Perú. La insur­gen­cia del 68

Por Gus­ta­vo Espi­no­za M., Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de octu­bre de 2021.

foto: Gene­ral Juan Velas­co Alvarado.

En su libro “Camino al socia­lis­mo” Augus­to Zim­mer­mann, quien desem­pe­ña­ra impor­tan­tes fun­cio­nes en Pala­cio de Gobierno duran­te el Pro­ce­so Mili­tar que hoy cum­ple 53 en la memo­ria de los perua­nos, recuer­da diver­sos epi­so­dios alta­men­te sig­ni­fi­ca­ti­vos, como el ocu­rri­do en enero de 1969 cuan­do el gene­ral Mon­tag­ne y un gru­po de mili­ta­res con­ser­va­do­res pro­mo­vió el rele­vo del gene­ral Juan Velas­co Alva­ra­do, como un modo prác­ti­co de dete­ner las pro­fun­das trans­for­ma­cio­nes socia­les que se avecinaban.

Tam­bién recuer­da que el máxi­mo diri­gen­te de ese movi­mien­to, debió vivir des­de el 3 de octu­bre del año ante­rior una eta­pa com­ple­ja, que lo obli­gó a sor­tear obs­tácu­los que lucían insalvables.

Empe­ña­do en lide­rar una acción que invo­lu­cra­ra ins­ti­tu­cio­nal­men­te a la Fuer­za Arma­da, ini­cial­men­te tuvo difi­cul­ta­des para per­sua­dir al Jefe de la Fuer­za Aérea, Gene­ral López Cau­si­llas, para que se suma­ra a ella; y le fue aún más difí­cil invo­lu­crar a la Mari­na de Gue­rra, tra­di­cio­nal­men­te refrac­ta­ria a cam­bios pro­gre­sis­tas; pero avan­zó segu­ro de alen­tar una nue­va eta­pa en la vida nacional.

Como se recuer­da, Velas­co tuve el méri­to his­tó­ri­co de rom­per la cade­na de domi­na­ción que nos ata­ba a Esta­dos Uni­dos, gol­pean­do su esla­bón más débil. El 9 de octu­bre del 68 dis­pu­so que los efec­ti­vos de la I Región Mili­tar, al man­do del gene­ral Fer­mín Mála­ga Pra­do, ocu­pa­ran los yaci­mien­tos de La Brea y Parias e iza­ran el Pabe­llón Nacio­nal en lugar de la ban­de­ra de barras y estre­llas que había fla­mea­do inde­bi­da­men­te antes ante el cóm­pli­ce silen­cio de gobier­nos vin­cu­la­dos a la Cla­se dominante.

Cua­tro fue­ron las herra­mien­tas que le per­mi­tie­ron al gene­ral Velas­co con­du­cir los des­ti­nos del país duran­te sie­te años sin infla­ción ni cri­sis eco­nó­mi­ca, no obs­tan­te actuar des­vin­cu­la­do del Fon­do Mone­ta­rio y los orga­nis­mos finan­cie­ros internacionales.

La Uni­dad de la Fuer­za Arma­da fue su pri­me­ra herra­mien­ta de vic­to­ria. Ella, le per­mi­tió ase­gu­rar la for­ta­le­za del pro­ce­so y su inven­ci­bi­li­dad. Ni la Oli­gar­quía tra­di­cio­nal ni las fuer­zas más reac­cio­na­rias, se atre­vie­ron a desa­fiar el Poder del Gobierno de enton­ces y bus­ca­ron más bien enfren­tar­se a él con arte­ras manio­bras sedi­cio­sas. Ellas solo les die­ron fru­to años más tar­de, cuan­do el pro­pio Velas­co, por razo­nes de salud, que­dó limitado.

La Uni­dad, sin embar­go, dia­léc­ti­ca­men­te, fue la debi­li­dad del pro­ce­so. Para con­ser­var la uni­dad, fue indis­pen­sa­ble avan­zar con len­ti­tud, hacer con­ce­sio­nes, retro­ce­der en algu­nas cir­cuns­tan­cias, o inclu­so no dar pasos nece­sa­rios para afir­mar el pro­ce­so A la refor­ma agra­ria, por ejem­plo, debió suce­der­le una refor­ma urba­na que aca­ba­ra con el nego­cio de las inmo­bi­lia­rias y resol­vie­ra los reque­ri­mien­tos de vivien­da de la pobla­ción. Ella no fue posible.

La segun­da herra­mien­ta del pro­ce­so fue la cons­truc­ción del Bino­mio Pue­blo-Fuer­za Arma­da. Su obje­ti­vo fue afir­mar la iden­ti­dad de obje­ti­vos entre los hom­bres de uni­for­me y la pobla­ción civil, superan­do déca­das de enfren­ta­mien­to cuyo epi­so­dio más alto fue la suce­sión de dic­ta­du­ras mili­ta­res en años en los que –al decir del pro­pio Velas­co, la oli­gar­quía usó a la Fuer­za Arma­da “como perro guar­dián de sus intere­ses”. Her­ma­na­dos sol­da­dos y pobla­do­res, era posi­ble cons­truir un nue­vo mode­lo social basa­do en la jus­ti­cia y en la paz.

Esa uni­dad for­ja­ría una alian­za estra­té­gi­ca de enor­me valor, pero sobre todo de inci­den­cia con­ti­nen­tal. En diver­sos paí­ses, el sur­gi­mien­to de ten­den­cias pro­gre­sis­tas y avan­za­das en el seno de la Fuer­za Arma­da vin­cu­la­das a la expec­ta­ti­va y lucha de los pue­blos, daría un cariz dis­tin­to a la tarea que hoy se encar­na en un nue­vo Pro­ce­so Eman­ci­pa­dor de Amé­ri­ca Lati­na, hoy en boga.

La ter­ce­ra herra­mien­ta fue la adop­ción de un pro­gra­ma real­men­te trans­for­ma­dor, resu­mi­do en las orien­ta­cio­nes del Plan Inca, ela­bo­ra­do por el equi­po mili­tar revo­lu­cio­na­rio. Abar­ca­ba vir­tual­men­te todos los temas car­di­na­les: salud, edu­ca­ción, vivien­da, mine­ría, agri­cul­tu­ra, petró­leo, ama­zo­nia y otros, estre­cha­men­te vin­cu­la­dos a la reali­dad nacio­nal, aque­lla que había estu­dia­do Mariá­te­gui seña­lan­do para el Perú un camino de futuro.

Y el cuar­to ins­tru­men­to del que se valió la insur­gen­cia mili­tar del 68 fue la afir­ma­ción del sen­ti­do nacio­nal y patrió­ti­co de los cam­bios en una cir­cuns­tan­cia en la que ‑como dije­ra el Amau­ta- el nacio­na­lis­mo en los paí­ses sub desa­rro­lla­dos y depen­dien­tes como el nues­tro, podía deri­var en anti­im­pe­ria­lis­mo y aún en socia­lis­mo, en una cir­cuns­tan­cia en la que el capi­ta­lis­mo había deja­do de coin­ci­dir con el pro­gre­so de las naciones

Gra­cias a ese rum­bo, fue posi­ble, afir­mar la sobe­ra­nía, ase­gu­rar la inde­pen­den­cia, con­fir­mar el dere­cho del Esta­do Peruano a man­te­ner rela­cio­nes diplo­má­ti­cas y comer­cia­les con todos los paí­ses del mun­do, basa­do en los prin­ci­pios de la reci­pro­ci­dad y de la solidaridad. .

Estas refle­xio­nes tie­nen actua­li­dad aho­ra por­que el Perú vive hoy un pro­ce­so en esen­cia simi­lar al regis­tra­do en 1968. Cabe enton­ces reco­ger las expe­rien­cias vivi­das y avan­zar en el derro­te­ro que que­da­ra incon­clu­so cuan­do las mis­mas fuer­zas que aco­san hoy f al Pre­si­den­te Cas­ti­llo, cen­tra­ron sus bate­rías con­tra Juan Velas­co y sus cola­bo­ra­do­res. La his­to­ria, enseña.

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