Hace unos meses tuve la ocasión, junto a otras/os compañeras, de compartir unos días con el entonces alcalde de Arenys de Munt ( Joxep Manel Ximenis-CUP) , parte de su equipo y otros dos miembros destacados de la izquierda independentista catalana. Arenys de Munt fue el primer municipio donde una iniciativa popular organizó la primera consulta independentista.
Pudimos conversar sobre las diferentes posibilidades que podrían darse una vez que se convocara la consulta para todo el “Principat”.
Estos/as activistas catalanes tenían claro que la escenificación de Artur Mas como “líder” del proceso independentista tenía como labor principal controlar el proceso soberanista para evitar que de él surgiera la posibilidad de un verdadera proceso de liberación nacional y transformación social que diera paso a la constitución de una república soberana catalana dirigida por la izquierda.
CiU no ha sido, ni es, una coalición independentista. El verdadero escenario que ha perseguido CiU es tener una autonomía dentro del Estado español con competencias económicas y fiscales similares a las de Hego Euskal Herria de la actualidad. Los años dorados de CiU fueron los años de gobierno de Pujol. Los primeros casos de corrupción que han salido a la sombra del proceso soberanista son solo la punta del iceberg de una manera de proceder que era pública en medios catalanes. De hecho, cuando ERC tuvo una importante subida que permitió expulsar del gobierno a CiU, justificaron la extraña alianza con el PSC con el argumento de hacer una limpia en las instituciones, una depuración que supuso la pérdida de 1.000 altos cargos que ostentaba CiU.
El Nuevo Estatut pactado con CiU, PSC, Iniciativa y otras fuerzas fue “cepillado” en palabras de Alfonso Guerra por parte del Parlamento español. Mientras, desde las iniciativas populares y desde organizaciones independentistas situadas a la izquierda de ERC, se hacía otro guión hacia la soberanía.
Primero en Arenys de Munt y en dos años en cientos de municipios, en contra de la opinión de ERC y CiU, la izquierda independentista, las CUP, e iniciativas populares locales, se hicieron consultas independentistas que aceleraron el proceso. La creación de la ANC y las movilizaciones de la diada fueron junto a las consultas locales lo que obligaron a ERC y a CiU a resituarse en el escenario catalán. Como ha sucedido en multitud de ocasiones, la movilización popular desbordó los cautos planes de los políticos profesionales.
La Diada del año 2013 obligó definitivamente a Artur Mas a escenificar que cogía las riendas del proceso y que llevaría a Cataluña a una consulta a nivel nacional. A regañadientes y a cambio de tener del gobierno de la Generalitat, marcaron en el calendario el día de la consulta y han aprobado recientemente la recurrida “Ley de Consulta”.
Unió, hermana menor de la Coalición CiU, continuamente se ha expresado en contra de una ruptura independentista. Mas, también, en varias ocasiones ha insinuado que puede suspender la consulta y gestionar el proceso por medio de un adelanto electoral, o unas elecciones disfrazadas de plebiscito. La Diada de este año, ha vuelto a dificultar a Mas “planes B” que evitaran la consulta, pero todo parece indicar que el “President” en cuanto pueda ofrecerá una solución aceptable para el Estado español y las grandes fuerzas económicas con las que se identifica su partido. La verdadera labor de Mas no es posibilitar el referéndum, es intentar que no se de una ruptura independentista y mucho menos permitir que en esa ruptura, la izquierda sea la que pueda condicionar el proceso constituyente catalán.
ERC también tiene sus dudas. Lo mismo que puso pegas a las consultas independentistas nacidas de iniciativas ciudadanas, a ERC le podría interesar la ruptura del bloque independentista a sabiendas que el electorado castigaría a CiU, en un contexto de un PSC en descomposición y con una izquierda independentista, aún, sin respaldo suficiente para hacerle sombra. Unas elecciones autonómicas, adelantadas o no, daría la mayoría a ERC que pudiera conformarse con una declaración simbólica de independencia en el Parlament, pero que en realidad ralentizaría el proceso popular, lo institucionalizaría y funcionaría en la práctica durante unos años en una situación no muy diferente de la actual. Un gobierno autonómico, con algunas competencias reconocidas, una declaración formal de independencia, pero sin acción soberana real.
No quisiera hacer un mal augurio, pero mucho me temo que sea muy posible que con el pretexto de no haber garantías legales Artur Mas no llamará al referéndum (No sería descabellado pensar que lo tenía hablado previamente con la Moncloa en su reciente visita ). ERC con ambigüedad calculada se situaría entre quienes llamarán a la desobediencia y quienes reclamen elecciones plebiscitarías. Así las cosas, es posible que el 9 – N ANC, las CUP y otras organizaciones de la izquierda independentistas se queden solas en la defensa de un proceso unilateral de consulta, declaración de independencia y apertura de un proceso constituyente.
De suceder así, se producirá una ruptura del bloque independentista, actualmente mayoritario y se podría frustrar un guión menos complicado que pasa por una la consulta del 9‑N, con consenso suficiente y consentimiento internacional, por otra vía más compleja y dinamizada por una minoría más comprometida, pero minoría.
El Estado y las fuerzas sistémicas (Fuerzas del regimen del 78 que diría el televisivo Pablo Iglesias), entre las que se encuentra CiU, cuentan con la posibilidad de que la frustración provocada por el “Interruptus” de la consulta desinfle el musculo soberanista popular.
Algo que también lo intentará en caso de se hiciera la consulta, puesto que CiU la presenta como “consultiva” y sería de relativa facilidad hacer una gestión sistémica del veredicto popular iniciando una negociación a largo plazo con el Estado español, sin ruptura del marco consitucional español.
Sea como fuere, como hace unos años, también ahora, los movimientos populares y la izquierda independentista son los verdaderos interesados de romper amarras con el Estado español y hacer un proceso constituyente que plantee otro modelo socioeconómico diferente. En caso de que el referendum no se haga y en caso de que CiU y ERC ya no acompañen al proceso soberanista, en Euskal Herria y en Cataluña nos encontraríamos de nuevo ante una situación similar que requerirá un modelo diferente al de Escocia y al que está intentando romper el Estado español y sus aliados tradicionales en Cataluña.
Coetaneo a Lizarra-Garazi, el independentismo de izquierdas tuvo un alza exponencial que desaprovechó ERC. Sin emabrgo, en tan solo 14 años, el independentismo en Cataluña ha pasado de cifras en torno al 16% a tener un respaldo mayoritario que está haciendo temblar los cimientos del regimen español. No solo eso, el independentismo catalán, como el vasco, se ha actualizado. La izquierda sigue creciendo frente al regionalismo de derechas, y sectores que hace tan solo 10 años no pensaban en absoluto en clave nacional catalana lo están ya haciendo .
El independentismo catalán de izquierdas ha sabido atraerse a nuevo sectores, a nuevas generaciones, a gentes procedentes de otras partes de la Península y del mundo. Es posible que en 2014 el Principat oficialmente aún no declare la independencia, pero el escenario político catalán ha cambiado definitivamente. El regimen español, trescientos años después que Felipe V a sangre y fuego elimara las instituciones catalanas, ha caído. Cataluña camina ya como nación. Ahora hace falta que Euskal Herria camine a su par y juntas nos libremos en breve de esa lacra de estar sujetos a los desinios de Madrid y “Los Mercados”.