“Me encanta el fútbol, de cualquier categoría y, por supuesto, voy a ver y seguir los partidos del mundial. Pero nunca generé un sentimiento de pertenencia con la Selección. No me agobia su derrota y no siento por ella ni una ínfima parte del inmenso amor que siento por River”. Fue la frase que expresó una joven hincha argentina cuando le pregunté si estaba entusiasmada con el Mundial. Sus dichos coincidieron con las apreciaciones de otros fanáticos de distinto género que no dudaron en declarar la supremacía del amor tribal por sobre el de la Selección Nacional.
Pero aquí me quiero centrar en la experiencia de esta joven que, como otras fanáticas, eligió el fútbol como deporte para practicar y mirar; y que, como otras, se lamenta por los mecanismos de invisibilización y cosificación a las que son sometidas en los medios periodísticos. Frente al ingreso progresivo de mujeres al universo del fútbol, la pregunta es ¿cuáles son los espacios que ellas (periodistas, deportistas y fanáticas) tienen en los distintas medios? ¿Cómo son representadas durante el mundial, considerando que éste es un momento singular en el que abundan, hasta la saturación, las narrativas sobre la patria? Bastarán algunos ejemplos que surgen de la lectura del diario Olé –el periódico deportivo más popular de la Argentina– para mostrar ciertos aspectos de la relación entre fútbol, mujeres y medios de comunicación.
El crecimiento de mujeres que se incorporaron al campo futbolístico en los últimos años no ha conducido, no digo a equilibrar la balanza de la desigualdad de géneros pues esto sería una ilusión, sino a superar algunos de los prejuicios y estereotipos que se formulan sobre ellas. Un dato es contundente: la notoria ausencia de las voces de las fanáticas que quieren opinar sobre los pormenores de un encuentro deportivo; un gesto que se duplica con la falta de noticias sobre los partidos de fútbol de mujeres que juegan en la liga profesional y en las ligas amateurs. La excepción a la regla sobre la representación femenina es la cobertura de Las Leonas (seleccionado de hockey femenino multicampeón), y algunas noticias esporádicas sobre yudo, tenis y boxeo.
Podría decir, sólo en primera instancia, que hay una tendencia inversa en el periodismo deportivo, dada por la incorporación progresiva de mujeres periodistas en la prensa y distintos programas de televisión. En este caso, el diario Olé es significativo.
Como comentó uno de sus periodistas, Olé ha incorporado “como ningún medio gráfico” a periodistas mujeres en su staff (en comparación con los suplementos deportivos de los diarios La Nación y Clarín). Ellas cubren noticias sobre equipos de la primera división y del ascenso, hacen entrevistas y análisis de los partidos, pero siempre en menor medida que los hombres. Con abrumadora mayoría, ellos son los que se destacan en la redacción de la información. Para el mundial, unas semanas antes del comienzo del certamen, el diario anunció una serie de cambios que presentó de esta forma: “Olé lanza formalmente su cobertura de Brasil 2014. Desde mañana, un cambio de imagen, notas especiales, las plumas de columnistas top”. El diario incorporó más color en los títulos, con el juego del celeste y blanco en las páginas, con nuevas secciones destinadas a informar sobre los diferentes grupos del mundial; y, en dicho proceso de transformación… desplazó y reemplazó por escritores a las cronistas femeninas en su totalidad. Así, el protagonismo y el punto de vista volvieron a ser exclusivamente masculinos en un momento singular: cuando los periodistas junto a otros actores destinan sus relatos a narrar la argentinidad. El criterio de inclusión de las periodistas al medio (de acuerdo a un uso dudoso del cupo femenino), las excluye como narradoras legítimas del espacio donde imaginariamente se afirman los significados de la Nación.
“Compartimos la pasión” es el eslogan del diario que pone el centro discursivamente en dos focos: el primero, un “nosotros” que ubica al lector en un plano de igualdad. Y, por el otro, el foco en la pasión, como tópico en el que se centra el medio pero que refiere básicamente a la pasión masculina. ¿Cómo representa a las hinchas-fanáticas? En este esquema, cuando ellas aparecen lo hacen en un lugar de acompañamiento, de esposas o novias de futbolistas u hombres famosos de otros ámbitos. La banalización del fanatismo femenino también aparece cuando se usa el ejemplo de una mujer que responde a la imagen canónica de belleza y que, además, “le gusta el fútbol”, transformándose así en la pareja ideal. Por eso, como si el silencio no bastara –cuando se trata de informar sobre el juego practicado por mujeres– para marcar la posición subordinada del género femenino, se usan estrategias tendientes a afirmar posiciones y funciones convencionales. En la contratapa del diario Olé, hay un espacio especialmente dedicado a la representación femenina, se llama “la diosa mundial”. La foto de una sensual mujer vestida con escasa ropa está acompañada de un breve texto de este tenor: “le sobran atributos como para compensar las diferencias ofensivas y defensivas del equipo de Sabella”. Y, continuando con la falta de originalidad, día tras días aparecen comentarios similares: “es que lo que para Sabella es un problema, hablamos de la defensa, para Ciardone es uno de sus mayores y mejores atributos” o “tiene todos los atributos necesarios y suficientes para el Maracanazo”. Aquí y en las notas del cuerpo del diario, las líneas de los periodistas están dirigidas a resaltar la belleza y la sensualidad. Las representaciones femeninas se corresponden a un estándar que estima positivamente a las mujeres jóvenes, delgadas y sensuales. Las representaciones refuerzan la posición histórica y culturalmente creada para las mujeres como “objeto de deseo de la mirada masculina”. Un tratamiento claramente estereotipado que relega a las mujeres a lugares secundarios, pasivos y convencionales. Un estilo que, además, se reitera cuando en los informes sobre las deportistas se enfatiza su femineidad a partir de la observación de su belleza física.
La joven fanática de River sintetiza claramente su sensación: “leer Olé es una patada en los ovarios… Invisibilizan a la mujer en el deporte, salvo raras excepciones, nunca hay noticias en el home acerca de mujeres deportistas. Y, cuando las hay, las fotos y la redacción de la nota (si la estética de la protagonista encuadra en lo que consideran ‘lindo’) incluye comentarios o metáforas acerca de la belleza, sensualidad, provocación. Sección ‘Diosas’, denigrante, sexista. Puro cuerpo para ser visto por la platea masculina”.
A la invisibilidad de las jugadoras, que van creciendo día a día en el campo futbolístico, se suma durante la cobertura del mundial la ausencia de periodistas mujeres que participan de la narración sobre la selección y la nación. El desplazamiento del centro de la escena se confirma además con el tratamiento periodístico que ubica, una vez más, a la mujer en un lugar tradicional: como objeto de la mirada masculina y como garante de la masculinidad. Este imaginario refuerza la construcción dicotómica y oposicional de los estereotipos culturales acerca de lo femenino y lo masculino. Si los discursos dominantes restringen la pasión y el conocimiento –y la posibilidad de manifestar ambos públicamente– a los hombres, las mujeres quedan en este contexto relegadas, indefectiblemente, a un papel decorativo.