Aprovechando que el gobierno vascongado, acompañado de sus principales colaboradores, ha instituido el pasado 11‑M de 2017, como día universal del perdón y arrepentimiento vasco. O sea, lo que viene siendo uno de esos días contra ETA, superando así la intención europea que apuntaba mas a los musulmanes, no quiero perder la ocasión de ser de los peticionarios, solo por sentirme miembro de esa «sociedad» que acaba de pedir mil perdones.
Y como este año he llegado tarde, para el próximo me pido «primer». A cuyo objeto, dirijo a quién corresponda (que suele ser el lendakari de turno o el jefe español de a bordo), una lista de mis peticiones de perdón:
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Pido perdón por haber creído que un país (el vasco) ocupado por medio de las armas y de las guerras, e invadido por ejércitos, jueces, maestros y policías, podía ser liberado de la misma manera.
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Pido perdón por haber matado a Melitón Manzanas, conocido comisario torturador de Irun.
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Pido perdón, por haber matado a don Luis Carrero Blanco, conocido presidente del gobierno, sospechoso a su vez de ayudar a don Francisco Franco (caudillo de España por la gracia de algún dios) a firmar algunas sentencias de muerte y otros decretos dictatoriales de la misma pinta. Asimismo, don Luis, sospechoso de pretender alargar la dictadura y los fusilamientos sumarísimos de disidentes, mas allá del 20 de noviembre y de lo que muchos podían soportar.
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Pido perdón por haber matado varios civiles, militares, guardias y policías armadas, creyendo equivocada y maliciosamente que formaban parte del ejército de ocupación político-militar del País Vasco. Cuando son lo mas parecido que hay, a una ONG benéfica.
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Pido perdón por colocar ikurriñas con bomba trampa.
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Pido perdón por haber matado a algunos narcotraficantes, sospechosos de introducir droga en las ciudades del norte, para intoxicar a los jóvenes vascos.
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Pido perdón por robar la nómina de Astilleros españoles (tres millones de pesetas) y enviar el dinero a las familias de los huelguistas de Granada.
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Pido perdón por haber conseguido de malos modos la detención de la central nuclear de Lemoiz. Y la mejora sustancial de la autovía de Nafarroa, con la indispensable ayuda de Jonan Fernández. Entre otros.
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Pido perdón por haber disparado equivocadamente, en los años 1936 y 1937, con la insana intención de matar a soldados componentes del ejercito nacional español. Que llegaron a nuestras tierras, con el único objetivo de liberarnos de la «barbarie roja y de la imbecilidad bizcaitarra».
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Pido perdón porque en la batalla de Matxitxako, fui uno de los marinos que disparó contra un heroico y desarmado navío español, que solamente pretendía con su nobleza habitual desembarcar tropas y armas benefactoras en nuestras costas.
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Pido perdón por haber creído, equivocadamente durante tantos años, que nuestros enemigos eran el ejército español, aliado con la aviación alemana e italiana, y como consecuencia de este error he contribuido de manera insensata al delito de odio entre la población vasca bombardeada y fusilada.
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Pido perdón por no haberme rendido cuando amablemente nos lo pedía el glorioso general Mola. Otro si, pido perdón por haber destruido con una bomba el monolito que le recordaba en el centro de Bilbao.
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Pido perdón por pintar en las paredes obscenidades independentistas y haber renegado de mi auténtica patria española.
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Pido perdón por querer que, por encima de cualquier otro deseo cotidiano, que la selección española de fútbol, de ciclismo, de natación, de baloncesto, los tenistas españoles etc., sean eliminados cuanto antes, de cualquier competición. Y pierdan hasta en los amistosos.
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Pido perdón por haber hecho la mili en los territorios ocupados de África, escaqueándome todo lo posible y creyendo que formaba parte del ejército invasor, cuando en realidad tratábamos de llevar a los pobres e ignorantes moritos la civilización, la cultura occidental y la salvadora religión católica.
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Pido perdón por haber sido toda mi vida un descarriado rojo-separatista, como mi padre. Y no creerme lo que me decían en la escuela sobre la patria única, nuestro caudillo salvador y su designación providencial para librar a Euskadi de la hoz y el martillo.
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Pido perdón por haber votado una vez a Santi Brouard, que como era de HB seguramente sería de ETA… Y vete a saber.
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Pido perdón por haber votado otra vez contra la OTAN. Sin aceptar que este organismo pacífico y pacifista estaba llamado históricamente a librarnos, primero de los comunistas y luego de los moros. Y hacerlo irreflexivamente, sin hacer caso de las sabias recomendaciones, al respecto, de Ardanza, Arzallus, González y Aznar. Que sabían mejor que yo lo que nos conviene a todos.
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Pido perdón por no haberme dado cuenta antes, que Urkullu es el mejor lendakari que podemos tener. Y haber escrito que es un soso.
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Pido perdón por haber votado en Catalunya el 8 de noviembre, sin darme cuenta que los catalanes están locos, por no querer ser españoles, y solo les interesa el dinero.
Sé que faltarán algunas cosas, algunas incluso que se me han atribuido falsamente como lo de Kennedy, Manolete y eso. Que yo no he hecho… y que, sin embargo, alguno dirá que si. Pero en caso necesario, y para no discutir ante esta venturosa época de paz que se nos echa encima… Y, sobre todo, para ayudar a completar la memoria histórica, no me importaría asumir.
Como despedida, aceptaría cumplir una de aquellas penitencias de cura bueno de parroquia del centro… Unas avemarías, padrenuestros o cosas así, teniendo en cuenta lo arrepentido que estoy. Como se demuestra por todo lo anterior. También aceptaría ayudar a la reconstrucción del monolito a Mola, tan bárbaramente destruido.
Josemari Lorenzo Espinosa
1 de julio de 2017
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