Fue el pue­blo tra­ba­ja­dor quien nos tra­jo la demo­cra­cia, y será el pue­blo el que esta­blez­ca una demo­cra­cia más pro­fun­da todavía

Que­ri­dos ami­gos y amigas,

Salu­dos des­de las ofi­ci­nas del Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción Social.

La demo­cra­cia tie­ne un carác­ter de enso­ña­ción. Lle­ga al mun­do arras­tra­da por el inmen­so deseo de los seres huma­nos de supe­rar las barre­ras de la indig­ni­dad y el sufri­mien­to social. Cuan­do se enfren­ta­ban al ham­bre o a la muer­te de sus hijos o hijas, las comu­ni­da­des ante­rio­res podían haber cul­pa­do refle­xi­va­men­te a la natu­ra­le­za o a la divi­ni­dad, y de hecho esas expli­ca­cio­nes siguen vigen­tes hoy en día. Pero la capa­ci­dad de los seres huma­nos de gene­rar exce­den­tes gigan­tes­cos median­te la pro­duc­ción social, jun­to con la cruel­dad de la cla­se capi­ta­lis­ta para negar a la inmen­sa mayo­ría de la huma­ni­dad el acce­so a esos exce­den­tes, gene­ra nue­vos tipos de ideas y nue­vas frus­tra­cio­nes. Esta frus­tra­ción, ali­men­ta­da por la con­cien­cia de la abun­dan­cia en medio de una reali­dad de pri­va­ción, es la fuen­te de muchas de las luchas por la democracia.

Los hábi­tos del pen­sa­mien­to colo­nial indu­cen a muchas per­so­nas a supo­ner erró­nea­men­te que la demo­cra­cia se ori­gi­nó en Euro­pa, ya sea en la anti­gua Gre­cia (que nos da la pala­bra demo­cra­cia de demos, «pue­blo», y kra­tos, «gobierno») o a tra­vés de la apa­ri­ción de una tra­di­ción de dere­chos, des­de la Peti­ción de Dere­chos ingle­sa de 1628 has­ta la Decla­ra­ción Fran­ce­sa de los Dere­chos del Hom­bre y del Ciu­da­dano de 1789. Pero esto es en par­te una fan­ta­sía retros­pec­ti­va de la Euro­pa colo­nial, que se apro­pió de la anti­gua Gre­cia para sí mis­ma, igno­ran­do sus fuer­tes cone­xio­nes con el nor­te de Áfri­ca y Orien­te Medio, y uti­li­zó su poder para some­ter a la infe­rio­ri­dad inte­lec­tual a gran­des par­tes del mun­do. Al hacer­lo, la Euro­pa colo­nial negó estas impor­tan­tes con­tri­bu­cio­nes a la his­to­ria del cam­bio demo­crá­ti­co. Las luchas de los pue­blos —a menu­do olvi­da­das— por esta­ble­cer una dig­ni­dad bási­ca fren­te a jerar­quías des­pre­cia­bles son tan auto­ras de la demo­cra­cia como quie­nes pre­ser­va­ron sus aspi­ra­cio­nes en tex­tos escri­tos que aún se cele­bran en nues­tro tiempo.

A lo lar­go de la segun­da mitad del siglo XX, se desa­rro­lla­ron una serie de luchas con­tra los regí­me­nes dic­ta­to­ria­les del Ter­cer Mun­do que habían sido ins­tau­ra­dos por las oli­gar­quías anti­co­mu­nis­tas y sus alia­dos en Occi­den­te. Estos regí­me­nes nacie­ron de gol­pes de Esta­do (como en Bra­sil, Fili­pi­nas y Tur­quía) y tuvie­ron espa­cio de manio­bra para man­te­ner jerar­quías lega­les (como en Sudá­fri­ca). Las gran­des mani­fes­ta­cio­nes de masas que cons­ti­tu­ye­ron el núcleo de estas luchas demo­crá­ti­cas se cons­tru­ye­ron a tra­vés de una serie de fuer­zas polí­ti­cas, inclui­dos los sin­di­ca­tos, un aspec­to de la his­to­ria que a menu­do se igno­ra. El cre­cien­te movi­mien­to sin­di­cal en Tur­quía fue, de hecho, par­te de la cau­sa de los gol­pes mili­ta­res de 1971 y 1980. Cons­cien­tes de que su con­trol del poder era vul­ne­ra­ble a las luchas de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, ambos gobier­nos mili­ta­res prohi­bie­ron los sin­di­ca­tos y las huel­gas. Esta ame­na­za a su poder se había mani­fes­ta­do, en par­ti­cu­lar, en una serie de huel­gas en toda Ana­to­lia desa­rro­lla­das por sin­di­ca­tos vin­cu­la­dos a la Con­fe­de­ra­ción de Sin­di­ca­tos Pro­gre­sis­tas (DISK por su sigla en inglés), inclui­da una mani­fes­ta­ción masi­va de dos días en Estam­bul cono­ci­da como los Even­tos del 15 y 16 de junio, que reu­nió a 100.000 tra­ba­ja­do­res. La con­fe­de­ra­ción, crea­da en febre­ro de 1967, era más com­ba­ti­va que la exis­ten­te (Türk İş), que se había con­ver­ti­do en cola­bo­ra­do­ra del capi­tal. Los mili­ta­res no solo actua­ron con­tra gobier­nos socia­lis­tas y no socia­lis­tas que inten­ta­ban ejer­cer la sobe­ra­nía y mejo­rar la dig­ni­dad de sus pue­blos (como en el Con­go en 1961, Bra­sil en 1964, Indo­ne­sia en 1965, Gha­na en 1966 y Chi­le en 1973), sino que tam­bién salie­ron de los cuar­te­les —con la bri­llan­te luz ver­de de Washing­ton— para sofo­car el ciclo de huel­gas y pro­tes­tas de las y los trabajadores.

Una vez en el poder, estos mise­ra­bles regí­me­nes, ves­ti­dos con sus uni­for­mes caqui y sus mejo­res tra­jes de seda, impul­sa­ron polí­ti­cas de aus­te­ri­dad y repri­mie­ron cual­quier movi­mien­to de la cla­se tra­ba­ja­do­ra y el cam­pe­si­na­do. Pero no pudie­ron doble­gar el espí­ri­tu humano. En gran par­te del mun­do (como en Bra­sil, Fili­pi­nas y Sudá­fri­ca), fue­ron los sin­di­ca­tos los que dis­pa­ra­ron el pri­mer tiro con­tra la bar­ba­rie. El gri­to en Fili­pi­nas «Tama Na! ¡Sobra Na! Wel­ga Na!» («¡Esta­mos har­tos! ¡Las cosas han ido dema­sia­do lejos! ¡Es hora de ir a la huel­ga!») pasó de los tra­ba­ja­do­res de la des­ti­le­ría La Ton­de­ña en 1975 a las pro­tes­tas en las calles con­tra la dic­ta­du­ra de Fer­di­nand Mar­cos, cul­mi­nan­do final­men­te en la Revo­lu­ción del Poder Popu­lar de 1986. En Bra­sil, los tra­ba­ja­do­res indus­tria­les para­li­za­ron el país median­te accio­nes en San­to André, São Ber­nar­do do Cam­po y São Cae­tano do Sul (ciu­da­des indus­tria­les del gran São Pau­lo) de 1978 a 1981, diri­gi­das por Luiz Inácio Lula da Sil­va (actual pre­si­den­te de Bra­sil). Estas accio­nes ins­pi­ra­ron a las y los tra­ba­ja­do­res y cam­pe­si­nos del país, aumen­tan­do su con­fian­za para resis­tir a la jun­ta mili­tar, que se derrum­bó en 1985.

Hace cin­cuen­ta años, en enero de 1973, las y los tra­ba­ja­do­res de Dur­ban (Sudá­fri­ca) se decla­ra­ron en huel­ga por un aumen­to de suel­do, pero tam­bién por su dig­ni­dad. Se des­per­ta­ron a las 3 de la madru­ga­da del 9 de enero y mar­cha­ron a un esta­dio de fút­bol, don­de corea­ron «Ufil’ umun­tu, ufi­le usa­di­ki­za, wamthint’ eswe­ni, eswe­ni usa­di­ki­za» («Una per­so­na está muer­ta, pero su espí­ri­tu vive; si le pin­chas el iris del ojo, vuel­ve a la vida»). Estos tra­ba­ja­do­res abrie­ron el camino con­tra for­mas de domi­na­ción arrai­ga­das que no solo les explo­ta­ban a ellos, sino que opri­mían al pue­blo en su con­jun­to. Se levan­ta­ron con­tra las duras con­di­cio­nes labo­ra­les y advir­tie­ron al gobierno suda­fri­cano del apartheid que no vol­ve­rían a sen­tar­se has­ta que se rom­pie­ran las líneas de cla­se y raza. Las huel­gas abrie­ron un nue­vo perio­do de mili­tan­cia urba­na que pron­to se tras­la­dó de las fábri­cas a la socie­dad en gene­ral. Un año más tar­de, Sam Mhlon­go, un médi­co que había esta­do encar­ce­la­do en Rob­ben Island cuan­do era ado­les­cen­te, seña­ló que «esta huel­ga, aun­que resuel­ta, tuvo un efec­to deto­na­dor». El rele­vo pasó a las y los niños y jóve­nes que lucha­ron en Sowe­to en 1976.

El Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción jun­to al Ins­ti­tu­to Chris Hani ela­bo­ra­ron un tex­to memo­ra­ble: Las huel­gas de Dur­ban de 1973: La cons­truc­ción de poder popu­lar demo­crá­ti­co en Sudá­fri­ca1 (dos­sier nº 60, enero de 2023). Es memo­ra­ble en dos sen­ti­dos: recu­pe­ra la his­to­ria casi per­di­da del papel de la cla­se tra­ba­ja­do­ra en la lucha con­tra el apartheid, en par­ti­cu­lar de la cla­se tra­ba­ja­do­ra negra, cuya lucha tuvo un efec­to «deto­na­dor» en la socie­dad. El dos­sier, mag­ní­fi­ca­men­te redac­ta­do por nues­tros cole­gas de Johan­nes­bur­go, hace difí­cil olvi­dar a estos tra­ba­ja­do­res y más difí­cil aún olvi­dar que la cla­se obre­ra —toda­vía tan pro­fun­da­men­te mar­gi­na­da en Sudá­fri­ca— mere­ce res­pe­to y una mayor par­ti­ci­pa­ción en la rique­za social del país. Rom­pie­ron el apartheid pero no se bene­fi­cia­ron de sus pro­pios sacrificios.

El Ins­ti­tu­to Chris Hani fue fun­da­do en 2003 por el Par­ti­do Comu­nis­ta de Sudá­fri­ca y el Con­gre­so de Sin­di­ca­tos Suda­fri­ca­nos. Chris Hani (1942−1993) fue uno de los gran­des lucha­do­res por la liber­tad de Sudá­fri­ca, un comu­nis­ta que habría teni­do un impac­to aún mayor del que tuvo si no hubie­ra sido ase­si­na­do al final del apartheid. Agra­de­ce­mos esta cola­bo­ra­ción al Dr. Sithem­bi­so Bhen­gu, direc­tor del Ins­ti­tu­to Chris Hani, y vemos con entu­sias­mo el tra­ba­jo que tene­mos por delante.

Al cie­rre de este dos­sier, nos ente­ra­mos de que nues­tro ami­go Thu­la­ni Mase­ko (1970−2023), líder del Foro Mul­ti­la­te­ral de Sua­zi­lan­dia, fue ase­si­na­do a tiros delan­te de su fami­lia el 21 de enero. Mase­ko era uno de los líde­res de la lucha por la demo­cra­cia en su país, don­de los tra­ba­ja­do­res están al fren­te de la bata­lla para aca­bar con la monarquía.

Cuan­do releí nues­tro últi­mo dos­sier, Las huel­gas de Dur­ban de 1973, para pre­pa­rar este bole­tín, esta­ba escu­chan­do «Sti­me­la» («El tren del car­bón») de Hugh Mase­ke­la, la can­ción de 1974 sobre los tra­ba­ja­do­res migran­tes que via­ja­ban en el tren del car­bón para tra­ba­jar «muy, muy, muy pro­fun­do en el vien­tre de la tie­rra» con el fin de gene­rar rique­za para el capi­tal del apartheid. Pen­sé en los tra­ba­ja­do­res indus­tria­les de Dur­ban con el soni­do del sil­ba­to del tren de Mase­ke­la en mi oído, recor­dan­do el lar­go poe­ma de Mon­ga­ne Wally Sero­te, «Third World Express» («Expre­so del Ter­cer Mun­do»), un home­na­je a los tra­ba­ja­do­res del sur de Áfri­ca y sus luchas por esta­ble­cer una socie­dad humana.

es ese viento
es el zumbido de esa voz
es el susurro y el silbido en los cables
kilómetros y kilómetros y kilómetros
en los cables en el viento
en las vías del metro
en el camino sinuoso
en el matorral no silencioso
es la voz del ruido
aquí viene
el Expreso del Tercer Mundo
deben decir, aquí vamos de nuevo	

«Aquí vamos de nue­vo», escri­bió Sero­te, como si dije­ra que las nue­vas con­tra­dic­cio­nes pro­du­cen nue­vos momen­tos de lucha. El fin de un orden aplas­tan­te —el apartheid— no puso fin a la lucha de cla­ses, que no ha hecho sino pro­fun­di­zar­se a medi­da que Sudá­fri­ca atra­vie­sa una cri­sis tras de otra. Fue el pue­blo tra­ba­ja­dor quien nos tra­jo esta demo­cra­cia, y será el pue­blo el que lucha­rá por esta­ble­cer una demo­cra­cia toda­vía más pro­fun­da. Aquí vamos de nuevo.

Cor­dial­men­te,

Vijay

  1. https://​the​tri​con​ti​nen​tal​.org/​e​s​/​d​o​s​s​i​e​r​-​1​9​7​3​-​h​u​e​l​g​a​s​-​d​e​-​d​u​r​b​an/

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