Argen­ti­na. Pros­ti­tu­ción es violencia

Por Caro­li­na Baro­ne y Micae­la Saban Orsi­ni, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 15 de julio de 2020

La pri­me­ra pre­gun­ta que se nos pre­sen­ta es si el Esta­do al enmar­car este tipo de prác­ti­cas como «tra­ba­jo» no se con­vier­te en un legi­ti­ma­dor del pro­xe­ne­tis­mo. ¿Todo es comer­cia­li­za­ble? ¿Cuál debe ser el rol del Esta­do ante la pros­ti­tu­ción? ¿La deci­sión de ejer­cer la pros­ti­tu­ción es real­men­te libre? En su obra Lo que el dine­ro no pue­de com­prar , Michael San­del pro­ble­ma­ti­za los lími­tes del mer­ca­do y su todo lo que exis­te pue­de estar a la ven­ta: per­so­nas, vien­tres de alqui­ler, satis­fac­ción sexual.

Quie­nes nos encon­tra­mos a favor del mode­lo abo­li­cio­nis­ta que rige en nues­tro país y que, no pena la pros­ti­tu­ción, sino a aque­llos que se bene­fi­cian con ella (pro­xe­ne­tis­mo), nos encon­tra­mos con­ven­ci­das de que el hecho de que exis­ta la pros­ti­tu­ción res­pon­de a la des­igual­dad estruc­tu­ral e his­tó­ri­ca entre varo­nes y muje­res. Los cuer­pos feme­ni­nos o femi­ni­za­dos se con­vier­ten en obje­tos sus­cep­ti­bles de ser mira­dos, toca­dos, e inclu­so comprados.

Des­de la pers­pec­ti­va de géne­ro, no pode­mos dejar de ver que siem­pre como eje trans­ver­sal encon­tra­mos a la pobre­za y la exclu­sión social que muchas veces con­du­cen a tomar cami­nos, aún en con­tra de la pro­pia volun­tad, sig­ni­fi­can­do ello un con­di­cio­na­mien­to en la auto­de­ter­mi­na­ción. La pros­ti­tu­ción ha esta­do vin­cu­la­da a la pobre­za, pre­sen­tán­do­se como posi­bi­li­dad con­cre­ta de super­vi­ven­cia, en tan­to per­mi­te a muje­res y tra­ves­tis acce­der a un ingre­so más o menos esta­ble capaz de ele­var las posi­bi­li­da­des mate­ria­les de vida.

Negar la exclu­sión social que lle­va a muchas per­so­nas a tomar este camino, es negar tam­bién que la pros­ti­tu­ción repli­ca las des­igual­da­des de un sis­te­ma eco­nó­mi­co y polí­ti­co dis­cri­mi­na­to­rio. Es en estos casos don­de resul­ta fun­da­men­tal la inter­ven­ción del Esta­do, no des­de los valo­res mora­les de una socie­dad, sino a tra­vés de un para­dig­ma de pro­tec­ción de los dere­chos huma­nos, siem­pre en el enten­di­mien­to que el dere­cho a la vida, a la liber­tad y a la dig­ni­dad son fundamentales.

En torno a este deba­te es váli­do pre­gun­tar­nos ¿Quién va a ser el jefe o la jefa en este tipo de rela­cio­nes laborales?¿Se esta­ría lega­li­zan­do el pro­xe­ne­tis­mo? ¿Cómo vamos a hacer para esta­ble­cer las con­di­cio­nes de con­tra­ta­ción y para cui­dar a quie­nes pres­tan el «ser­vi­cio»? ¿Se va a tri­bu­tar por este «ser­vi­cio» pres­ta­do? ¿Las fac­tu­ras se van a hacer digi­ta­les? ¿Se van a enviar a la casa del «clien­te»? ¿Cuál va a ser la cober­tu­ra por ries­gos de tra­ba­jo si ya el tra­ba­jo por sí mis­mo impli­ca un alto riesgo?

Resul­ta indis­pen­sa­ble dejar de roman­ti­zar la pros­ti­tu­ción cre­yen­do que se tra­ta de una libre elección

No pode­mos con­si­de­rar que cual­quier acti­vi­dad huma­na es sin­di­ca­ble; bási­ca­men­te por­que el rol de los sin­di­ca­tos es mejo­rar las con­di­cio­nes labo­ra­les de sus afi­lia­dos, y en este caso pun­tual no resul­ta posi­ble de mane­ra algu­na, pues­to que las con­di­cio­nes par­ten siem­pre deba­jo de la línea de pro­tec­ción de los dere­chos huma­nos. Por ejem­plo, pode­mos seña­lar que no ha exis­ti­do a lo lar­go de la his­to­ria un sin­di­ca­to de escla­vos. Sin embar­go, igual se orga­ni­za­ron, pero lo hicie­ron para abo­lir su escla­vi­tud, no para nego­ciar el tipo de cas­ti­go que iban a recibir.

Resul­ta indis­pen­sa­ble dejar de roman­ti­zar la pros­ti­tu­ción cre­yen­do que se tra­ta de una libre elec­ción y que cual­quie­ra de noso­tras pue­de parar­se en una esqui­na y «comen­zar a tra­ba­jar­la», por­que pen­sar­lo de esa mane­ra sería negar la reali­dad. Sería cegar­nos ante la idea de la exis­ten­cia de estra­te­gias de cap­ta­ción y el estre­cho víncu­lo con las redes de tra­ta de per­so­nas que inclu­yen dis­tin­tos méto­dos cri­mi­na­les de incor­po­ra­ción que admi­ten enga­ños, inclu­so ame­na­zas. Esto impli­ca que la tra­ta de per­so­nas con fines de explo­ta­ción sexual sea cons­ti­tu­ti­va del nego­cio millo­na­rio de la pros­ti­tu­ción . Los con­su­mi­do­res son los mis­mos tan­to para la tra­ta de per­so­nas como para la pros­ti­tu­ción, por ello la del­ga­da línea entre uno y otro no pue­de invisibilizarse.

Exis­ten argu­men­tos por par­te de quie­nes defien­den el regla­men­ta­ris­mo en rela­ción con los casos deno­mi­na­dos «pros­ti­tu­ción vip», en los cua­les se argu­men­ta una supues­ta liber­tad de elec­ción por tra­tar­se mayor­men­te de muje­res de cla­se media o alta. Enten­de­mos que al ser éstos la menor can­ti­dad de casos, y exis­tien­do tam­bién como deno­mi­na­dor común la mer­can­ti­li­za­ción de cuer­pos feme­ni­nos o femi­ni­za­dos casi en su tota­li­dad, por par­te de varo­nes, se con­ti­núa per­pe­tran­do un sis­te­ma de domi­na­ción patriar­cal que ava­la el con­su­mo de cuer­pos de muje­res como si se tra­ta­sen de mercancías.

Por su par­te, no pode­mos dejar de men­cio­nar que muchos de estos casos no son «auto­ges­tio­na­dos» o rea­li­za­dos de mane­ra inde­pen­dien­te, sino que se requie­re de estruc­tu­ras como ser pági­nas web, publi­ci­dad, incor­po­ra­ción en diver­sos tipos de plataformas.

La fala­cia es con­si­de­rar que pue­de exis­tir una liber­tad en la toma de deci­sio­nes sien­do que esto no es posi­ble al exis­tir con­di­cio­nes des­igua­les en la nego­cia­ción. Se inten­ta mos­trar que varo­nes y muje­res ini­cian una nego­cia­ción del con­tra­to sexual, como si de algu­na for­ma par­tie­sen de una mis­ma línea de base. En la pros­ti­tu­ción lo que sur­ge es un «con­tra­to des­igual» que evi­den­cia la des­igual­dad estruc­tu­ral de poder entre los «con­su­mi­do­res», mayo­ri­ta­ria­men­te varo­nes quie­nes his­tó­ri­ca­men­te fue­ron y son los due­ños de los medios de pro­duc­ción, del poder polí­ti­co y eco­nó­mi­co, y por otro lado sus «mer­can­cías», casi en su tota­li­dad muje­res, trans, tra­ves­tis y niñas y niños.

En pala­bras de Fra­nçoi­se Héri­tier, antro­pó­lo­ga femi­nis­ta fran­ce­sa, «Decir que las muje­res tie­nen dere­cho a ven­der­se es ocul­tar que los hom­bres tie­nen dere­cho a comprarlas».

En medio de una emer­gen­cia sani­ta­ria y eco­nó­mi­ca, don­de se agra­va aún más la situa­ción de miles de muje­res en situa­ción de pros­ti­tu­ción, el rol del Esta­do es gene­rar polí­ti­cas que pro­mue­van la igual­dad de tra­to y opor­tu­ni­da­des a tra­vés de polí­ti­cas públi­cas como el acce­so a la edu­ca­ción, a la for­ma­ción pro­fe­sio­nal, al acce­so a jus­ti­cia. Lejos están estas fun­cio­nes de aque­lla que pro­mue­ve a tra­vés de la regla­men­ta­ción legi­ti­mar la explo­ta­ción de algu­nas per­so­nas sobre otras.

Des­de hace 106 años, con la Ley Pala­cios, Argen­ti­na es abo­li­cio­nis­ta. La pros­ti­tu­ción no es deli­to, lo que no sig­ni­fi­ca que la pros­ti­tu­ción sea un trabajo. 

Fuen­te: Dia­rio Femenino

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