Pen­sa­mien­to crí­ti­co. ¿Cuán­to vale tu tiempo?

Por: Sofía Scas­se­rra, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de octu­bre de 2021. 

La limi­ta­ción de la jor­na­da labo­ral fue la con­quis­ta más impor­tan­te de las y los tra­ba­ja­do­res. Pero la tec­no­lo­gía avan­zó sobre nues­tras vidas y hoy somos pro­ta­go­nis­tas de “la cul­tu­ra de lo ins­tan­tá­neo”: esta­mos dis­po­ni­bles 247. La pan­de­mia com­ple­ji­zó ese pano­ra­ma: a la fusión entre el espa­cio digi­tal labo­ral y el per­so­nal se sumó la del espa­cio físi­co en el hogar. ¿En qué momen­to se vol­vió acep­ta­ble que nos escri­ban por tra­ba­jo mien­tras dis­fru­ta­mos de un asa­do en familia?

Los pri­me­ros Nokia 1100, el fax, el bee­per, los chi­rri­dos del módem para conec­tar­nos a Inter­net, los pri­me­ros hot­mail: la déca­da del 90 nos tra­jo tec­no­lo­gías dis­rup­ti­vas que cam­bia­ron como nun­ca nues­tra for­ma de tra­ba­jar. Los emplea­dos del siglo XXI pasa­mos a estar dis­po­ni­bles y poder ser con­tac­ta­dos inclu­so antes del desa­yuno, en pleno happy hour ‑y digá­mos­lo todo: has­ta en las vaca­cio­nes-. Con esos dis­po­si­ti­vos tam­bién comen­za­ron los abu­sos: cam­bios de hora­rio de últi­mo momen­to, avi­sos y can­ce­la­cio­nes (“Veni­te maña­na en vez del fin de sema­na” o “Te vas a tener que que­dar por­que no hay reem­pla­zo”). Antes tam­bién pasa­ba pero era más com­ple­jo per­pe­trar­los. En los años mene­mis­tas, en todos lados (en las fábri­cas, en los super­mer­ca­dos, has­ta el Bur­ger King don­de yo tra­ba­ja­ba) los hora­rios se col­ga­ban en car­te­le­ras una vez por sema­na y si sufrían cam­bios, se corría el ries­go de no poder noti­fi­car al trabajador. 

Bue­na o mala, la tec­no­lo­gía avan­zó sobre nues­tras vidas y nues­tros tiem­pos. Somos pro­ta­go­nis­tas de “la cul­tu­ra de lo ins­tan­tá­neo”: el hori­zon­te es infi­ni­to, esta­mos dis­po­ni­bles 247. ¿En qué momen­to se vol­vió acep­ta­ble que nos escri­ban por tra­ba­jo un domin­go mien­tras dis­fru­ta­mos de un asa­do en fami­lia? ¿En qué momen­to resig­na­mos la pla­ni­fi­ca­ción de nues­tra edu­ca­ción o de las acti­vi­da­des de nues­tros hijos al rit­mo de un empleo que nos cam­bia las deman­das sobre la mar­cha? El sis­te­ma de comu­ni­ca­cio­nes per­so­nal se con­vir­tió en nues­tro sis­te­ma de comu­ni­ca­ción total y abso­lu­to: ¿cuán­do pasó?

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Bus­co “el valor del tiem­po” en Goo­gle y, entre otras cosas, encuen­tro fra­ses moti­va­cio­na­les sobre cómo hacer para que cada día cuen­te, se esti­re, se pro­duz­ca y se dis­fru­te. “Car­pe diem” y otros esló­ga­nes. Si algo está cla­ro des­de que nace­mos es que veni­mos con un stock de tiem­po dis­po­ni­ble inde­fi­ni­do, y que es lo más valio­so que tene­mos. En el últi­mo año y medio, a la pre­sión del tic tac bio­ló­gi­co se le sumó la piña, la evi­den­cia de que un virus pue­de dete­ner el reloj. 

Capitalismo digital

Nos repre­gun­ta­mos cuán­to vale nues­tro tiem­po. Quie­nes pode­mos ele­gir cues­tio­na­mos si que­re­mos vol­ver a ence­rrar­nos en el tra­ba­jo. Via­jar en tren, lle­gar a des­tino, ator­ni­llar­nos a nues­tro pues­to para vol­ver a salir varias horas más tar­de con los pies hin­cha­dos y el tup­per vacío en la mochi­la. Quie­nes pode­mos ele­gir tam­bién nos cues­tio­na­mos si vol­ve­ría­mos a dejar para el tiem­po “libre” la agen­da de médi­cos, trá­mi­tes, com­pras, asun­tos fami­lia­res, lim­pie­za, para lue­go topar­nos con la cena, una serie, el modo on al des­per­ta­dor del celu­lar y vuel­ta a empe­zar. Una pan­de­mia tuvo que venir para que muchos pudie­ran encon­trar el tiem­po para lim­piar o refor­mar ese rin­con­ci­to olvi­da­do de la casa. Pero eso pron­to se ter­mi­nó y nos comie­ron las horas del día en un sin­fín de deman­das per­so­na­les y laborales. 

Car­pe diem: ¿cómo ges­tio­na­mos el tiem­po en esta socie­dad? ¿Qué cam­bios sufre en esta eta­pa del capi­ta­lis­mo digital?

¿En qué momen­to se vol­vió acep­ta­ble que nos escri­ban por tra­ba­jo un domin­go mien­tras dis­fru­ta­mos de un asa­do en familia?

El tra­ba­jo es tiem­po (1). Y es el úni­co y ver­da­de­ro gene­ra­dor de valor en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta. La tra­duc­ción, en tér­mi­nos de igual­da­des lógi­cas, es que el tiem­po es valor. Apro­piar­nos del tiem­po nos per­mi­te adue­ñar­nos de un gene­ra­dor de rique­za económica. 

Pri­me­ro fue­ron las luchas obre­ras del siglo XIX: el mun­do del tra­ba­jo capi­ta­lis­ta tuvo una puja por el tiem­po del tra­ba­ja­dor que nos dejó la jor­na­da de 8 horas como hito his­tó­ri­co. La con­quis­ta vol­vió a poner el tiem­po en orden en una cul­tu­ra labo­ral que con­su­mía la jor­na­da de los obre­ros indus­tria­les. Ocho horas de tra­ba­jo, ocho horas de ocio, ocho horas de des­can­so reza­ba el lema. Pare­cía que por fin había­mos gana­do como tra­ba­ja­do­res una rela­ti­va sobe­ra­nía de nues­tro tiem­po. Recu­pe­rar un rato de vida para sí mis­mo, dere­cho fun­da­men­tal de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Lue­go lle­ga­ron las femi­nis­tas a seña­lar que ese slo­gan invi­si­bi­li­za las tareas de cui­da­do: ¿cómo tener ocho horas de ocio mien­tras las tareas de cui­da­do recaen sobre manos feme­ni­nas para cui­dar y criar per­so­nas úti­les al sis­te­ma eco­nó­mi­co? Esas tareas no reco­no­ci­das poco a poco se enmar­can como tra­ba­jo no pago. 

La limi­ta­ción de la jor­na­da fue la con­quis­ta más impor­tan­te de la pri­me­ra revo­lu­ción indus­trial. Dere­chos que con­ser­va­mos has­ta hoy y que en muchos paí­ses fue­ron amplia­dos con esque­mas aún más pro­gre­sis­tas, vin­cu­la­dos a mayo­res reduc­cio­nes de hora­rios. En Argen­ti­na, por fin se empie­zan a deba­tir pro­yec­tos que están en esa direc­ción. Tene­mos una recien­te con­quis­ta del dere­cho a la des­co­ne­xión digi­tal para los tele­tra­ba­ja­do­res, pero fal­ta ir a por todos los demás. Pero, ¿qué pasó mien­tras tanto?

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¿Quie­ro tener dos celu­la­res para sepa­rar los tan­tos, o esa alter­na­ti­va tam­bién es un arma de doble filo? Más que dos dis­po­si­ti­vos, nece­si­ta­mos reglas de juego.

La natu­ra­li­za­ción de la tec­no­lo­gía nos hace pre­fe­rir un con­fort apa­ren­te por sobre reglas que per­mi­tan sepa­rar lo labo­ral de lo familiar/​personal. La vida social al alcan­ce de la mano y la posi­bi­li­dad de bus­car, con­se­guir y/​o ges­tio­nar tra­ba­jo mien­tras espe­ro a que me atien­dan en el hos­pi­tal o mien­tras via­jo en colec­ti­vo. Aquí esta­mos con un solo dis­po­si­ti­vo, con todo fusio­na­do ‑y mez­cla­do casi sin con­trol- ahí aden­tro. ¿Quie­ro tener dos celu­la­res para sepa­rar los tan­tos, o esa alter­na­ti­va tam­bién es un arma de doble filo? Más que dos dis­po­si­ti­vos, nece­si­ta­mos reglas de juego.

La pan­de­mia no hizo más que com­ple­ji­zar el pano­ra­ma: la fusión entre el espa­cio digi­tal de tra­ba­jo y el per­so­nal se sumó a la fusión del espa­cio físi­co de tra­ba­jo en el hogar. Espa­cio y tiem­po. La defi­ni­ción del ser humano. Aho­ra esta­mos dis­po­ni­bles en cual­quier momen­to y lugar.

La vida capi­ta­lis­ta nos com­pli­ca­ba tra­ba­jar y estu­diar. Tra­ba­jar y mater­nar. Tra­ba­jar y pater­nar. Tra­ba­jar y per­se­guir sue­ños. Tra­ba­jar y via­jar. Tra­ba­jar y lo que sea que que­ra­mos agre­gar al final. Nece­si­ta­mos el dine­ro para vivir, pero no nos que­da­ba vida para el res­to prin­ci­pal­men­te por­que no había mar­gen de manio­bra. Los dere­chos con­quis­ta­dos a lo lar­go de los años iban en esa direc­ción: días por examen, licen­cias por mater­ni­dad, días por enfer­me­dad, vaca­cio­nes, etc. Todas con­quis­tas que apun­ta­ban a dar cier­to mar­gen de sobe­ra­nía en la ges­tión de nues­tro tiempo.

Muchas veces me pre­gun­to si ya tenía­mos la idea de libe­rar­nos de las impo­si­cio­nes tem­po­ra­les antes de la era digi­tal o si la tec­no­lo­gía lo per­mi­tió y se dio así, sin más. En par­te por­que apren­di­mos a ges­tio­nar nues­tro tiem­po y otro poco por abu­sos de los emplea­do­res, hoy nos encon­tra­mos todos acá, revol­caos en el mis­mo lodo, todos mano­seaos: las jor­na­das tie­nen un hori­zon­te infi­ni­to, los dis­po­si­ti­vos nos comu­ni­can a velo­ci­da­des extra­or­di­na­rias, la dis­po­ni­bi­li­dad es total y las reglas poco cla­ras. Y ahí empie­zan otros problemas…

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El dis­cur­so empren­de­dor está aquí: en los afi­ches que empa­pe­lan la ciu­dad de Bue­nos Aires, en los anun­cios de Ins­ta­gram, en las noti­cias, en nues­tras sub­je­ti­vi­da­des. Se pro­mo­cio­na “sé tu pro­pio jefe” y “ges­tio­ná tu pro­pio tiem­po” como si eso fue­ra fácil y posi­ble. Una fugaz ilu­sión de jugar a ser un capi­ta­lis­ta sin más capi­tal que el pro­pio tra­ba­jo, el pro­pio tiem­po, las fac­tu­ras del mono­tri­bu­to y algún que otro recur­so edu­ca­ti­vo que logra­mos adqui­rir a par­tir de la cuna y de la his­to­ria que nos tocó vivir. 

La épo­ca nos atra­vie­sa, no impor­ta en qué sec­tor este­mos ni la con­di­ción labo­ral en la que nos encon­tre­mos. Un tra­ba­ja­dor bus­ca ganar­se la vida en una bici de repar­to, una perio­dis­ta cola­bo­ra para die­cio­cho medios, un gasis­ta hoy hace una ins­ta­la­ción en Ave­lla­ne­da y maña­na en Esco­bar, una docen­te cru­za varios tur­nos y cole­gios, un abo­ga­do y un con­ta­dor se vuel­ven auto­di­dac­tas en las nue­vas leyes y regla­men­ta­cio­nes para cap­tar nue­vos clien­tes. ¿Se pue­de ges­tio­nar el tiem­po en un esce­na­rio de pluriempleo? 

La ges­tión del tiem­po habi­li­ta­da por la tec­no­lo­gía nos hace ilu­sio­nar­nos con ganar una pelea que se vie­ne libran­do des­de hace más de un siglo

Nos que­da un eco de las his­to­rias de per­so­nas que se con­vir­tie­ron en mag­na­tes sin más recur­sos que esos. ¿Cuán sim­bó­li­cos son esos casos, en un país con el 40% de su pobla­ción en la pobre­za y com­pa­ra­dos con la enor­me masa de tra­ba­ja­do­res a nivel mun­dial? El empren­de­du­ris­mo no pare­ce una sali­da para el común de la gente. 

Sin embar­go, ese dis­cur­so nos inter­pe­la, y a muchos los con­ven­ce. ¿Por qué? La posi­ble ges­tión del tiem­po habi­li­ta­da por la tec­no­lo­gía nos hace ilu­sio­nar­nos con ganar una pelea que se vie­ne libran­do des­de hace más de un siglo.

La rela­ción entre el capi­tal y el tra­ba­jo siem­pre tuvo una puja por el tiem­po. Una puja que sigue más vigen­te que nun­ca: el sis­te­ma muta hacia una nue­va for­ma de capi­ta­lis­mo más tecno efi­cien­te, un capi­ta­lis­mo digi­tal o ciber­né­ti­co que dati­fi­ca nues­tra exis­ten­cia y con­su­me nues­tra vida mis­ma. Ese capi­tal tec­no­ló­gi­co bus­ca domi­nar nues­tro tiem­po de la for­ma más cruel: con­si­de­rán­do­nos un insu­mo del méto­do “just in time”.

Los sis­te­mas pro­duc­ti­vos aba­ra­ta­ron los cos­tos de trans­por­te de una for­ma nun­ca antes vis­ta. Se anu­la el espa­cio por el tiem­po: las fron­te­ras y dis­tan­cias se vuel­ven difu­sas cuan­do lle­var y traer mer­can­cías se hace a un cos­to nulo y a una velo­ci­dad extra­or­di­na­ria. Des­de cual­quier lugar del mun­do com­prás un libro en Ama­zon y en días está en la puer­ta de tu casa a un cos­to muy bajo si lo que­rés en papel. Si pedís un dise­ño, a tra­vés de una impre­so­ra 3D lo tenés ins­tan­tá­nea­men­te en el país. Los datos posi­bi­li­tan una inge­nie­ría pro­duc­ti­va que entre­ga “jus­to a tiem­po” y bajo el per­fil indi­ca­do. Publi­ci­da­des seg­men­ta­das, pro­duc­tos y ser­vi­cios adaptados. 

Capitalismo digital

¿Y el trabajo? 

Una fun­ción pro­duc­ti­va así de pre­ci­sa nece­si­ta­ba de ese ejér­ci­to de tra­ba­ja­do­res dis­po­ni­bles para ser­vir a una cade­na glo­bal de valor incan­sa­ble, que no duer­me y que pue­de lle­gar has­ta todos los rin­co­nes del pla­ne­ta. Y ahí esta­mos noso­tros, con nues­tro medio de trans­por­te gra­tui­to a dis­po­ni­bi­li­dad del capi­tal: los sis­te­mas de men­sa­je­ría y la cul­tu­ra de la dis­po­ni­bi­li­dad ins­tan­tá­nea. Aquí esta­mos los tra­ba­ja­do­res del mun­do, en un uni­ver­so de hiper­co­nec­ti­vi­dad soñan­do en ges­tio­nar un tiem­po que ya no nos per­te­ne­ce y al cual resis­tir­se se requie­re valen­tía y un fuer­te detox tecnológico.

La fal­ta de reglas cla­ras, de nue­vos dere­chos en torno a la ges­tión del tiem­po como en su momen­to supo ser la jor­na­da de 8 horas, es uno de los moti­vos por el que el dis­cur­so empren­de­dor nos inter­pe­la. Esta­mos per­dien­do el dere­cho a una jor­na­da de 8 horas fren­te al capi­tal tec­no­ló­gi­co, y la fal­sa idea de poder auto­ges­tio­nar­se nos hace pen­sar que lo vamos a recu­pe­rar. Pero nada más ale­ja­do: ¿qué poder pue­de tener un indi­vi­duo ais­la­do fren­te a un capi­tal tec­no­ló­gi­ca­men­te poten­cia­do que me nece­si­ta dis­po­ni­ble? Ninguno. 

Ges­tio­nar mi tiem­po. El libre y el de tra­ba­jo. Ese debe­ría ser nues­tro lema en un pro­le­ta­ria­do digi­tal que con­ti­núa vivien­do la vie­ja puja entre capi­tal y tra­ba­jo pero en ver­sión cibernética.

***

El dere­cho a la des­co­ne­xión digi­tal vis­to como el dere­cho a no reci­bir men­sa­jes ni ser con­tac­ta­do fue­ra de hora­rio labo­ral es un comien­zo. Recu­pe­rar la sobe­ra­nía del tiem­po libre es nece­sa­rio por la salud men­tal y por la igual­dad de géne­ro, pero no alcan­za. Se que­da cor­to res­pec­to a las nece­si­da­des que trae a los tra­ba­ja­do­res el capi­ta­lis­mo digital.

Nece­si­ta­mos tam­bién poder ges­tio­nar nues­tro tiem­po de trabajo. 

La lucha sin­di­cal de la era digi­tal es la lucha por el tiem­po. Por­que esta es una lucha colec­ti­va. Un tra­ba­ja­dor ais­la­do pier­de por golea­da la bata­lla. Vie­jas pujas que se repi­ten en cla­ve digi­tal. Nece­si­ta­mos nue­vas reglas de jue­go que se sumen a las que ya hemos sabi­do con­quis­tar y nos per­mi­tan recu­pe­rar lo más valio­so que tene­mos: nues­tro tiempo. 

¿De qué sir­ve pedir­me el día por examen si no paran de enviar­me mails y men­sa­jes pre­gun­tán­do­me cosas? La licen­cia se disi­pa cuan­do sigo tra­ba­jan­do des­de la cama, si es que ten­go la fuer­za para hacer­lo, en este capi­ta­lis­mo “car­pe diem”.

Fuen­te: Anfibia

Itu­rria /​Fuen­te

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