzas de una recuperación a largo plazo.
Autor@s: Sivajyodee Sannassy Pilly, John Turner y Ronan Roche.
Artículo originalmente publicado en The Conversation [en inglés]