Bom­bar­deo de Durango

Al ama­ne­cer del día 31 de mar­zo de 1937 dio comien­zo la ofen­si­va terres­tre, para­le­la­men­te avio­nes ita­lia­nos que habían des­pe­ga­do de la base de Soria bom­bar­dea­ban las loca­li­da­des de Elge­ta, Elo­rrio, Otxan­dio, y lo hicie­ron tam­bién sobre Duran­go, situa­da en la reta­guar­dia lejos de los obje­ti­vos béli­cos. Era un nue­vo méto­do de hacer la gue­rra. Se tra­ta­ba de ate­rro­ri­zar a la pobla­ción civil, que cun­die­ra el páni­co, que la moral ciu­da­da­na se derrum­ba­se. A las sie­te y vein­te de la maña­na cua­tro bom­bar­de­ros pesa­dos y nue­ve cazas sobre­vo­la­ban la ciu­dad. Los avio­nes baja­ron a una altu­ra de 300 metros dejan­do caer cua­tro tone­la­das de bom­bas pesa­das mien­tras los cazas, que daban vuel­tas muy bajos, ame­tra­lla­ban calles y teja­dos. Se abrían grie­tas en las vie­jas casas sacu­di­das por el aire de las explo­sio­nes, se derrum­ba­ban edi­fi­cios, mien­tras muer­tos y heri­dos yacían bajo sus escombros.

Duran­go era una ciu­dad muy reli­gio­sa. Aque­lla maña­na a la hora del bom­bar­deo en sus tres igle­sias había muchas per­so­nas. Una poten­te bom­ba atra­ve­só el teja­do de la capi­lla de San­ta Susa­na, cator­ce mon­jas resul­ta­ron horri­ble­men­te muti­la­das por la explo­sión murien­do allí mis­mo. Otro pro­yec­til per­fo­ró el teja­do de la igle­sia de los Padres Jesui­tas mien­tras un sacer­do­te cele­bra­ba misa.

Varias bom­bas caye­ron en la igle­sia parro­quial de San­ta María des­plo­mán­do­se, la bóve­da, las pare­des del coro y la par­te supe­rior de la nave se des­pren­die­ron vio­len­ta­men­te sobre los ate­rro­ri­za­dos fie­les. El últi­mo pro­yec­til atra­ve­só el atrio que se des­plo­mó, con­vir­tién­do­se en un mon­tón de pie­dras lo que momen­tos antes era una pre­cio­sa iglesia.

La gen­te se diri­gió a las igle­sias para bus­car sus seres que­ri­dos. Muy pocos logra­ron sal­var­se. Len­ta­men­te los res­tos mor­ta­les fue­ron res­ca­ta­dos de los escom­bros, colo­ca­dos en losas en el cemen­te­rio y nume­ra­dos de 1 al 127. Fue­ron ente­rra­dos en dos fosas comu­nes o en las tum­bas de sus fami­lia­res. Los camio­nes se lle­va­ron a Bil­bao a los heri­dos. En los hos­pi­ta­les murie­ron otros 121.

Des­de Sala­man­ca se des­min­tió el ata­que con­tra Duran­go de la mis­ma mane­ra que lo hizo el 27 de abril negan­do la total des­truc­ción de Guer­ni­ca. Quei­po de Llano des­de los micró­fo­nos de Radio Sevi­lla decía: “Nues­tros avio­nes bom­bar­dea­ron obje­ti­vos mili­ta­res en Duran­go, y más tar­de los comu­nis­tas y socia­lis­tas ence­rra­ron curas y mon­jas en las igle­sias, ase­si­nán­do­los a bala­zos sin pie­dad y que­man­do des­pués las igle­sias” ([1]).

Tam­bién se bom­bar­deó Irak años más tar­de y se dijo la mis­ma men­ti­ra por par­te del gobierno. ¿Por qué será que su mal­dad de gobierno “bueno” siem­pre la vier­ten sobre ciu­da­da­nos “malos”?

Celi­na Ribe­chi­ni, doc­to­ra en Historia

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