Pana­má. Extrac­ti­vis­mo y desa­rro­llo (sos­te­ni­ble, y del otro)

Por Gui­ller­mo Cas­tro H. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de diciem­bre de 2020.

Todo pro­ce­so de tra­ba­jo tie­ne su ori­gen, por remo­to que sea, en la extrac­ción y trans­for­ma­ción de ele­men­tos natu­ra­les en recur­sos que pue­dan ser incor­po­ra­dos a una cade­na pro­duc­ti­va, cuya crea­ción ‑median­te acti­vi­da­des extrac­ti­vas- es inhe­ren­te a todo pro­ce­so productivo.

Dichas acti­vi­da­des expre­san una acción racio­nal, con arre­glo a deter­mi­na­dos fines, que se lle­va a cabo median­te pro­ce­sos de tra­ba­jo social­men­te orga­ni­za­dos en los que se expre­sa, a su vez, el carác­ter de las rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción domi­nan­tes en la socie­dad que los lle­va a cabo.

Con ello, la extrac­ción hace par­te de los pro­ce­sos de inter­ac­ción entre sis­te­mas socia­les y sis­te­mas natu­ra­les ‑y de las con­se­cuen­cias para ambos a lo lar­go del tiempo‑, que cons­ti­tu­yen el obje­to de estu­dio de la his­to­ria ambiental.

En esta pers­pec­ti­va, aque­llo que hoy deno­mi­na­mos extrac­ti­vis­mo desig­na la orga­ni­za­ción, la esca­la y las con­se­cuen­cias que adquie­re la extrac­ción de recur­sos natu­ra­les en la épo­ca del desa­rro­llo de nues­tra espe­cie, en que nues­tras rela­cio­nes de pro­duc­ción se estruc­tu­ran para la acu­mu­la­ción ince­san­te de capi­tal a esca­la pla­ne­ta­ria. El extrac­ti­vis­mo no es un modo de pro­duc­ción, sino una for­ma de par­ti­ci­pa­ción en el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo corres­pon­dien­te al perío­do en que éste con­si­gue ope­rar como un mer­ca­do mun­dial que fun­cio­na en tiem­po real, a tra­vés de una con­cen­tra­ción y cen­tra­li­za­ción sin pre­ce­den­tes en la his­to­ria del capital.

De allí que, a gros­so modo, el extrac­ti­vis­mo emer­ja como un pro­ble­ma rele­van­te en lo que algu­nos han veni­do a lla­mar el antro­po­ceno, aque­lla épo­ca en que la acción huma­na sobre la natu­ra­le­za alcan­za las dimen­sio­nes de una fuer­za geológica.

Cabe enten­der, así, que el extrac­ti­vis­mo desem­pe­ñe un papel de pri­mer orden en el desa­rro­llo de socie­da­des ubi­ca­das en las peri­fe­rias y semi­pe­ri­fe­rias del sis­te­ma mun­dial, en las que con­tri­bu­ye a gene­rar y sos­te­ner una moda­li­dad pecu­liar de for­ma­ción eco­nó­mi­co social.

Esa moda­li­dad, sin embar­go, no se defi­ne úni­ca­men­te por su for­ma sino que esa for­ma expre­sa, por el con­tra­rio, su con­te­ni­do des­truc­ti­vo de las rela­cio­nes socio­am­bien­ta­les pre­ce­den­tes , que trae a la memo­ria aque­lla eco­no­mía de rapi­ña ‑que el geó­gra­fo fran­cés Jean Brunhes des­cri­bie­ra en las pose­sio­nes colo­nia­les de su país a prin­ci­pios del siglo XX‑, y expre­sa, tam­bién, su carác­ter de fenó­meno estruc­tu­ran­te del pro­pio sis­te­ma mun­dial, a cuya for­ma­ción vie­ne con­tri­bu­yen­do al menos des­de el siglo XVIII.

Aten­dien­do a lo ante­rior ‑y para uti­li­zar una expre­sión de moda- el extrac­ti­vis­mo cons­ti­tu­ye un fenó­meno de orden glo­cal, cuya expan­sión tie­ne con­se­cuen­cias que son par­te de la cri­sis ambien­tal global.

Si bien el extrac­ti­vis­mo no ha sido un fac­tor rele­van­te en el desa­rro­llo his­tó­ri­co de la socie­dad pana­me­ña, sí ha inci­di­do en su desa­rro­llo den­tro del mar­co más amplio del sis­te­ma mun­dial, en la medi­da en que el Corre­dor Inter­oceá­ni­co de Pana­má ha desem­pe­ña­do y desem­pe­ña un impor­tan­te papel en la cir­cu­la­ción del capi­tal en el mer­ca­do mun­dial des­de fines del siglo XVI.

El cum­pli­mien­to de ese papel a lo lar­go de cua­tro siglos lle­vó al desa­rro­llo de una for­ma­ción eco­nó­mi­co social que el his­to­ria­do pana­me­ño Alfre­do Cas­ti­lle­ro Cal­vo lla­mó “transitis­ta” en la déca­da de 1973.

La amplia­ción, en efec­to, incre­men­ta­rá la deman­da de agua para el fun­cio­na­mien­to del Canal en una esca­la que ame­na­za entrar en con­tra­dic­ción con la deman­da para con­su­mo humano del 50% de la pobla­ción del país, resi­den­te en las ciu­da­des ter­mi­na­les del Corre­dor Inter­oceá­ni­co, y que depen­de del mis­mo sis­te­ma hídri­co para su abastecimiento.

La solu­ción pre­vis­ta por el Esta­do es extraer agua de otros ríos para tras­va­sar­la a la Cuen­ca del Canal, amplian­do la hue­lla ambien­tal de la vía inter­oceá­ni­ca y gene­ran­do con­flic­tos socio ambien­ta­les de con­se­cuen­cias impre­vi­si­bles entre la pobla­ción de las cuen­cas que se verán afectadas.

Nos apro­xi­ma­mos, así, al momen­to en que un extrac­ti­vis­mo sui gene­ris obli­gue a la socie­dad pana­me­ña a reco­no­cer los lími­tes de la capa­ci­dad de los eco­sis­te­mas del Ist­mo para sos­te­ner la expan­sión del transistismo.

El extrac­ti­vis­mo creó el trán­si­to, y bien podría ocu­rrir que devo­re final­men­te a su criatura.El caso de Pana­má ‑un país sin tra­di­ción mine­ra ni petro­le­ra, en el que la eco­no­mía de plan­ta­ción ha teni­do una impor­tan­cia mar­gi­nal- com­prue­ba el carác­ter sis­té­mi­co del transitismo.

Dado ese carác­ter, ya resul­ta evi­den­te que la ope­ra­ción sos­te­ni­da del Canal depen­de­rá cada vez más de la crea­ción de las con­di­cio­nes indis­pen­sa­bles para la sos­te­ni­bi­li­dad del desa­rro­llo de la espe­cie huma­na en Pana­má, y en el mun­do entero.

Enca­rar esto deman­da­rá, en tér­mi­nos polí­ti­cos, reco­no­cer que ‑sien­do el ambien­te el resul­ta­do de las inter­ven­cio­nes huma­nas en la natu­ra­le­za, la crea­ción de un ambien­te dis­tin­to reque­ri­rá de la crea­ción de una socie­dad dife­ren­te, si de la sos­te­ni­bi­li­dad del desa­rro­llo de la espe­cie huma­na en el Ist­mo se trata.

Iden­ti­fi­car los tér­mi­nos de esa dife­ren­cia, y los modos de cons­truir­la, repre­sen­ta el mayor desa­fío cul­tu­ral y polí­ti­co que enfren­ta la socie­dad pana­me­ña en su his­to­ria. No esta­rá sola, pues este es tam­bién el desa­fío mayor de nues­tra espe­cie en el pla­ne­ta ente­ro si desea sobre­vi­vir. Para noso­tros, para todos, el tiem­po de cam­biar o pere­cer lle­ga ya, está llegando.

Fuen­te: Pren­sa Latina

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