La manifestación de hoy demuestra que somos capaces de romper fronteras y tejer vínculos entre el norte y el sur de una frontera que nos impusieron hace 350 años». Hervé Pi, el presidente de la Federació d’Entitats per la Defensa de la Llengua i la Cultura Catalana de la Catalunya Nord, se mostraba así de satisfecho al término de la manifestación que ayer recordó en Perpinyà que a pesar del Tratado de los Pirineos no se han roto todos los vínculos entre el norte y el sur de los Països Catalans. Su satisfacción tenía base: la presencia de alrededor de 5.000 manifestantes, según la organización, el doble de los que habitualmente secundan la convocatoria de la Diada norcatalana del 7 de noviembre. La mitad eran del norte, la otra mitad del sur.
La «Comissió 350 anys», que agrupa a la mayor parte de entidades catalanistas del norte, había convocado la jornada. Actuaciones de cultura popular por la mañana, manifestación por la tarde, marcha de antorchas y concierto por la noche. Ayer fue un sábado repleto de actividades en Perpinyà para reivindicar la catalanidad de unos territorios que en 1659 quedaron separados del resto del país.
«La población de la Catalunya Nord se define a sí misma como catalana». Lo aseguraba Joan Ridaura, el presidente de ERC en Catalunya Nord, a GARA. Aunque reconocía que esto no supone una traducción inmediata en clave de reivindicación política, está convencido que está asociado a la conciencia de pertenencia a una cultura y una nación.
Ridaura añadía que cuando se habla de unidad de la nación catalana, los ciudadanos del norte no tienen ningún interés en dejar de ser franceses para ser españoles. Por contra, está convencido que si en un futuro se puede crear un estado independiente «nos llevaríamos sorpresas positivas con la actitud de la población de estas comarcas».
Hacer piña con el sur
Cecília Duran y Anaïs Cifuentes forman parte de la Agasalla, el grupo de jóvenes del Centre Cultural Català de Perpinyà. Ellas también se mostraban muy satisfechas por la asistencia de gente, tanto del norte como del sur. Anaïs Cifuentes valoraba para GARA la alta presencia de catalanes del sur de la frontera como positiva. «Que haya tanta gente del sur hoy aquí para nosotros es importante, pues los catalanes del norte somos pocos y necesitamos hacer piña con el sur», señaló. Duran añadía: «Pero hay que valorar que cada año a esta manifestación se suma más gente del norte, ya no sólo es gente del sur que viene a manifestarse como ocurría hace años».
Algunos de los jóvenes de la Agasalla son también militantes de Maulets, la única organización de la izquierda independentista con implantación en estas comarcas. Pero a pesar de tener poca presencia en esta zona, la fecha señalada trajo muchos militantes de este movimiento político a la moviliza- ción de ayer.
Otra de las formaciones que participó en la marcha fue ERC, con la presencia de su presidente, Joan Puigcercós; de su secretario general, Joan Ridau, y de los diputados Anna Simó (Parlament de Catalunya) y Oriol Junqueras (Parlamento Europeo). Este partido tiene implantación en las comarcas norcatalanas, y en las últimas elecciones municipales obtuvo algunos concejales en pueblos pequeños.
La estrategia de ERC es distinta al norte y al sur de la frontera, pues los logros en materia de reconocimiento de la cultura y la identidad propias son muy menores en el norte, «como bien sabrán los lectores de GARA, pues sucede lo mismo en Iparralde», aclaraba Joan Ridaura. Así pues, la lucha de ERC en el norte se centra actualmente en lograr una región transfronteriza en el ámbito europeo que incluya las comarcas catalanas que colindan con la frontera por el norte y por el sur.
Reforzar los vínculos
Más allá del plano institucional, cada vez existen más grupos de cultura popular en las comarcas catalanas del norte. Estos grupos de castellers (construcción de torres humanas), diables (demonios) o trabucaires se han federado con los que existen al sur de la frontera. «Esto genera vínculos fuertes», explica Hervé Pi. Unos vínculos que la legislación centralista francesa lleva tratando de romper desde hace años.
Ahora una nueva amenaza se cierne sobre los grupos de fuego, es decir sobre los diables y bestias de fuego. Y es que una normativa europea que entrará en vigor el 4 de enero prohibirá la celebración de los típicos «correfocs», unos pasacalles donde la gente salta debajo del fuego. Como la aplicación de la normativa europea en el resto de los Països Catalans sí permitirá la celebración de «correfocs», los Diables i Bruixes del Riberal (en la Catalunya Nord) han pedido simbólicament asilo político a la Generalitat de Catalunya.
Escasa oferta en catalán
La obligatoriedad de la escolarización en francés durante décadas ha ido alejando a la lengua catalana de la vida cotidiana de la población. Actualmente es muy difícil encontrar jóvenes que la hayan aprendido de sus padres. La trasmisión familiar de la lengua se rompió, sobre todo, a partir de mitad del siglo XX. Una generación entera dejó de hablar a sus hijos la lengua que le habían trasmitido sus padres. La lenta recuperación empezó en los años 70, y poco a poco ha ido dando sus frutos. Hoy día son nueve las escuelas de primaria que tienen el catalán como lengua vehicular, y cada vez hay más centros escolares (también públicos) donde la enseñanza es bilingüe. La demanda de la población para que los más pequeños aprendan en la lengua de sus bisabuelos ha ido en aumento. Por eso, ahora el problema es que la oferta existente no puede satisfacer una demanda en auge.
Mayor interés
Este incremento del aprendizaje del catalán ha estado vinculado al aumento del interés entre la población, también entre los jóvenes, a conocer la cultura e identidad del país, y a mirar más hacia el sur de la frontera que se trazó hace 350 años.
Anaïs Cifuentes es profesora de secundaria, y asegura que «cada vez hay menos rechazo hacia la lengua y cultura propias, y los jóvenes son más receptivos a estrechar lazos con jóvenes del resto de los Països Catalans».
Al término de la manifestación, Hervé Pi estaba, pues, muy satisfecho aunque le quedaban unas cuantas horas por delante de marcha de antorchas en recuerdo los combatientes catalanes de 1659, y de concierto con actuaciones de grupos de toda la nación.
Pero la jornada le había infundido energía: «Hemos hecho una demostración de fuerza, hemos demostrado que tenemos peso. La movilización de hoy nos empuja a continuar denunciando que sufrimos las consecuencias de un Tratado que nos impusieron. Han sido 350 años de ocupación, pero también 350 años de resistencia, y continuamos combatiendo».
A la manifestación se desplazaron autocares organizados desde distintas ciudades del sur de la frontera. Uno de ellos fue organizado por Acció Cultural del País Valencià.
Una de las demanda es la mejora del transporte entre norte y sur, ya que el viaje en tren desde Barcelona a Perpinyà se prolonga durante cinco o seis horas para recorrer tan sólo 180 kilómetros.
A la manifestación unitaria acudieron algunos partidos políticos del sur con pancartas propias, como ERC (que tiene implantación en las comarcas del norte) y las juventudes de CDC.
Durante la jornada se denunció también que con el paso a la TDT, la población norcatalana no podrá continuar viendo TV3, el único canal íntegramente en catalán que reciben.
El Tratado de los Pirineos fue firmado por las coronas española y francesa el 7 de noviembre de 1659 en la Isla de los Faisanes, sobre el Bidasoa, para poner fin a un conflicto iniciado en 1935, durante la Guerra de los Treinta Años, y supuso la mutilación de unos Països Catalans que quedaron divididos entre los estados español y francés. En aras a este tratado, quedaba anexionado al Estado francés el territorio que hoy es Catalunya Nord.
La firma del documento puso fin a una parte de la Guerra de los Treinta Años (1618−1648): la guerra franco-española que comenzó en 1635 y que continuó durante la rebelión de la Fronda de 1948. En 1941, Francia apoyó a los sublevados catalanes durante la Guerra dels Segadors, que afectó a gran parte de Catalunya hasta 1959, mientras que España hacía lo propio con la rebelión de Fronda.
El Tratado de los Pirineos significó el fin de la guerra que surgida entre ambos países a raíz de la Guerra de los Treinta Años y de la frustración española por la Paz de Westfalia (1948), que zanjó la mayor parte de los conflictos de aquella guerra pero no solventó la contienda que desde hacía años enfrentaba a Francia y España.
La paz que se firmó en el centro de la bahía del Bidasoa, frontera entre Lapurdi y Gipuzkoa, supuso la consumación del fin de la hegemonía española en Europa y el momento de máxima expresión del poder francés en el Continente.
Pero, además, significó la partición catalana y la separación de muchas familias. Entre otros arreglos, con ella España cedía a Francia el condado de Roselló, Conflent, Vallespir, Capcir y 33 ciudades y aldeas del condado de la Cerdanya. En el lado francés, el compromiso incluia mantener la vigencia de los «Usatges de Barcelona» y sus instituciones en el norte de los Pirineos, con sede en Perpinyà, pero esto no fue respetado y en 1660 los «Usatges» fueron derogados, lo que conllevó la abolición de las instituciones propias en Catalunya Nord, así como la prohibición del uso del catalán en el ámbito público y oficial.
Laia Altarriba i Piguillem
GARA