Ofen­si­va anti­sin­di­cal y expo­lia­ción labo­ral en Esta­dos Uni­dos (pri­me­ra parte)

Duran­te dos siglos el sis­te­ma capi­ta­lis­ta de una nación pode­ro­sa y en expan­sión ha diri­gi­do bue­na par­te de sus empe­ños a divi­dir a los tra­ba­ja­do­res, aba­ra­tar la fuer­za de tra­ba­jo y des­truir a los sin­di­ca­tos, el uso común de rom­pehuel­gas, repri­mir a san­gre y fue­go sus más com­ba­ti­vas agru­pa­cio­nes, coop­tar y corrom­per muchas de sus esfe­ras diri­gen­tes y del sin­di­ca­lis­mo ama­rri­llo, y lograr inclu­so que una par­te de ellos apo­ya­ran las polí­ti­cas imperiales.

Por otro lado, el movi­mien­to sin­di­cal rara­men­te es con­si­de­ra­do hoy como una voz de avan­za­da o como un alia­do con­sis­ten­te de los movi­mien­tos socia­les progresistas.

Esta­do actual general

El movi­mien­to sin­di­cal en Esta­dos Uni­dos está bajo ase­dio, y así lo ha esta­do con par­ti­cu­lar dure­za en los últi­mos 50 años. No obs­tan­te y ante múl­ti­ples obs­tácu­los y des­ven­ta­jas, hay varios desa­rro­llos y hechos recien­tes que mues­tran su vita­li­dad. Asi­mis­mo, el apo­yo públi­co a los sin­di­ca­tos aumen­tó a un pun­to alto del 68 por cien­to el año pasa­do, lo cual para­dó­ji­ca­men­te coin­ci­de con que la tasa real de afi­lia­ción a los sin­di­ca­tos ha con­ti­nua­do su des­cen­so de seten­ta años.

Unos 165 millo­nes de per­so­nas com­po­nen la fuer­za labo­ral de ese país de más de 330 millo­nes de habi­tan­tes. Casi dos ter­cios de ellos tie­nen algún gra­do de ense­ñan­za supe­rior bási­ca. Del total de tra­ba­ja­do­res esta­dou­ni­den­ses solo algo más del 10% inte­gra las filas sin­di­ca­les, o sea, unos 16,3 millo­nes de trabajadores.

Per­te­ne­cen a un sin­nú­me­ro de orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les, muchas de base local o regio­nal. Entre las dis­tin­tas for­mas de orga­ni­za­ción están los sin­di­ca­tos gre­mia­les o por ofi­cios, y los lla­ma­dos sin­di­ca­tos o unio­nes indus­tria­les o rama­les. Varias dece­nas tie­nen alcan­ce a los lar­go del país. El Depar­ta­men­to de Tra­ba­jo iden­ti­fi­ca 30 que toda­vía tie­nen 100,000 miem­bros o más. Se des­ta­can los sin­di­ca­tos de la mine­ría, del ace­ro, de la indus­tria del auto­mó­vil, los por­tua­rios, de los tra­ba­ja­do­res de las comu­ni­ca­cio­nes, la her­man­dad de camio­ne­ros y cone­xos, de la indus­tria de maqui­na­ria y aero­es­pa­cial; los tra­ba­ja­do­res de la salud, los de emplea­dos públi­cos, la aso­cia­ción nacio­nal de edu­ca­do­res, etc.

Mien­tras que la patro­nal tie­ne la ven­ta­ja de tra­tar por sepa­ra­do den­tro de una mis­ma empre­sa con diver­sos gre­mios de ofi­cios, por el con­tra­rio los sin­di­ca­tos indus­tria­les muchas veces par­ti­ci­pan en nego­cia­cio­nes de con­tra­tos que abar­can múl­ti­ples emplea­do­res den­tro de una rama de la eco­no­mía o sec­tor laboral.

Y en con­jun­to, alre­de­dor de dos ter­cios de los tra­ba­ja­do­res de entre 18 a 64 años de edad y cubier­tos por un con­tra­to sin­di­cal son muje­res y/​o per­so­nas de color. O sea, el 42 por cien­to son muje­res y más de un ter­cio son tra­ba­ja­do­res negros, his­pa­nos, asiá­ti­cos u otros no blancos.

Las divi­sio­nes racia­les pro­fun­das que afec­tan el país se mani­fies­tan en el seno del movi­mien­to obre­ro. Los tra­ba­ja­do­res en Esta­dos Uni­dos siem­pre han esta­do agru­pa­dos y estra­ti­fi­ca­dos según la raza, el ori­gen étni­co y el géne­ro, con los sec­to­res no blan­cos ocu­pan­do los nive­les infe­rio­res de esa estruc­tu­ra jerárquica.

A fina­les de los años 70 los sala­rios de la cla­se obre­ra se des­vin­cu­la­ron de la pro­duc­ción y se estan­ca­ron. Se esti­ma que más de $47 millo­nes de millo­nes de dóla­res de los sala­rios de la cla­se media y tra­ba­ja­do­ra se han extraí­do del 90% infe­rior de los asa­la­ria­dos y se han redis­tri­bui­do des­de enton­ces al 1% de los estra­tos socia­les de mayo­res ingresos.

Duran­te la pan­de­mia, los accio­nis­tas de 22 de las prin­ci­pa­les empre­sas esta­dou­ni­den­ses se enri­que­cie­ron en 1,5 millo­nes de millo­nes de dóla­res, mien­tras que los tra­ba­ja­do­res de esas empre­sas reci­bie­ron menos del 2% de ese beneficio.

Unos 53 millo­nes de tra­ba­ja­do­res de entre 18 y 64 años son con­si­de­ra­dos como de bajos sala­rios. Casi la mitad de ellos se agru­pan o corres­pon­den con diez ocu­pa­cio­nes, tales como comer­cio al deta­lle, coci­ne­ros y pre­pa­ra­ción de ali­men­tos, per­so­nal de lim­pie­za y tra­ba­ja­do­res de la cons­truc­ción. Más de la mitad de todos los nue­vos pues­tos de tra­ba­jo crea­dos son en empleos de ser­vi­cios con bajos sueldos.

Por otra par­te, según las esta­dís­ti­cas ofi­cia­les unos 6 millo­nes se encon­tra­ban des­em­plea­dos en febre­ro 2022. Son esta­dís­ti­cas que bas­tan­te escon­den la reali­dad. Se con­si­de­ran en esa con­di­ción solo aque­llos quie­nes han esta­do acti­va­men­te bus­can­do tra­ba­jo duran­te las ante­rio­res cua­tro sema­nas. O sea, las cifras de des­em­pleo gene­ral­men­te refle­jan tres o cua­tro veces menos del núme­ro real de desocupados.

El pano­ra­ma se pre­sen­ta más dra­má­ti­co cuan­do jun­to a lo ante­rior con­si­de­ra­mos que hay millo­nes de per­so­nas que tra­ba­jan a tiem­po par­cial pero desea­rían con­tar con tra­ba­jos a tiem­po com­ple­to, así como el hecho cono­ci­do de que la mayo­ría de los nue­vos empleos que se crean pagan bajos salarios.

El segu­ro de des­em­pleo de los Esta­dos Uni­dos nor­mal­men­te es una pro­tec­ción débil con­tra la adver­si­dad: muchos tra­ba­ja­do­res no están cubier­tos. Para una mayo­ría la pér­di­da del empleo oca­sio­na tam­bién per­der el dere­cho al segu­ro de salud.

Esta­dos Uni­dos es la úni­ca nación indus­trial avan­za­da que no tie­ne leyes nacio­na­les que garan­ti­cen la licen­cia de mater­ni­dad paga. Tam­bién es la úni­ca eco­no­mía avan­za­da que no garan­ti­za a los tra­ba­ja­do­res vaca­cio­nes, paga­das o no, y el úni­co país alta­men­te desa­rro­lla­do (apar­te de Corea del Sur) que no garan­ti­za días de enfer­me­dad pagados.

A media­dos de los años 50 los sin­di­ca­tos eran rela­ti­va­men­te pode­ro­sos y los sala­rios aumen­ta­ban a la par con la eco­no­mía. Pero pre­vio al comien­zo del dece­nio de 1970 se había pro­du­ci­do el fin del con­sen­so de pos­gue­rra en las rela­cio­nes obre­ro-patro­na­les, y ade­más se impo­nían con fuer­za la glo­ba­li­za­ción y las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les. Se ace­le­ra la dis­mi­nu­ción de la mem­bre­sía sin­di­cal: de un 35% hace 60 años a un 10% en la actua­li­dad; y a un mero 6% en sin­di­ca­tos del sec­tor pri­va­do. Menos del 1% de los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las per­te­ne­cen a algún sindicato.

Des­de la pers­pec­ti­va de bue­na par­te de la éli­te capi­ta­lis­ta, nue­vas cir­cuns­tan­cias eco­nó­mi­cas y la afec­ta­ción de sus tasas de ganan­cias exi­gían reajus­tes en los nive­les de vida y accio­nes para limi­tar aún más el poder del movi­mien­to obre­ro organizado.

Los cam­bios en la eco­no­mía –tales como la cre­cien­te com­pe­ten­cia glo­bal, la movi­li­dad y reco­lo­ca­ción geo­grá­fi­ca del capi­tal, los cam­bios tec­no­ló­gi­cos y la finan­cia­ri­za­ción, la tran­si­ción de la eco­no­mía manu­fac­tu­re­ra a una eco­no­mía de ser­vi­cios y el aumen­to de la con­tra­ta de tra­ba­ja­do­res tem­po­ra­les y con­tin­gen­tes – , han desem­pe­ña­do un impor­tan­te papel en debi­li­tar el movi­mien­to obre­ro, redu­cir en más de un ter­cio en la mem­bre­sía sin­di­cal y han dado pie a tre­men­das des­igual­da­des en el país.

Nume­ro­sos estu­dios han encon­tra­do que una cau­sa impor­tan­te de esa cre­cien­te des­igual­dad de ingre­sos en Esta­dos Uni­dos es el decli­ve de los sin­di­ca­tos. La úni­ca vez duran­te el siglo pasa­do en que la des­igual­dad de ingre­sos se redu­jo sus­tan­cial­men­te fue entre 1940 y 1970, cuan­do los sin­di­ca­tos con­ta­ban con mayor poder y prominencia.

Por lo antes dicho y en lo que indi­ca­re­mos en lo ade­lan­te se expli­ca en par­te el dete­rio­ro que ha sufri­do el movi­mien­to obre­ro orga­ni­za­do en ese país.

Con­tra el movi­mien­to obre­ro y los tra­ba­ja­do­res pesa el far­do de todo un entra­ma­do de más de cin­co déca­das de polí­ti­cas neo­li­be­ra­les y anti­sin­di­ca­les: res­tric­cio­nes de la inter­me­dia­ción sin­di­cal y en gene­ral de las orga­ni­za­cio­nes obre­ras; lega­li­za­ción de tra­ba­jos pre­ca­ri­za­dos y des­cen­so de los sala­rios públi­cos; mar­gi­na­ción del meca­nis­mo key­ne­siano de inde­xa­ción de sala­rios liga­do a la pro­duc­ti­vi­dad; cre­cien­te sus­ti­tu­ción de la pro­duc­ti­vi­dad por la com­pe­ti­ti­vi­dad (como medi­dor de la efec­ti­vi­dad de la domi­na­ción y explo­ta­ción capi­ta­lis­tas en los pro­ce­sos productivos).

Asi­mis­mo, en los últi­mos dece­nios se mani­fies­tan o se agu­di­zan varios fac­to­res y obs­tácu­los para la orga­ni­za­ción de los tra­ba­ja­do­res, así como medi­das para redu­cir dere­chos adqui­ri­dos en déca­das ante­rio­res. Entre otros nos refe­ri­mos a:

  • La des­apa­ri­ción de empleos por el tras­la­do masi­vo de empre­sas y pues­tos de tra­ba­jo al exte­rior y debi­do al rápi­do avan­ce de los pro­ce­sos de auto­ma­ti­za­ción; reduc­ción de la afi­lia­ción sin­di­cal y el corres­pon­dien­te debi­li­ta­mien­to del poder de nego­cia­ción colec­ti­va y para defen­der a nivel polí­ti­co sus dere­chos; la pre­va­len­cia de débi­les u hos­ti­les leyes labo­ra­les, mien­tras que las agen­cias encar­ga­das de hacer cum­plir la legis­la­ción labo­ral se mues­tran incom­pe­ten­tes o ven recor­ta­dos los recur­sos que se le asignan.

  • Barre­ras de diver­so tipo para la for­ma­ción o el accio­nar de los sin­di­ca­tos, exclu­sión de acce­so y hos­ti­li­dad hacia los orga­ni­za­do­res en muchos cen­tros labo­ra­les; divi­sio­nes al seno del movi­mien­to, una par­te del cual toda­vía se orga­ni­za por gre­mios y por ofi­cios –lo que frag­men­ta o impi­de la nego­cia­ción colec­ti­va-; don­de no pocas diri­gen­cias son coop­ta­das o se ads­cri­ben al con­cep­to de iden­ti­dad de intere­ses obrero-patronales.

  • Asig­na­ción de esca­sos recur­sos para nue­vos esfuer­zos orga­ni­za­ti­vos por par­te de muchos sin­di­ca­tos; en con­tras­te con los gran­des recur­sos que las patro­na­les dedi­can para influir en la polí­ti­ca, sobre el Con­gre­so y las legis­la­tu­ras estaduales.

  • Repe­ti­dos dic­tá­me­nes pro empre­sa­ria­les de la Cor­te Supre­ma y en todo el sis­te­ma judi­cial, inclu­yen­do dar­les el dere­cho a la patro­nal de eva­dir el arbi­tra­je en cor­tes cuan­do se vio­lan dere­chos labo­ra­les en sus empre­sas, etcétera.

La eje­cu­ción de polí­ti­cas neo­li­be­ra­les se hizo más evi­den­te a par­tir de las admi­nis­tra­cio­nes de Nixon y Car­ter. Reagan reco­gió la copia demó­cra­ta de la agen­da neo­li­be­ral y le sacó pro­ve­cho, reem­pla­zan­do la retó­ri­ca del capi­ta­lis­mo con ros­tro humano por la ver­bo­rrea arro­gan­te y fari­sai­ca del indi­vi­dua­lis­mo acen­tua­do, según la cual son la codi­cia y el inte­rés pro­pio los valo­res que hay que ali­men­tar. El pre­si­den­te Clin­ton acre­cen­tó las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas neo­li­be­ra­les de los años de Reagan. Tam­po­co los pre­si­den­tes Bush, Oba­ma ni Trump se ale­ja­ron un ápi­ce de las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les y anti obre­ras acostumbradas.

Asi­mis­mo, ha habi­do una dis­mi­nu­ción de los dis­po­si­ti­vos de regu­la­ción labo­ral social reco­gi­dos en los esta­tu­tos del tra­ba­jo o des­re­gu­la­ción social de los mer­ca­dos labo­ra­les, que corre pare­ja a la fle­xi­bi­li­za­ción de las labo­res pro­duc­ti­vas1.

La ley que rige la orga­ni­za­ción colec­ti­va y la nego­cia­ción entre los tra­ba­ja­do­res tie­ne poco que ofre­cer hoy día a quie­nes pre­ten­de pro­te­ger. Por varias razo­nes, la ley actual ofre­ce pocas espe­ran­zas de rever­tir la tendencia.

No obs­tan­te, según la Ofi­ci­na de Esta­dís­ti­cas Labo­ra­les de Esta­dos Uni­dos, los esta­dou­ni­den­ses que per­te­ne­cen a sin­di­ca­tos en ese país ganan en pro­me­dio un 17% más que sus cole­gas no sin­di­ca­li­za­dos, con una media­na de $1144 en ganan­cias sema­na­les, en com­pa­ra­ción con los $958 de los no sin­di­ca­li­za­dos. Tam­po­co son solo los sala­rios. Los sin­di­ca­tos ofre­cen apren­di­za­je y capa­ci­ta­ción con­ti­nua, una carre­ra sin deu­das, una pen­sión, cier­ta segu­ri­dad en el lugar de tra­ba­jo y otras protecciones.

Por lo tan­to, no sor­pren­de que el inte­rés por los sin­di­ca­tos aumen­ta y la apro­ba­ción de los mis­mos sea la más alta des­de 1965. Algu­nos legis­la­do­res han pre­sen­ta­do pro­yec­tos de ley para empo­de­rar a los trabajadores.

Y, sin embar­go, a pesar de este hecho, los esta­dou­ni­den­ses no se están ins­cri­bien­do para unir­se a los sin­di­ca­tos a un rit­mo apre­cia­ble. Todo lo con­tra­rio: menos esta­dou­ni­den­ses que nun­ca per­te­ne­cen a sin­di­ca­tos, Muchos en Esta­dos Uni­dos los han con­si­de­ra­do una ins­ti­tu­ción moribunda.

El por­cen­ta­je de tra­ba­ja­do­res esta­dou­ni­den­ses que tie­nen lo que podría lla­mar­se un tra­ba­jo segu­ro, que tra­ba­jan al menos 30 horas a la sema­na y ganan 40.000 dóla­res al año con bene­fi­cios de salud y un hora­rio pre­de­ci­ble, es menos de uno de cada tres, y para per­so­nas sin títu­lo uni­ver­si­ta­rio es solo uno de cada cinco.

Los ingre­sos hora pro­me­dio, lue­go de ajus­ta­dos con la infla­ción, se han man­te­ni­do está­ti­cos, mien­tras que el cos­to de la vida ha aumen­ta­do por sobre el cre­ci­mien­to nomi­nal de los salarios.

Un efec­to en la reduc­ción de los nive­les sala­ria­les es pro­du­ci­do por el con­si­de­ra­ble arri­bo de inmi­gran­tes y mano de obra bara­ta, la alta afluen­cia de muje­res al mer­ca­do de tra­ba­jo, las debi­li­da­des del movi­mien­to sin­di­cal y otras causas.

La eco­no­mía gene­ral­men­te se ha bifur­ca­do en un mer­ca­do labo­ral que tie­ne tra­ba­jos rela­ti­va­men­te mejor paga­dos y segu­ros en lo que lla­ma­ría­mos indus­trias del cono­ci­mien­to, que han ten­di­do a expe­ri­men­tar expan­sión y cre­ci­mien­to sala­rial, etc., y tra­ba­jos gene­ral­men­te menos segu­ros en indus­trias en con­trac­ción o estan­ca­das, don­de es con­si­de­ra­ble el núme­ro de per­so­nas sin estu­dios de edu­ca­ción superior.

Muchos reve­ses des­pués de una rica his­to­ria de luchas obreras

Esta­dos Uni­dos ha sido tes­ti­go de una muy tem­pra­na y copio­sa his­to­ria de luchas de los obre­ros esta­dou­ni­den­ses en con­di­cio­nes muy adver­sas, miles de accio­nes com­ba­ti­vas, sobre todo en el siglo XIX y pri­me­ras déca­das del XX, o las lle­va­das a cabo pos­te­rior­men­te en con­di­cio­nes del macar­tis­mo, de la gue­rra fría y de la glo­ba­li­za­ción neo­li­be­ral, bue­na par­te de las cua­les no han sido repor­ta­das por los medios de prensa.

La pri­me­ra huel­ga que se regis­tró en Esta­dos Uni­dos tuvo lugar en 1768 cuan­do los jor­na­le­ros sas­tres pro­tes­ta­ron por la reduc­ción de su sala­rio. Vein­ti­séis años más tar­de, en 1794, se for­mó The Fede­ral Society of Jour­ney­men Cord­wai­ners, lo que mar­có el comien­zo de una labor sos­te­ni­da de orga­ni­za­ción sin­di­cal entre los tra­ba­ja­do­res estadounidenses.

Aun en la actua­li­dad con un sin­di­ca­lis­mo mer­ma­do, cada mes miles o dece­nas de miles van a la huel­ga sin que sea rele­ja­do en los medios.

Las rei­vin­di­ca­cio­nes obte­ni­das y los avan­ces logra­dos han sido sig­ni­fi­ca­ti­vos, como muchos han sido los reve­ses. No exis­te un record com­ple­to de los con­gre­sos, huel­gas, moti­nes, accio­nes de todo tipo, orga­ni­za­das o espon­ta­neas, vio­len­tas y no vio­len­tas que tuvie­ron lugar a lo lar­go del siglo XIX, en la medi­da que el país creía, y las ciu­da­des deve­nían sobre­po­bla­das y com­ple­jas, con malas con­di­cio­nes de tra­ba­jo, con­di­cio­nes de vida into­le­ra­bles, con la eco­no­mía en manos de ban­que­ros, de espe­cu­la­do­res, casa­te­nien­tes, mer­ca­de­res, res­pal­da­dos por jue­ces y militares.

Inclu­so, en deter­mi­na­das encru­ci­ja­das se pro­ta­go­ni­za­ron ver­da­de­ras bata­llas cam­pa­les, como en el caso de los mine­ros y otros que, para defen­der sus rei­vin­di­ca­cio­nes, han debi­do enfren­tar, con armas e ins­tru­men­tos de tra­ba­jo, a la guar­dia nacio­nal y a todo el poder del Esta­do, no pocas veces pagan­do con sus vidas, cuan­do des­de Washing­ton envia­ban tro­pas fede­ra­les para con­tro­lar a los huel­guis­tas, etc.

Es cier­to que esas luchas, muy com­ba­ti­vas en cier­tas eta­pas, y el gra­do de con­cien­cia obre­ra se han man­te­ni­do fun­da­men­tal­men­te en el plano de las deman­das eco­nó­mi­cas y no han redun­da­do en la con­for­ma­ción de un par­ti­do obre­ro, séa­se labo­ris­ta o social­de­mó­cra­ta de base obre­ra, ni el sur­gi­mien­to pro­pia­men­te de una con­cien­cia polí­ti­ca de cla­se. Las razo­nes de eso son muy complejas.

Su desa­rro­llo se había vis­to retra­sa­do o des­via­do a raíz de dis­tin­tas con­di­cio­nes coyun­tu­ra­les, la exis­ten­cia de fron­te­ras inter­nas abier­tas en cons­tan­te des­pla­za­mien­to y con nue­vas opor­tu­ni­da­des, el con­ti­nuo arri­bo de inmi­gran­tes de dis­tin­tos paí­ses, frag­men­ta­dos por ofi­cios y por las dis­tin­tas len­guas que habla­ban; vul­ne­ra­bles a su fal­ta de sta­tus legal; y cuan­do ha exis­ti­do la hege­mo­nía inter­na­cio­nal del capi­tal estadounidense.

En la medi­da que el país se indus­tria­li­za­ba la explo­ta­ción de suce­si­vas olea­das de inmi­gran­tes devino un fac­tor cru­cial. Esas masas tra­ba­ja­do­ras se for­ma­ron en un ambien­te de vul­ne­ra­bi­li­dad y si aca­so se orga­ni­za­ban lo hacían sepa­ra­da­men­te, en gre­mios, no solo por ofi­cios, sino según sus idio­mas o nacionalidades.

Para­dó­ji­ca­men­te, el país deve­nía mar­ca­do por la xeno­fo­bia, el temor al extran­je­ro y las ame­na­zas del pen­sa­mien­to radi­cal con­si­de­ra­do de matriz euro­pea, todo lo cual ha sido explo­ta­do con astu­cia por la cla­se bur­gue­sa. Esos temo­res eran alen­ta­dos por la plu­ra­li­dad étni­ca, la com­pe­ten­cia entre dis­tin­tos gru­pos de inmi­gran­tes, la polí­ti­ca patro­nal del divi­de y ven­ce­rás, y una pro­fun­da y casi obse­si­va nece­si­dad de los inmi­gran­tes recién lle­ga­dos de dar prue­bas de su «ame­ri­ca­nis­mo». En pala­bras de Howard Par­son: «en el gra­do en que los nor­te­ame­ri­ca­nos no se han sen­ti­do segu­ros de su iden­ti­dad nacio­nal ellos han sido xenofóbicos».

Repe­ti­da­men­te esas luchas se vie­ron afec­ta­das por rece­los y enfren­ta­mien­tos entre tra­ba­ja­do­res pro­tes­tan­tes con­tra cató­li­cos, entre «nati­vis­tas» con­tra inmi­gran­tes, etc. Nue­vas y nue­vas divi­sio­nes étni­cas y racia­les soca­va­ban la uni­fi­ca­ción embrio­na­ria de los tra­ba­ja­do­res indus­tria­les sobre todo en el este del país. Por des­gra­cia las espe­ran­zas que inclu­so los clá­si­cos del mar­xis­mo tuvie­ron de una trans­for­ma­ción polí­ti­ca cua­li­ta­ti­va de la lucha de cla­ses en Esta­dos Uni­dos que­da­ron siem­pre frustradas.

Des­de media­dos del siglo XIX y aun antes y duran­te muchos dece­nios las agru­pa­cio­nes obre­ras siem­pre fue­ron blan­co de la acti­vi­dad repre­si­va, de leyes que prác­ti­ca­men­te impi­den el tra­ba­jo sin­di­cal orga­ni­za­ti­vo y de un sis­te­ma judi­cial venal y pro cor­po­ra­ti­vo. Ese es el país de las gran­des huel­gas del 1º de mayo de 1886 a lo lar­go del país y de los cho­ques vio­len­tos sub­si­guien­tes y muer­tes en la pla­za Hay­mar­ket de Chica­go, de los que se deri­vó el jui­cio y eje­cu­ción de varios de los ocho már­ti­res con­de­na­dos. Es el país que elec­tro­cu­tó en 1927 a los obre­ros anar­quis­tas de Bos­ton, Nico­la Sac­co y Bar­to­lomeo Van­zet­ti, des­pués de sie­te años de pri­sión y una cam­pa­ña mun­dial en su defensa.

Los éxi­tos orga­ni­za­ti­vos en la déca­da del ´30 y la movi­li­za­ción en tiem­po de gue­rra for­ta­le­cie­ron tem­po­ral­men­te la posi­ción de los tra­ba­ja­do­res, pero en 1947, a ins­tan­cias del empre­sa­ria­do el Con­gre­so apro­bó la Ley Taft-Hartley, que esta­ble­ció barre­ras para la for­ma­ción de sin­di­ca­tos, expan­dió las pro­rro­ga­ti­vas de los patro­nos y per­mi­tió a los esta­dos de la Unión poner en vigen­cia pro­vi­sio­nes de «dere­cho al tra­ba­jo» que exclu­yen la pre­sen­cia sin­di­cal de los cen­tros laborales.

El movi­mien­to labo­ral en su con­jun­to está afec­ta­do, ade­más, sobre todo en los últi­mos seten­ta y cin­co, por la exis­ten­cia de una exten­sa aris­to­cra­cia obre­ra, altos gra­dos de corrup­ción en algu­nas diri­gen­cias sin­di­ca­les y con una filo­so­fía de cola­bo­ra­ción ple­na obre­ro-patro­nal que, en muchos casos, devie­ne en sin­di­ca­lis­mo ama­ri­llo. La mayo­ría de los sin­di­ca­tos son enor­me­men­te vul­ne­ra­bles a la pre­sión de los políticos.

Al mis­mo tiem­po, las déca­das de 1950 y 1960 estu­vie­ron mar­ca­das por la com­pla­cen­cia entre muchos líde­res y miem­bros sin­di­ca­les. A cam­bio de garan­tías de dis­ci­pli­na indus­trial y esta­bi­li­dad, muchos sin­di­ca­tos gana­ron aumen­tos sala­ria­les sus­tan­cia­les con ajus­tes por cos­to de vida, pen­sio­nes y gene­ro­sos bene­fi­cios de salud. Dis­pues­tos a con­for­mar­se con un sis­te­ma de nego­cia­ción pri­va­do y despolitizado.

El sis­te­ma bipar­ti­dis­ta capi­ta­lis­ta esta­dou­ni­den­se tam­bién ha mani­pu­la­do a las mil mara­vi­llas a las masas obre­ras y acen­tua­do los cis­mas cul­tu­ra­les exis­ten­tes en su seno.

Varias de las aris­tas prin­ci­pa­les que his­tó­ri­ca­men­te han cau­sa­do divi­sión en el movi­mien­to obre­ro son con­se­cuen­cia asi­mis­mo de esa plu­ra­li­dad de for­mas de orga­ni­zar­se, de las cua­les se deri­van debi­li­da­des para defen­der dere­chos o lograr bue­nos con­tra­tos colec­ti­vos, diver­sas acti­tu­des res­pec­to a empren­der o no el tra­ba­jo para orga­ni­zar a los no afi­lia­dos, la inclu­sión o no los tra­ba­ja­do­res tem­po­ra­les o de las mino­rías no blan­cas y, en gene­ral, hacia la soli­da­ri­dad inter sindical.

En el mar­co del auge eco­nó­mi­co de la post gue­rra los temas labo­ra­les habían sido ins­ti­tu­cio­na­li­za­dos, en par­te sobre la base de la cola­bo­ra­ción sin­di­cal duran­te el esfuer­zo béli­co, la fusión en 1955 del CIO (Con­gre­so de Orga­ni­za­cio­nes Indus­tria­les) con la AFL (Fede­ra­ción Ame­ri­ca­na del Tra­ba­jo), y la depu­ra­ción McCar­tis­ta de los comunistas.

Todo ello, jun­to a un sofis­ti­ca­do apa­ra­to de repre­sión, coop­ta­ción de diri­gen­tes y divi­sión en sus filas die­ron al tras­te con la mayor par­te del movi­mien­to sin­di­cal inde­pen­dien­te y pro­gre­sis­ta, que aca­bó sien­do mar­gi­na­do por el exten­di­do con­cep­to de la iden­ti­dad de intere­ses entre el tra­ba­jo y el capital.

Se impo­nía mayo­ri­ta­ria­men­te lo que algu­nos deno­mi­nan sin­di­ca­lis­mo empre­sa­rial, así como una pers­pec­ti­va cor­po­ra­ti­vis­ta, como base ideo­ló­gi­ca y fun­cio­nal de una estra­te­gia de com­pro­mi­so de cla­se con el empre­sa­ria­do median­te la cual los sin­di­ca­tos pro­veían paz social a cam­bio de una por­ción del «pas­tel económico».

En ese con­tex­to fue que el movi­mien­to obre­ro orga­ni­za­do cedió el con­trol de sus fon­dos de pen­sio­nes que son admi­nis­tra­dos por enti­da­des pri­va­das, lo que es un hecho reve­la­dor de la natu­ra­le­za, la gra­vi­ta­ción y el domi­nio que ejer­ce el sec­tor finan­cie­ro. Muchos de esos fon­dos de pen­sio­nes y aque­llos don­de se admi­nis­tran los aho­rros de millo­nes de tra­ba­ja­do­res tan­to del sec­tor pri­va­do como públi­co –una inmen­sa cifra de dine­ro– han ter­mi­na­do sien­do inver­ti­dos en su casi tota­li­dad en accio­nes de las cor­po­ra­cio­nes capi­ta­lis­tas, y son una fuen­te cla­ve del capi­tal finan­cie­ro y de las ope­ra­cio­nes en la bol­sa de valores.

Como ya men­cio­na­mos, la ofen­si­va patro­nal y con­ser­va­do­ra con­tra el movi­mien­to obre­ro, prin­ci­pal­men­te a par­tir de los años 80 del pasa­do siglo, la glo­ba­li­za­ción, la des­lo­ca­li­za­ción de los pues­tos de tra­ba­jo, la auto­ma­ti­za­ción y un com­ple­jo de fac­to­res han lle­va­do a la situa­ción actual don­de menos del 10% de los tra­ba­ja­do­res están orga­ni­za­dos en sin­di­ca­tos. Pero aun así se abren hori­zon­tes y hoy día están pro­du­cien­do desa­rro­llos interesantes.

Fer­nan­do M. Gar­cía Bielsa

30 de abril de 2022

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  1. Alber­to Rabi­lot­ta, Andrés Pique­ras: 1917 – 2017: La revo­lu­ción y nues­tro mun­do, 100 años des­pués, 4 de julio 2017 http://​www​.alai​net​.org/​e​s​/​r​t​i​c​u​l​o​/​1​8​6​574

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