Méxi­co. Des­pla­za­mien­to for­za­do de migran­tes a su paso por Campeche

Por Nora Salo­mé Tzec Caa­mal, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de diciem­bre de 2021. 

Des­de ini­cios de diciem­bre, el esta­do de Cam­pe­che fue tes­ti­go del paso de migran­tes pro­ve­nien­tes de Hai­tí y de Suda­mé­ri­ca. Nues­tro esta­do no figu­ra en las rutas de migra­ción, sin embar­go, en los días que van de este mes ha cobi­ja­do a diver­sas cara­va­nas. No ha sido una estra­te­gia de reci­bi­mien­to pla­nea­da, más bien ha sido una estra­te­gia inten­cio­na­da por las auto­ri­da­des de migra­ción con la fina­li­dad de rete­ner­los y/​o can­sar­los para evi­tar su paso a Norteamérica.

Foto: Fer­nan­do Eloy /​La Jor­na­da Maya

En estas cara­va­nas exis­ten tan­tas diver­sas his­to­rias como diver­sas son las razo­nes que obli­gan a migrar a fami­lias ente­ras. Algu­nas de estas his­to­rias tie­nen su ori­gen en Para­guay has­ta lle­gar a la fron­te­ra de Méxi­co con Gua­te­ma­la. Es en Chia­pas en don­de la cara­va­na fue divi­di­da y tras­la­da­da a la ciu­dad de Campeche.

Orga­ni­za­ción no es una pala­bra que se mire a sim­ple vis­ta en estos espa­cios, sin embar­go, si la bus­ca­mos la encon­tra­mos. Está pre­sen­te en los gru­pos que soli­da­ria­men­te se acer­can a este espa­cio a dar aten­ción ali­men­ti­cia y de salud o sólo un poco de com­pa­ñía, en aquel com­pa­ñe­ro que a viva voz lla­ma a las muje­res a for­mar­se en una fila para dis­po­ner de los ali­men­tos que se com­par­ten o en aquel gru­po de muje­res que se cono­cie­ron duran­te el via­je, pero que jun­tas se pro­cu­ran cui­da­dos mutuos y seguridad.

Hay his­to­rias tris­tes en sus mira­das, como la de aque­lla mujer que via­ja sola con un emba­ra­zo de sie­te meses y un hijo de 12 años, pero que ella dice no estar sola. O de Miriam, mujer que en su país per­dió a su hijo y su espo­so y que sola bus­ca encon­trar­se con su her­ma­na en el nor­te de Méxi­co. O de aque­lla fami­lia que dejó sus tie­rras, casa y comu­ni­dad por la per­se­cu­ción polí­ti­ca a la que está expuesta.

Se miran fami­lias com­ple­tas, con bebés, niños y niñas. Veo dibu­jar a una niña que ten­drá, cuan­do mucho, cin­co años, tal vez menos, y que des­arru­ga su libro de dibu­jo, saca un estu­che de plás­ti­co con algu­nas cra­yo­las. Algu­nas de ellas no escri­ben, las moja con sus labios y con­ti­núa su dibu­jo en esas hojas en las que ya no se per­ci­be más que rayo­nes por doquier. Un adul­to pasa jun­to a ella y le dice que vaya con su mamá, que no ande sola. Así se cui­dan unos a otros.

Un joven hin­dú nos comen­ta que acá hay gen­te de todo tipo. Una mujer tam­bién dice que no se sabe lo que cada uno lle­va en el cora­zón, cada uno sabrá. Lo cier­to es que todos y todas ansían cru­zar el país con la espe­ran­za de encon­trar una vida más tranquila.

Nos hablan de lo com­pli­ca­do que es ir a los baños por­tá­ti­les ins­ta­la­dos en la can­cha, de las lar­gas colas por espe­rar un turno, con­ta­mos 20 baños por­tá­ti­les para com­par­tir entre todos. Dicen que lle­ga­ron a ser más de 800 per­so­nas en el sitio, aho­ra que­dan poco más de 300, pero, como dicen los de migra­ción (INM), se espe­ra que así este todo este mes de diciembre.

“No hay un hora­rio fijo para reci­bir los ali­men­tos. El pri­mer día que estu­vi­mos eran las 5 de la tar­de y aún no nos traían el almuer­zo. Cuan­do nos lo traen ya está pasa­do, nos hace mal”, cuen­tan. Una fami­lia con cua­tro inte­gran­tes gas­ta en pro­me­dio 600 pesos para adqui­rir ali­men­tos, sin con­tar que de enfer­mar­se ade­más ten­drían que pagar la con­sul­ta y los medi­ca­men­tos. Varios infan­tes pre­sen­tan calen­tu­ra y tos por la expo­si­ción a la intem­pe­rie. Algu­nas fami­lias lle­van más de una sema­na espe­ran­do su visa tem­po­ral de tránsito.

Vemos a lo lejos un enfer­me­ro que no se da abas­to, cada vez que lo mira­mos tie­ne más gen­te por atender.

Miriam, Jose­fa, María… son algu­nos de esos nom­bres, sus his­to­rias cami­nan de un país a otro, lo que tie­nen en común es la espe­ran­za de seguir avan­zan­do. Son las 11 y media de la noche y aún que­da gen­te sin dormir.

Fuen­te: Desinformemosnos

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