Agri­cul­tu­ra Urba­na en La Haba­na- Resu­men Latinoamericano

Resu­men Latinoamericano/​Caminos para Pren­sa De Fren­te - Ante el lla­ma­do a pro­du­cir ali­men­tos en Cuba, los espa­cios urba­nos han sido toma­dos por fami­lias, deve­ni­das en cul­ti­va­do­ras de la tie­rra. Olga Oyé Gómez cuen­ta cómo man­tie­nen su huer­to inten­si­vo El Japo­nés. El huer­to inten­si­vo El Japo­nés, ubi­ca­do en Ata­bey, en el muni­ci­pio capi­ta­lino de Pla­ya, es un ejem­plo de inte­gra­ción fami­liar y de la pro­gre­si­va incor­po­ra­ción y desa­rro­llo de nue­vas tec­no­lo­gías. Lo diri­ge Olga, una madre de dos hijos, téc­ni­co medio en Quí­mi­ca Ana­lí­ti­ca, que lle­va die­ci­sie­te años en la agri­cul­tu­ra urbana.

-¿Cómo tomó la deci­sión de incor­po­rar­se a la agricultura?

-Yo soy hija de un hor­ti­cul­tor japo­nés, que ini­ció este huer­to en 1985. Cin­co años des­pués mi padre falle­ció y segui­mos su obra para sal­var la tra­di­ción familiar.

Hay que decir que en ese momen­to ya está­ba­mos en el lla­ma­do Perío­do Espe­cial (1) y la situa­ción eco­nó­mi­ca y la ali­men­ta­ción esta­ban muy duras. Enton­ces valo­ra­mos las alter­na­ti­vas que daba el Esta­do y ese mis­mo año, en 1990, nos meti­mos en el huer­to, y des­de enton­ces hemos teni­do bue­nos resultados.

La expe­rien­cia acu­mu­la­da al lado de mi padre, par­ti­ci­par en las Escue­las al Cam­po a las que los estu­dian­tes íba­mos cada año como par­te del mode­lo peda­gó­gi­co cubano que vin­cu­la el estu­dio y el tra­ba­jo en los cen­tro docen­tes) y haber esta­do beca­da una bue­na par­te de mis estu­dios, me pro­por­cio­na­ron cono­ci­mien­tos impor­tan­tes al inicio.

-¿Qué sem­bró primero?

-Al ini­cio sólo tenía­mos las manos y el inte­rés de avan­zar. Un solo pico, nada de insu­mos, no había agua en el lugar. Usá­ba­mos peque­ñas rega­de­ras y ya pasa­do el tiem­po tuvi­mos acce­so al agua del acue­duc­to, pero había que hacer­lo de noche. En esas con­di­cio­nes tra­ba­ja­mos unos dos años, lue­go nos uni­mos a la Coope­ra­ti­va de Cré­di­tos y Ser­vi­cios Ari­des Esté­vez, del muni­ci­pio Pla­ya, pen­san­do que nos iban a dar pro­duc­tos e insu­mos quí­mi­cos, pero nos dije­ron que no, que esta agri­cul­tu­ra era eco­ló­gi­ca, y tuvi­mos que apren­der. Com­pren­di­mos que la agri­cul­tu­ra orgá­ni­ca es muy impor­tan­te y se pue­de hacer con pocos recursos.

En esos momen­tos de depre­sión eco­nó­mi­ca, sem­bra­mos cosas que no había en el mer­ca­do, como el bró­co­li, la coli­flor, la rúcu­la, que aho­ra son más cono­ci­das y deman­da­das por la pobla­ción. Algu­nos espe­cia­lis­tas nos ense­ña­ron a intro­du­cir cúr­cu­ma, nabo y otros vege­ta­les, de los que no había hábi­tos de con­su­mo y la gen­te fue apren­dien­do a usar­los en su die­ta; así que nos sen­ti­mos par­te del movi­mien­to de la agri­cul­tu­ra urbana.

-¿Cuán­tos sub­pro­gra­mas se desa­rro­llan en el huerto?

-No muchos. A veces crío cone­jos, galli­nas u otros ani­ma­les, indis­tin­ta­men­te, pero siem­pre en peque­ñas cantidades.

En el invierno, de sep­tiem­bre a abril, ofer­ta­mos entre trein­ta y seis y cua­ren­ta varie­da­des de hor­ta­li­zas dife­ren­tes, y en verano, entre die­cio­cho y vein­te. Sem­bra­mos pocas can­ti­da­des, pero bus­ca­mos la diversidad.


-¿Qué tipo de ayu­da ha recibido?

-Del Gru­po Pro­vin­cial de la Agri­cul­tu­ra Urba­na, del gobierno de Ciu­dad de La Haba­na, de orga­ni­za­cio­nes como ACPA y ACTAF, de agen­cias extran­je­ras de coope­ra­ción y de la coope­ra­ti­va a la que per­te­ne­ce­mos. Por ejem­plo, en este huer­to, Agro Acción Ale­ma­na, la UNESCO y la Unión Euro­pea, con­tri­bu­ye­ron a la bús­que­da e imple­men­ta­ción de un pozo de agua con un tan­que ele­va­do; nos pro­por­cio­na­ron sis­te­mas de rie­go, una casa de cul­ti­vo pro­te­gi­do, un cober­tor, tejas. Algu­nas de esas cosas fue­ron un reco­no­ci­mien­to a los resul­ta­dos pro­duc­ti­vos y a la labor incan­sa­ble duran­te años.


-¿Cómo ha reper­cu­ti­do este hecho en su vida familiar?

Des­de que comen­za­mos, la fami­lia ayu­dó de una for­ma u otra. Toda la fami­lia ha tra­ba­ja­do en el huer­to: her­ma­nos, sobri­nos, pri­mos, tíos. Mi espo­so tra­ba­ja­ba en el CENSA, y el Perío­do Espe­cial lo obli­gó a tra­ba­jar de cus­to­dio en la Fun­da­ción del Nue­vo Cine Lati­no­ame­ri­cano, más cer­ca a la casa, por­que no había trans­por­te. Pero cuan­do vimos que tenía­mos capa­ci­dad, fuer­za y futu­ro, nos dedi­ca­mos a tiem­po com­ple­to a la agri­cul­tu­ra, lo que nos per­mi­tió cre­cer en espa­cio pro­duc­ti­vo. Hoy mi hijo, que era un niño cuan­do empe­za­mos, for­ma par­te del equi­po de tra­ba­jo, y es res­pon­sa­ble del área agrícola.

-¿Qué han hecho para man­te­ner esa prosperidad?

Pri­me­ro la cons­tan­cia, la dis­ci­pli­na y la exi­gen­cia mutua. El tra­ba­jo ha sido un asun­to tras­cen­den­te en la vida fami­liar, le tene­mos mucho amor y, a decir ver­dad, nos hemos esfor­za­do muchí­si­mo por avanzar.

Rea­li­za­mos la comer­cia­li­za­ción de todas nues­tras pro­duc­cio­nes en el mis­mo pun­to de ven­ta y las ganan­cias son de toda la fami­lia. Entre los pro­pios cam­pe­si­nos de la Coope­ra­ti­va dis­tri­bui­mos para sus pun­tos de ven­ta y nos apo­ya­mos. Si a mí me fal­ta algo, me lo man­da otro miem­bro de la coope­ra­ti­va o viceversa.


-Suce­den cosas en esta acti­vi­dad que no todos asu­men y se des­alien­tan ¿qué crees?

-Cuan­do comien­zas, lo pri­me­ro que fal­ta son cosas mate­ria­les, ahí es impor­tan­te tener ayu­da; des­pués que tie­nes la pro­duc­ción y para comer­cia­li­zar, apa­re­ce un exce­den­te, un extra, sin mer­ca­do. Ahí ha sido fun­da­men­tal la preo­cu­pa­ción guber­na­men­tal de encon­trar un des­tino para que no se malo­gre lo que has hecho. En el caso de nues­tro país y la capi­tal, han sido los cen­tros esco­la­res inter­nos o semin­ter­nos, los hos­pi­ta­les, los hoga­res de ancia­nos, mater­nos y de niños sin ampa­ro filial, el sis­te­ma de aten­ción fami­liar, que son peque­ños res­tau­ran­tes para per­so­nas pro­te­gi­das por el Esta­do, per­so­nas que están solas o tie­nen bajos ingre­sos. O sea, en bene­fi­cio de la socie­dad, tene­mos otras for­mas de comer­cia­li­za­ción median­te con­tra­tos con sus dife­ren­tes empre­sas y cooperamos.

-¿Qué ha sig­ni­fi­ca­do para usted reorien­tar su vida en fun­ción de un huer­to familiar?

-Mucho, es algo que he hecho, vis­to cre­cer y mul­ti­pli­car­se, me ha dado hol­gu­ra eco­nó­mia, pero tam­bién la opor­tu­ni­dad de hacer­lo yo con otras per­so­nas, algu­nas has­ta des­co­no­ci­das. Al huer­to han veni­do muchas per­so­nas a apren­der y mi espo­so y yo hemos esta­do en algu­nos sitios en labo­res de asesoría.

No todo es tan mara­vi­llo­so. Tie­ne su cos­to, y para mí, el más alto pre­cio ha sido el tiem­po, por­que se tra­ta de cosas vivas, que tie­nen sus reque­ri­mien­tos, su momento.

Los malos tiem­pos de ciclo­nes, por ejem­plo, te dañan y exi­gen esfuer­zos supe­rio­res. Enton­ces no le dedi­cas a la fami­lia toda la aten­ción que mere­ce y nece­si­ta, sobre todo a los hijos.

-¿Qué le falta?

Más tie­rras para pro­du­cir a menor cos­to y poder ven­der más barato.

Nota

1- El Perío­do espe­cial comen­zó en Cuba con la caí­da del cam­po socia­lis­ta de Euro­pa del Este. Los años ini­cia­les de la déca­da del 90, fue­ron los más difí­ci­les por­que la eco­no­mía nacio­nal tocó fon­do, ante los efec­tos de la polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se del blo­queo eco­nó­mi­co con­tra la Isla.

Este tes­ti­mo­nio for­ma par­te del libro Tes­ti­mo­nios: Agri­cul­tu­ra Urba­na en Ciu­dad de La Haba­na, edi­ta­do por la Aso­cia­ción Cuba­na de Tra­ba­ja­do­res Agrí­co­las Fores­ta­les (ACTAF) con la cola­bo­ra­ción del Pro­gra­ma OXFAM en Cuba. El libro pro­fun­di­za en los resul­ta­dos de la agri­cul­tu­ra urba­na, a par­tir de expe­rien­cias con­cre­tas como los huer­tos popu­la­res, las gran­jas esta­ta­les y las coope­ra­ti­vas de pro­duc­to­res urbanos.

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