Fra­nçois Babeuf, el pri­mer comu­nis­ta – David Arrabalí

A fina­les del pasa­do mes de noviem­bre se cum­plían 250 años del naci­mien­to de Fra­nçois Babeuf, el pri­mer comu­nis­ta de la era moder­na. Este míti­co revo­lu­cio­na­rio fran­cés par­ti­ci­pó en algu­nas de las más memo­ra­bles jor­na­das de la revo­lu­ción fran­ce­sa. Nadie recor­dó su figu­ra, paso inad­ver­ti­do. Mitos y fal­si­fi­ca­cio­nes oscu­re­cen su lega­do y sig­ni­fi­ca­do histórico.

Su obs­ti­na­ción por la igual­dad, el alcan­ce uni­ver­sal de su pen­sa­mien­to y de la acción revo­lu­cio­na­ria de Fra­nçois Babeuf, impi­den que su lega­do sea apro­pia­do por nadie. El espí­ri­tu de Babeuf no está en los salo­nes y ni en las esta­tuas. Fue el pri­mer comu­nis­ta, por su enor­me sen­ci­llez y cer­ca­nía con los más des­fa­vo­re­ci­dos, por su dedi­ca­ción incon­di­cio­nal a la eman­ci­pa­ción de ser humano.

Su padre, Clau­de Babeuf, deser­tó del ejér­ci­to fran­cés en 1738. Amnis­tia­do en 1755, pudo vol­ver a Fran­cia, pero pron­to se hun­dió en pobre­za, y tuvo que tra­ba­jar como tra­ba­ja­dor oca­sio­nal para ganar una mise­ria para su espo­sa y fami­lia. Naci­do en 1760 en Saint-Quen­tin, las difi­cul­ta­des fami­lia­res sopor­ta­das por Babeuf duran­te sus pri­me­ros años con­tri­bu­ye­ron al desa­rro­llo de sus ideas políticas.

Su padre le dio una edu­ca­ción bási­ca, pero has­ta el esta­lli­do de la revo­lu­ción, él tra­ba­jó como cria­do domés­ti­co, y a par­tir del 1785 tra­ba­jó en la ofi­ci­na del comi­sio­na­do de tie­rras, en con­cre­to ocu­pó un pues­to como archi­ve­ro feu­da­lis­ta de Ver­man­dois, don­de se encar­ga­ba de la des­agra­da­ble tarea de asis­tir a nobles y sacer­do­tes en la decla­ra­ción de sus dere­chos feu­da­les sobre los cam­pe­si­nos. Por su posi­ción, se sin­tió cer­ca de los cam­pe­si­nos ham­brien­tos del mun­do y se vol­vió muy crí­ti­co con la pro­pie­dad pri­va­da de la tie­rra. Fran­co­is Babeuf fue muy tem­prano ins­pi­ra­do por los tex­tos de Jean-Jac­ques Rous­seau y desa­rro­lló una teo­ría en favor de la igual­dad y colec­ti­vi­za­ción de las tierras.

A par­tir de julio de 1789 se ins­ta­la en París don­de ejer­ce como perio­dis­ta duran­te la revo­lu­ción fran­ce­sa de 1789. Publi­ca su pri­mer tra­ba­jo: Per­pe­tuel de Cadas­tre. Ese mis­mo año publi­có un folle­to con­tra las ayu­das feu­da­les, por el que fue denun­cia­do y arres­ta­do. En octu­bre, en su vuel­ta a Roye, fun­dó Le Corres­pon­dant picard, que por su orien­ta­ción radi­cal le cos­tó otra deten­ción. En noviem­bre lo eli­gie­ron miem­bro del muni­ci­pio de Roye, pero fue expul­sa­do del cargo.

Por su acti­vi­dad como agi­ta­dor vuel­ve a ser dete­ni­do en varias oca­sio­nes. Es encar­ce­la­do el 19 de mayo de 1790 y libe­ra­do en julio, gra­cias a su ami­go Jean-Paul Marat. Es nue­va­men­te encar­ce­la­do del 14 de noviem­bre de 1793 al 18 de julio de 1794. A par­tir del 3 de sep­tiem­bre de 1794, Fran­co­is Babeuf publi­ca el Jour­nal de la Liber­té, que se con­vier­te el 5 de octu­bre en Le Tri­bun du Peu­ple, que alcan­za gran difu­sión. Encar­ce­la­do de nue­vo el 7 de febre­ro de 1795 y libe­ra­do el 18 de octu­bre de 1795, relan­za rápi­da­men­te la publi­ca­ción de Le Tri­bun du Peuple.

Des­de su perió­di­co Le Tri­bun du Peu­ple, don­de fir­ma­ba con el seu­dó­ni­mo de Gra­co Babeuf como tri­bu­to a la repú­bli­ca roma­na más radi­cal que tan­to admi­ró, se opo­ne a los impues­tos indi­rec­tos y al sufra­gio cen­si­ta­rio. Es ami­go de Jean Paul Marat (otro gran revo­lu­cio­na­rio), cor­ta radi­cal­men­te con el cato­li­cis­mo. Está obli­ga­do huir y pasar a la clan­des­ti­ni­dad ante la repre­sión cada vez más fuerte.

La Cons­pi­ra­ción de los Iguales

Las nefas­tas e impo­pu­la­res medi­das que impul­so el Direc­to­rio para ocu­par­se de la cri­sis eco­nó­mi­ca die­ron a Babeuf su impor­tan­cia his­tó­ri­ca. El nue­vo gobierno qui­so supri­mir el sis­te­ma por el cual París era ali­men­ta­da a expen­sas de toda la Fran­cia, y se anun­ció el cese de la dis­tri­bu­ción del pan y de la car­ne en los pre­cios nomi­na­les, que era fijos, para el 20 de febre­ro de 1796.

Este avi­so cau­só cons­ter­na­ción entre los tra­ba­ja­do­res y la gran masa de pro­le­ta­rios que se habían ins­ta­la­do en París. El gobierno se rin­dió ante la pro­tes­ta, pero la alar­ma y el des­con­ten­to ali­men­tó una revuel­ta popu­lar que no hizo sino pro­pa­gar­se y aumen­tar a par­tir de ese momento.

Con el desa­rro­llo de la cri­sis eco­nó­mi­ca, sin embar­go, la influen­cia de Fran­co­is Babeuf aumen­tó. La mise­ria uni­ver­sal hizo que los ata­ques de Babeuf con­tra el orden exis­ten­te gana­ran gran audien­cia. Así con­si­guió reu­nir una acti­vo gru­po de segui­do­res cono­ci­dos como Égaux del DES de Socie­té, gru­po que pron­to se com­bino con un sec­tor del Club Jaco­bino, y otros colec­ti­vos mino­ri­ta­rios en lo que fue el ger­men del Club del Panteón.

Babeuf desa­rro­lla su labor polí­ti­ca y revo­lu­cio­na­ria en el Club del Pan­teón, cerra­do por el jefe del ejér­ci­to inte­rior, Napo­león Bona­par­te. Sin medios lega­les, creó un comi­té de insu­rrec­ción secre­to y lan­zó una cam­pa­ña de pro­pa­gan­da des­ti­na­da a agi­tar el des­con­ten­to de las cla­ses popu­la­res por la situa­ción eco­nó­mi­ca. No obs­tan­te, la cam­pa­ña no caló mucho entre las masas, pues sus miem­bros más acti­vos (los sans-culot­tes) seguían ape­ga­dos a la defen­sa de la peque­ña pro­pie­dad y eran poco pro­pen­sos a los idea­les comunistas.

Babeuf es dete­ni­do, pero tras salir de la pri­sión enca­be­zó, jun­to con Darthé, Maré­chal, Buo­na­rrot­ti y otros, el movi­mien­to de “La Cons­pi­ra­ción de los Igua­les”, que pro­pug­na­ba la demo­cra­cia radi­cal y la abo­li­ción de la pro­pie­dad pri­va­da, pues veía en ella la ver­da­de­ra fuen­te de toda la injus­ti­cia y de toda des­igual­dad social.
La Cons­pi­ra­ción de los Igua­les pre­ten­día derro­car al Direc­to­rio y poner en vigor la Cons­ti­tu­ción de 1793 (tex­to demo­crá­ti­co que nun­ca había sido apli­ca­do). Los diri­gen­tes de la cons­pi­ra­ción habían fija­do el levan­ta­mien­to arma­do para el 11 de mayo de 1796, en com­bi­na­ción con sec­to­res radi­ca­les de los jaco­bi­nos y otros gru­pos. Pero el Direc­to­rio pen­só que ya era hora de reac­cio­nar, des­pués de cono­cer a tra­vés de sus agen­tes infil­tra­dos, la evi­den­cia com­ple­ta de la insurrección.

El 10 de mayo Babeuf, que había toma­do el alias de Tis­sot, fue arres­ta­do; al poco fue­ron cayen­do el res­to de los miem­bros de la cons­pi­ra­ción. Entre ellos esta­ban Augus­tin Ale­xan­dre Darthé y Phi­lip­pe Buo­na­rrot­ti, y los ex miem­bros de la Con­ven­ción Nacio­nal, Rober­to Lin­det, Jean-Pie­rre-André Amar, Oru­jo-Gui­llau­me Ale­xis Vadier y Jean-Bap­tis­te Drouet.

El gobierno pre­sen­tó a Babeuf como el líder de la cons­pi­ra­ción. El 26 de mayo de 1797, Babeuf y Darthé fue­ron con­de­na­dos a la muer­te; otros pre­sos, inclu­yen­do a Buo­na­rrot­ti, fue­ron depor­ta­dos; ex miem­bros de la Con­ven­ción, como Vadier, fue­ron absuel­tos. Drouet se esca­pó de la pri­sión. Babeuf y Darthé fue­ron gui­llo­ti­na­dos en Ven­dô­me el 8 de agos­to de 1797.

Yen­do final­men­te a morir, pro­nun­ció una vez más sus pala­bras mas cono­ci­das: ¡Pue­blo! ¡des­piér­ta­te en la espe­ran­za! Valían para ayer y valen para hoy mis­mo. Ade­más de héroe, y muy a su pesar, Babeuf fue pro­fe­ta. Y será para siem­pre, el comu­nis­ta por exce­len­cia, el pri­mer comunista.

El lega­do revo­lu­cio­na­rio y teó­ri­co de Fra­nçois Babeuf

Defen­sor de la abo­li­ción de la pro­pie­dad pri­va­da y de la heren­cia, así como de la colec­ti­vi­za­ción de la tie­rra, se le seña­la como uno de los pri­me­ros teó­ri­cos del comu­nis­mo y el pen­sa­mien­to liber­ta­rio. Es con­si­de­ra­do el pre­cur­sor de Marx y Engels. Según Rosa Luxem­burg, que admi­ra­ba a Babeuf, fue “el pri­mer pre­cur­sor de los suble­va­mien­tos revo­lu­cio­na­rios del proletariado”.

Decía Babeuf: “La natu­ra­le­za nos ha dota­do de un dere­cho igual para el dis­fru­te de todos los bie­nes, el fin de la socie­dad es defen­der esa igual­dad ata­ca­da fre­cuen­te­men­te por el fuer­te y el malo, y así aumen­tar de for­ma colec­ti­va los dis­fru­tes comu­nes”. En este bre­ve pen­sa­mien­to de Fra­nçois Babeuf se cons­ta­ta su sen­ti­do comu­nis­ta, su deseo de ter­mi­nar con la injus­ti­cia y la des­igual­dad que aca­rrea la pro­pie­dad pri­va­da, y sus­ti­tuir­la por un sis­te­ma más equi­ta­ti­vo, igua­li­ta­rio y comunitarista.

El prin­ci­pal lega­do de Fra­nçois Babeuf es el des­cu­bri­mien­to del meca­nis­mo de la explo­ta­ción y que esta es el resul­ta­do de la pro­pie­dad pri­va­da, y tam­bién, de una mane­ra muy intui­ti­va, la teo­ría de la lucha de cla­ses. Los dis­cí­pu­los de Babeuf, sus segui­do­res y defen­so­res, se apo­ya­ban en la actua­ción de este impor­tan­te revo­lu­cio­na­rio fran­cés, el prin­ci­pal diri­gen­te de la Cons­pi­ra­ción de los Iguales.

Babeuf fue unos de los pri­me­ros en pre­di­car la redis­tri­bu­ción de la rique­za y más impor­tan­te, en pro­po­ner la lucha de cla­ses y de pro­mul­gar la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do. En el Mani­fies­to de los Igua­les, escri­to por otro de los miem­bros de la cons­pi­ra­ción, Syn­vain Mare­chal, Babeuf pre­di­jo que la Revo­lu­ción Fran­ce­sa había sido una pre­cur­so­ra de otra gran revo­lu­ción por venir que sería mucho más gran­de y solem­ne, y que sería la últi­ma revo­lu­ción, una revo­lu­ción mundial.

Las pala­bras “babou­vis­me” y “babou­vis­te” se uti­li­za­ron fre­cuen­te­men­te en Fran­cia, sobre todo des­pués de 1830. Tam­bién se empe­zó a emplear la pala­bra “com­mu­nis­me” y “com­mu­nis­te” para refe­rir­se a los segui­do­res de Babeuf, sien­do estas emplea­das para desig­nar a la extre­ma izquier­da del movi­mien­to radi­cal demo­crá­ti­co. Es sig­ni­fi­ca­ti­vo que la pala­bra “pro­lé­ta­rien” se encon­tra­se liga­da en esta épo­ca con la tra­di­ción babouvista.

Los par­ti­da­rios de Fra­nçois Babeuf eran con­fun­di­dos, a veces, con los socia­lis­tas (par­ti­da­rios tan­to de las ideas de Saint-Simón como, por otro lado, de las con­cep­cio­nes de Fou­rier). En la épo­ca con­tem­po­rá­nea, el tér­mino comu­nis­mo apa­re­ce, por lo gene­ral, aso­cia­do con el de socia­lis­mo. Sin embar­go, has­ta mucho des­pués de 1830, se man­tu­vo una dis­tin­ción. Mien­tras que san­si­mo­nia­nos, fou­rie­ris­tas y owe­nia­nos cons­ti­tuían gru­pos orga­ni­za­dos, el babou­vis­me era una ten­den­cia más bien que una sec­ta, y sus expo­nen­tes más impor­tan­tes se halla­ban entre los miem­bros de socie­da­des y los gru­pos demo­crá­ti­cos y revo­lu­cio­na­rios que públi­ca­men­te no hacían pro­fe­sión públi­ca de él, como una doc­tri­na, sino que lo con­si­de­ra­ban más bien como una expre­sión impor­tan­te de la izquier­da jaco­bi­na, como un pri­mer inten­to de lle­var la revo­lu­ción de 1789 has­ta su últi­ma con­clu­sión lógica.

El ori­gen con­tem­po­rá­neo del tér­mino comunismo

El tér­mino “com­mu­nis­me” y “com­mu­nis­te” comen­zó a emplear­se más exten­sa­men­te en Fran­cia con pos­te­rio­ri­dad a la Revo­lu­ción de 1830, en rela­ción con las socie­da­des revo­lu­cio­na­rias de carác­ter clan­des­tino que actua­ban en París. Su apa­ri­ción fue casi simul­tá­nea a la del tér­mino socia­lis­ta, que fue uti­li­za­do por pri­me­ra vez en 1834 por Pie­rre Leroux en Fran­cia y por los dis­cí­pu­los de Robert Owen en Gran Bre­ta­ña, mien­tras que comu­nis­ta empe­zó a uti­li­zar­se más exten­sa­men­te en Fran­cia a par­tir de 1839 por algu­nos gru­pos revo­lu­cio­na­rios clan­des­ti­nos segui­do­res de Fra­nçois Babeuf. El tér­mino comu­nis­mo tam­bién se hizo de uso corrien­te a par­tir de 1840 para desig­nar a las teo­rías de Etien­ne Cabet (1788−1856).

En Gran Bre­ta­ña empe­zó a usar­se en 1840, impor­ta­da de Fran­cia por el owe­niano John Goodwyn Barmby (1820−1881), en sus Car­tas de París. Él y su mujer Cathe­ri­ne Barmby (falle­ci­da en 1854) fue­ron influ­yen­tes par­ti­da­rios de Robert Owen a fina­les de la déca­da de 1830 y prin­ci­pios de 1840 antes de pasar a la corrien­te radi­cal y tenían repu­tación de acé­rri­mos femi­nis­tas y revolucionarios.

John Barmby acu­ño la pala­bra comu­nis­ta en el idio­ma inglés como tra­duc­ción del tér­mino fran­cés com­mu­nis­te duran­te una visi­ta que reali­zó a París en 1840 tras man­te­ner un encuen­tro con ésos que él mis­mo des­cri­bió como los “dis­cí­pu­los de Babeuf”. Él fue quien pre­sen­tó a Frie­drich Engels al movi­mien­to com­mu­nis­te fran­cés. John Goodwyn Barmby fun­do la Lon­don Com­mu­nist Pro­pa­gan­da Society en 1841 y, el mis­mo año, la Uni­ver­sal Com­mu­ni­ta­rian Asso­cia­tion, así como el Com­mu­nist Chro­ni­cle, un perió­di­co men­sual lue­go publi­ca­do por Tho­mas Frost.

En Fran­cia, el uso tem­prano del tér­mino “com­mu­nis­me” y “com­mu­nis­te” tuvo dos acep­cio­nes: a) la idea de com­mu­ne (uni­dad bási­ca de la comu­ni­dad y del gobierno autó­no­mo), que apun­ta­ba a una for­ma de orga­ni­za­ción social cons­ti­tui­da por una fede­ra­ción de comu­nas libres; b) la idea de com­mu­nau­té (tener cosas en común o de pro­pie­dad común), sien­do este el sen­ti­do más acep­ta­do por Cabet y sus partidarios.

A dife­ren­cia de la pala­bra socia­lis­mo, el tér­mino comu­nis­mo tenía un sen­ti­do más mili­tan­te. Karl Marx (1818−1883) y Frie­drich Engels (1820−1895) pre­fi­rie­ron hablar de comu­nis­mo, por­que esta­ba más liga­do a la idea de lucha revo­lu­cio­na­ria y por­que se rela­cio­na­ba con la noción de pro­pie­dad y goces comu­nes. Según Frie­drich Engels, el tér­mino esta­ba aso­cia­do con la lucha de cla­ses y con la con­cep­ción mate­ria­lis­ta de la his­to­ria. Por esto, la difu­sión mun­dial que des­pués ha expe­ri­men­ta­do el tér­mino comu­nis­mo debe atri­buir­se a su adop­ción por los prin­ci­pa­les clá­si­cos del mar­xis­mo y al extra­or­di­na­rio impac­to inter­na­cio­nal de la revo­lu­ción ruso-sovié­ti­ca de octu­bre de 1917.

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