Esta­dos Uni­dos no derro­tó al fas­cis­mo en la Segun­da Gue­rra Mun­dial, lo inter­na­cio­na­li­zó dis­cre­ta y clandestinamente

«Esta­dos Uni­dos se ha esta­ble­ci­do como el enemi­go mor­tal de todo gobierno popu­lar, de toda movi­li­za­ción de con­cien­cia cien­tí­fi­co-socia­lis­ta en todas par­tes del glo­bo, de toda acti­vi­dad anti­im­pe­ria­lis­ta en la tierra.»

Jor­ge Jackson

Uno de los mitos fun­da­do­res del mun­do con­tem­po­rá­neo de Euro­pa Occi­den­tal y Amé­ri­ca es que el fas­cis­mo fue derro­ta­do en la Segun­da Gue­rra Mun­dial por las demo­cra­cias libe­ra­les, y espe­cial­men­te por los Esta­dos Uni­dos. Con los sub­si­guien­tes jui­cios de Núrem­berg y la cons­truc­ción pacien­te de un orden mun­dial libe­ral, se eri­gió un baluar­te, una ideo­lo­gía que esgri­me una cons­tan­te ame­na­za de regre­sión, del fas­cis­mo y su mal­va­do geme­lo en el Este.

Las indus­trias cul­tu­ra­les esta­dou­ni­den­ses han ensa­ya­do esta narra­ti­va has­ta la sacie­dad, con­vir­tién­do­la en un Kool-Aid ideo­ló­gi­co empa­la­go­so y cana­li­zán­do­la en cada hogar con un tele­vi­sor o telé­fono inte­li­gen­te, yux­ta­po­nien­do incan­sa­ble­men­te el mal supre­mo del nazis­mo a la liber­tad y la pros­pe­ri­dad de los libe­ra­les: la democracia.

El regis­tro mate­rial sugie­re, sin embar­go, que esta narra­ti­va en reali­dad se basa en un fal­so anta­go­nis­mo y que es nece­sa­rio un cam­bio de para­dig­ma para com­pren­der la his­to­ria del libe­ra­lis­mo y el fas­cis­mo real­men­te exis­ten­tes. Este últi­mo, como vere­mos, lejos de ser erra­di­ca­do al final de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, en reali­dad fue readap­ta­do, o más bien redis­tri­bui­do, para cum­plir su fun­ción his­tó­ri­ca prin­ci­pal: des­truir el comu­nis­mo ateo y su ame­na­za a la misión civi­li­za­do­ra capitalista.

Dado que los pro­yec­tos colo­nia­les de Hitler y Mus­so­li­ni se habían vuel­to tan des­ca­ra­dos y errá­ti­cos, al pasar de jugar con las reglas libe­ra­les del jue­go a rom­per­las y lue­go vol­ver­se locos, se enten­dió que la mejor mane­ra de cons­truir un régi­men fas­cis­ta inter­na­cio­nal debía hacer­se bajo una cober­tu­ra libe­ral, es decir, a tra­vés de ope­ra­cio­nes clan­des­ti­nas que man­tu­vie­ran una facha­da liberal.

Los arqui­tec­tos de la inter­na­cio­nal fascista

Cuan­do Esta­dos Uni­dos entró en la Segun­da Gue­rra Mun­dial, el futu­ro jefe de la CIA, Allen Dulles, se lamen­tó que su país haya luchan­do con­tra el enemi­go equi­vo­ca­do. Los nazis, como expli­có, eran cris­tia­nos arios pro­ca­pi­ta­lis­tas, mien­tras que el ver­da­de­ro enemi­go era el comu­nis­mo ateo y su resuel­to anti­ca­pi­ta­lis­mo. Des­pués de todo, Esta­dos Uni­dos, solo unos 20 años antes, había sido par­te de una inter­ven­ción mili­tar masi­va en la URSS, cuan­do cator­ce paí­ses capi­ta­lis­tas bus­ca­ron, en pala­bras de Wins­ton Chur­chill, «estran­gu­lar al bebé bol­che­vi­que en su cuna».

Dulles enten­dió, como muchos de sus cole­gas en el gobierno, que lo que lue­go se cono­ce­ría como la Gue­rra Fría, era en reali­dad la vie­ja gue­rra, como ha argu­men­ta­do con­vin­cen­te­men­te Michael Paren­ti: la que Occi­den­te había esta­do luchan­do con­tra el comu­nis­mo des­de sus inicios.

Hacia el final de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, el gene­ral Karl Wolff, ex mano dere­cha de Himm­ler, fue a ver a Allen Dulles en Zúrich, don­de tra­ba­ja­ba para la Ofi­ci­na de Ser­vi­cios Estra­té­gi­cos, la orga­ni­za­ción pre­de­ce­so­ra de la CIA. Wolff sabía que la gue­rra esta­ba per­di­da y que­ría evi­tar ser lle­va­do ante la jus­ti­cia. Dulles, por su par­te, que­ría que los nazis en Ita­lia bajo el man­do de Wolff depu­sie­ron las armas y ayu­da­ran a los esta­dou­ni­den­ses en su lucha con­tra el comunismo.

Wolff, que fue el ofi­cial de más alto ran­go de las SS que sobre­vi­vió a la gue­rra, le ofre­ció a Dulles la pro­me­sa de desa­rro­llar, con su equi­po nazi, una red de inte­li­gen­cia con­tra Sta­lin. Se acor­dó que el gene­ral que había desem­pe­ña­do un papel cen­tral en la super­vi­sión de la maqui­na­ria geno­ci­da de los nazis (y que había expre­sa­do públi­ca­men­te su «satis­fac­ción por la efi­cien­cia ale­ma­na « que envia­ba a 5.000 judíos al día a Tre­blin­ka) sería pro­te­gi­da por el futu­ro direc­tor de la CIA, quien lo ayu­dó a evi­tar los jui­cios de Núremberg.

Wolff no fue el úni­co alto fun­cio­na­rio nazi pro­te­gi­do y reha­bi­li­ta­do por la OSS-CIA. El caso de Reinhard Geh­len es par­ti­cu­lar­men­te reve­la­dor. Este gene­ral en el Ter­cer Reich había esta­do a car­go del «Frem­de Hee­re Ost», el ser­vi­cio de inte­li­gen­cia nazi diri­gi­do con­tra los sovié­ti­cos. Des­pués de la gue­rra, fue reclu­ta­do por la OSS-CIA y se reu­nió con todos los prin­ci­pa­les arqui­tec­tos del Esta­do de Segu­ri­dad Nacio­nal de la pos­gue­rra: Allen Dulles, William Dono­van, Frank Wis­ner y el pre­si­den­te Truman.

Lue­go fue desig­na­do para enca­be­zar el pri­mer ser­vi­cio de inte­li­gen­cia ale­mán des­pués de la gue­rra, y pro­ce­dió a emplear a muchos de sus cola­bo­ra­do­res nazis. La Orga­ni­za­ción Geh­len, como se la cono­cía, se con­ver­ti­ría en el núcleo del ser­vi­cio de inte­li­gen­cia ale­mán. No está cla­ro cuán­tos cri­mi­na­les de gue­rra con­tra­tó este nazi con­de­co­ra­do, pero Eric Licht­blau esti­ma que unos cua­tro mil agen­tes nazis se inte­gra­ron en la red super­vi­sa­da por la agen­cia de espio­na­je estadounidense.

Con una finan­cia­ción anual de medio millón de dóla­res de la CIA en los pri­me­ros años pos­te­rio­res a la gue­rra, Geh­len y sus hom­bres fuer­tes pudie­ron actuar con impu­ni­dad. Yvon­nick Denoël expli­có este giro con nota­ble cla­ri­dad: «Es difí­cil enten­der que, ya en 1945, el ejér­ci­to y los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­ses reclu­ta­ran sin escrú­pu­los a ex cri­mi­na­les nazis. Sin embar­go, la ecua­ción era muy sim­ple en ese momen­to: Esta­dos Uni­dos aca­ba­ba de derro­tar a los nazis con la ayu­da de los sovié­ti­cos. De aho­ra en ade­lan­te pla­nea­ron derro­tar a los sovié­ti­cos con la ayu­da de los exnazis».

La situa­ción fue simi­lar en Ita­lia por­que el acuer­do de Dulles con Wolff era par­te de una empre­sa mayor, lla­ma­da «Ope­ra­ción Ama­ne­cer», que movi­li­zó a nazis y fas­cis­tas para poner fin a la Segun­da Gue­rra Mun­dial en Ita­lia (y comen­zar la Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial en todo el mun­do). Dulles tra­ba­jó mano a mano con el futu­ro jefe de con­tra­in­te­li­gen­cia de la Agen­cia, James Angle­ton, quien en ese enton­ces esta­ba esta­cio­na­do por la OSS en Italia.

Estos dos hom­bres, que se con­ver­ti­rían en los dos acto­res polí­ti­cos más pode­ro­sos del siglo XX, demos­tra­ron de lo que eran capa­ces en esta estre­cha cola­bo­ra­ción entre los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­ses, los nazis y los fas­cis­tas. Angle­ton, por su par­te, reclu­tó fas­cis­tas para poner fin a la gue­rra en Ita­lia con un úni­co obje­ti­vo: mini­mi­zar el poder de los comunistas.

Vale­rio Borghe­se fue uno de sus con­tac­tos cla­ve por­que este fas­cis­ta de línea dura en el régi­men de Mus­so­li­ni esta­ba lis­to para ser­vir a los esta­dou­ni­den­ses en la lucha anti­co­mu­nis­ta y se con­vir­tió en una de las figu­ras inter­na­cio­na­les del fas­cis­mo de pos­gue­rra. Angle­ton lo había sal­va­do direc­ta­men­te de las manos de los comu­nis­tas, y a este hom­bre cono­ci­do como el «Prín­ci­pe Negro» se le dio la opor­tu­ni­dad de con­ti­nuar la gue­rra con­tra la izquier­da radi­cal bajo un nue­vo jefe: la CIA.

Una vez que ter­mi­nó la gue­rra, altos fun­cio­na­rios de inte­li­gen­cia de Esta­dos Uni­dos, inclui­dos Dulles, Wis­ner y Car­mel Offie, «tra­ba­ja­ron para garan­ti­zar que la des­na­zi­fi­ca­ción solo tuvie­ra un alcan­ce limi­ta­do», según Fré­dé­ric Char­pier: «Gene­ra­les, altos fun­cio­na­rios, poli­cías, indus­tria­les, abo­ga­dos , eco­no­mis­tas , diplo­má­ti­cos, aca­dé­mi­cos y ver­da­de­ros cri­mi­na­les de gue­rra se sal­va­ron y se les devol­vió a sus puestos».

El hom­bre a car­go del Plan Marshall en Ale­ma­nia, por ejem­plo, fue un exase­sor de Her­mann Göring, el coman­dan­te en jefe de la Luft­waf­fe (fuer­za aérea). Dulles redac­tó una lis­ta de altos fun­cio­na­rios del esta­do nazi para pro­te­ger­los y hacer­los pasar por opo­si­to­res a Hitler. La OSS-CIA pro­ce­dió a recons­truir los esta­dos admi­nis­tra­ti­vos en Ale­ma­nia e Ita­lia con sus alia­dos anticomunistas.

Eric Licht­blau esti­ma que más de 10.000 nazis pudie­ron emi­grar a los Esta­dos Uni­dos en el perío­do de pos­gue­rra (al menos 700 miem­bros ofi­cia­les del par­ti­do nazi habían sido auto­ri­za­dos a ingre­sar a los Esta­dos Uni­dos en la déca­da de 1930, mien­tras que los refu­gia­dos judíos eran rechazados).

Ade­más de unos cien­tos de espías ale­ma­nes y miles de per­so­nal de las SS, la Ope­ra­ción Paper­clip, que comen­zó en mayo de 1945, tra­jo al menos 1.600 cien­tí­fi­cos nazis a Esta­dos Uni­dos con sus fami­lias. Esta empre­sa tenía como obje­ti­vo recu­pe­rar las gran­des men­tes de la maqui­na­ria de gue­rra nazi y poner su inves­ti­ga­ción sobre cohe­tes, avia­ción, armas bio­ló­gi­cas y quí­mi­cas, etc., al ser­vi­cio del impe­rio esta­dou­ni­den­se. La Agen­cia de Obje­ti­vos Con­jun­tos de Inte­li­gen­cia se creó espe­cí­fi­ca­men­te para reclu­tar nazis y encon­trar­les pues­tos en cen­tros de inves­ti­ga­ción, el gobierno, el ejér­ci­to, los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia o uni­ver­si­da­des (par­ti­ci­pa­ron al menos 14 uni­ver­si­da­des, inclui­das Cor­nell, Yale y MIT).

Aun­que el pro­gra­ma exclu­yó ofi­cial­men­te a los nazis fer­vien­tes, al menos al prin­ci­pio, en reali­dad per­mi­tió la inmi­gra­ción de quí­mi­cos de IG Far­ben (que había sumi­nis­tra­do los gases leta­les uti­li­za­dos en los exter­mi­nios masi­vos), cien­tí­fi­cos que habían uti­li­za­do escla­vos en cam­pos de con­cen­tra­ción para fabri­car armas y médi­cos que habían par­ti­ci­pa­do en horri­bles expe­ri­men­tos con judíos, roma­níes, comu­nis­tas, homo­se­xua­les y otros pri­sio­ne­ros de guerra.

Estos cien­tí­fi­cos, que fue­ron des­cri­tos por un fun­cio­na­rio del Depar­ta­men­to de Esta­do opues­to a Paper­clip como «los ánge­les de la muer­te de Hitler», fue­ron reci­bi­dos con los bra­zos abier­tos en la tie­rra de la liber­tad. Se les pro­por­cio­nó alo­ja­mien­to con­for­ta­ble, un labo­ra­to­rio con asis­ten­tes y la pro­me­sa de ciu­da­da­nía si su tra­ba­jo daba fru­tos. Con­ti­nua­ron rea­li­zan­do inves­ti­ga­cio­nes que se han uti­li­za­do en la fabri­ca­ción de misi­les balís­ti­cos, bom­bas de raci­mo y gas sarín.

La CIA tam­bién cola­bo­ró con el MI6 para esta­ble­cer ejér­ci­tos anti­co­mu­nis­tas secre­tos en todos los paí­ses de Euro­pa occi­den­tal. Con el pre­tex­to de una posi­ble inva­sión del Ejér­ci­to Rojo, la idea era entre­nar y equi­par redes de sol­da­dos clan­des­ti­nos, que per­ma­ne­ce­ría detrás de las líneas enemi­gas si los rusos avan­za­ban hacia el oes­te. Serían así acti­va­dos en el terri­to­rio recién ocu­pa­do y encar­ga­dos de misio­nes de infil­tra­ción, espio­na­je, sabo­ta­je, pro­pa­gan­da, sub­ver­sión y combate.

Las dos agen­cias tra­ba­ja­ron con la OTAN y los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia de muchos paí­ses de Euro­pa Occi­den­tal, cons­tru­yen­do una vas­ta orga­ni­za­ción clan­des­ti­na, con nume­ro­sos escon­dri­jos de armas y muni­cio­nes para equi­par a sus sol­da­dos de las som­bras con todo lo que nece­si­ta­ban. Para ello reclu­ta­ron a nazis, fas­cis­tas, cola­bo­ra­cio­nis­tas y otros anti­co­mu­nis­tas de extre­ma dere­cha. Los núme­ros varían según el país, pero se esti­man has­ta unos pocos miles, por país. Según un repor­ta­je del pro­gra­ma de tele­vi­sión Retour aux sour­ce, había 50 uni­da­des Stay-Behind en Norue­ga, 150 en Ale­ma­nia, más de 600 en Ita­lia y 3.000 en Francia.

Estos para­mi­li­ta­res entre­na­dos lue­go serían movi­li­za­dos para come­ter o coor­di­nar ata­ques terro­ris­tas con­tra la pobla­ción civil, que lue­go la pren­sa incul­pó a los comu­nis­tas para jus­ti­fi­car medi­das enér­gi­cas de «ley y orden». Según las cifras ofi­cia­les en Ita­lia, don­de esta estra­te­gia de ten­sión fue par­ti­cu­lar­men­te inten­sa, hubo 14.591 actos de vio­len­cia por moti­vos polí­ti­cos entre 1969 y 1987, que mata­ron a 491 per­so­nas e hirie­ron a 1.181.

Vin­cen­zo Vin­ci­gue­rra, miem­bro del gru­po de extre­ma dere­cha Ordi­ne Nuo­vo y autor del aten­ta­do cer­ca de Peteano en 1972, expli­có que la Avan­guar­dia Nazio­na­le, orga­ni­za­ción fas­cis­ta como Ordi­ne Nuo­vo, esta­ba sien­do movi­li­za­da como par­te de una estra­te­gia anti­co­mu­nis­ta que se ori­gi­na­ba ins­ti­tu­cio­nes del esta­do mis­mo, y den­tro del ámbi­to del poder domi­na­das por la Alian­za Atlán­ti­ca (OTAN)».

Una comi­sión par­la­men­ta­ria ita­lia­na que empren­dió una inves­ti­ga­ción sobre estos ejér­ci­tos clan­des­ti­nos en Ita­lia lle­gó a la siguien­te con­clu­sión en el año 2000: «Esas masa­cres, esas bom­bas, esas accio­nes mili­ta­res habían sido orga­ni­za­das, pro­mo­vi­das o apo­ya­das por hom­bres den­tro de las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les ita­lia­nas y, como ha sido des­cu­bier­to más recien­te­men­te, por hom­bres vin­cu­la­dos a las estruc­tu­ras de inte­li­gen­cia de los Esta­dos Unidos».

El Esta­do de Segu­ri­dad Nacio­nal esta­dou­ni­den­se tam­bién estu­vo invo­lu­cra­do en la super­vi­sión de la lla­ma­da «el camino de las ratas» que infil­tra­ron de fas­cis­tas euro­peos y les per­mi­tie­ron re-asen­tar­se en refu­gios segu­ros en todo el mun­do, a cam­bio de hacer su tra­ba­jo sucio. El caso de Klaus Bar­bie es uno entre miles, pero dice mucho del fun­cio­na­mien­to interno de este pro­ce­so. Cono­ci­do en Fran­cia como «el car­ni­ce­ro de Lyon», fue jefe de la ofi­ci­na de la Ges­ta­po allí duran­te dos años, inclui­do el tiem­po en que Himm­ler dio la orden de depor­tar al menos a 22.000 judíos franceses.

Este espe­cia­lis­ta en «tác­ti­cas de inte­rro­ga­to­rio mejo­ra­das», cono­ci­do por tor­tu­rar has­ta la muer­te al coor­di­na­dor de la Resis­ten­cia fran­ce­sa, Jean Mou­lin, efec­tuar la reda­da de la Unión Gene­ral de Judíos en Fran­cia en febre­ro de 1943 y la masa­cre de 41 niños refu­gia­dos judíos en Izieu en Abril de 1944.

Pero des­pués de la gue­rra, el hom­bre que estos mis­mos auto­res des­cri­ben como el ter­ce­ro en la lis­ta de cri­mi­na­les de las SS más bus­ca­dos tra­ba­ja­ba para el Cuer­po de Con­tra­in­te­li­gen­cia (CIC) del Ejér­ci­to de los Esta­dos Uni­dos. Fue con­tra­ta­do para ayu­dar a cons­truir los ejér­ci­tos de apo­yo median­te el reclu­ta­mien­to de otros nazis y para espiar a los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia fran­ce­ses en las regio­nes con­tro­la­das por Fran­cia y Esta­dos Uni­dos en Alemania.

Cuan­do Fran­cia se ente­ró de lo que esta­ba suce­dien­do y exi­gió la extra­di­ción de Bar­bie, John McCloy, el Alto Comi­sio­na­do de los Esta­dos Uni­dos en Ale­ma­nia, lo negó ale­gan­do que las acu­sa­cio­nes se basa­ban en rumo­res. Sin embar­go, final­men­te resul­tó dema­sia­do caro, sim­bó­li­ca­men­te, man­te­ner un car­ni­ce­ro como Bar­bie en Euro­pa, por lo que fue envia­do a Amé­ri­ca Lati­na en 1951, don­de pudo con­ti­nuar su carre­ra. Radi­ca­do en Boli­via, tra­ba­jó para las fuer­zas de segu­ri­dad de la dic­ta­du­ra mili­tar del Gene­ral René Barrien­tos y para el Minis­te­rio del Inte­rior y el ala con­tra­in­sur­gen­te del Ejér­ci­to de Boli­via bajo la dic­ta­du­ra de Hugo Ban­zer, antes de par­ti­ci­par acti­va­men­te en el Gol­pe en 1980 y con­ver­tir­se en el direc­tor de las fuer­zas de segu­ri­dad bajo el Gene­ral Meza.

A lo lar­go de su carre­ra, man­tu­vo estre­chas rela­cio­nes con sus sal­va­do­res esta­dou­ni­den­ses del Esta­do de Segu­ri­dad Nacio­nal, jugan­do un papel cen­tral en la Ope­ra­ción Cón­dor, el pro­yec­to de con­tra­in­sur­gen­cia que reu­nió a las dic­ta­du­ras lati­no­ame­ri­ca­nas, con el apo­yo de Esta­dos Uni­dos, para aplas­tar vio­len­ta­men­te cual­quier inten­to de levan­ta­mien­to des­de aba­jo. Tam­bién ayu­dó a desa­rro­llar el impe­rio de las dro­gas en Boli­via, inclui­da la orga­ni­za­ción de ban­das de nar­co-mer­ce­na­rios a quie­nes nom­bró «Los novios de la muer­te», cuyos uni­for­mes se pare­cían a los de las SS. Via­jó libre­men­te en las déca­das de 1960 y 1970, visi­tó los Esta­dos Uni­dos al menos sie­te veces, y pro­ba­ble­men­te jugó un impor­tan­te papel en la per­se­cu­ción orga­ni­za­da por la Agen­cia para matar a Ernes­to «Che» Guevara.

El mis­mo patrón bási­co de inte­gra­ción de los fas­cis­tas en la gue­rra glo­bal con­tra el comu­nis­mo es fácil­men­te iden­ti­fi­ca­ble en Japón, cuyo sis­te­ma de gobierno antes y duran­te la gue­rra ha sido des­cri­to por Her­bert P. Bix como «fas­cis­mo del emperador».

Tes­sa Morris-Suzu­ki ha demos­tra­do con­vin­cen­te­men­te la con­ti­nui­dad de los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia al deta­llar cómo el Esta­do de Segu­ri­dad Nacio­nal esta­dou­ni­den­se super­vi­só y mane­jó la orga­ni­za­ción KATO. Esta red de inte­li­gen­cia pri­va­da, muy pare­ci­da a la orga­ni­za­ción Geh­len, esta­ba reple­ta de ex miem­bros des­ta­ca­dos de los ser­vi­cios mili­ta­res y de inte­li­gen­cia, inclui­do el Jefe de Inte­li­gen­cia del Ejér­ci­to Impe­rial (Ari­sue Sei­zō), quien com­par­tía acti­vi­da­des con su con­tro­la­dor esta­dou­ni­den­se (Char­les Willoughby) jun­to con una pro­fun­da admi­ra­ción con Mussolini.

Las fuer­zas de ocu­pa­ción esta­dou­ni­den­ses tam­bién cul­ti­va­ron estre­chas rela­cio­nes con altos fun­cio­na­rios de la comu­ni­dad de inte­li­gen­cia civil de Japón duran­te la gue­rra (sobre todo Oga­ta Take­to­ra). Esta nota­ble con­ti­nui­dad entre el Japón de la pre­gue­rra y la pos­gue­rra ha lle­va­do a Morris-Suzu­ki y a otros aca­dé­mi­cos a tra­zar un mapa de la his­to­ria japo­ne­sa en tér­mi­nos de un régi­men de pos­gue­rra, es decir, un régi­men que con­ti­nuó has­ta des­pués de la guerra.

Este con­cep­to tam­bién nos per­mi­te dar sen­ti­do a lo que esta­ba suce­dien­do en la super­fi­cie en el ámbi­to del gobierno visi­ble. En aras de la con­ci­sión, bas­te citar el nota­ble caso del hom­bre cono­ci­do como el «Dia­blo de Shō­wa» por su bru­tal gobierno de Man­chu­kuo (la colo­nia japo­ne­sa en el nores­te de Chi­na): Nobu­su­ke Kishi un gran admi­ra­dor de la Ale­ma­nia nazi, fue nom­bra­do Minis­tro por el Pri­mer Minis­tro Hide­ki Tojo en 1941, con el fin de pre­pa­rar a Japón para una gue­rra total con­tra Esta­dos Uni­dos, y fue él quien fir­mó la decla­ra­ción ofi­cial de gue­rra con­tra Esta­dos Unidos.

Des­pués de cum­plir una bre­ve pena de pri­sión como cri­mi­nal de gue­rra en la pos­gue­rra, fue reha­bi­li­ta­do por la CIA, jun­to con su com­pa­ñe­ro de cel­da, el capo del cri­men orga­ni­za­do Yoshio Koda­ma. Kishi, con el apo­yo y el gene­ro­so res­pal­do finan­cie­ro de sus mane­ja­do­res de EEUU, se hizo car­go del Par­ti­do Libe­ral, con­vir­tien­do a este par­ti­do en un club dere­chis­ta de ex líde­res del Japón impe­rial y lle­gó a con­ver­tir­se en Pri­mer Minis­tro. «El dine­ro [de la CIA] flu­yó duran­te al menos quin­ce años, bajo cua­tro pre­si­den­tes esta­dou­ni­den­ses», escri­be Tim Wie­ner , «y ayu­dó a con­so­li­dar el gobierno de un solo par­ti­do en Japón duran­te el res­to de la gue­rra fría».

Los ser­vi­cios de segu­ri­dad nacio­nal de Esta­dos Uni­dos tam­bién han esta­ble­ci­do una red edu­ca­ti­va glo­bal para capa­ci­tar a com­ba­tien­tes pro capi­ta­lis­tas, a veces bajo el lide­raz­go de nazis y fas­cis­tas expe­ri­men­ta­dos, en las téc­ni­cas com­pro­ba­das de repre­sión, tor­tu­ra y des­es­ta­bi­li­za­ción, así como en pro­pa­gan­da y gue­rra psicológica.

La famo­sa Escue­la de las Amé­ri­cas se esta­ble­ció en 1946 con el obje­ti­vo explí­ci­to de for­mar una nue­va gene­ra­ción de gue­rre­ros anti­co­mu­nis­tas en todo el mun­do. Según algu­nos, esta escue­la tie­ne el «atrac­ti­vo» de haber edu­ca­do al mayor núme­ro de dic­ta­do­res en la his­to­ria mundial.

Cual­quie­ra que sea el caso, es par­te de una red ins­ti­tu­cio­nal mucho más gran­de. Cabe men­cio­nar, por ejem­plo, los apor­tes edu­ca­ti­vos del Pro­gra­ma de Segu­ri­dad Ciu­da­da­na: «Hace unos vein­ti­cin­co años», escri­be el exofi­cial de la CIA John Stock­well, «la CIA, […] entre­nó y orga­ni­zó a poli­cías y para­mi­li­ta­res de todo el mun­do en téc­ni­cas de con­trol de pobla­ción, repre­sión y tor­tu­ra. Se esta­ble­cie­ron escue­las en los Esta­dos Uni­dos, Pana­má y Asia, de las cua­les se gra­dua­ron dece­nas de miles. En algu­nos casos, los ex ofi­cia­les nazis del Ter­cer Reich de Hitler fue­ron uti­li­za­dos como instructores».

El fas­cis­mo se glo­ba­li­za bajo la facha­da liberal

El impe­rio esta­dou­ni­den­se ha juga­do así un papel cen­tral en la cons­truc­ción de una inter­na­cio­nal fas­cis­ta al pro­te­ger a los mili­tan­tes de dere­cha y alis­tar­los en la Ter­ce­ra Gue­rra Mun­dial con­tra el «comu­nis­mo», una eti­que­ta elás­ti­ca exten­di­da a cual­quier orien­ta­ción polí­ti­ca que entra­ra en con­flic­to con los intere­ses de la cla­se domi­nan­te capi­ta­lis­ta. Esta expan­sión inter­na­cio­nal de los modos de gobierno fas­cis­tas ha lle­va­do a la pro­li­fe­ra­ción de cam­pos de con­cen­tra­ción, cam­pa­ñas terro­ris­tas y de tor­tu­ra, gue­rras sucias, regí­me­nes dic­ta­to­ria­les, gru­pos de vigi­lan­cia y redes de cri­men orga­ni­za­do en todo el mundo.

Los ejem­plos podrían enu­me­rar­se has­ta la sacie­dad, pero los acor­ta­ré por razo­nes de espa­cio y sim­ple­men­te invo­ca­ré el tes­ti­mo­nio de Vic­tor Mar­chet­ti, quien fue un alto fun­cio­na­rio de la CIA de 1955 a 1969: «Está­ba­mos apo­yan­do a todos los dic­ta­do­res, jun­tas mili­ta­res y oli­gar­quías a medias que exis­tían en el Ter­cer Mun­do, siem­pre y cuan­do pro­me­tie­ran man­te­ner de algu­na mane­ra el sta­tu quo, que por supues­to sería bene­fi­cio­so para los intere­ses geo­po­lí­ti­cos, mili­ta­res, de las gran­des empre­sas y otros intere­ses espe­cia­les de los Esta­dos Unidos».

El his­to­rial de la polí­ti­ca exte­rior esta­dou­ni­den­se des­de la Segun­da Gue­rra Mun­dial es pro­ba­ble­men­te la mejor medi­da de su con­tri­bu­ción úni­ca a la inter­na­cio­na­li­za­ción del fas­cis­mo. Bajo la ban­de­ra de la demo­cra­cia y la liber­tad, Esta­dos Uni­dos, según William Blum ha actua­do de la siguien­te manera:

  • Derro­có a más de 50 gobier­nos extranjeros.
  • Inter­fi­rió gra­ve­men­te en elec­cio­nes demo­crá­ti­cas en al menos 30 países.
  • Inten­tó ase­si­nar a más de 50 líde­res extranjeros.
  • Arro­jó bom­bas sobre civi­les en más de 30 países.
  • Repri­mió los movi­mien­tos nacio­na­lis­tas en 20 países.

La Aso­cia­ción por la Disi­den­cia Res­pon­sa­ble, com­pues­ta por 14 ex ofi­cia­les de la CIA, cal­cu­ló que esta agen­cia fue res­pon­sa­ble de la muer­te de un míni­mo de 6 millo­nes de per­so­nas en 3.000 ope­ra­cio­nes mayo­res y 10.000 ope­ra­cio­nes meno­res entre 1947 y 1987. Estos son ase­si­na­tos direc­tos, por lo que los núme­ros no da cuen­ta de las muer­tes pre­ma­tu­ras bajo el sis­te­ma mun­dial capi­ta­lis­ta debi­do al encar­ce­la­mien­to masi­vo, la tor­tu­ra, la des­nu­tri­ción, la fal­ta de agua pota­ble, la explo­ta­ción, la opre­sión, la degra­da­ción social, la enfer­me­dad eco­ló­gi­ca o la enfer­me­dad cura­ble (en 2017, según la ONU, 6,3 millo­nes niños y jóve­nes ado­les­cen­tes morían por cau­sas evi­ta­bles liga­das a las des­igual­da­des socio­eco­nó­mi­cas y eco­ló­gi­cas del Capi­ta­lo­ceno, lo que equi­va­le a un niño murien­do cada 5 segundos).

Para esta­ble­cer­se como la hege­mo­nía mili­tar glo­bal y el perro guar­dián inter­na­cio­nal del capi­ta­lis­mo, el gobierno de Esta­dos Uni­dos y el Esta­do de Segu­ri­dad Nacio­nal han con­ta­do con la ayu­da de un núme­ro sig­ni­fi­ca­ti­vo de nazis y fas­cis­tas que han inte­gra­do en su red glo­bal de repre­sión, inclui­dos los 1.600 nazis que fue­ron lle­va­dos a Esta­dos Uni­dos a tra­vés de la Ope­ra­ción Paper­clip, los apro­xi­ma­da­men­te 4.000 inte­gra­dos en la orga­ni­za­ción Geh­len, las dece­nas o inclu­so cien­tos de miles que fue­ron rein­te­gra­dos a los regí­me­nes de «pos­gue­rra» en los paí­ses pro-fas­cis­tas, la gran can­ti­dad a la que se les dio paso libre a el patio tra­se­ro del Impe­rio, Amé­ri­ca Lati­na, y en otros luga­res, así como los miles o dece­nas de miles inte­gra­dos en los ejér­ci­tos secre­tos de la OTAN.

Esta red glo­bal de ase­si­nos anti­co­mu­nis­tas expe­ri­men­ta­dos tam­bién se ha uti­li­za­do para entre­nar ejér­ci­tos de terro­ris­tas en todo el mun­do para par­ti­ci­par en gue­rras sucias, gol­pes de esta­do, des­es­ta­bi­li­za­ción, sabo­ta­je y cam­pa­ñas de terror.

Todo esto se ha hecho al ampa­ro de una demo­cra­cia libe­ral y con la ayu­da de sus pode­ro­sas indus­trias cul­tu­ra­les. El ver­da­de­ro lega­do de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, lejos de ser el de un orden mun­dial libe­ral que había derro­ta­do al fas­cis­mo, es el de una ver­da­de­ra inter­na­cio­nal fas­cis­ta desa­rro­lla­da bajo la cober­tu­ra libe­ral para tra­tar de des­truir a aque­llos que real­men­te lucha­ron y gana­ron la gue­rra con­tra el fas­cis­mo: los comunistas.

Gabriel Rockhill es un filó­so­fo, crí­ti­co cul­tu­ral y acti­vis­ta franco-estadounidense.

10 de abril de 2023

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