Vene­zue­la. Isaías Rodrí­guez: “En Vene­zue­la dor­mi­mos con el enemigo”

Por José Rober­to Duque. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 de diciem­bre de 2021.

Su tra­yec­to­ria al fren­te de ins­ti­tu­cio­nes fun­da­men­ta­les del Esta­do ha sido reso­nan­te, noto­ria y con­tro­ver­sial, como corres­pon­de a las per­so­na­li­da­des fir­mes y con­ven­ci­das. Está con­ven­ci­do, por ejem­plo, de que las enor­mes con­quis­tas del tiem­po de Chá­vez per­ma­ne­cen vigen­tes, que Vene­zue­la sigue sien­do una refe­ren­cia para el mun­do y para las per­so­nas cons­cien­tes den­tro del país, aun­que reco­no­ce que la ins­ti­tu­cio­na­li­dad vene­zo­la­na tie­ne deu­das (“muchas”, enfa­ti­za) con el pue­blo de Vene­zue­la. Jus­to a par­tir de esas refle­xio­nes comen­zó el encuen­tro con el equi­po de Ciu­dad Ccs desig­na­do para esta con­ver­sa: Mer­ce­des Cha­cín, Luis Zárra­ga, Jesús Artea­ga, Gus­ta­vo Méri­da y José Rober­to Duque.

“Cuan­do Chá­vez lle­ga al poder lo pri­me­ro que plan­tea es pre­ci­sa­men­te el pago de esa deu­da social con el pue­blo vene­zo­lano. Este ha sido un pue­blo des­asis­ti­do des­de siem­pre, espa­cial­men­te por los gobier­nos dic­ta­to­ria­les y los gobier­nos que sus­ti­tu­ye­ron a los gobier­nos dic­ta­to­ria­les que hemos lla­ma­do Cuar­ta Repú­bli­ca. Cuan­do Chá­vez lle­ga al poder plan­tea un tema: la inclu­sión. Incluir que­ría decir: hay mucha gen­te en este país a la que no le lle­ga jus­ti­cia, ni jus­ti­cia social, inclu­so algu­nos no apa­re­cen en las esta­dís­ti­cas. Ese va a ser el cam­po de acción. Chá­vez tra­ba­jó con entu­sias­mo, con acier­tos. En algún momen­to lle­ga­mos a ser una refe­ren­cia para el mun­do en mate­ria de edu­ca­ción, de salud, vivien­da. Inclu­so en las recu­pe­ra­cio­nes de los sala­rios, en la ocu­pa­ción. Lle­ga­mos a tener una ima­gen pare­ci­da a ese ideal lla­ma­do ‘socie­dad nue­va’. Y era lo que aspi­rá­ba­mos, que fren­te al capi­ta­lis­mo tuvié­ra­mos una socie­dad alter­na­ti­va, que tuvie­ra un esta­do social satis­fac­to­rio. “La mayor suma de feli­ci­dad posi­ble”, como dijo Bolí­var en Angostura”.

—¿Esa per­cep­ción ha cam­bia­do, el entu­sias­mo ha disminuido?

—Creo que ha baja­do la can­ti­dad de per­so­nas, pero per­ma­ne­ce el entu­sias­mo en un seg­men­to que lla­man “voto duro”, que creo que es una expre­sión inco­rrec­ta, yo pre­fie­ro lla­mar­lo voto cons­cien­te. Hay mucha gen­te cons­cien­te, que sabe que esta es su alter­na­ti­va y que no va a renun­ciar a ella. Es posi­ble que algu­na no con­fíe en algu­nos diri­gen­tes del pro­ce­so, pero he reco­gi­do impre­sio­nes de muchos de ellos, y todos están dis­pues­tos a reco­ger el fusil del que se caiga.

Fue una fae­na difí­cil inten­tar inte­rrum­pir o su aná­li­sis de los pri­me­ros años de la Revo­lu­ción, así que con­ti­nuó: “Chá­vez logró algo muy impor­tan­te en la polí­ti­ca, que es la con­fian­za. El pue­blo con­fia­ba en Chá­vez y en su gobierno.

Esa con­fian­za gene­ró algu­na segu­ri­dad: por fin tene­mos alguien con quien cons­truir y con­ver­sar, alguien que nos oye. Ese arran­que de Chá­vez gene­ró expec­ta­ti­vas que no son solo vene­zo­la­nas. Vene­zue­la es una refe­ren­cia de un pro­ce­so social com­ple­jo, con EEUU tra­tan­do siem­pre de dete­ner­lo. Es un país que no se entre­ga, es un país que lucha, un país don­de la mujer se ha inte­gra­do has­ta el pun­to de ser un baluar­te de este pro­ce­so. Esa ima­gen la tene­mos toda­vía en el exte­rior (ven­go de vivir diez años en Euro­pa), a pesar de los erro­res que hemos come­ti­do, aun con esta pre­sión del blo­que de EEUU y Euro­pa, aun cuan­do den­tro del Gobierno algu­nas indi­vi­dua­li­da­des no están todo lo com­pro­me­ti­das que qui­sié­ra­mos. A pesar de todo eso, segui­mos sien­do una refe­ren­cia. La gen­te cons­cien­te del mun­do dice: ‘Que­re­mos pare­cer­nos a Vene­zue­la’. El mun­do pen­san­te cree en Vene­zue­la. Y den­tro de Vene­zue­la esa per­cep­ción no ha cambiado”.

—A pro­pó­si­to de su car­ta sobre el pro­ce­so elec­to­ral en Bari­nas. Usted rei­vin­di­ca las capa­ci­da­des de Nico­lás Madu­ro como esta­dis­ta. ¿Cómo eva­lúa esas capa­ci­da­des del pre­si­den­te de cara al futuro?

—El pre­si­den­te Madu­ro ha cre­ci­do más de lo que cual­quie­ra de sus ami­gos o sus enemi­gos hubie­ra podi­do ima­gi­nar. El tra­ba­jo dia­rio, la lucha dia­ria, su com­pro­mi­so y su for­ma­ción polí­ti­ca lo han hecho cre­cer una inmen­si­dad. He hecho un ejer­ci­cio com­pa­ra­ti­vo con los esta­dis­tas de Euro­pa y Amé­ri­ca Lati­na, y he encon­tra­do muy pocos de la esta­tu­ra de Nico­lás. Posi­ble­men­te el pre­si­den­te de Méxi­co, el de Boli­via, inclu­so el pre­si­den­te Díaz Canel. Pero no, es más fácil diri­gir a Cuba que diri­gir a Vene­zue­la; noso­tros dor­mi­mos con el enemi­go, en Cuba no. Allá saben quié­nes y cuán­tos son, aquí no lo sabemos.

Mi men­sa­je y reco­men­da­ción al pre­si­den­te Madu­ro fue que no se con­fia­ra tan­to; le reco­no­cí su cre­ci­mien­to y su apren­di­za­je como esta­dis­ta, pero le dije que tra­te de ubi­car bien quié­nes son sus cua­dros. Lo dije des­de una carac­te­rís­ti­ca de noso­tros los lla­ne­ros: somos des­con­fia­dos, pero cuan­do con­fia­mos nos entregamos.

—En Vene­zue­la nos hemos acos­tum­bra­do a lla­mar fas­cis­tas a todos los adver­sa­rios. Usted cono­ce Ita­lia por­que vivió allá y ade­más por su for­ma­ción y sus lec­tu­ras. ¿Cuán­do es acer­ta­do, jus­to o imper­ti­nen­te lla­mar fas­cis­ta al adversario?

Ante esa pre­gun­ta Isaías se des­plie­ga duran­te varios minu­tos en carac­te­ri­zar al fas­cis­mo, su ori­gen, su his­to­ria, sus muta­cio­nes y dege­ne­ra­ción, sus iden­ti­da­des y dife­ren­cias con el nazis­mo ale­mán. Narra el incó­mo­do momen­to en que le tocó diser­tar en Ita­lia ante un audi­to­rio de más de 100 per­so­nas, de edad pro­me­dio 28 o 29 años, sobre ese fenó­meno: des­pués de hablar con la fran­que­za que lo carac­te­ri­za, alguien del públi­co lo inte­rrum­pió para decir­le que las per­so­nas que lo escu­cha­ban se sen­tían ofen­di­das, pues eran mili­tan­tes del nue­vo fas­cis­mo ita­liano. Apro­ve­chó enton­ces para dar unas expli­ca­cio­nes didác­ti­cas sobre el pre­sen­te y futu­ro de ese movi­mien­to e ideo­lo­gía. Has­ta que cayó en el tema y asun­to pun­tual, el que se refie­re a nosotros:

—En Amé­ri­ca Lati­na uti­li­za­mos el fas­cis­mo con una semán­ti­ca o una carac­te­ro­lo­gía para lla­mar a alguien “estú­pi­do”. En lugar de lla­mar a alguien estú­pi­do polí­ti­ca­men­te, lo lla­ma­mos fas­cis­ta. Yo no creo que haya fas­cis­mo en Vene­zue­la. Hay suje­tos y gru­pos aquí que son trai­do­res a la patria, pero las expre­sio­nes evi­den­te­men­te fas­cis­tas de 2017 (las tomas de calles, agre­sio­nes a per­so­nas) fue­ron limi­ta­das, se redu­cían a la acción en unas pocas calles. En Chi­le y en Argen­ti­na pudié­ra­mos hablar de fas­cis­mo, pero aquí lo que hay son unos locos que no tie­nen ni siquie­ra idea des­de el pun­to de vis­ta teó­ri­co de lo que están hacien­do. Los lla­man por telé­fono y para que hagan algo, y ni siquie­ra pien­san si lo que van a hacer tie­ne o no sen­ti­do. En Euro­pa nos cri­ti­can mucho por eso, dicen que aquí se mal uti­li­za el tér­mino “fas­cis­mo”.

El estra­te­ga y el táctico

—Supi­mos que dijo unas pala­bras en la pre­sen­ta­ción del libro sobre la des­apa­ri­ción de Car­los Lanz. ¿Nos pue­de hacer un resu­men de lo que pien­sa de ese caso?

—Me pare­ce es el caso más com­ple­jo, más difí­cil que ha teni­do este pro­ce­so nues­tro en los últi­mos 20 años. Sin des­me­ri­tar el caso de Alce­do Mora, el de la perio­dis­ta Kali­ni­na Orte­ga. Este es un caso que tie­ne sim­bo­lo­gía. Car­los Lanz no es cual­quier per­so­na, es un cons­truc­tor de la Revo­lu­ción antes de Chá­vez, que se inte­gra a Chá­vez y des­pués se inte­gra a Madu­ro. Era un hom­bre que decía y hacía. Nun­ca tuvo un des­liz des­de el pun­to de vis­ta polí­ti­co. Car­los Lanz no es sim­ple­men­te un diri­gen­te vene­zo­lano sino que se pro­yec­tó en Amé­ri­ca Lati­na, su pen­sa­mien­to se regó por todas par­tes. Es inen­ten­di­ble que en nues­tro pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio pase aga­cha­do un caso como la des­apa­ri­ción de Car­los Lanz. Al prin­ci­pio se dijo que se lo habían lle­va­do los colom­bia­nos, des­pués se dijo que se lo había lle­va­do la CIA.

Nin­gu­na de esas dos hipó­te­sis es cier­ta, no cala­ron nin­gu­na de las dos. La gen­te de este país, que a veces pare­ce que se deja enga­ñar pero en reali­dad sabe lo que está ocu­rrien­do, entien­de que con Car­los suce­dió algo muy gra­ve que el Esta­do quie­re ocul­tar. No digo el Gobierno, sino el Esta­do. ¿Por cuá­les razo­nes?, no lo sé. Me preo­cu­pa que el Esta­do quie­ra ocul­tar infor­ma­ción por­que quie­re pro­te­ger a gen­te den­tro del pro­pio Esta­do, posi­ble­men­te de alta jerar­quía. No estoy pen­san­do en minis­tros, sino de fun­cio­na­rios que con­tro­lan la segu­ri­dad del Esta­do. La lucha por Car­los Lanz hay que darla.

Nece­si­ta­mos saber qué pasó con Car­los Lanz, es impor­tan­te para el país. Ese caso afec­ta o des­gas­ta algo tan impor­tan­te como la cre­di­bi­li­dad, eso es algo peor que el des­gas­te eco­nó­mi­co. Eso no tie­ne tér­mi­nos medios. Esa fal­ta de cre­di­bi­li­dad ha influi­do inclu­so en el recien­te pro­ce­so elec­to­ral. La opo­si­ción como con­jun­to sacó 500 mil votos más que noso­tros. Se divi­die­ron y por eso per­die­ron la opción de las gober­na­cio­nes, pero ese resul­ta­do tie­ne que ver con fal­ta de credibilidad.

Me preo­cu­pa, por­que yo creo en el pre­si­den­te Madu­ro por muchas razo­nes, entre ellas que lo conoz­co des­de que tenía 14 o 15 años. Sé quién es, sé de su sen­si­bi­li­dad, de su capa­ci­dad para luchar por la jus­ti­cia, sé de su com­pro­mi­so polí­ti­co. Pero evi­den­te­men­te no tie­ne todo el poder, que es lo que erró­nea­men­te cree mucha gen­te, y a la hora de tomar deci­sio­nes debe con­sul­tar, nego­ciar con fac­to­res inter­nos y a veces tam­bién fac­to­res exter­nos. Y está en una situa­ción dis­tin­ta a la de Chá­vez; Chá­vez era el vér­ti­ce de una pirá­mi­de, Madu­ro for­ma par­te de una pirá­mi­de pero no es el vér­ti­ce. El pre­si­den­te a veces para tomar una deci­sión tie­ne que nego­ciar con gen­te que no tie­ne su nivel, ni su entre­ga, ni su expe­rien­cia, ni su bue­na fe. La ha teni­do tres o cua­tro veces más difí­cil que Chá­vez; el impe­rio cre­yó que, falle­ci­do Chá­vez, iba a ser una man­te­qui­lla apo­de­rar­se del país sin su figu­ra, pero Madu­ro ha demos­tra­do que tam­bién es una figu­ra cen­tral. La dife­ren­cia entre Chá­vez y Madu­ro (algu­na vez le res­pon­dí esta difí­cil pre­gun­ta a un gru­po de estu­dian­tes) es que Chá­vez era un estra­te­ga y Madu­ro es un tác­ti­co. Madu­ro remien­da, mane­ja coyun­tu­ras, resuel­ve lo que tie­ne enfren­te; Chá­vez mira­ba 100 años ade­lan­te y resolvía.

—Muchos se empe­ñan en decir que exis­te madu­ris­mo o anti­ma­du­ris­mo, pero ese sec­tor que usted lla­mó al prin­ci­pio “voto cons­cien­te”, noso­tros los revo­lu­cio­na­rios, sabe­mos que eso no exis­te, que es una cues­tión de mar­ke­ting polí­ti­co; o somos cha­vis­tas o no somos. ¿Qué nos toca hacer a los revo­lu­cio­na­rios en un con­tex­to como éste?

—Debe­mos ser lea­les. Es fun­da­men­tal la leal­tad. Pero hay que dis­tin­guir la leal­tad de la incon­di­cio­na­li­dad. Cuan­do uno es leal con un ami­go uno le dice la ver­dad. No le dice lo que quie­re oír, a ries­go de que no le gus­te lo que está oyen­do. Hay gen­te que sien­do leal tie­ne mie­do de decir cosas por­que está cui­dan­do el car­go o está cui­dan­do sus pers­pec­ti­vas: den­tro de tan­to tiem­po yo voy a ser alcal­de, voy a ser minis­tro, gober­na­dor, enton­ces ten­go que cui­dar lo que diga. Debe­mos ser abso­lu­ta­men­te lea­les y decir la ver­dad. Quie­ro con­tar una anéc­do­ta que me ocu­rrió, recién lle­ga­do a la Vice­pre­si­den­cia de la Repú­bli­ca. Está­ba­mos en La Caso­na y ocu­rrió una cri­sis por Pdv­sa. Hubo un infor­me que le pre­sen­tó el pri­mer pre­si­den­te de Pdv­sa, me pare­cía un buen téc­ni­co por la mane­ra como se expre­só. En algún momen­to de la expo­si­ción Chá­vez le dijo: “No chi­co, tú no sigues más ahí. El nue­vo pre­si­den­te de Pdv­sa es Isaías”. Yo le dije: “Pre­si­den­te, yo ni siquie­ra sé dón­de me que­da el tan­que de gaso­li­na”. Creo que hay que tener esa leal­tad: saber y decir para qué uno sir­ve, nadie sir­ve para todo. Hay gen­te en car­gos que no saben cómo desempeñar.

Tips al vuelo

La con­ver­sa deri­vó por cami­nos muy per­so­na­les, tam­bién por otros tras­cen­den­ta­les; por la poe­sía, el afec­to fami­liar, los pla­nes. A sus casi 79 años (los cum­ple este mis­mo mes) habla de pla­nes para el futu­ro: está ter­mi­nan­do su auto­bio­gra­fía o memo­rias; sos­pe­cha que ten­drá 800 páginas.

Tam­bién del pasa­do remo­to, de su infan­cia, del ser lla­ne­ro que lo defi­ne, de la poe­sía que la inmen­si­dad de la saba­na le sem­bró en el cuer­po. Recuer­da las pala­bras de su padre cuan­do, toma­da la deci­sión de irse a Cara­cas con su fami­lia, su espo­sa le pre­gun­tó de qué iban a vivir, y el hom­bre res­pon­dió: “De echar cuen­tos en la Pla­za Bolí­var. A bolí­var cada cuento”.

Le preo­cu­pa la corrup­ción como fenó­meno gene­ra­li­za­do, en los altos nive­les y tam­bién en los nive­les coti­dia­nos; en los guar­dias nacio­na­les y due­ños de gaso­li­ne­ras. “Hay una cul­tu­ra amo­ral que da mie­do, don­de nadie cree en nadie, don­de si alguien pue­de sacar­le los ojos al vecino o a su fami­lia se los saca. Es un esta­do de insen­si­bi­li­dad e indi­vi­dua­lis­mo que ate­rra. Si por algo nos quie­ren en otros paí­ses es por­que dicen que tene­mos buen humor y por nues­tra soli­da­ri­dad, a unos nive­les que ellos des­co­no­cían. Bueno, yo sien­to que hemos per­di­do la soli­da­ri­dad y la sen­si­bi­li­dad, y eso es algo que asusta”.

En el inevi­ta­ble sal­to de mati­ces del encuen­tro se pro­du­jo el momen­to mági­co de la decla­ma­ción de algu­nos de sus poe­mas y déci­mas, y un inter­cam­bio sobre el tema de la lla­ne­ri­dad y la cul­tu­ra con su casi pai­sano, el can­tor Gino Gon­zá­lez, quien medió en la conversa.

Bio­gra­fía Mínima

Isaías Rodrí­guez nació en Valle de la Pas­cua, esta­do Guá­ri­co, en 1942. Ha sido vice­pre­si­den­te, fis­cal gene­ral de la Repú­bli­ca, cons­ti­tu­yen­te en 1999.

Orde­ña­dor y bece­rre­ro en su niñez, abo­ga­do y diri­gen­te guber­na­men­tal en los pri­me­ros años de la Revo­lu­ción, sue­le ser recor­da­da con gra­ti­tud y admi­ra­ción su acti­tud ante el país y ante el mun­do el 12 de abril de 2002, cuan­do decla­ró, como fis­cal gene­ral, que lo ocu­rri­do en Vene­zue­la había sido un gol­pe de Esta­do. Has­ta hace dos años fue emba­ja­dor de Vene­zue­la en Ita­lia. Decla­ra estar orgu­llo­so por el rum­bo y los ofi­cios que han esco­gi­do sus tres hijos y algu­nos nie­tos. Una de sus hijas está al fren­te de una jugue­te­ría anti­nor­te­ame­ri­ca­na: jugue­tes anti­ca­pi­ta­lis­tas. Uno de sus nie­tos quie­re ser ase­sor de polí­ti­cos en Euro­pa. No polí­ti­co sino for­ma­dor y ase­sor de políticos.

Fotos: Ber­nar­do Suárez

Fuen­te: Ciu­dad CCS

Itu­rria /​Fuen­te

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