Una mira­da femi­nis­ta a la gue­rra per­ma­nen­te a los pue­blos: colo­nia­lis­mo, impe­ria­lis­mo y el con­flic­to en la coti­dia­ni­dad de las mujeres

Docu­men­to de posi­cio­na­mien­to con­tra la indus­tria de la gue­rra, en el mar­co de un nue­vo ani­ver­sa­rio del Rana Pla­za, por la Mar­cha Mun­dial de las Muje­res de la región de las Amé­ri­cas y ALBA Movimientos.

Este año recor­da­mos que hace diez años más de mil per­so­nas, la mayo­ría muje­res, murie­ron en el Rana Pla­za, com­ple­jo de maqui­las del ves­ti­do que ali­men­tan el mons­truo de la moda inter­na­cio­nal: las trans­na­cio­na­les del tex­til. Para Ban­gla­desh, las trans­na­cio­na­les de la moda repre­sen­tan un 20% de su pro­duc­to interno bru­to; un 20% basa­do en la explo­ta­ción de los cuer­pos, vidas y tra­ba­jo de muje­res y niñas mayo­ri­ta­ria­men­te, que se ven obli­ga­das a tra­ba­jar en con­di­cio­nes labo­ra­les indig­nas, en tur­nos de has­ta 12 horas por 3 USD o menos. En el Rana Pla­za y en com­ple­jos simi­la­res en todo el mun­do, vemos como las cor­po­ra­cio­nes impo­nen regí­me­nes de semi escla­vi­tud y ante­po­nen las ganan­cias sobre la vida y el desa­rro­llo de los pueblos.

Esta reali­dad no es muy dis­tin­ta de la que viven­cia­mos en muchos rin­co­nes de nues­tro con­ti­nen­te, don­de rea­li­za­mos mano de obra pre­ca­ria, sin dere­chos ni segu­ri­dad, para gran­des empre­sas de expor­ta­ción en sec­to­res varia­dos, como es la indus­tria tex­til, pero tam­bién la indus­tria de armas, de extrac­ti­vis­mo, mine­ría, agro­ne­go­cio y tec­no­lo­gías. Vemos como la hidra del capi­ta­lis­mo, el colo­nia­lis­mo, el racis­mo y el patriar­ca­do se ali­men­ta con las vidas de muje­res y niñas.

La con­cen­tra­ción de la rique­za y el poder de las empre­sas trans­na­cio­na­les en el neo­li­be­ra­lis­mo, han alcan­za­do un nivel sin pre­ce­den­tes en la his­to­ria del capi­ta­lis­mo. El poder cor­po­ra­ti­vo va mucho más allá de un poder estric­ta­men­te eco­nó­mi­co, impul­sa e impo­ne agen­das polí­ti­cas, cul­tu­ra­les y lega­les a nivel inter­na­cio­nal. El modus ope­ran­di del poder cor­po­ra­ti­vo arti­cu­la estas dife­ren­tes esfe­ras, bus­can­do ampliar el con­sen­ti­mien­to y la legi­ti­ma­ción del pro­ta­go­nis­mo de las empre­sas en la orga­ni­za­ción de la vida.

En la diná­mi­ca eco­nó­mi­ca pro­ta­go­ni­za­da por las empre­sas trans­na­cio­na­les, se com­bi­nan dife­ren­tes lógi­cas e intere­ses, des­de los Esta­dos de ori­gen has­ta los que están en los extre­mos de las cade­nas, y que com­pi­ten entre sí por las inver­sio­nes con agen­das de des­re­gu­la­ción, espe­cial­men­te labo­ral y tri­bu­ta­ria. Los tra­ta­dos de comer­cio e inver­sión son ins­tru­men­tos de dispu­ta geo­po­lí­ti­ca por la hege­mo­nía y el con­trol de terri­to­rios, recur­sos y bie­nes comu­nes. El acu­mu­la­do femi­nis­ta anti­ca­pi­ta­lis­ta en esta agen­da indi­ca que mirar estas reali­da­des, en las que la explo­ta­ción y las vio­la­cio­nes se pre­sen­tan en for­mas agu­das, per­mi­te vis­lum­brar hacia dón­de nos quie­ren lle­var los cam­bios impul­sa­dos por el neo­li­be­ra­lis­mo, es decir, la gene­ra­li­za­ción de la pre­ca­rie­dad, por un lado, y la impu­ni­dad, por otro. Y, don­de las empre­sas trans­na­cio­na­les encuen­tran obs­tácu­los, pues­tos por los suje­tos colec­ti­vos en lucha, uti­li­zan la vio­len­cia, los inten­tos de coop­ta­ción, la per­se­cu­ción y el ase­si­na­to de los y las lide­raz­gos. Con las estruc­tu­ras esta­ta­les al ser­vi­cio de las éli­tes empre­sa­ria­les, la cri­mi­na­li­za­ción de la pobre­za y de quie­nes la com­ba­ten se está exten­dien­do por todo el con­ti­nen­te, espe­cial­men­te en los paí­ses gober­na­dos por la extre­ma derecha.

La hidra del capi­ta­lis­mo racis­ta y patriar­cal cre­ce tam­bién con el impe­ria­lis­mo y con las estra­te­gias de sumi­sión polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca de los pue­blos del Sur glo­bal. Tam­bién este año se con­me­mo­ran 200 años de la Doc­tri­na Mon­roe, y que­re­mos dedi­car un momen­to de nues­tra mar­cha femi­nis­ta en las Amé­ri­cas a ana­li­zar cómo esta doc­tri­na impac­tó la depen­den­cia lati­no­ame­ri­ca­na y cari­be­ña a los Esta­dos Uni­dos, y cómo sus con­se­cuen­cias siguen pre­sen­tes en los tiem­pos actua­les, impac­tan­do en nues­tras vidas, en la mili­ta­ri­za­ción, la explo­ta­ción de los bie­nes comu­nes y el des­po­jo que hacen las trans­na­cio­na­les de los terri­to­rios del Abya Yala, de Nuestramérica.

Para ana­li­zar las coyun­tu­ras geo­po­lí­ti­cas no pode­mos par­tir de la nada o que­dar­nos solo en el aho­ra. Nues­tro con­ti­nen­te está en la dispu­ta impe­ria­lis­ta des­de el mis­mo momen­to que hom­bres euro­peos pisa­ron nues­tra Pacha. Estas pre­sio­nes sobre terri­to­rios y cuer­pos ame­ri­ca­nos no cesa­ron con los triun­fos de las ges­tas inde­pen­den­tis­tas del siglo XIX.

Una tra­yec­to­ria de resis­ten­cia al belicismo

En los últi­mos dos­cien­tos años, los pue­blos hemos esta­do some­ti­dos a una gue­rra per­ma­nen­te que se expre­sa de for­ma béli­ca y no béli­ca. En los tiem­pos no béli­cos, no pode­mos decir que dis­fru­ta­mos de la paz. Esto se debe a que la visión de la paz, cons­trui­da por la socie­dad libe­ral como la ausen­cia de gue­rra, inten­ta ocul­tar, bajo intere­ses eco­nó­mi­cos, diver­sos con­flic­tos, dispu­tas y vio­len­cias que sufren los pue­blos en sus terri­to­rios. Ade­más, la mera exis­ten­cia y man­te­ni­mien­to de ejér­ci­tos mili­ta­res como defen­so­res de la sobe­ra­nía y el orden impu­tan la inmi­nen­cia de la gue­rra y el con­flic­to en la vida coti­dia­na de las per­so­nas. Es pre­ci­sa­men­te esta com­pren­sión de la «paz» la que es obje­to de crí­ti­cas por par­te de las femi­nis­tas. Se impo­ne una «no paz», es decir, momen­tos cuan­do no hay enfren­ta­mien­tos arma­dos, pero vivi­mos bajo ame­na­za, en Esta­dos que no garan­ti­zan los dere­chos huma­nos, que hipo­te­can nues­tro futu­ro, que ven­den y explo­tan nues­tros bie­nes comu­nes a las cor­po­ra­cio­nes trans­na­cio­na­les apo­ya­das por el poder béli­co de los Esta­dos Uni­dos de Nor­te América.

Nues­tro aná­li­sis es que este mode­lo se orga­ni­za inten­si­fi­can­do el con­flic­to entre el capi­tal y la vida, en el que sigue uti­li­zan­do los mis­mos meca­nis­mos de acu­mu­la­ción des­de sus ini­cios: el con­trol del tra­ba­jo, de los cuer­pos y de los terri­to­rios, uti­li­zan­do siem­pre mucha vio­len­cia. Por eso, habla­mos de una gue­rra per­ma­nen­te con­tra los pue­blos, a tra­vés de los con­flic­tos arma­dos, la mili­ta­ri­za­ción de los terri­to­rios, el com­ple­jo poli­cial, el con­trol de las fron­te­ras, la cri­mi­na­li­za­ción de la pobre­za, con su fuer­te ras­go patriar­cal, racis­ta y per­se­cu­to­rio con­tra los cuer­pos disidentes.

Posi­cio­na­mos una mira­da crí­ti­ca a la cons­truc­ción del mili­ta­ris­mo como un engra­na­je para la estruc­tu­ra social capi­ta­lis­ta, racis­ta y patriar­cal. El mili­ta­ris­mo se basa en la dis­ci­pli­na, la jerar­quía y el esta­ble­ci­mien­to de la supe­rio­ri­dad mas­cu­li­na, es decir, del uso de la fuer­za para el man­te­ni­mien­to de la pro­pie­dad, los intere­ses eli­ta­rios y una pre­ten­sa «segu­ri­dad». Para el mili­ta­ris­mo, los con­flic­tos socia­les se resuel­ven a tra­vés de la con­fron­ta­ción, don­de se toma al dife­ren­te como un enemi­go a com­ba­tir y eli­mi­nar, como una ame­na­za a la segu­ri­dad, el desa­rro­llo y la cohe­sión social. En este mode­lo, los hom­bres de las fuer­zas arma­das serían los pro­vee­do­res de segu­ri­dad en caso de ame­na­zas al Esta­do capi­ta­lis­ta o a la pro­pie­dad pri­va­da, ya sea inter­na o exter­na. Con el domi­nio de las empre­sas trans­na­cio­na­les sobre la mili­ta­ri­za­ción, la polí­ti­ca de segu­ri­dad se vuel­ve más y más pri­va­da, con­tro­lan­do los terri­to­rios a tra­vés de los ejér­ci­tos, las poli­cías y los para­mi­li­ta­res, que no cami­nan en lados opues­tos, sino que son caras de una mis­ma moneda.

La dispu­ta del poder y situa­ción de gue­rra per­ma­nen­te se cla­va en los cuer­pos de las muje­res, la niñez y las iden­ti­da­des disi­den­tes, quie­nes hemos vis­to como las vio­la­cio­nes y el femi­ni­ci­dio son prac­ti­cas fre­cuen­tes que fun­cio­nan no solo para dis­ci­pli­nar a las muje­res e iden­ti­da­des disi­den­tes, sino tam­bién como men­sa­jes alec­cio­na­do­res para el res­to de la población.

Es cómo dijo la revo­lu­cio­na­ria rusa Cla­ra Zet­kin, en la 3ª Con­fe­ren­cia Inter­na­cio­nal de Muje­res Socia­lis­tas, ocu­rri­da en mar­zo de 1915: «¿Quién se bene­fi­cia de la gue­rra? Sólo una peque­ña mino­ría en cada nación. Los fabri­can­tes de fusi­les y caño­nes, de pla­cas de blin­da­je y tor­pe­de­ros, los due­ños de los asti­lle­ros y los pro­vee­do­res de las nece­si­da­des del ejér­ci­to. En inte­rés de sus pro­pios bene­fi­cios han des­per­ta­do el odio entre los pue­blos y han pro­vo­ca­do, así, el esta­lli­do de la gue­rra. (…) Los tra­ba­ja­do­res no tie­nen nada que ganar en esta gue­rra, pero están expues­tos a per­der todo lo que les es que­ri­do». En esta ponen­cia, Zet­kin expo­ne jus­ta­men­te como las gue­rras son una indus­tria, impul­sa­da por empre­sas espe­cí­fi­cas que pro­du­cen todo el mate­rial nece­sa­rio para que los con­flic­tos ocu­rran. Las gue­rras son orga­ni­za­das tenien­do las ganan­cias de las empre­sas como eje cen­tral, y uti­li­zan­do los recur­sos públi­cos para su finan­cia­ción. Esta­dos Uni­dos es un retra­to ejem­plar de eso: el país que inten­ta man­te­ner un domi­nio impe­rial sobre el mun­do es el que más invier­te en pre­su­pues­to mili­tar, en una can­ti­dad cre­cien­te en los últi­mos años; mien­tras eso, su pobla­ción no tie­ne acce­so a dere­chos bási­cos de salud.

Com­pren­der esta cone­xión entre el aumen­to del poder de las empre­sas trans­na­cio­na­les y la expan­sión de las gue­rras con­tra los pue­blos es fun­da­men­tal para orga­ni­zar nues­tra posi­ción. La gue­rra con­tra los pue­blos se expre­sa no sólo en con­flic­tos y ocu­pa­cio­nes, sino en la vida coti­dia­na de un mode­lo mar­ca­do por el con­flic­to capi­tal- vida. Son las empre­sas trans­na­cio­na­les las que acu­mu­lan más poder y rique­za a tra­vés de este con­flic­to. La ofen­si­va del poder cor­po­ra­ti­vo avan­za sobre el tra­ba­jo, los terri­to­rios y los cuer­pos de las muje­res uti­li­zan­do la mili­ta­ri­za­ción como herra­mien­ta. En este sen­ti­do, es fun­da­men­tal cen­trar nues­tra acción con­tra el poder de las empre­sas trans­na­cio­na­les en la agen­da anti-guerra.

El aná­li­sis des­de un pun­to de vis­ta sis­té­mi­co mues­tra el con­jun­to de dimen­sio­nes inter­re­la­cio­na­das de estos pro­ce­sos. Por eso, deci­mos que lo que vivi­mos hoy es una cri­sis del mode­lo. El hecho de que las empre­sas de arma­men­tos sean extre­ma­da­men­te con­ta­mi­nan­tes y ten­gan un gran impac­to en la natu­ra­le­za a tra­vés de la explo­ta­ción y devas­ta­ción de terri­to­rios demues­tra cla­ra­men­te esta dimen­sión. El aná­li­sis de las cone­xio­nes entre las gue­rras, la mili­ta­ri­za­ción y la acción impe­ria­lis­ta de Esta­dos Uni­dos en nues­tra región nece­si­ta hacer­se miran­do hacia la orga­ni­za­ción del capi­tal y el rol de las transnacionales.

En Amé­ri­ca Lati­na, deci­mos que Esta­dos Uni­dos, a par­tir de la Doc­tri­na Mon­roe, tra­ta a la región como su patio tra­se­ro. Este aná­li­sis está ancla­do en la evi­den­cia de cómo, des­de el poder impe­rial de Esta­dos Uni­dos, hay una per­ma­nen­te inje­ren­cia en nues­tra región. Des­de el pro­ce­so de impo­si­ción de la deu­da, el mode­lo de pro­duc­ción y con­su­mo, la intro­mi­sión en nues­tros pro­ce­sos polí­ti­cos, las gue­rras híbri­das, el blo­queo eco­nó­mi­co a Cuba y Vene­zue­la, has­ta el finan­cia­mien­to de los pro­ce­sos de gue­rra con­tra los insurgentes.

La doc­tri­na Mon­roe, ori­gen del impe­ria­lis­mo estadounidense

En un con­tex­to de reaco­mo­do de la hidra capi­ta­lis­ta sus­ci­ta­do lue­go de los pro­ce­sos de inde­pen­den­cia de las Amé­ri­cas nace la doc­tri­na Mon­roe en 1823. En un prin­ci­pio, la doc­tri­na pone en papel la nece­si­dad del nacien­te Esta­dos Uni­dos de man­te­ner fue­ra del con­ti­nen­te a las poten­cias colo­nia­lis­tas que pudie­ran poner en ries­go su pro­pia sobe­ra­nía y dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción. Pero pron­ta­men­te se vol­vió la base según la cual los gobier­nos de Esta­dos Uni­dos levan­tan sus ganas de domi­na­ción y explo­ta­ción sobre el res­to del continente.

Resu­mi­da en la fra­se «Amé­ri­ca para los ame­ri­ca­nos», la doc­tri­na esta­ble­ce como un peli­gro para la pro­pia inte­gri­dad de los Esta­dos Uni­dos de Nor­te­amé­ri­ca cual­quier inten­ción de un país euro­peo de exten­der sus intere­ses sobre el con­ti­nen­te y un supues­to com­pro­mi­so de inter­ve­nir para sal­va­guar­dar a las Amé­ri­cas del colo­nia­lis­mo. Pron­to se defi­ni­rían quie­nes eran los «ame­ri­ca­nos» a los que se refie­re la doc­tri­na Mon­roe. Para ello, los padres de la nación nor­te­ame­ri­ca­na hacen uso de una vie­ja con­sig­na que ani­mó a colo­nos ingle­ses y esco­ce­ses cal­vi­nis­tas a cru­zar el océano e ins­ta­lar­se en Nor­te­amé­ri­ca: «el des­tino manifiesto».

El des­tino mani­fies­to es la idea que expre­sa que por desig­nios de la pro­vi­den­cia hay unos pue­blos ele­gi­dos que tie­nen dere­cho a apro­piar­se de terri­to­rios. Esta ideo­lo­gía esta­ble­ce el dere­cho y prác­ti­ca­men­te la obli­ga­ción de varo­nes blan­cos hete­ro­se­xua­les, que se auto­de­no­mi­nan esco­gi­dos por la gra­cia divi­na para poseer terri­to­rios, cuer­pos y explo­tar­los para su pro­ve­cho. El for­ta­le­ci­mien­to de la ima­gen del pro­vee­dor mas­cu­lino, blan­co, hete­ro­se­xual, de las éli­tes en for­ma­ción como suje­to uni­ver­sal se con­vier­te en el para­dig­ma que orien­ta la cons­truc­ción de la socie­dad esta­dou­ni­den­se. Es a par­tir de esta expe­rien­cia que el mili­ta­ris­mo con­ti­núa desa­rro­llán­do­se como herra­mien­ta para garan­ti­zar y pro­te­ger el poder, la pro­pie­dad, la fami­lia hete­ro­nor­ma­ti­va, la domi­na­ción racial, la pro­duc­ción y repro­duc­ción social capi­ta­lis­ta, y para man­te­ner la domi­na­ción y el con­trol sobre los cuer­pos de las mujeres.

Los impac­tos de la Doc­tri­na Mon­roe en Nuestramérica

La mili­ta­ri­za­ción es un pro­ce­so his­tó­ri­co con un alto gra­do de capi­la­ri­dad en Amé­ri­ca Lati­na. Los pro­ce­sos de colo­ni­za­ción vivi­dos en el con­ti­nen­te se basa­ron, en gene­ral, en el esta­ble­ci­mien­to de estruc­tu­ras mili­ta­res y pro­duc­ti­vas capi­ta­lis­tas como for­ma de domi­na­ción del terri­to­rio y de las pobla­cio­nes ori­gi­na­rias. Es con la gue­rra y la resis­ten­cia indí­ge­na que Amé­ri­ca Lati­na pasa a for­mar par­te del mapa mun­dial. Y es tam­bién a par­tir de estos con­flic­tos y de esta estruc­tu­ra mili­tar colo­nial que se orga­ni­za­ron dife­ren­tes resis­ten­cias por la eman­ci­pa­ción, como fue­ron los movi­mien­tos de las éli­tes inde­pen­den­tis­tas. Aun­que basa­das en la movi­li­za­ción y el apo­yo popu­lar a la liber­tad, estas éli­tes polí­ti­cas y eco­nó­mi­cas eran cons­cien­tes de que sería mucho más ren­ta­ble for­ta­le­cer­se sin la metró­po­li como inter­me­dia­ria. Se esta­ble­cie­ron múl­ti­ples polí­ti­cas, que arti­cu­la­ron el racis­mo y el patriar­ca­do como meca­nis­mo de some­ti­mien­to de los pue­blos ori­gi­na­rios y de con­trol, en espe­cial, de las muje­res, a par­tir de la este­ri­li­za­ción for­za­da, el blan­queo pobla­cio­nal, la cri­mi­na­li­za­ción de la pobre­za y la orga­ni­za­ción social fomen­ta­da por los Esta­dos y garan­ti­za­da por poli­cías y militares.

Duran­te el siglo XIX, la doc­tri­na Mon­roe sir­vió de jus­ti­fi­ca­ción para más de 28 inter­ven­cio­nes arma­das, y otras tan­tas inter­ven­cio­nes eco­nó­mi­cas des­igua­les. Resul­tó en pro­ce­sos como la neo colo­ni­za­ción de Puer­to Rico, la ane­xión de la mitad del terri­to­rio mexi­cano a Esta­dos Uni­dos, la inter­ven­ción de Nue­va Gra­na­da y la usur­pa­ción del canal inter­oceá­ni­co, los 36 años de gue­rras bana­ne­ras que ins­tau­ra­ron dic­ta­du­ras en toda Cen­troa­mé­ri­ca y el Cari­be, y cimen­tó las trans­na­cio­na­les de pro­duc­ción y expor­ta­ción de fru­tas tropicales.

Los gobier­nos de los Esta­dos Uni­dos y su alian­za cri­mi­nal con las trans­na­cio­na­les y la mili­ta­ri­za­ción han pac­ta­do con otras fuer­zas impe­ria­les, como el Rei­no Uni­do, para pre­ten­der des­po­jar a pue­blos nues­tro ame­ri­ca­nos de terri­to­rios, como son los casos de las Mal­vi­nas y del Ese­qui­bo Vene­zo­lano. No hay nin­gún pue­blo en nues­tro con­ti­nen­te que no haya sen­ti­do el peso del expan­sio­nis­mo esta­dou­ni­den­se. Este rela­to de des­truc­ción, de gue­rra per­ma­nen­te, tam­bién se impo­ne con la mis­ma fuer­za sobre la diver­si­dad de pue­blos no blan­cos que hacen vida den­tro de las fron­te­ras de los Esta­dos Uni­dos. Como ejem­plo, trae­mos el dolo­ro­so recuer­do del Sen­de­ro de las Lágri­mas (1830) des­alo­jo for­za­do de apro­xi­ma­da­men­te 60 mil nati­vos ame­ri­ca­nos, un pro­ce­so de lim­pie­za étni­ca que vemos una y otra vez glo­ri­fi­ca­do en los wes­terns como la con­quis­ta y civi­li­za­ción del oeste.

La eman­ci­pa­ción de las metró­po­lis euro­peas no garan­ti­zó el fin de la escla­vi­tud. La pobla­ción negra e indí­ge­na escla­vi­za­da cons­tru­yó con san­gre, sudor y vida las calles, edi­fi­cios, ins­ti­tu­cio­nes de todo el con­ti­nen­te. La escla­vi­tud en Bra­sil, por ejem­plo, duró ofi­cial­men­te has­ta 1888, sien­do el últi­mo país en rever­tir la explo­ta­ción vio­len­ta de los cuer­pos negros. Pero este lega­do racis­ta con­ti­núa como polí­ti­ca públi­ca has­ta el día de hoy, don­de la poli­cía mili­tar de Río de Janei­ro es cono­ci­da por ser la segun­da fuer­za poli­cial más mor­tí­fe­ra del mun­do, solo supe­ra­da por las fuer­zas mili­ta­res de Israel. Su ori­gen data de la épo­ca del impe­rio, cuan­do se fun­dó la Poli­cía Real, un apa­ra­to poli­cial crea­do con la lle­ga­da de la fami­lia real a Bra­sil y la nece­si­dad de garan­ti­zar la segu­ri­dad y las pro­pie­da­des reales. El racis­mo se basa en los meca­nis­mos colo­nia­les apro­pia­dos para la for­ma­ción de la socie­dad capi­ta­lis­ta lati­no­ame­ri­ca­na, que siem­pre ha uti­li­za­do las fuer­zas poli­cia­les y mili­ta­res para garan­ti­zar su domi­nio polí­ti­co y eco­nó­mi­co y la ideo­lo­gía mili­ta­ris­ta para pro­du­cir una socie­dad con­tro­la­da y disciplinada.

El siglo XX fue sig­na­do por la radi­ca­li­za­ción de la doc­tri­na Mon­roe. En 1904 se dic­ta el coro­la­rio de Roo­se­velt, que auto otor­ga a los Esta­do Uni­dos de Nor­te Amé­ri­ca el dere­cho de inter­ve­nir en los asun­tos inter­nos de cual­quier país en Lati­noa­mé­ri­ca si come­tían fal­tas fra­gan­tes y cró­ni­cas. Se inau­gu­ra así la polí­ti­ca del Gran Garro­te. Duran­te el siglo XX, no hubo nin­gún terri­to­rio que no sin­tie­ra el garro­te nor­te­ame­ri­cano. No hubo nin­gu­na dic­ta­du­ra mili­tar que no con­ta­ra con el apo­yo y finan­cia­ción nor­te­ame­ri­cano y que no estu­vie­ra al ser­vi­cio de los intere­ses cor­po­ra­ti­vos transnacionales.

Ade­más, la doc­tri­na Mon­roe jus­ti­fi­ca la impo­si­ción del mili­ta­ris­mo en las Amé­ri­cas a tra­vés del asen­ta­mien­to de al menos 80 bases mili­ta­res nor­te­ame­ri­ca­nas. Estas bases mili­ta­res fun­cio­nan como meca­nis­mos de ocu­pa­ción del terri­to­rio y van más allá, en tan­to sig­ni­fi­can una pre­sen­cia extran­je­ra arma­da que impo­ne una serie de limi­ta­cio­nes y adap­ta­cio­nes en la for­ma de pro­du­cir, edu­car, con­su­mir, es decir, de vivir.

Muje­res en mar­cha con­tra la mili­ta­ri­za­ción y las transnacionales

En 2010, la Mar­cha Mun­dial de las Muje­res par­ti­ci­pó en una vigi­lia femi­nis­ta y popu­lar con­tra la mili­ta­ri­za­ción fren­te a una base mili­tar esta­dou­ni­den­se ins­ta­la­da en la región de San­tan­der, Colom­bia. Denun­cia­mos la pér­di­da de sobe­ra­nía sobre nues­tros cuer­pos, vidas y terri­to­rios y el cre­ci­mien­to de la vio­len­cia con­tra las muje­res, la pros­ti­tu­ción y el femi­ni­ci­dio como con­se­cuen­cia de la ocu­pa­ción terri­to­rial impe­ria­lis­ta. Ade­más, for­ta­le­ce­mos la pers­pec­ti­va de que las muje­res son agen­tes en el pro­ce­so de cons­truc­ción de paz y defen­so­ras del terri­to­rio. Nues­tra crí­ti­ca femi­nis­ta anti­ca­pi­ta­lis­ta, anti patriar­cal y anti­co­lo­nia­lis­ta denun­cia el mili­ta­ris­mo como una de las bases del patriarcado.

Las muje­res no hemos sido suje­tas pasi­vas en esta gue­rra per­ma­nen­te con­tra la vida. Las muje­res actua­mos en la resis­ten­cia, sos­te­ne­mos la coti­dia­ni­dad con redes de soli­da­ri­dad que garan­ti­zan la vida, tan­to como nues­tra diver­si­dad cul­tu­ral. Pone­mos nues­tros cuer­pos para pro­te­ger terri­to­rios y bie­nes comu­nes, denun­cia­mos las con­se­cuen­cias de esta gue­rra sobre nues­tros pue­blos y tam­bién pro­po­ne­mos for­mas de reor­ga­ni­zar­nos la pro­duc­ción y repro­duc­ción de la vida en nues­tras comu­ni­da­des. Cons­trui­mos colec­ti­va­men­te pro­pues­tas para una paz ver­da­de­ra, pau­ta­da por la jus­ti­cia y la igualdad.

No cree­mos en una defi­ni­ción de paz que sea solo la ausen­cia de la gue­rra ofi­cial­men­te reco­no­ci­da. Vivir en terri­to­rios cons­tan­te­men­te ame­na­za­dos, sitia­dos por bases mili­ta­res no es vivir en paz. Vivir con terri­to­rios blo­quea­dos o san­cio­na­dos no es vivir en paz, es solo vivir en otros tipos de gue­rra. Enten­de­mos la cons­truc­ción de la paz como un pro­ce­so de cam­bio sis­té­mi­co radi­cal, basa­do en el buen vivir de las comu­ni­da­des, per­so­nas y la natu­ra­le­za, y no en la manu­ten­ción de los esta­dos mili­ta­ri­za­dos y los intere­ses eco­nó­mi­cos trans­na­cio­na­les. Con estos no hay que con­vi­vir, hay que desmantelarlos.

Lo que Esta­dos Uni­dos de Nor­te­amé­ri­ca impo­ne como supues­ta «segu­ri­dad» no es ni para los pue­blos que hacen vida den­tro de su terri­to­rio, ni para los pue­blos veci­nos; es para los intere­ses cor­po­ra­ti­vos de las trans­na­cio­na­les. En ese sen­ti­do, des­de nues­tro con­ti­nen­te esta­mos conec­ta­das con las luchas por la paz, sobe­ra­nía y auto­de­ter­mi­na­ción lle­va­das por pue­blos de otras par­tes del mun­do. Por­que no aguan­ta­mos más masa­cres con­tra las muje­res tra­ba­ja­do­ras, este 24 de abril recor­da­mos a las víc­ti­mas de las trans­na­cio­na­les. Recor­da­mos cada una de las víc­ti­mas del desas­tre de Rana Pla­za y segui­mos con­ven­ci­das que resis­ti­mos para vivir y mar­cha­mos para transformar.

¡Segui­re­mos en Mar­cha has­ta que todas sea­mos libres!

Mar­cha Mun­dial de las Muje­res – Américas

ALBA Movi­mien­tos

Abril de 2023

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