Migran­tes. La peli­gro­sa (y poco cono­ci­da) ruta entre Pana­má y Colom­bia don­de la cifra de niños que cru­zan se mul­ti­pli­ca por quince

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de mar­zo de 2021. 

Datos pro­por­cio­na­dos por Uni­cef aler­tan que el núme­ro de meno­res que hacen esa tra­ve­sía se ha dis­pa­ra­do en los últi­mos cua­tro años.

El bos­que, el tapón, la espe­su­ra. Un folla­je de más de 100 kiló­me­tros se inter­po­ne en la ruta Pan­ame­ri­ca­na que une a todo el con­ti­nen­te. Ese obs­tácu­lo ver­de y peli­gro­so, cono­ci­do como la sel­va de Darién, está ubi­ca­do en la fron­te­ra entre Pana­má y Colom­bia, y es don­de se ha dis­pa­ra­do por 15 veces el núme­ro de niños que cru­zan hacia el nor­te en los últi­mos cua­tro años.

El Fon­do de las Nacio­nes Uni­das para la Infan­cia (Uni­cef) deta­lla que si en 2017 cru­za­ron 109 niños, la cifra lle­gó a 1.653 el año pasa­do, con un pico sig­ni­fi­ca­ti­vo de 3.956 meno­res de edad en 2019. El flu­jo migra­to­rio en esa zona no ha dis­mi­nui­do a pesar de un año de pan­de­mia, ni tam­po­co los peli­gros a los que se expo­nen en una travesía.

Hay un dato aún más reve­la­dor: si en 2017 solo 2 % de los migran­tes que empren­dían en ries­go­so via­je eran niños, ese por­cen­ta­je fue de más de 25 % en 2020. En total, en ese mis­mo perío­do más de 46.500 migran­tes atra­ve­sa­ron la sel­va de Darién y 6.240 eran niños.

UNICEF/​UN0433742/​Moreno Gonzalez

«He vis­to a muje­res salir de la sel­va car­gan­do a sus bebés en bra­zos des­pués de cami­nar más de sie­te días sin agua, comi­da ni nin­gún tipo de pro­tec­ción», afir­mó Jean Gough, direc­tor Regio­nal para Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be, des­pués de una visi­ta de dos días en la zona.

Des­gas­te físi­co, men­tal y hacinamiento

La pro­ce­den­cia de estos migran­tes es diver­sa. Aun­que algu­nos huyen de zonas de con­flic­to en Lati­noa­mé­ri­ca, tam­bién lle­gan des­de Asia y Áfri­ca. El tra­yec­to insó­li­to que son capa­ces de reco­rrer no ter­mi­na en ese ist­mo, sino que inclu­so repre­sen­ta un obs­tácu­lo mayor por­que en ese entra­ma­do de sel­va ani­dan las mafias del nar­co­trá­fi­co, la gue­rri­lla y el lucra­ti­vo nego­cio del trá­fi­co de personas.

Gough, en el infor­me de Uni­cef, lo reco­no­ce: «Estas fami­lias están superan­do sus pro­pios lími­tes y ponien­do sus vidas en peli­gro, a menu­do sin dar­se cuen­ta del ries­go que corren. Aque­llos que logran final­men­te cru­zar esta peli­gro­sa fron­te­ra que­dan devas­ta­dos físi­ca y men­tal­men­te. Sus nece­si­da­des huma­ni­ta­rias son inme­dia­tas e inmensas».

Según el más recien­te infor­me del Ins­ti­tu­to de Estu­dios para el desa­rro­llo y la paz (Inde­paz), en los últi­mos años el Tapón de Darién ha ser­vi­do de refu­gio para gru­pos nar­co­pa­ra­mi­li­ta­res y gue­rri­lle­ras como las Auto­de­fen­sas Gai­ta­nis­tas de Colom­bia (AGC), el Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal (ELN) y el Clan de Gol­fo, que se radi­can en estas zonas «para con­tro­lar el cobro de rama­je a embar­ca­cio­nes que salen des­de Cho­có hacia Pana­má car­ga­das de cocaína».

Esas mafias tam­bién se apro­ve­chan de los migran­tes. Des­de los coyo­tes que les cobran para hacer­los atra­ve­sar el ‘tapón’, has­ta las orga­ni­za­cio­nes ile­ga­les que usan como mulas a las per­so­nas más vul­ne­ra­bles, los que se atre­ven al cru­ce que­dan a mer­ced de un lucra­ti­vo nego­cio que, según Mis­sing Migrants, ha cobra­do la vida de 17 per­so­nas tan solo el año pasado.

© UNICEF/​UN0433823/​Moreno Gonzalez

Ade­más, las muje­res y los niños son las pobla­cio­nes más vul­ne­ra­bles. El infor­me de Uni­cef deta­lla que ya se han repor­ta­do abu­sos sexuales.

Entre­tan­to, las loca­li­da­des fron­te­ri­zas que se encuen­tran en ese trán­si­to están al bor­de del colap­so y no cuen­tan con ser­vi­cios bási­cos, tal como cer­ti­fi­có Gough. Pobla­dos como Bajo Chi­qui­to, que están habi­ta­dos por poco más de 400 indí­ge­nas embe­ra, han teni­do que aco­ger a unos 1.400 migran­tes. En medio de esa espe­su­ra de bos­que tro­pi­cal, la ausen­cia de agua, luz o infra­es­truc­tu­ra, hacen del haci­na­mien­to un deno­mi­na­dor común. 

A estas difi­cul­ta­des se suma el hecho de que ese cru­ce está ubi­ca­do en un Par­que Nacio­nal, decla­ra­do patri­mo­nio de la Huma­ni­dad por la Unes­co, cuya reser­va de bios­fe­ra alber­ga ani­ma­les que, en con­tac­to con el ser humano, pue­den repre­sen­tar un peli­gro. Así, las per­so­nas migran­tes atra­vie­san un sen­de­ro don­de hay ser­pien­tes vene­no­sas, zan­cu­dos que trans­mi­ten enfer­me­da­des infec­cio­sas y vida silvestre. 

Un trán­si­to que se incrementará

A pesar de los retos, el pro­nós­ti­co de Uni­cef es que el trán­si­to de fami­lias por la zona se incre­men­te. Las razo­nes son múl­ti­ples y se han agra­va­do en medio del covid-19, las difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas que atra­vie­san los paí­ses en desa­rro­llo y el sue­ño de mejo­rar las con­di­cio­nes de vida.

Ade­más, la esta­ción seca que comien­za en las pró­xi­mas sema­nas es un ali­cien­te para pre­pa­rar el via­je, por lo que las agen­cias de la ONU se pre­pa­ran para enfren­tar la lle­ga­da de más per­so­nas, en espe­cial niños.

«La migra­ción de muje­res y niños a tra­vés del Tapón de Darién no es un fenó­meno nue­vo; sin embar­go, esta ruta que se diri­ge a los EE.UU. sigue sien­do tan des­co­no­ci­da como peli­gro­sa y este flu­jo de migra­ción tien­de a aumen­tar», admi­tió Gough. Para el direc­tor regio­nal de Uni­cef, el asun­to de fon­do es que si no se ata­can las razo­nes de fon­do detrás de la migra­ción, esas fami­lias se que­da­rán «sin otra opción que aven­tu­rar­se en este peli­gro­so viaje».

Fuen­te: RT

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