Eco­lo­gía social. Pue­blos fumi­ga­dos: cuan­do las sos­pe­chas se vuel­ven realidad

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de enero de 2022.

Des­pués de las expe­rien­cias pio­ne­ras de Lobos y Per­ga­mino, una dece­na de ciu­da­des bonae­ren­ses como Neco­chea, Tan­dil y Gene­ral Bel­grano, ape­lan a ins­ti­tu­cio­nes cien­tí­fi­cas para cono­cer cuán­ta pre­sen­cia de agro­tó­xi­cos tie­nen en el sue­lo que habi­tan y el agua que beben. Recla­mos por un Esta­do ausente.

La pri­me­ra semi­lla se plan­tó hace déca­das. Los pri­me­ros bro­tes fue­ron ais­la­dos, pero resis­ten­tes. Y la rami­fi­ca­ción no para de cre­cer: cada vez más comu­ni­da­des de la Pro­vin­cia se orga­ni­zan para sumar­se a la lucha de los pue­blos fumi­ga­dos pio­ne­ros, aque­llos que mar­ca­ron el camino. Sólo en el últi­mo año, más de una dece­na de loca­li­da­des bonae­ren­ses ini­cia­ron pro­ce­sos para ana­li­zar el sue­lo que habi­tan y el agua que beben. Bus­can tener datos cer­te­ros sobre esa sos­pe­cha que les qui­ta el sue­ño: que la con­ta­mi­na­ción por acu­mu­la­ción de agro­tó­xi­cos en el ambien­te es un hecho, y que la gran can­ti­dad de enfer­me­da­des cró­ni­cas y agu­das en sus fami­lias tie­ne cau­sa­les identificables.

“¡Gra­cias Lobos por abrir­nos el camino!”, dice un car­tel escri­to con mar­ca­dor rojo sobre la car­te­le­ra ama­ri­lla que con­cen­tra la aten­ción en una de las reunio­nes de la Con­vo­ca­to­ria Ambien­tal Bel­gra­nen­se. A 90 kiló­me­tros, la expe­rien­cia de Lobos –que ana­li­zó su ambien­te y com­pro­bó la pre­sen­cia de pes­ti­ci­das en pozos de agua, pla­zas y escue­las– moto­ri­zó a la comu­ni­dad de Gene­ral Bel­grano a hacer lo mis­mo. Lobos, a su vez, tenía ante­ce­so­res, como el emble­má­ti­co caso de Per­ga­mino. Así cono­cie­ron dos nom­bres: el de Vir­gi­nia Apa­ri­cio, del INTA de Bal­car­ce, y el de Damián Marino, doc­tor en Quí­mi­ca de la Uni­ver­si­dad de La Pla­ta. Dos de los inves­ti­ga­do­res que tien­den puen­tes para que la mili­tan­cia ambien­ta­lis­ta de pue­blos fumi­ga­dos se tra­duz­ca en datos concretos.

“Pri­me­ro hay una deman­da a sus muni­ci­pios que no son aten­di­das y lue­go se orga­ni­zan. Otras veces, son ini­cia­ti­vas de los pro­pios muni­ci­pios –como en Coro­nel Prin­gles o Lama­drid-. Pero Lobos mar­có un antes y un des­pués por­que se ocu­pó de la escri­tu­ra del pro­to­co­lo para poder repli­car el estu­dio y fue fácil que se pasa­ra de mano en mano la meto­do­lo­gía para hacer los mues­treos”, cuen­ta Apa­ri­cio, inge­nie­ra agró­no­ma. La Con­vo­ca­to­ria Ambien­tal Bel­gra­nen­se es una de las que está usan­do ese ins­truc­ti­vo ges­ta­do en Lobos para tomar mues­tras de su ambiente.

“Lle­va mucho tiem­po y mucho cono­ci­mien­to poder tomar las mues­tras. Esta­mos entre­nán­do­nos para hacer­lo lo más repre­sen­ta­ti­vo posi­ble”, seña­la Vic­to­ria Men­di­zá­bal, vete­ri­na­ria y docen­te en Gene­ral Bel­grano. “El cán­cer acá es mone­da corrien­te. Si es atri­bui­ble a estos quí­mi­cos no lo pode­mos decir, pero el Esta­do no se toma el tra­ba­jo de hacer un rele­va­mien­to. Es fun­da­men­tal apor­tar con este estu­dio a la comu­ni­dad para saber dón­de esta­mos para­dos”. Espe­ran poder pre­sen­tar las mues­tras el mes próximo.

“En líneas gene­ra­les, siem­pre apa­re­cen agro­tó­xi­cos. No lle­gan al 5% las mues­tras que no tie­nen nada. Des­de el pun­to de vis­ta médi­co no se sabe qué pasa con esas peque­ñas con­cen­tra­cio­nes en reite­ra­das opor­tu­ni­da­des. No se sabe qué pasa si todos los días con­su­mís esa agua, esa fru­ta, esa car­ne”, advier­te Apa­ri­cio. Y remar­ca: “la preo­cu­pa­ción de las comu­ni­da­des y el esfuer­zo por rea­li­zar las deter­mi­na­cio­nes es intere­san­te para for­zar al sis­te­ma polí­ti­co a gene­rar las herra­mien­tas necesarias”.

Nico­lás Ola­lla, de Apor­te Por el Ambien­te de Lobos (APAL) mues­tra su preo­cu­pa­ción por­que los pla­gui­ci­das estén alcan­zan­do las napas de agua sub­te­rrá­nea para con­su­mo humano a gran­des pro­fun­di­da­des, hallán­do­se la pobla­ción expues­ta a mez­clas o cóc­te­les de estos quí­mi­cos bio­ci­das a bajas dosis y en for­ma cró­ni­ca: «el tema está ins­ta­la­do en la socie­dad y no se entien­de por qué hay una demo­ra en la dis­cu­sión para lle­gar a una posi­ble solu­ción que impli­que la par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na y don­de el eje de la dis­cu­sión sea la salud socioambiental”.

Sos­pe­chas probadas

“El hecho de que las asam­bleas este­mos hacien­do los aná­li­sis es por­que el Esta­do no se está ocu­pan­do”, advier­te Patri­cia Domín­guez, de Vecinxs Auto­con­vo­cadxs por la Salud Ambien­tal en Tren­que Lau­quen, don­de en 2019 rea­li­za­ron el mues­treo. Ya tie­nen los resul­ta­dos: la que más can­ti­dad de tra­zas de agro­tó­xi­cos tuvo fue la del agua de red, con cin­co molé­cu­las halla­das y la mayor con­cen­tra­ción del her­bi­ci­da 2,4‑D. “Todas las asam­bleas tene­mos una his­to­ria, algu­nas de mucho tiem­po. Pero la situa­ción empeo­ra y hay asam­bleas nue­vas. Lo que cam­bió –con­tras­ta Patri­cia- es la posi­bi­li­dad de rela­cio­nar­nos con el ámbi­to cien­tí­fi­co y que empe­zó a invo­lu­crar­se con la situa­ción que plan­tea la gen­te des­de hace un mon­tón de tiem­po. Antes éra­mos solo los ambien­ta­lis­tas y aho­ra des­de dis­tin­tos ámbi­tos cien­tí­fi­cos tuvie­ron recep­ción de la pro­ble­má­ti­ca». Tam­bién, en algu­nos casos, cam­bió la mira­da judi­cial, como en Per­ga­mino. «Empie­za a pro­bar­se que es real. Que lo que nos pasa en nues­tros cuer­pos y terri­to­rios no era sim­ple­men­te un sospechar”.

Que estas eva­lua­cio­nes las fomen­ten los colec­ti­vos socia­les impli­ca un esfuer­zo de orga­ni­za­ción y capa­ci­ta­ción, pero tam­bién un cos­to, que da lugar a colec­tas y bús­que­da de dona­cio­nes. “Lo que nos limi­ta­ba es el pre­cio, como a todos”, enfa­ti­za Susa­na Labor­de, de la asam­blea Bas­ta de Fumi­gar­nos de Neco­chea. Y sigue: “que­re­mos mos­trar la situa­ción exis­ten­te”. Sobre todo a par­tir de la con­fir­ma­ción que tuvo Tan­dil: en 2019 pro­fe­sio­na­les de la Uni­ver­si­dad del Cen­tro de Bue­nos Aires (Uni­cen) demos­tra­ron la pre­sen­cia de 16 agro­tó­xi­cos en el agua y sue­lo de 15 escue­las rura­les. “Tan­dil está pega­do a Neco­chea, no vamos a encon­trar resul­ta­dos dife­ren­tes. Pero nece­si­ta­mos el dato para hacer algu­na acción de difu­sión y, de últi­ma, judi­cial”, expli­ca Labor­de. El mues­treo en escue­las, jar­di­nes, pla­za, río y pozo se reali­zó este mes. Los resul­ta­dos se espe­ran para febrero.

La Asam­blea Nava­rro Ambien­tal tam­bién los aguar­da para ese mes. Como cuen­ta uno de sus inte­gran­tes, Ser­gio San­ta­na, lle­van una mili­tan­cia ambien­tal de 15 años que se poten­ció a par­tir de los estu­dios reve­la­dos en Lobos, a 30 kiló­me­tros de ellos. La con­ta­mi­na­ción allí está a la vis­ta. La ven, por ejem­plo, en las recu­rren­tes muer­tes de peces en la lagu­na. Tam­bién alar­ma la situa­ción sani­ta­ria. “Todos tene­mos fami­lia­res que murie­ron de cán­cer o lo están atra­ve­san­do. Es una de las mani­fes­ta­cio­nes que nos preo­cu­pa. Mi vie­ja se murió a los 43 de cán­cer. Fue el deto­nan­te que hizo que me metie­ra con las cues­tio­nes ambien­ta­les”, aco­ta Santana.

“Las comu­ni­da­des siem­pre estu­vie­ron aler­tas y orga­ni­za­das. Lo que noto y fes­te­jo es el har­taz­go de espe­rar que el Esta­do accio­ne. Eso cam­bió. Has­ta acá, venían con expec­ta­ti­va de que el Esta­do haga la medi­ción, pre­sen­tar el peti­to­rio, la nota. A eso deci­die­ron poner­le fin”, des­ta­ca Marino, de la UNLP. Si bien se van cono­cien­do datos del sue­lo y el agua de cada loca­li­dad, “la gran deu­da y por lo que debe­ría pri­mar el prin­ci­pio pre­cau­to­rio es sobre la mez­cla por bajas dosis en lar­gos perío­dos de expo­si­ción. Del Esta­do argen­tino, no hay nada en ese sen­ti­do”. A su labo­ra­to­rio lle­ga­ron mues­tras como las de Exal­ta­ción de la Cruz, que en el últi­mo año hizo un gran tra­ba­jo de difu­sión y con­cien­ti­za­ción a par­tir de sus resul­ta­dos. “Todos estos esfuer­zos con muy valio­sos, pero son voces que no tie­nen aten­ción. Hay que pen­sar polí­ti­cas de Esta­do que par­tan dis­cu­tien­do el volu­men de uso de pla­gui­ci­das, el mane­jo del sue­lo y cam­biar el Códi­go Ali­men­ta­rio en lo refe­ren­te al agua de con­su­mo y lue­go redi­se­ñar las tec­no­lo­gías de pro­vi­sión de agua –aña­de Marino – . Lo demás, es parche”. 

El pro­ble­ma no es sólo rural

Pablo Orca­jo lle­gó a Tan­dil hace una déca­da. Pero fue en 2018 cuan­do se incor­po­ró a la lucha ambien­ta­lis­ta ya exis­ten­te por esos pagos. “Una vuel­ta lle­vé a mi hijo de tres años al jar­dín y des­de la dele­ga­ción se echa­ba her­bi­ci­da en el pas­ti­to de la vere­da. Ahí con un par de padres y madres diji­mos ‘bas­ta’”, cuen­ta. Des­de enton­ces cre­cie­ron el recla­mo y los datos cien­tí­fi­cos dis­po­ni­bles. En los últi­mos meses el tema esca­ló por dos fac­to­res: la san­ción de una orde­nan­za que per­mi­te las fumi­ga­cio­nes a 60 metros de las vivien­das y a 150 de las escue­las y la fir­ma de un con­ve­nio entre el muni­ci­pio y una com­pa­ñía para la pro­duc­ción de pane­les de tri­go. Así, los recha­zos al tri­go trans­gé­ni­co y al uso masi­vo de agro­tó­xi­cos con­flu­ye­ron y se con­for­mó una asam­blea unificada.

“Tan­dil tie­ne 150 mil habi­tan­tes. Los de zona rural nece­si­ta­mos que los urba­nos nos acom­pa­ñen”, plan­tea Orca­jo, y rela­ta un epi­so­dio que con­tri­bu­yó en ese sen­ti­do. “Hubo una deri­va de agro­tó­xi­cos bio­ci­das de efec­to hor­mo­nal y le que­ma­ron 6 mil plan­ti­nes a uno de los vive­ros más impor­tan­tes de la zona. Toda la pro­duc­ción que les iba a dar de comer esta tem­po­ra­da. Las plan­tas se achi­cha­rra­ron, se defor­ma­ron. Pone la piel de galli­na: eso es lo que res­pi­ra­mos”, apun­ta. “Eso pegó un sim­bro­na­zo en Tan­dil y expu­so al área de Ambien­te, que no con­tro­la, y a los inge­nie­ros agró­no­mos que dicen que no hay deri­va” (des­pla­za­mien­to de los pla­gui­ci­das uti­li­za­dos en la agri­cul­tu­ra indus­trial). La cien­cia ya demos­tró que sí la hay, por dis­tin­tas vías y por perío­dos que exce­den el momen­to de aplicación.

Nico­lás Ola­lla, de Lobos, coin­ci­de en que el pro­ble­ma no es sólo para ámbi­tos rura­les. “El lími­te entre lo que ocu­rre en un pue­blo rural y la con­ta­mi­na­ción que reci­ben las per­so­nas urba­nas es difu­so. (Damián) Marino en uno de sus tra­ba­jos detec­tó en el agua de llu­via de La Pla­ta, lejos de las zonas don­de se apli­can los pro­duc­tos, con­ta­mi­na­ción con her­bi­ci­das de uso agrí­co­la. La infor­ma­ción de la cien­cia argen­ti­na es bas­ta como para poder tomar deci­sio­nes en serio en rela­ción a esta pro­ble­má­ti­ca”, dice.

“Lo ambien­tal va como las mareas: se levan­ta la ola, tie­ne inten­si­dad, baja –des­cri­be Ser­gio San­ta­na, de Nava­rro- Cuan­do ten­ga­mos los resul­ta­dos de nues­tros mues­treos, creo que va impul­sar la cre­ci­da de otra ola”. Mien­tras la par­ti­ci­pa­ción comu­ni­ta­ria cre­ce, decre­ce y vuel­ve a cre­cer, “la res­pues­ta del Esta­do es total­men­te nula. La comu­ni­dad siem­pre va sien­do crea­ti­va para seguir pro­ble­ma­ti­zan­do el hecho”. Y con­clu­ye: “Mi aná­li­sis es que el impul­so vie­ne de las comu­ni­da­des por­que los que están a car­go del Esta­do tie­nen intere­ses per­so­na­les. Los con­ce­je­ros esco­la­res siem­bran soja, el inten­den­te siem­bra soja, hay todo un entra­ma­do de nego­cios alre­de­dor del mode­lo de pro­duc­ción. Nadie lo toca por­que tocan sus pro­pios intere­ses, ahí está el bre­te de la cues­tión. Los que están a car­go del Esta­do son los que se bene­fi­cian de este mode­lo contaminante”.

La pata judi­cial y la ciencia

La cre­cien­te orga­ni­za­ción de las comu­ni­da­des y su mayor nexo con refe­ren­tes cien­tí­fi­cos en la lucha con­tra el uso masi­vo de agro­tó­xi­cos tie­ne tam­bién otra pata: la judi­cial. “Hay una re-valo­ri­za­ción de los tes­ti­mo­nios de los veci­nos, veci­nas y comu­ni­da­des direc­ta o indi­rec­ta­men­te afec­ta­dos”, dice Rafael Colom­bo, de Abo­ga­dos Ambien­ta­lis­tas. Sos­tie­ne que una de las razo­nes “tie­ne que ver con el incre­men­to y expan­sión de la infor­ma­ción cien­tí­fi­ca dis­po­ni­ble y una mayor cir­cu­la­ción y visi­bi­li­dad de las voces que pro­vie­nen de los pue­blos fumi­ga­dos. Eso ha gene­ra­do una mayor con­cien­cia social en las áreas metro­po­li­ta­nas de Argen­ti­na, reco­no­cien­do no solo el dra­ma que viven las fami­lias fumi­ga­das sino tam­bién advir­tien­do por pri­me­ra vez qui­zás que, como con­su­mi­do­res resi­den­cia­les urba­nos, son el esla­bón final de una agro­in­dus­tria que pone ali­men­tos trans­gé­ni­cos enve­ne­na­dos sobre la mesa fami­liar”. A esto le suma “una sime­tría cada vez más fuer­te entre los tes­ti­mo­nios de las veci­nas y veci­nos fumi­ga­dos y los tes­ti­mo­nios cien­tí­fi­cos” den­tro de los pro­ce­sos judi­cia­les, que no son pocos.

Tam­bién los cuerpos

No sólo sue­lo, agua y flo­ra están bajo la lupa. Tam­bién los cuer­pos de los habi­tan­tes de los pue­blos fumi­ga­dos. En Mar Chi­qui­ta, a par­tir de un pro­yec­to de exten­sión que invo­lu­cra a la Uni­ver­si­dad de Mar del Pla­ta, la Escue­la de Medi­ci­na, y las asam­bleas Pare­mos el Desier­to Ver­de y Paren de Fumi­gar­nos, se está eva­luan­do la situa­ción epi­de­mio­ló­gi­ca. “Está pro­gra­ma­do hacer mues­tras de agua de pozo y de red, de sue­lo y tam­bién ‑por pri­me­ra vez en la zona- aná­li­sis en muje­res adul­tas para iden­ti­fi­car si tie­nen gli­fo­sa­to en ori­na y daño gené­ti­co”, con­tó la asam­bleís­ta Veró­ni­ca Taglo­riet­ti. Y cues­tio­nó que cuan­do alguien va a la sali­ta por los efec­tos del con­tac­to direc­to con una fumi­ga­ción –por caso, pará­li­sis facial- le dicen que es por aler­gia y no que­da registro.

En Lagu­na Bra­va (Bal­car­ce), envia­ron mues­tras de san­gre, ori­na y agua en el mar­co del Pro­yec­to Sprint (Tran­si­ción Sos­te­ni­ble de Pro­tec­ción Vege­tal: un Enfo­que de Salud Glo­bal): un con­sor­cio de ins­ti­tu­tos de inves­ti­ga­ción de diez paí­ses euro­peos jun­to con el INTA por par­te de Argen­ti­na –úni­co par­ti­ci­pan­te de la región- y la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das para la Agri­cul­tu­ra y la Ali­men­ta­ción (FAO). Bus­ca gene­rar herra­mien­tas de eva­lua­ción de ries­gos de los pla­gui­ci­das para la salud y los eco­sis­te­mas. “Espe­ra­mos los resul­ta­dos del INTA para mar­zo. Nos da un poco de mie­do reci­bir­los. Tene­mos mucha gen­te con cán­cer y sabe­mos que el Hos­pi­tal de Niños de Mar del Pla­ta reci­be la mayor can­ti­dad de enfer­mos de cán­cer de esta zona. Esta­mos com­pli­ca­dos. Pero al Esta­do no le intere­sa”, lamen­ta Iván Villa­rreal, de la Aso­cia­ción Civil para el Fomen­to y la Pro­tec­ción del Pai­sa­je Lagu­na Brava.

Agua que no has de beber

A Damián Marino, doc­tor en Quí­mi­ca de la Uni­ver­si­dad de La Pla­ta, hay algo que lo “preo­cu­pa sobre­ma­ne­ra”. Tie­ne que ver con una de las ‘solu­cio­nes’ que da el Esta­do en algu­nos casos ante recla­mos por la con­ta­mi­na­ción del agua que se con­su­me en los pue­blos. “Muchas veces la solu­ción ter­mi­na sien­do el agua enva­sa­da. Y cuan­do uno va a revi­sar el Códi­go Ali­men­ta­rio Nacio­nal, el agua enva­sa­da tie­ne una regla­men­ta­ción más laxa y fle­xi­ble que el agua de red. Hay has­ta per­fo­ra­cio­nes que no serían aptas para la red pero sí para agua enva­sa­da. Estoy insis­tien­do para que cuan­do pidan agua enva­sa­da pidan el mis­mo infor­me que le hicie­ron al agua de red. Para que real­men­te resuel­va el pro­ble­ma y no que lo incre­men­te. Es algo que no siem­pre se pone en dis­cu­sión”, alerta.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *