Durante décadas, los rectores del sistema económico capitalista han ido construyendo sólidos mecanismos para su reproducción. Para ello, desde las diversas instituciones y fundaciones han impulsado una permanente “reinvención del sistema” con el fin de perfeccionar los sistemas de explotación económica y social en la búsqueda del máximo beneficio, ignorando para ello los costes humanos y medioambientales generados. Lo que en el siglo XIX se definió como “la burguesía” ha conseguido modelar a imagen de sus intereses los programas de estudios de las universidades y escuelas de negocio, embebidos absolutamente de ideología neoliberal.
De estas instituciones procederán los gestores de este sistema económico, a los cuales se encumbrará como líderes, gurús de la predicción del futuro mundial. Serán ellos los que generen continuamente nuevas propuestas económicas y de organización social para la superación de situaciones de subdesarrollo y pobreza de muchos países, así como para la superación de la actual crisis económica mundial que afecta a los países económicamente desarrollados.
Sus iniciativas dirigen las decisiones de instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, verdaderos gobiernos en la sombra a los que están vinculados los centros de poder más influyentes de la tierra. De estas instituciones emanan las recetas para la superación de la crisis del sistema, con una clara visión de clase cuyo objetivo es impedir el cambio estructural del sistema económico y neutralizar las protestas o la gestación de nuevas alternativas globales e integrales al sistema económico capitalista.
En este contexto, creemos imprescindible, en el debate abierto actualmente en Euskal Herria sobre modelos nacionales y socioeconómicos, que diferenciemos dos conceptos: la PROPUESTA y la ALTERNATIVA. Hablar exclusivamente de propuestas podría reducir las reivindicaciones de la izquierda soberanista a programas de mínimos; en cambio, hablar de alternativas nos obliga a presentar proyectos factibles que manifiesten la existencia de modelos antagónicos, así como la necesidad de explorar nuestros máximos.
La única manera en que podemos combinar ambos conceptos es presentar propuestas de mejora que construyan instrumentos y mecanismos para poder construir una alternativa al actual modelo socioeconómico. No diseñarlo así sería reproducir las agotadas soluciones socialdemócratas, renunciar a las metodologías de cambio sistémico para la transformación social (entre otras, la marxista), y renunciar, consiguientemente, a la aspiración de la clase trabajadora a su emancipación socioeconómica.
Significaría, en definitiva, no abordar la verdadera raíz de la actual situación de crisis sistémica, que está en el mantenimiento de la imposición de la propiedad privada cada vez en menos manos y sin ningún control democrático de los medios de producción y financiación. El objetivo estratégico de la liberación nacional y la consecución de la independencia y la soberanía de Euskal Herria debe ir acompañado de una propuesta de transformación social que no puede ser otra que un modelo socialista.
Llegados a este punto, vemos necesario analizar si la propuesta socioeconómica presentada en el mes de mayo de 2012, de la mano de un amplio espectro sociopolítico de Euskal Herria del cual nos sentimos co-partícipes, tiene como fin establecer mejoras de gestión del modelo neoliberal, o si, junto a ello, y de forma paralela, se quieren establecer mecanismos de control y socialización del capital con el fin de construir un modelo alternativo de sociedad; esto es, un sistema socio-económico socialista.
En una primera lectura del texto referido, nos parece que podría interpretarse más como propuesta que como alternativa, porque los elementos alternativos que se encuentran en ella pueden quedar diluidos en el conjunto de los contenidos de unas propuestas de actuación dirigidas a establecer mecanismos que garanticen una mayor redistribución de la riqueza generada y una mejora en las relaciones sociales y económicas entre el trabajo y el capital.
Otro aspecto interesante que sí contiene el texto lo constituyen los puntos de discrepancia con las corrientes neoliberales más ultras (esto es, la derecha española y regionalista más extrema (PP-UPN-PNV)), en cuanto al grado e intensidad en la aplicación de ciertas políticas sociales. Mientras la derecha evalúa la pertinencia de tales medidas desde el punto de vista de la viabilidad económica-financiera, la socialdemocracia lo hace, además, desde criterios de justicia social. Pero tales diferencias quedan circunscritas a los límites del propio sistema económico capitalista, en cuyo desarrollo se han ido elaborando y construyendo las propuestas que constituyen la base fundamental de la propuesta socio-económica que analizamos.
En tercer lugar, vemos la necesidad de concretar parámetros de carácter macroeconómico mediante los que cuantificar los objetivos que se quieren lograr. No basta con manifestar una buena voluntad de mejora de la situación, si a ello no se le añade un compromiso claro de consecución en unos niveles que puedan ser cuantificables y perfectamente verificables. De lo contrario, el control sobre la gestión, los niveles de distribución de la riqueza y, en definitiva, el ejercicio de la democracia participativa nacen con un déficit operativo grave, situándonos en los mismos escenarios y parámetros de “rendición de cuentas”.
Como cuarto y último aspecto vemos la necesidad de definir y establecer las bases para el desarrollo de un programa de máximos, esto es, la construcción de un modelo socioeconómico y político alternativo.
En definitiva, una de las cuestiones fundamentales que entre todos y todas debemos clarificar en el debate abierto sobre la propuesta socioeconómica de la izquierda abertzale y soberanista es si, con el planteamiento de su desarrollo, se define una ruptura radical entre el desarrollo sincrónico de la liberación nacional y social del pueblo vasco, al plantearnos el acceso a un escenario de independencia y soberanía nacional en un contexto socioeconómico neoliberal, por más que éste pueda ser más justo y equitativo con los derechos sociales del pueblo trabajador vasco.