La siguiente entrevista fue realizada por Left Voice, a Nancy Fraser, en los días previos a las movilizaciones masivas del 8 de marzo.
¿Qué es el feminismo del 99%?
En un nivel, es una suerte de reacción a la dirección que ha tomado el feminismo, especialmente en Estados Unidos, pero no únicamente aquí, hacia lo que yo considero una relación peligrosa con el neoliberalismo. La principal corriente se ha convertido en un feminismo corporativo, del «techo de cristal», que llama a las mujeres a escalar posiciones en las empresas. Ha renunciado a toda concepción amplia y sólida de lo que significa la igualdad de género o la igualdad social en general. En lugar de eso, parece estar centrado realmente en lo que yo llamaría la «meritocracia». Y eso significa solo eliminar las barreras que impiden que las mujeres talentosas avancen hacia las posiciones más altas de las jerarquías corporativas, militares, etc.
La clase de feminismo que yo siempre he apoyado –y debo decir que soy hija de los años 60 en este sentido– es un feminismo que se trata de abolir las jerarquías corporativas, no de ayudar a una pequeña cantidad de mujeres a ascender en ellas.
Pero el feminismo empezó a dar un giro neoliberal hace alrededor de 20 años. Para mí no se trata simplemente de algo terrible que pasó con la elección de Trump, aunque eso ciertamente es muy malo. Pero creo que bajo la punta del iceberg, hay un conjunto más amplio de circunstancias relacionadas con aspectos estructurales de nuestra sociedad que han sido ignorados por casi todas las corrientes feministas, salvo algunas de izquierda relativamente marginales, con las cuales me identifico, personalmente, pero que hasta ahora no hemos logrado amplificar nuestras voces. Quizás tengamos que agradecerle a Donald Trump el hecho de que este sea un momento en el que se pueden escuchar voces más radicales.
Parece que después de las grandes movilizaciones, la indignación y el deseo de participar en protestas y en la resistencia, que se manifestó en la Marcha de las Mujeres del 21 de enero, esta puede ser una oportunidad para dar una dirección distinta al feminismo en Estados Unidos. Yo lo llamaría una corrección del rumbo, y no una mera resistencia.
Las marchas del 21 de enero fueron fantásticas. Hubo una energía enorme, una cantidad extraordinaria de gente y mucha creatividad, pero debo decir que a nivel político fueron un poco rudimentarias. No hubo una dirección clara, y quizás fue por eso que tanta gente quiso participar.
Pero también es posible desarrollar una forma de activismo de mujeres que tenga un perfil más claro, una orientación más clara, una plataforma. Y creo que en este contexto, puede empezar a atraer un apoyo más amplio. Porque hay mucha gente, gente joven, gente mayor, que se está radicalizando y politizando por primera vez. Gente que durante la presidencia de Barack Obama mantuvo un perfil bajo. Nadie quería oponerse al primer presidente negro y, por supuesto, él hizo algunas cosas que se pueden considerar progresistas. Pero el activismo había decaído y ahora creo que se destapó y hay nuevas oportunidades.
Entonces hicimos el llamado a una huelga para el 8 de marzo como respuesta específicamente estadounidense al llamado internacional más amplio que ha recibido el apoyo de más de 30 países. Y pensamos que había que aprovechar la oportunidad y ver si podemos construir un feminismo de izquierda, radical. A eso nos referimos cuando decimos un feminismo del 99%. Un feminismo para todas las mujeres por las que el feminismo corporativo no ha hecho prácticamente nada.
Hablas del fin del «neoliberalismo progresista», ¿a qué te referís con esa categoría y cómo ves que se desarrolla este «comienzo del fin»?
Durante mucho tiempo me resultó difícil caracterizar este desvío que acabo de describir de la corriente prevaleciente del feminismo hacia una especie de molde corporativo. Y debo aclarar enseguida que diría lo mismo acerca de todos los movimientos sociales progresistas. No es solo un problema del feminismo. Es un problema en los movimientos antirracistas, que también incluyen un aparato político de la elite negra, por lo menos hasta la irrupción de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan, movimiento contra la brutalidad policial racista, NE). Creo que tenemos un ala corporativa y neoliberal del movimiento ecologista que promueve el capitalismo verde. Dentro de los movimientos LGTBI tenemos sectores que solo promueven la inclusión de homosexuales en las fuerzas armadas y en la vida corporativa, etcétera.
Tengo que decir que en Estados Unidos tenemos una cultura de individualismo, de voluntarismo, de salir adelante con el esfuerzo personal y se considera que si no se lo logra, es culpa de uno. Es el camino normal que sigue la sociedad. Solo en períodos de crisis abierta los estadounidenses tienen un incentivo real para empezar a pensar en términos estructurales sobre cómo funciona la sociedad y cómo está compuesta desde el inicio. Bernie Sanders usó términos maravillosos. Dijo que es una «economía amañada,» una «sociedad amañada», un «sistema político amañado». Todo eso es cierto. Pero para comprenderlo, hay que caracterizar las estructuras que introdujeron esa situación.
Hace mucho tiempo que observo y escribo acerca del desvío neoliberal de los movimientos sociales. Pero de alguna manera, la última elección en EE.UU., la campaña, todo eso me ayudó a verlo con mayor claridad. Porque creo que Hillary Clinton lo encarnaba a la perfección. Y luego pude atar los cabos sueltos y dije, «¡Ajá! Lo que tenemos en la carrera electoral entre Clinton y Trump es un concurso entre dos opciones horribles», que yo denominé «neoliberalismo progresista» y «populismo reaccionario». Y llegué a entender que lo que ha sido el bloque dominante, hegemónico en Estados Unidos por lo menos desde que asumió Bill Clinton en 1992 —mucho tiempo— representa una alianza nefasta entre corrientes mainstream corporativizadas de los nuevos movimientos sociales y ciertos sectores de la clase capitalista estadounidense. No todos, sino los sectores del mundo empresarial que dependen no de la industria manufacturera sino de un capitalismo «simbólico y cognitivo», como se ha denominado. Eso es Hollywood, Silicon Valley y, obviamente, Wall Street y las finanzas. Las finanzas se han convertido en una parte enorme de nuestra economía y han desplazado a otros sectores.
A eso me refería al hablar del neoliberalismo progresista. A la forma en que este sector del mundo empresarial pudo crear una especie de cubierta progresista para políticas que, en realidad, están destruyendo el sustento y los modos de vida, las familias y las comunidades de los estadounidenses de clase trabajadora y pobres. Y también corroen la vida de la clase media. Las dos grandes respuestas a este neoliberalismo progresista han sido, por supuesto, la victoria de Trump pero también la campaña extraordinariamente exitosa —que superó todas las expectativas— de Bernie Sanders, que casi derrota a Hillary Clinton, que contó con todo el aparato y el poder a su disposición. Fue un levantamiento muy potente contra el neoliberalismo progresista. Un polo a la derecha y un polo a la izquierda. Lamentablemente, triunfó el polo de Trump. Pero de alguna manera expuso esta alianza hegemónica y creo que eso es lo que ha allanado el camino hacia las movilizaciones actuales.
Y debería agregar un último punto. Uno de mis miedos con respecto a lo que está sucediendo ahora es que, en ausencia de una intervención fuerte y clara de la izquierda, toda esta resistencia, que es enorme, termine por reconstituir el neoliberalismo progresista en una forma nueva, con la dirección de alguna figura más aceptable que Hillary Clinton, que creo que está políticamente acabada, básicamente. Ese es uno de mis miedos. Fue al intentar impedir eso que escribimos el llamado a la huelga de la manera en que lo hicimos y que estamos intentando organizar este feminismo de izquierda.
Quisiera que ese fuera un modelo para otros movimientos sociales. Quisiera ver desarrollarse varias coaliciones antirracistas alrededor de un programa radical similar. Un antirracismo para el 99%. ¿Por qué no tenemos eso? Para el movimiento de los gays, lesbianas y trans y para el movimiento ecologista. Creo que esta es la dirección.
Y Sanders, que no es una figura perfecta de ninguna manera, ha trazado de alguna forma un camino. Si se mantiene dentro del partido Demócrata o no es otro problema, pero proporcionó un lenguaje que ayudó a exponer lo que ha estado haciendo ese partido durante los últimos 30 años. Y siento que estamos tomando esa apertura que él ayudó a crear y que, a su propio modo perverso, está ayudando a crear Trump, y vamos a intentar profundizarla. Y, como dije antes, me encantaría ver a otros movimientos sociales hacer algo más o menos similar y coordinado.
Sabemos que existen algunos debates sobre el «neoliberalismo progresista», el rol del movimiento obrero, en particular sobre la burocracia sindical. ¿Podrías contarnos un poco?
Es una historia de larga data. Como en todos los movimientos sociales, inclusive el que ha sido el movimiento más potente en Estados Unidos y en muchos otros lugares, el movimiento obrero, siempre existen presiones para hegemonizar el movimiento e incorporarlo de alguna manera al sistema. Y es la larga historia del llamado sindicalismo empresarial que limita los objetivos del movimiento obrero a las mejoras dentro del sistema, a la obtención de mejores salarios, la limitación de la jornada laboral, la seguridad laboral. Todo eso está muy bien, pero cuando se convierte en un fin en sí mismo, y especialmente cuando el movimiento realmente deja de intentar organizar a los que no están organizados, esto se convierte en un problema. Y a eso hay que agregar algo sobre lo cual el movimiento obrero tenía muy poco control, es decir, la crisis de rentabilidad dentro de la industria en los países de salarios más altos que creó incentivos enormes para la tercerización y la relocalización de plantas en regiones con bajos salarios, inclusive durante un tiempo al sur de Estados Unidos, donde no existe una gran tradición de sindicalismo.
Ese fue un contexto en el cual la estrategia del sindicalismo empresarial de normalizar la situación se volvió realmente problemática. Para empezar, se degeneró hasta centrarse en un intento —no muy exitoso, por cierto— de defender lo que empezaba a aparecer como los privilegios de un porcentaje decreciente de la clase obrera de Estados Unidos que estaba sindicalizado contra las demandas igualmente válidas del estrato mucho más amplio de trabajadores que no lo estaban. Siempre hay elementos de burocracia obrera y creo que esos fueron los que prevalecieron. Y luego se llegó a acuerdos horribles por los cuales un conjunto de beneficios relacionados con las jubilaciones y los salarios se mantenían para trabajadores sindicalizados ya empleados, pero los nuevos empleados no los recibían, sino que conseguían algo significativamente peor. Ya no aparece como una forma muy progresista de sindicalismo.
Por otra parte, aunque recientemente ha habido grandes dificultades, hubo un gran aumento de la organización entre trabajadores del sector público y del sector de servicios, a diferencia del sector industrial. Y de alguna manera tiene sentido, considerando las tendencias de nuestra economía, con la caída de la industria y el mayor peso que tienen los servicios. Y eso llevó también a la sindicalización de una población distinta. Hay muchas más mujeres y personas de color (aunque no hay que suponer que los sindicatos industriales no incluían a personas de color, porque no es cierto). Por eso creo que todavía hay corrientes muy importantes dentro del movimiento obrero que considero aliados del tipo de política que intento promover, ya sea trabajadores de la comunicación u otros sindicatos que apoyaron a Sanders, etcétera.
No doy por perdido el movimiento obrero de ninguna manera. Es difícil responsabilizar únicamente a los burócratas sindicales, aunque en gran medida son los responsables de esta situación. Pero ellos no controlan los votos de su base, una gran parte de la cual votó a Trump contra la línea de los sindicatos de apoyar a Clinton. Yo no digo que Clinton sea mejor que Trump, son dos opciones horribles —el populismo reaccionario y el neoliberalismo progresista— y el movimiento obrero se ha visto cooptado por un sector o por el otro. Quizás la burocracia aún esté atada al partido Demócrata, inclusive a esta forma neoliberal del partido Demócrata, y la base se está alejando cada vez más de él, hacia donde sea que perciban algún compromiso con el cambio, pero sin tener necesariamente una idea clara de las opciones de cambio.
En tu libro Fortunas del feminismo, decías que las luchas por el reconocimiento (así como por la redistribución) no tienen un carácter inherentemente anticapitalista, sino que debían estar ligadas a luchas anticapitalistas. ¿Cuáles son las consecuencias políticas de esta división y cómo seguir hacia delante?
Yo daría un paso atrás, históricamente, para contextualizar esos términos, «redistribución» y «reconocimiento», que han sido términos clave para la forma en que he intentado comprender estos desarrollos durante varias décadas. Para mí, el término «redistribución» ya era una especie de concesión y de alguna manera una alternativa al socialismo o quizás un «socialismo light». Es el socialismo que no se atreve a nombrarse a sí mismo. En otras palabras, cuando los movimientos obreros y otros movimientos radicales, los movimientos socialistas, estaban luchando contra las reglas básicas de la sociedad capitalista, las relaciones de propiedad, la apropiación de la plusvalía, etc., no hablaban en realidad de redistribución, sino de transformación estructural. Creo que el término «redistribución» fue desarrollado dentro de la socialdemocracia y supone en realidad que el problema es la distribución injusta de bienes divisibles. No se trata de cambiar las reglas de base, por decirlo de alguna manera. Yo diría que después de la Segunda Guerra Mundial, este paradigma redistributivo se volvió dominante en Estados Unidos, pero también en países socialdemócratas ricos, y en muchos Estados desarrollistas que no eran tan ricos, los Estados independientes que también intentaban «desarrollarse». Y ciertamente corrientes importantes del movimiento obrero y de la izquierda, la izquierda socialdemócrata, retomaron este concepto de la redistribución.
Hay varios problemas con esto, evidentemente, pero un problema adicional es que este fue un período, de la posguerra, en el cual ese modelo redistributivo empezó a aparecer como demasiado restrictivo. Betty Friedan escribía sobre las amas de casa atrapadas en los suburbios, y se fundaba una nueva izquierda en contra de la ética consumista. Eran aspiraciones distintas a la distribución justa del ingreso, los salarios y el trabajo, etc. Estaba la lucha contra la segregación racial, por ejemplo. Y comenzaban a acercarse a algunos problemas profundos y estructurales. Planteaban el problema de la ciudadanía de segunda y la pobreza de los afroamericanos y de esa manera exponían algunos aspectos terribles de la historia estadounidense que no quedaron totalmente en el pasado. Entonces, creo que lo que sucedió como respuesta fue que se desarrolló un segundo paradigma junto con el paradigma dominante redistributivo, que yo y muchas otras personas han denominado «reconocimiento», en el cual el problema no es solo que uno quiere ser tratado de manera igualitaria, sino que quiere que se reconozca, apruebe y valide su especificidad. Uno no tiene que ser como otros ni vivir la vida de un hombre blanco heterosexual para ser un integrante pleno y válido de la sociedad, todo lo cual está muy bien en un sentido, pero una vez más la historia nos presenta muchas sorpresas. Porque el momento en el cual se desarrollaba el paradigma del reconocimiento también fue el momento en el que el modelo capitalista fordista en decadencia se encontraba con dificultades y cuando la redistribución socialdemócrata perdía su base económica.
Entonces había dos sectores, no me parece totalmente adecuado el término «de izquierda», pero era lo que más se parecía a una izquierda, dos sectores que parecían estar en conflicto. Thomas Frank escribió sobre un mundo industrial en decadencia de trabajadores sindicalizados predominantemente blancos, pero no solo blancos, que se sienten amenazados por el aumento de reclamos en una situación en la cual su sustento está en caída. No están en una situación cómoda para nada. Y luego surge la idea neoliberal progresista entre la gente que promueve el reconocimiento de que esos trabajadores son atrasados —«deplorables» como los denominó Hillary Clinton— racistas y misóginos. Yo no negaría que hay elementos de racismo y misoginia en toda nuestra sociedad, pero la situación es más compleja y no se puede entender exclusivamente en términos morales. Tenemos que entender que es el desarrollo, la transición de una forma de capitalismo —la forma socialdemócrata administrada por el Estado— hacia otra, la forma financierizada y globalizadora. Esa transición es la que está creando las alianzas extrañas y los antagonismos muy poco productivos entre sectores de la población que tal vez se habrían aliado en otras circunstancias.
En un momento en el que crecen varios movimientos y sentimientos nacionalistas, en el llamado que hicieron para el 8 de marzo, destacaron la importancia de construir un movimiento internacional, ¿por qué?
En primer lugar, diría que creo que todo movimiento social progresista y transformador debe pensar en términos internacionales. La izquierda apoya esta idea hace alrededor de 200 años, por lo menos de la boca para afuera. Pero yo diría que es todavía más urgente hoy en día que en cualquier otro momento de la historia, porque ahora el sistema mundial capitalista está mucho más globalizado. Y creo que aun en la medida en que uno quiere hablar de cuál debería ser la política nacional en un país determinado, hay que partir del reconocimiento de que lo que es posible a ese nivel depende en gran medida de la estructura financiera global internacional del sistema mundial. En ese sentido, lo que hizo posible un modelo de socialdemocracia a nivel nacional, en países ricos, como los escandinavos, que era más o menos igualitaria a nivel interno, fueron los controles de capitales de Bretton Woods. Y una vez que fueron desmantelados [los controles], ese tipo de socialdemocracia relativamente igualitaria, aunque restrictiva, es posible porque se apropia de parte de la riqueza del Sur mundial, depende de cierto tipo de imperialismo. Pero lo que sugiero es que lo nacional y lo mundial o internacional están estrechamente relacionados. Y ese sería un argumento a favor de que si no pensamos cómo frenar las finanzas mundiales, y eso sólo se puede hacer mediante un movimiento social mundial, un esfuerzo mundial, nuestra capacidad de hacer cualquier cosa a un nivel local será muy limitada. Otro ejemplo es el cambio climático. Obviamente no se puede enfrentar con un activismo local, independientemente de cuánto uno reduzca su huella de carbono aquí o allá.
Hay problemas como ese que solo se pueden abordar a nivel internacional. ¿Cuál es el nivel internacional hoy? Es Davos, es la OMC, es el régimen de propiedad intelectual del acuerdo sobre los ADPIC (Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual), entre otros. Entonces, ¿cuáles son las instituciones de la izquierda que puedan enfrentarse a ellas? Al principio, me pareció muy prometedor el desarrollo del Foro Social Mundial, porque parecía apuntar a una respuesta a ese nivel. Hubo problemas que podemos discutir, pero quizás no para resaltar aquí. Pero creo que es muy importante pensar ahora en términos globales.
Lo que hace esta huelga internacional [de mujeres, NE] es alentar la solidaridad y el aprendizaje mutuo. Algo que nos impactó mucho cuando escribimos la declaración que apareció en The Guardian, fue el lenguaje que estaban desarrollando las argentinas. Tenían una comprensión fantástica, integral y estructural de lo que comprende la violencia contra la mujer. No responsabilizaban simplemente a los «tipos malos». Y tomamos eso como perspectiva para pensar la violencia contra las mujeres de una manera que se dirigiera al 99% de las mujeres. Creo que tenemos mucho que aprender los unos de los otros. Nadie tiene una visión completa. Y es muy emocionante ver el apoyo mutuo y una de las cosas que están sucediendo con la marcha es que los grupos que se están organizando en distintos países van a filmar sus eventos y vamos a intercambiar los videos y eso crea una percepción de que está pasando algo, de que somos parte de algo mucho más grande.
¿Te gustaría agregar alguna reflexión sobre el movimiento de mujeres, decir algo más?
Agregaré un punto más. En mi opinión, la base estructural de la subordinación de las mujeres en la sociedad capitalista es la división entre la producción económica y la reproducción social. Esta división nunca había existido antes en la historia. Estas actividades siempre estaban mezcladas en el mismo lugar. Creo que la forma en que esa división se ha establecido e implementado ha cambiado de manera significativa en la historia del capitalismo, mediante una serie de distintos regímenes de acumulación. Sin embargo, creo que ese es el eje central y diría que cualquier política feminista centrada exclusivamente en cualquiera de esos dos polos sin considerar su imbricación e interconexión profundas no podrá lograr la emancipación de las mujeres.
29 de marzo de 22017
Urteetako desorekak zorrotz aztertu dituenaren nekea sumatzen zaio begietan, baina ahots sendoz mintzo da. Silvia Federicik (Parma, Italia, 1942) hiru hiri zapaldu ditu astebetean, eta guztietan deitu diote elkarrizketetarako. «Ez galdetu idatzita dagoen ezer», eskatu du Iruñera heldu denean. Katakrakek gonbidatuta etorri da; asteleheneko bere hitzaldian, gainezka egin zuen aretoak.
1970eko feminismoak hainbat gauzatan ez zuela asmatu diozu; esate baterako, soldatapeko lanak askeago egingo gintuela uste izan zuenean. Zergatik ez?
Etxetik kanpo lan egiteak, soldatapeko lanak eta gizonek menderatutako eremuetan sartzeak autonomia ekonomiko handiagoa emango zigula uste izan genuen; botere sozial handiagoa izango genuela, eta horrek aldaketa soziala abiatuko zuela. Ikusi dugunez, hori ez da gertatu, hainbat arrazoi direla eta. Hasteko, ekonomia mundu mailan berrantolatzen ari zen garai batean sartu ziren emakumeak lan merkatura. Soldatapeko lana bere ezaugarriak galtzen hasi zen: lanpostuak eta industriak atzerrira joaten ari ziren; soldatak, kolapsatzen; sindikatuak, murrizketak negoziatzen… ondorioz, oker ulertu genuen etxetik kanpoko lanen borrokaren testuinguru soziala.
Bestalde, emakumeak ez ziren gai izan erreprodukzio baldintzak aldatzeko. Gizonek dominatutako munduan sartzeko borrokan kontzentratu zituzten indarrak, eta, ondorioz, erakunde feminista gehienek alde batera utzi zuten erreprodukzioa borroka eremu gisa; AEBetan, esaterako, oraindik ez daukagu amatasun baimen ordaindurik. Ondorioz, esperotako hainbat gauza ez dira gertatu: soldatapeko emakumeek ez dituzte erreprodukzio baldintzak ere aldatu; fabrika eta bulegoetan ez dago haurtzaindegirik; ezta lana eteteko orduak negoziatzeko aukerarik ere haurrei bularra emateko. Horren ordez, soldatapeko lanak ezinezko bihurtu du emakumeentzat lana familiarekin bateratzea, zaintzarekin, lagunekin… euren buruaren zaintzarekin ere ez!
Emakume gehiago daude gaur egun botere egituretan. Iaz, AEBetan aukera izan zenuten bat presidente edukitzeko. Posible da botere espazioetan kritika feminista egitea?
Ez dut uste [barre egin du]. Feminismoa zeri deitzen diozun, horren arabera izango da; Hillary Clinton feminista omen da, baina nik ez dut bat egiten Nazio Batuen feminismo horrekin. Otzandutako eta etxekotutako feminismo bat da: hizkuntzaren zati bat erabiltzen du, eskaeren zati bat, baina sistema kuestionatzen ez duen testuinguru batean kokatzen du. Areago: emakumeen autonomiarako exijentziak erabiltzen ditu emakumeak garapen kapitalistan txertatzeko lan-esku merke gisa. Nazio Batuek konbentzitu dituzte gobernuak aldaketak egiteko, haien mesederako izango zirela ulertarazita; klase kapitalistaren mesederako. Kapitalismoa krisian zegoen garai batean —borroka antikolonialak, gatazkak fabriketan, emakumeen mugimendua, ikasleena…—, esan zien gobernuei: «Begira emakume horiei guztiei. Hortxe duzue lan indarra, diru gutxiren truke jarduteko prest». Horrela, estatuaren eta emakumeen borrokaren arteko bitartekari gisa jardungo zuen masa feminista bat sortu zuten, gobernuei ulertarazteko ez ziotela mugimendu feministari eraso behar, baizik eta atea ireki, emakumeak erabilgarri izan zitezkeelako produkzio kapitalista berrabiatzeko. Emakumeen lana nonahi dago orain: erreprodukzioan, zerbitzuetan, industrian. Mexikon, maquila sisteman ordutegi finkorik gabe lan egiten dute, soldata baxuenekin. Edo begira Foxconn, Txinan: hori guztia emakumeen lana da. 1980ko urteetatik, ekoizpen kapitalista berrabiatzeko motorra emakumeak izan dira. Eta horixe izan da gobernuetara sartu diren emakumeen funtzioa. Boteretuta daudela esan digute, baina, emakumeen benetako baldintza ekonomikoei begiratuta —produkzioan zein erreprodukzioan—, ikusten da emakume batzuek irabazi dutela autonomia pixka bat gizonekiko, baina orokorrean emakumeak lehen baino menpekoagoak direla kapitalarekiko.
Zaintza lanak oraindik emakumeen gain geratzen dira…
Eta gehiena emakume etorkinek egiten dute, baldintza beldurgarrietan. Politika zinikoa dute gobernuek, baita Europako Batasunekoek ere: immigrazio eskubideak murrizten dituzte, emakumeen lana are gehiago esplotatu ahal izateko. Eskubideen mozketa oso eraginkorra da lanaren prezioa jaisteko. Paperik gabe datorren emakumeak edozein motatako lanpostuak onartu beharko ditu, eskubide gehiago baleuzka onartuko ez lituzkeenak.
Alternatiba gisa, zaintza lanak kolektibizatzen —eta, kasik automatikoki, estatuaren gain uzten— dituzten zerbitzuak proposatu izan dira: haurtzaindegi publikoak, zahar etxeak. Ez al gabiltza zaintza gure bizitzetatik ateratzeko eredu baten bila, guztionean txertatu ordez?
Nire ustez, erreprodukzio lanak berrantolatu behar ditugu: zaintzakoak, eta etxekoak orokorrean. Orain arte antolatuta egon diren bezala, oso bakartzaileak izan dira emakumeentzat: etxean bakarrik jardun dute, baliabide gutxirekin, eta, ondorioz, krisi guztiei bakarrik aurre egin diete. Bestalde, nik beti bereizten ditut modu sozialagoan egin litezkeen zaintza lanak, eta zerbitzu publiko gisa antolatutako zaintza lanak. Zerbitzu publikoa estatua da, eta estatua, gaur egun, logika kapitalista batean mugitzen da; inbertsio eta irabazien logikan; zeinetan zaintza lanak ere pilaketa kapitalistaren helburuetara egokitu behar diren. Ondorioz, haurren eta adinekoen ongizatea bazterreko helburua baino ez da. Horregatik uste dut garrantzitsua dela bakartze egoera hori apurtzea, erreprodukzio eredu kooperatiboagoak sortzeko. Ondo jakin behar dugu zertaz ari garen: behetik erabaki eta kontrolatutako erreprodukzio moduez, edota estatuak antolatutakoez. Orain tarteko fase batean gaude, emakume askorentzat bizirik irauteko ezinbestekoa baita hainbat zerbitzu izatea, baina ez genuke iparra galdu behar. Komunitatea barne hartzen duen erreprodukzio eredu batean pentsatu behar dugu.
Emakume gazteen artean zapaldua izatearen identitatea desagertzen ari dela uste duzu?
Garai batean, gazteek pentsatu zuten ez zutela feminismorik behar, «orain eskubideak dauzkadalako». Bestalde, badira erradikalak diren hainbat emakume gazte ere uste dutenak feminismoa perbertituta dagoela, prentsan eta Nazio Batuetan ikusten dutelako. Baina, azken urteotan, emakumeen mugimendu berri bat hasi da hedatzen, geroz eta gehiago ohartzen direlako gure garaiko arazo asko konpondu gabe daudela. Ez dakite non jarri energia; haurrak eduki edo ez erabakitzeko aukerarik ere ez dute. AEBetan, neska asko 50.000 dolarreko zorrarekin ateratzen dira unibertsitatetik. Egoera gogorra da; segurtasunik eza, langabezia, zerbitzu falta… eta indarkeriaren etengabeko mehatxua mundu osoan. Interesgarria izan zen Argentinako emakumeen deialdiak jasotako oihartzuna; toki guztietatik erantzun zuten, indarkeria leku guztietan hazi delako.
Donald Trumpek AEBetako bozak irabazi izanak berraktibatu al du mugimendu feminista?
Bai, hala espero dut. Muturreko misoginia bat gorpuzten du Trumpek, eta horrek erreakzio bat eragin du: manifestazio jendetsuak, sekula protestara atera gabeko emakumeak kalean… Espero dudan bakarra da erreakzioa ez izatea soilik Trumpekiko, harago joatea baizik. Berak sisteman ezkutuago dauden joerak modu nabarmenean baino ez ditu irudikatzen. Ez genuke pentsatu behar bera salbuespena dela.
Euskal Herrian pil-pilean dago haurduntze subrogatuen gaia. Aurkakoek diote emakume pobreenak esplotatzeko modu bat dela; aldekoek erregulatzeko eskatzen dute, argudiatuta posible dela itun komertzialik gabe. Zer uste duzu?
Ni erabat aurka nago. Ez da solik emakumeak esplotatzeko modu bat: haurrak saltzea da. Subrogazioak mundu mailako industria bat sortu du, zeinetan Indiako emakumeak kliniketara joaten diren helburu bakarrarekin: intseminatzea eta gero emango dituzten umeak produzitzea. Orain kontatzen digute gure gorputza kontrolatzea dela gure ugalketaren produktua saltzeko gaitasuna. Haur bat edukiko baduzu, horretarako modua behar duzu; ama askok eman behar izan dute haurra adopzioan. Baina hasieratik jakitea zure umea utziko duzula, hori onartezina da. Klase indarkeriaren beste adibide bat da, emakume behartsuek ez dituztelako umeak edukitzen nahi dutelako, baizik eta dirudunei emateko.
Ez duzu sinesten modu altruistan egin litekeenik?
Dirurik gabe, bai. Baina gustatuko litzaidake hori ikustea; gertatzen ari dena ez da hori. Gertatzen ari dena merkatu bat da, eta altruismoaz hitz egitea… estalgarri bat da. Egiaz, ez bada zure ahizparentzat edo asko maite duzun norbaitentzat, inork ez luke haurrik egingo atzerriko emakume ezezagun batentzat arrazoirik gabe. Nork ordain dezake? Inork ez, eta ahal dutenek ez lukete egingo. Altruismoak soilik emakume pobreei eragiten die nonbait.
Askok alderatu dute prostituzioaren eztabaidarekin.
Bai, baina prostituzioan zure gorputza saltzen duzu, ez beste pertsonak. Hainbat prostituzio mota daude. Zure bagina saltzea ez da gauza okerrena: bada bere garuna saltzen duen jendea, bere integritatea, bere hitzak. Gizarte kapitalistan nahiko behartuta gaude geure buruaren zerbait saltzera. Baina gauza bat da erabakitzea zer saldu nahi dugun, eta beste bat haurrak saltzea, gizakien merkatu baten parte bihurtzea.
Feminista gisa, heriotza zigorraren aurka egon behar genukeela idatzi izan duzu, gutxiegitan hartzen dugulako kontuan zigor horien atzeko biktimak ere emakumeak direla sarri. Existitu liteke justizia feministarik?
Niretzat, jendeak ondasunetarako sarbidea daukan gizarte batetik hasten da justizia. Orduan, justizia ez litzateke orain sistemak administratzen duen hori. Orain klase justizia bat daukagu. AEBetan, espetxeak beltz gaztez beteta daude: %50eko langabezia daukate, ikasteko aukerarik ez, eta gero zigortu egiten dituzte. Feminismoak esan nahi badu hierarkiarik gabeko sistema bat, orduan justiziak esan nahiko luke abusuak ez daudela klase desberdintasunetan oinarrituta, eta gure artean argitu ditzakegula, ez desberdintasunak areagotzeko, kooperazioa sendotzeko baizik.
Artikulu hura irakurrita, zaila da Bartzelonako atentatuez ez oroitzea. Poliziak arratsalde bakarrean bost pertsona hil zituen, eta publikoak txalotu egin zuen, ia auzitan jarri gabe. Ez al da sorgin ehiza berri bat zabaltzen ari?
Jakina baietz. Neure buruari galdetzen diot zergatik ez ote zieten hanketara tiro egin, informazioa lortu ahal izateko, eta guztiok jakin genezan zeintzuk ziren pertsona horiek, nondik zetozen, nolatan egin zuten egin zutena. «Terroristak dira», diote, baina nortzuk dira? Zein da Ekialde Hurbileko gerrekin duten lotura? Azken hiruzpalau hamarkadetan, etengabeko ongizate estatua izan dugu, eta, ondorioz, seguru gaudela esan digute. Baina, egiaz, geroz eta segurtasun gutxiagoko mundu bat sortzen ari dira. Amorrua ematen dit giro horretan jendea ez dela ari galderarik egiten, eta ez dela ari gertakariak nazioarteko politikarekin lotzen. Nondik dator Estatu Islamikoa? Azken hogei urteotan, petrolioa daukaten herrialde guztietan suntsitu dute nazio estatua, eta, ondorioz, petrolio enpresek aurkaririk gabeko dominazioa daukate han. Galdera hori egin behar dugu. Migrazioarekin ere antzera gertatzen da: jendeak etorkinei egiten die eraso, ez migraziorako baldintzak sortzen dituzten politikei. Gerrak, berregituraketak, harreman kapitalisten hedapenak… horrek eragiten du migrazioa. Gure gobernuak herri horietara doaz, produkzio bideak suntsitzen dituzte, jendea migratzera behartzen dute eta gero etorkinak kriminalizatzen dituzte. Hori pasiboki onartzea tragedia bat da.
Samara Velte
2017ko iralilaren 9an
La pensadora Silvia Federici estuvo de recorrida por el Conosur y dictó un seminario abierto y gratuito los días 25 y 26 de julio en la ciudad de Montevideo. Relató la historia de su obra fundamental Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria y compartió miradas y reflexiones sobre la lucha feminista en la actualidad. Por Redacción La tinta
«La rebeldía de las mujeres se sancionó como de “malas mujeres”, mientras que los trabajadores rebeldes son “revolucionarios”.»
Mientras está sentada, esperando para comenzar a conversar, sea en el Seminario de dos días «Ni caza de brujas, ni brujas en las casas. Tiempos de luchas feministas» o en intercambios más informales, Silvia Federici se ve como una mujer tranquila y silenciosa en su delgadez y sobriedad. Es difícil imaginar que esa misma mujer, que está en la séptima década de su vida, va a dejar esa templanza para convertirse en una leona, que no pierde la alegría en cada concepto o historia que explica.
Invitada por el Colectivo Minervas, la investigadora y militante feminista venía de realizar, en Brasil, la presentación de una de sus obras más importantes: Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004), en portugués. La estadía en Montevideo sería de pocos días, pero intensos, en los que Silvia, acompañada por su compañero de vida George Caffentzis recorrería locales de colectivos militantes, espacios universitarios, charlas entre mujeres de diferentes organizaciones de Latinoamérica, y brindaría un seminario de dos días en el Centro Obrero Alpargatas, lugar donde se realizan diversas actividades sociales y culturales en barrio Aguada, de la capital uruguaya.
Desde Paysandú, Colonia, Maldonado, y diferentes ciudades del vecino país; así como desde Córdoba, integrantes del Encuentro de Organizaciones, acudieron al convite. Estuvimos compartiendo dos jornadas, junto a otras 400 personas -en su mayoría mujeres- que se acercaron para escuchar a la escritora italiana, radicada en Estados Unidos desde hace décadas.
La propuesta de Federici consistió en conversar durante el martes 25 de julio, sobre la historia de su obra de 2004, y abordar el miércoles 26 diferentes miradas sobre la vigencia de las ideas de Calibán y la bruja, en la actualidad. Ambos días destinó una hora para exponer lo que había guionado cuidadosamente, luego se dispuso atenta para responder las consultas que venían del público.
«La historia es escrita por los vencedores, y hay muchas historias que han sido destruidas.»
El libro Calibán y la bruja nació con un objetivo político: debatir sobre las raíces y causas de un tipo específico de opresión hacia las mujeres en el capitalismo. Así, la obra es un riguroso recorrido histórico sobre el paso del feudalismo al capitalismo, centrando su análisis en Europa señalando las espiraladas consecuencias que ocurrieron en diferentes puntos del globo. Su autora fue una de las fundadoras de la Campaña Internacional por un salario para el trabajo sin sueldo (1972), uno de los fundamentos nodales de dicha campaña se deja ver en el libro.
Silvia Federici está sentada sobre una mesa. Apenas la acompaña un vaso de agua, y en su mano derecha empuña el micrófono. Se embravece al explicar esta historia, que debe haber relatado centenares de veces. Se apasiona, y es contundente: «el capitalismo robó la tierra a los hombres, pero les dio una sirvienta en compensación». Es en este momento histórico en el que comienza el proceso de dependencia económica de las mujeres y el mandato sobre sus cuerpos: «las mujeres no pueden vivir solteras, deben vivir bajo la autoridad de un hombre». En esta investigación la autora inaugura un nuevo concepto, otro nuevo inicio: el patriarcado del salario. Mientras en el período feudal el salario era vivido como liberación, porque a la vez que trabajaban para el Señor Feudal, mujeres y hombres tenían su parcela de tierra para proveerse; con el despojo de las tierras en el capitalismo, el salario comenzó a ser el único acceso al sustento, un modo de esclavitud solo para varones.
Federici contó que se agarraron la cabeza junto a sus compañeras cuando lo descubrieron. ¿Cómo no nos dimos cuenta antes?, dijeron. ¿Cómo aún hoy cuesta darnos cuenta? decimos. El trabajo productivo (masculino) produce autos, herramientas, alimentos, y es retribuido con salario. El trabajo reproductivo (femenino) es el que produce a esos trabajadores que necesita el capitalismo, los viste, alimenta, educa, mantiene saludables; es invisibilizado y no pagado. Serían estos algunos de los olvidos o miopías de los grandes Engels y Marx.
Es en el nuevo sistema político económico que el Estado comienza a apropiarse del cuerpo de las mujeres, imponiendo a través de la división sexual del trabajo, la idea de que las mujeres son «seres inferiores, débiles, sin razón y entonces más vulnerables y más seducidas por el diablo, por lo que deben estar subordinadas. Otros deben pensar y decidir por ellas». También entonces las mujeres se organizaron y resistieron, en un momento de transformación social que implicó no sólo una nueva organización política, económica y social, sino que también trajo como consecuencia «el rompimiento de solidaridad entre mujeres y varones, debilitó la lucha de las clases dominadas, y perjudicó más profundamente a las mujeres».
Nótese aquí un detalle importante, no son las luchas de mujeres las que dividen la solidaridad entre sexos y géneros, sino consecuencia del implacable y silencioso avance del capital sobre las clases dominadas. Con la complicidad de la iglesia, las clases dominantes buscaron «ubicar» a las mujeres en el nuevo rol asignado para ellas: la caza de brujas fue la herramienta para aleccionar.
«El discurso de la igualdad es un discurso fraudulento, no estamos en igualdad de condiciones.»
La criticidad y crudeza para pensar la realidad no convierten a Federici en una persona pesimista. Entre las charlas que tuvimos de manera informal compartió algunos de sus recorridos personales, individuales pero siempre junto a otras. Nos dijo que el feminismo le salvó la vida, que la potencia de crear, reflexionar y luchar con otras mujeres fue uno de los motores más importantes. Silvia condensa la lucidez de los años vitales transitados de manera atenta y permeable, con la sensibilidad para conocer historias, para dejarse atravesar por las voces y recorridos ajenos, y la fortaleza teórico política para reflexionar y aprender en ese proceso. Cada pregunta, cada intercambio, o reflexión compartida fue recibida desde un lugar atento y respetuoso.
La caza de brujas, de la que empezó a hablar en Calibán y la bruja, tuvo sus momentos de mayor calma, pero nunca desapareció, asegura. «Hoy estamos viviendo una nueva ola de acumulación originaria» en la que el capital necesita nuevamente nutrirse de fuerza y trabajo, requiere la expropiación de la tierra, la precarización del trabajo y el corte de servicios. Entonces, sostiene, hay una fuerte conexión entre el proceso extractivista de bienes comunes y la violencia en contra de las mujeres; ya que son ellas (nosotras) las que dan y conservan la vida, las que mantienen a la comunidad unida, las que son más fuertemente golpeadas por los avances del capital, y quienes sostienen las luchas por la vida y el territorio.
«Estamos viviendo una nueva caza de brujas» asegura, y destaca que se han incrementado los feminicidios en número pero también en crueldad. Recupera el concepto «pedagogía de la crueldad» de la antropóloga Rita Segato, que sostiene que hay un mensaje en torturar los cuerpos de las mujeres, y mostrarlos. Hay una lección sobre lo que las mujeres debemos ser y hacer. Comparte el caso de Ciudad Juárez, donde los feminicidios y el trabajo en la maquila están fuertemente conectados, y aclara que el ingreso de las mujeres al trabajo asalariado puede habernos independizado de los varones, pero no nos dio autonomía frente al capital. También relata la nueva caza de brujas que está ocurriendo en África e India, de la cual poco sabemos en este rincón del mundo occidental.
«Globalización es el proceso en el que todo cambia, pero se mantiene la estructura de dominación.»
Llamarnos brujas es, nuevamente, desmantelar los lazos de solidaridad e intentar mantener las distancias entre generaciones. Necesitamos conocer la historia de otras mujeres, qué han hecho, cómo se han organizado y cómo han resistido; así cree, esta pensadora, que es posible construir y sostener el tejido económico y cultural. Es necesario «no enfrentar la cotidianeidad aislada» sino pensar la reproducción de la vida en solidaridad y apoyo mutuo, para conocernos, compartirnos, escucharnos y para «emprender prácticas que revaloricen las prácticas de las mujeres, porque la desvalorización está en el núcleo de la violencia».
Pasaron cuatro días, en los que la cabeza y el corazón se agotaron haciendo recorridos de mundos posibles. Doliendo a todas las que no están, pero sabiendo que en el encuentro podemos crear y volver a crearnos, desde las mujeres completas, valientes y poderosas que somos. Podemos gestar un Paro Internacional de Mujeres y ocupar todas las calles como el 8 de marzo pasados. Ruedan las lágrimas por nuestras mejillas, se alzan los puños de todas y todos los que asistieron al seminario de dos días, y vibramos en un canto común: «somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar». Sonreímos y sabemos que ninguna, ninguno, será el mismo después de estos días. Nos queda la inquietante sensación de injusticia y el necesario deseo de construir algo nuevo, pero sentimos que hay algo que ya tenemos, como dijo Silvia Federici en sus palabras de cierre: «aisladas, aislados no podemos tener nada. Aislados, ya estamos derrotados».
¡Todas juntas! ¡Todas libres!
4 de agosto de 2017
Fuente: https://latinta.com.ar/2017/08/silvia-federici-la-desvalorizacion-esta-nucleo-la-violencia/