Por Jeferson Miola. Resumen Latinoamericano, 8 de noviembre de 2020.
Dentro de unos años, conoceremos con gran detalle la actuación secreta de los militares, conocida como su “mano oculta” – principalmente de altos mandos del activo y reserva del Ejército brasileño – en la producción del caos permanente que hundió a Brasil en el precipicio actual.
Uniendo información, datos y hechos investigados, ya es posible armar el mural sobre el papel central de los militares en la conspiración que ha evolucionado hacia lo que propagan como su “retorno democrático” al poder.
Esta vez, a diferencia de 1964, durante años las Fuerzas Armadas manejaron la ruptura del estado de derecho y la ruptura del sistema legal de una manera suave, progresiva y constante, sin la necesidad de poner tanques en las calles para violar mortalmente la democracia.
Paso a paso, resguardando y sincronizando las bases legales, políticas y mediáticas con dispositivos de guerra híbrida, los militares extendieron los límites de la institucionalidad hasta instituir como una “nueva normalidad” el régimen de excepción y su equivalente derecho penal del enemigo. Sin disparo de rifle.
Con el tiempo, las dudas sobre el gobierno militar instalado con la elección de Bolsonaro se van disipando. Cada día surgen señales e indicios que confirman que Bolsonaro es una pieza hecha a la medida del engranaje planeado por los conspiradores del cuartel.
Con todos los hechos ya revelados, es posible inferir que Bolsonaro es una pieza que integra el plan de poder de los militares, y no al revés.
Según el periodista argentino Marcelo Falak, Bolsonaro es el «proyecto secreto» de la cumbre militar. El ex capitán fue el “motor electoral” que hizo posible el plan en el cuartel durante las últimas décadas por parte de sectores golpistas de las FFAA.
Durante la transición, que estuvo bajo la tutela de la FFAA, los militares iniciaron el proceso de recomposición de su papel en la política y el esquema de poder del país. Y tuvieron como gran baza la redacción del artículo 142 de la Constitución de 1988.
Desde mediados de la década de 2000, en una interpretación delirante de este artículo 142, los extremistas de derecha han hecho alarde del caos social y político para pedir el restablecimiento del orden a través de la intervención militar ahora.
A partir de 2013, pancartas con dichos dichos se hicieron comunes en las manifestaciones callejeras promovidas por estafadores censurados por Globo. Pero lo que es peor, durante varios años pancartas defendiendo el golpe militar colgaban permanentemente en el césped frente al Planalto, STF, Congreso, ¡a no más de 300 metros del MPF y del PF!
Se dice que el trabajo de la Comisión Nacional de la Verdad (CNV), al revolver el pasado, avivó el sentimiento de venganza “dormido” de los nostálgicos de los sótanos de la dictadura.
Sin embargo, a la luz de la evidencia actual, el peso de este tema en el ánimo golpista de los militares está bastante relativizado. Esto se debe a que la reacción a la CNV parece haberle servido solo como pretexto para intensificar el proceso de adoctrinamiento y politización de las tropas. Politización, además, que nunca dejó de ocurrir, incluso con el fin del régimen, en 1985.
Los conspiradores nunca abandonaron el proselitismo político con retórica reaccionaria, del enemigo interno, del anticomunismo /antipetismo en cuarteles e instalaciones militares. La candidatura de Bolsonaro a la presidencia, de hecho, se lanzó por primera vez el lejano 29 de noviembre de 2014, en el patio de AMAN – Academia Militar das Agulhas Negras.
Es innecesario recordar episodios importantes de la actuación de los mandos militares en la política, como los tuits de Villas Bôas custodiando el STF para mantener a Lula en prisión política, así como el nombramiento del general Fernando Azevedo e Silva [sucedido en el cargo por el general Ajax Porto Pinheiro] asesoramiento especial del presidente de la Corte Suprema, con el evidente propósito de proteger a Dias Toffoli y, en cierto sentido, cerrar el STF.
La confesión de Michel Temer (MDB) sobre las articulaciones con el general Villas Bôas en los meses previos al juicio político fraudulento de la presidenta Dilma es una prueba más de la intromisión secreta, inconstitucional e ilegal de los militares en la política nacional.
También demuestra que a lo largo de este largo período de más de una década, los militares operan un plan estratégico, ajustado a cada situación específica, pero sin apartarse del objetivo establecido de, instalando el caos provocado por ellos, tomar asaltar el poder.
Villas Bôas actuó como su homólogo chileno Augusto Pinochet, el general que el 11 de septiembre de 1973 traicionó y derrocó al presidente Allende.
Al igual que Dilma, Allende nombró ingenuamente Comandante del Ejército del país a un general que, pretendiendo ser un legalista, resultó ser un miserable traidor y conspirador.
Fuente: jeferson miola