Iza­ro Arruar­te ha denun­cia­do el aco­so que sufrió por dos poli­cías en Tenerife

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El tes­ti­mo­nio de Iza­ro Arruar­te pone en evi­den­cia una vez más, el aco­so que sufri­mos los fami­lia­res. Esta es la segun­da agre­sión gra­ve que sufri­mos en un bre­ve espa­cio de tiem­po. Etxe­rat denun­cia­ba el 9 de octu­bre la agre­sión sufri­da por Ena­ra Rodri­gez, ape­nas 15 días des­pués tuvo lugar la que hemos rela­ta­do ahora.

Es nues­tra con­di­ción de fami­lia­res la que nos hace obje­to de estas agre­sio­nes. Noso­tros y noso­tras sufri­mos tam­bién en pri­me­ra per­so­na las con­se­cuen­cias de la polí­ti­ca de excep­ción que se apli­ca a nues­tros fami­lia­res y alle­ga­dos, las pre­sas y pre­sos polí­ti­cos vas­cos. La sufri­mos ade­más en una doble ver­tien­te: sufri­mos la con­de­na que cum­plen nues­tros fami­lia­res, y la que a noso­tros se nos apli­ca por esa úni­ca con­di­ción: ser sus fami­lia­res: dis­per­sión, cacheos, ame­na­zas, acoso.

Estas son las situa­cio­nes, muchas de ellas de extre­ma gra­ve­dad, que se nos obli­ga a vivir. Y que la con­di­ción de fami­liar, es el moti­vo del aco­so sufri­do por Iza­ro se hace evi­den­te cuan­do, en el momen­to en el que le mues­tran la pla­ca, los dos poli­cías hacen refe­ren­cia direc­ta a sus fami­lia­res pre­sos. Y, nue­va­men­te, en la ame­na­za de deten­ción, pre­sio­nán­do­la con el sufri­mien­to de su madre si lle­ga­ra a tener encar­ce­la­do a un miem­bro más de su fami­lia. Pode­mos decir que no sola­men­te la con­di­ción de fami­liar nos hace obje­to de agre­sión, sino que per­fec­ta­men­te cono­ce­do­res del sufri­mien­to que nos cau­sa, lo uti­li­zan para sus ame­na­zas y coacciones.

Aun­que la mayo­ría de la socie­dad vas­ca vive un tiem­po de espe­ran­za, noso­tros y nues­tros fami­lia­res segui­mos vivien­do una cru­da reali­dad. Los fami­lia­res segui­mos reco­rrien­do miles de kiló­me­tros todos los fines de sema­na, y así arries­gan­do nues­tras vidas en las carre­te­ras. Pero ade­más de ello, tene­mos que sufrir todo tipo de aco­sos. En muy poco tiem­po hemos sufri­do dos agre­sio­nes. Y aun­que este tipo de suce­sos nun­ca pue­den ser admi­si­bles, para noso­tros resul­tan espe­cial­men­te angustiosas.

Cuan­do denun­cia­mos el aco­so que sufrió Ena­ra Rodri­guez y exiji­mos que se acla­ra­ran los hechos y se iden­ti­fi­ca­ra a los res­pon­sa­bles, nos pare­ció suma­men­te preo­cu­pan­te y, por otra par­te, cla­ri­fi­ca­dor, el sie­len­cio de la mayo­ría de los medios de comu­ni­ca­ción tan­to como de los la mayo­ría de los agen­tes polí­ti­cos y socia­les ante tan gra­ve suce­so. No se dio ni la res­pues­ta ni la denun­cia que exi­gía. Nos pre­gun­ta­mos cual va a ser aho­ra, ante una nue­va agre­sión, la acti­tud de todos ellos. Debe­mos ape­lar a su res­pon­sa­bi­li­dad para que lo suce­di­do encuen­tre en los medios y en los agen­tes polí­ti­cos y socia­les la acti­tud de denun­cia que debe encon­trar y que tomen igual­men­te la res­pon­sa­bi­li­dad de exi­gir la cla­ri­fi­ca­ción de lo ocurrido.

Exi­gi­mos el fin inme­dia­to del aco­so y las agre­sio­nes de que somos obje­to. Recor­da­mos a quie­nes los obser­van des­de la pasi­vi­dad que sig­ni­fi­can una vul­ne­ra­ción de los dere­chos fun­da­men­ta­les y que es hora ya de que estos dere­chos, como los de nues­tros fami­lia­res pre­sos, sean res­pe­ta­dos, sin excu­sas, sin eva­si­vas ni inten­tos de justificación.

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