Libros. “El femi­nis­mo da la posi­bi­li­dad de hablar de la lucha arma­da con una mira­da que va más allá”

Por Car­la Beni­to, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 12 de diciem­bre de 2021

Foto: Rose­lla Simo­ne por Car­la Benito

En oto­ño de 2019 Rose­lla Simo­ne fue una de las rela­to­ras de la jor­na­da ‘Muje­res más allá de las armas’, que jun­tó a muje­res de todo el mun­do que par­ti­ci­pa­ron en la lucha arma­da entre los años 70 y 90. Aho­ra, Simo­ne ha esta­do unos días en Cata­lun­ya para pre­sen­tar el libro Muje­res de armas tomar. 13 his­to­rias de sub­ver­sión y géne­ro. Las pre­sen­ta­cio­nes, en Olot y en los barrios de Sants y Roque­tes, bus­ca­ron un diá­lo­go con dife­ren­tes luchas y reali­da­des del terri­to­rio. Los encuen­tros tuvie­ron una gran aco­gi­da por los colec­ti­vos femi­nis­tas. Los deba­tes pusie­ron el foco en la expe­rien­cia de la pri­sión, en las rela­cio­nes duran­te la lucha arma­da y en cómo los sue­ños toda­vía pue­den ser posi­bles siguien­do el hilo rojo del internacionalismo.

En el pró­lo­go del libro hablas de tu infan­cia, tu ado­les­cen­cia, de por­que te fuis­te de casa y qué empe­zas­te a des­cu­brir con la uni­ver­si­dad. Expli­cas tu pro­ce­so y qué te lle­vó a cono­cer a las muje­res del libro. Muje­res a las que te unió qui­zás otra épo­ca que aún recuer­das y ana­li­zas. Sigues acti­va a pesar de la repre­sión y la cár­cel, sigues escri­bien­do sobre los años 70 y defen­dien­do esas ideas. ¿Des­de dón­de lo haces?

Este es un libro fun­da­men­tal­men­te femi­nis­ta. Empie­za des­de los prin­ci­pios bási­cos del femi­nis­mo: des­de una mis­ma pero tam­bién des­de la rela­ción entre noso­tras, entre muje­res. Ade­más, es un libro femi­nis­ta que habla de la lucha arma­da como expe­rien­cia de las muje­res entre­vis­ta­das y tam­bién median­te mi pro­pia experiencia.

Has­ta los años 80, jus­to des­pués del momen­to de la lucha arma­da, yo no había encon­tra­do el femi­nis­mo, lo encon­tré y ela­bo­ré des­pués y enton­ces pude escri­bir este libro. El femi­nis­mo me ha dado la posi­bi­li­dad de hablar de la lucha arma­da con una mira­da que iba más allá. Pero más allá no quie­re decir negar esa expe­rien­cia, quie­re decir por ejem­plo encon­trar­se con las com­pa­ñe­ras kur­das, su expe­rien­cia y su pro­yec­to revo­lu­cio­na­rio que par­te del ser mujer.

¿Y por eso el libro va sobre mujeres?

La com­pa­ñe­ra kur­da que sale en la últi­ma entre­vis­ta es la úni­ca de las muje­res del libro que no es ami­ga mía. Con todas las otras he com­par­ti­do encuen­tros o pro­yec­tos de vida. Pero si aca­bo el libro con ella es por­que veo de algu­na mane­ra ese hilo rojo que nos con­du­ce hacia el futu­ro, aun­que no sé muy bien cuál es.

Me intere­sa­ba con­tar la his­to­ria de estas muje­res no como heroí­nas o no como muje­res que se habían equi­vo­ca­do de camino, sino muje­res con­cre­tas, muje­res con sus dudas, con sus ganas de luchar, con sus acier­tos, sus exci­ta­cio­nes, muje­res ena­mo­ra­das, muje­res deja­das, muje­res que habían llo­ra­do por amor, pero que en el momen­to del cho­que con el poder habían deci­di­do que sí, que lo lle­va­ban a cabo, qui­zás no como femi­nis­tas decla­ra­das por­que en ese momen­to las cosas no esta­ban tan cla­ras ni defi­ni­das pero si reco­no­cién­do­se y toman­do el lado de las oprimidas.

Una cosa que me ape­te­ce decir es que en los años 70 todas éra­mos jóve­nes. Tenía­mos 20 años y no sabía­mos que que­ría decir la lucha arma­da real­men­te y eso fue un paso a paso, un apren­der con sus acier­tos y erro­res, con muchos inten­tos. Me ape­te­ce decir­lo por­que para mí es impor­tan­te decir que las revo­lu­cio­nes siem­pre las hacen las jóve­nes y tam­bién a veces las guerras.

¿Cómo la repre­sión o la cár­cel influ­yó en tu ideo­lo­gía? ¿Qué apor­tó tu con­vi­ven­cia y encuen­tro con tan­tas muje­res en la mis­ma situación?

La cár­cel obvia­men­te deja una mar­ca, pero yo sola­men­te he esta­do en la cár­cel un año y medio. Otras com­pa­ñe­ras, como dice Sil­via Torres, más inte­li­gen­tes que yo, han teni­do con­de­nas pesa­das, con­de­nas lar­gas de 30 años o cade­na per­pe­tua… No se pue­de decir que no haya inci­di­do en su vida. Mien­tras cada una lo ana­li­za­ba, fue­ra el movi­mien­to se dis­gre­ga­ba y eso ha reque­ri­do tiem­po de reflexión.

En mi épo­ca no había rela­ción direc­ta entre femi­nis­mo y lucha arma­da. El femi­nis­mo de los años 60 apos­ta­ba por los espa­cios no mix­tos y recha­za­ban el con­cep­to del cho­que vio­len­to que bus­ca­ba otra posi­bi­li­dad. Ese femi­nis­mo tam­bién me ha sido útil sobre todo des­pués de la derro­ta de los 70 – 80 por­que me ha dado la posi­bi­li­dad de bus­car otra for­ma de colec­ti­vi­dad que es muy impor­tan­te y tam­bién es el hilo con­duc­tor de mi vida y qui­zás de nues­tras vidas.

Las muje­res tie­nen que refle­xio­nar más sobre la vio­len­cia. No la vio­len­cia per se, sino sobre el con­cep­to de agre­si­vi­dad. Des­de hace años el patriar­ca­do nos ha qui­ta­do la posi­bi­li­dad de la agre­si­vi­dad como una for­ma más de opre­sión y con­trol, de domi­nio para ser escla­vas del hom­bre. La agre­si­vi­dad que tene­mos es la agre­si­vi­dad de las leo­nas que bus­can comi­da para sus cacho­rros. Pero se nos ha nega­do y la hemos vuel­to con­tra noso­tras: com­pi­tien­do, lla­mán­do­nos his­té­ri­cas, con enfer­me­da­des men­ta­les… Hay que recu­pe­rar esta agre­si­vi­dad, reco­no­cer­la y recuperarla.

Hay muje­res, femi­nis­tas enton­ces o no, que par­ti­ci­pa­ron de la lucha arma­da, pero des­pués de pasar por perío­dos de cár­cel deja­ron sus orga­ni­za­cio­nes y renun­cia­ron a lo vivi­do. ¿Pue­de ser tam­bién esto una vic­to­ria del poder? ¿Cómo afectó?

Quien renun­ció no lo hizo solo a la lucha arma­da. En ita­liano lo lla­ma­mos dis­so­cia­zio­ne. Yo no defien­do la lucha arma­da en sí mis­ma. Es muy nece­sa­rio saber que lo impor­tan­te son los fines, no los medios, no es tener una pis­to­la para luchar en con­tra de lo exis­ten­te. Pero sí que es ver­dad que quien renun­ció, se diso­ció de la lucha arma­da, de algu­na for­ma lo que hizo fue reco­no­cer al Estado.

El homi­ci­dio polí­ti­co en sí es algo heavy. Tú no sales a la calle y dices voy a matar a alguien. Por tan­to, cuan­do tú dices que eso fue error, no devuel­ves a la vida a quien has mata­do y de algu­na for­ma le qui­tas el sen­ti­do a aque­lla muer­te. Pero cuan­do el cho­que con el Esta­do se cie­rra y hay que empe­zar a nego­ciar, hay que tener en cuen­ta el cos­te. Yo per­so­nal­men­te si tuvie­ra cua­tro cade­nas per­pe­tuas sobre mi cabe­za no sé que haría.

Todas las his­to­rias del libro tie­nen cosas en común, jóve­nes, con­tex­tos de repre­sión… ¿Qué te hizo esco­ger estas 13 en concreto?

Bási­ca­men­te, la vida, por­que son las que he ido encon­tran­do. Como es un libro femi­nis­ta, era nece­sa­rio que las char­las fue­ran entre per­so­nas que se cono­cie­ran y con­fia­sen. Con las ita­lia­nas, que es el con­tex­to que cono­cía más, que­ría dar una mues­tra de cuál eran las dife­ren­tes situa­cio­nes, los dife­ren­tes gru­pos en aque­lla épo­ca y he ido a bus­car la que cono­cía de cada grupo.

La repre­sen­ta­ción le da impor­tan­cia al internacionalismo.

La últi­ma entre­vis­ta a la kur­da Nes­rim Abdu­llah es una evo­lu­ción. Una evo­lu­ción en reali­dad del pen­sa­mien­to mar­xis­ta-leni­nis­ta y me gus­ta y me da espe­ran­zas de futu­ro por­que aban­do­na el cen­tra­lis­mo demo­crá­ti­co, habla de con­fe­de­ra­lis­mo, cam­bia el sen­ti­do de una mane­ra femi­nis­ta y da la posi­bi­li­dad de refle­xio­nar. Sí que es un con­tex­to dife­ren­te, Roja­va no es Euro­pa, pero qui­zás es ahí don­de se pue­de cons­truir algo intere­san­te para todo el pla­ne­ta por su capa­ci­dad de enten­der el tema del géne­ro, incluir etnias y reli­gio­nes dife­ren­tes y dejar de lado todas estas divi­sio­nes. Ade­más, este cam­bio de mode­lo lo actúan mien­tras lo reflexionan.

Es un ejem­plo muy con­cre­to ubi­ca­do geo­grá­fi­ca­men­te. ¿Cómo se debe tra­ba­jar para que se com­par­ta más allá de sus fron­te­ras o de las alian­zas que se pue­dan tejer?

Las kur­das tra­ba­jan mucho para que este nue­vo para­dig­ma que par­te de la revo­lu­ción de las muje­res pue­da lle­gar. No es una casua­li­dad que este libro haya sido edi­ta­do por la edi­to­rial Bau­ma y por Aza­di Jin, por­que de algu­na for­ma ellas nos ponen en con­tac­to y nos dan un nue­vo pen­sa­mien­to y un méto­do. Y que nos den una meto­do­lo­gía es muy impor­tan­te por­que los méto­dos que se han uti­li­za­do has­ta aho­ra no han fun­cio­na­do, no eran los jus­tos para supe­rar las jerar­quías, el mode­lo patriar­cal… Y ellas sí lo hacen y eso es muy poten­te por­que no solo lo ima­gi­nan, lo ponen en prác­ti­ca y dejan que vaya­mos allí a expe­ri­men­tar­lo. Las com­pa­ñe­ras kur­das nos ofre­cen una alter­na­ti­va por­que el mun­do de aho­ra ya no es un mun­do bipo­lar, es un mun­do aca­ba­do, que no sabe dón­de ir y hay que inven­tar­se algo para poder sobre­vi­vir. Ellas lo que hacen es tomar el toro por los cuer­nos y ponen en el cen­tro una mira­da de mujeres.

Has nom­bra­do la edi­to­rial y el colec­ti­vo que te ha invi­ta­do a las pre­sen­ta­cio­nes que estáis dan­do. ¿Cómo os cono­cis­teis y cómo se deci­de tra­du­cir este libro con la edi­to­rial Bau­ma y la colec­ción de la Maquia? Y, sobre todo, ¿por qué en cata­lán? El cata­lán es una len­gua que reci­be agre­sio­nes con­ti­nua­men­te y que se haga esto es una con­tri­bu­ción a la lucha.

No es una casua­li­dad que esto pase todo en Bar­ce­lo­na. Bar­ce­lo­na tie­ne un con­tex­to, una ten­sión inde­pen­den­tis­ta des­de siem­pre has­ta aho­ra, pero sobre todo ha sido uno de los cen­tros impor­tan­tes de la lucha anti­fran­quis­ta. Todos recor­da­mos aque­llo de Carre­ro Blan­co, vola, vola, vola y siem­pre ha teni­do la volun­tad y sen­si­bi­li­dad de ser inde­pen­dien­te. ¡En más de un sen­ti­do además!

Sobre cómo nos hemos encon­tra­do… ha sido un reco­rri­do de mujer a mujer. Yo for­ma­ba par­te del gru­po de jineo­logy en Géno­va y Ros­sa Tidei, una ami­ga que es del gru­po de jineo­logy en Roma, me pre­sen­tó a Isa [la com­pa­ñe­ra que ayu­da con las tra­duc­cio­nes]. Un día, Ros­sa me dijo que lle­va­ra mi libro a mi cen­tro social de toda la vida, el Cox 18 en Tici­ne­se, para dár­se­lo a una ami­ga suya. Le di el libro a Isa y así empe­zó todo. Isa me ha pues­to en con­tac­to con este con­tex­to que tam­po­co es casual: un con­tex­to de una Bar­ce­lo­na muy pecu­liar con ener­gía sobre todo lo que tie­ne que ver con las muje­res, don­de hay expe­rien­cias de barrio, mucho inter­cam­bio, don­de se cons­tru­yen cosas has­ta el pun­to que ha sido posi­ble pro­du­cir un libro como este y, ade­más, en dos idio­mas. Pre­ci­sa­men­te con la impor­tan­cia del cata­lán por lo dicho. Es curio­so por­que el cata­lán se pare­ce mucho al dia­lec­to de Génova.

Cogien­do la idea que Bar­ce­lo­na siem­pre ha sido una ciu­dad orga­ni­za­da… Aún hay pre­sas polí­ti­cas por la lucha arma­da, pero pare­ce ajeno a todo. ¿Qué ha cambiado?

Muchas cosas. Segu­ra­men­te la expe­rien­cia de la derro­ta ha pesa­do mucho. La repre­sión ha teni­do una fuer­za increí­ble y devas­ta­do­ra. Saber qué sig­ni­fi­ca el homi­ci­dio polí­ti­co es impor­tan­te y algu­nos movi­mien­tos, por temas de repre­sión, no han teni­do tiem­po de refle­xio­nar sobre esa expe­rien­cia. La mayo­ría de libros empie­zan a salir aho­ra por­que antes el mun­do se esta­ba lamien­do las heri­das. Pero inde­pen­dien­te­men­te de nues­tra valo­ra­ción sobre la lucha arma­da, no pode­mos acep­tar que el poder posea a alguien que per­te­ne­ce a nues­tra his­to­ria. Sea cual sea su opi­nión, tene­mos el deber de rei­vin­di­car su libertad.

Tam­bién creo que el poder nos ha enve­ne­na­do con una comu­ni­ca­ción que ha sido muy inva­si­va, muy capi­lar y muy pre­po­ten­te, y de algu­na for­ma ha cons­trui­do suje­tos indi­vi­dua­les sepa­ra­dos el uno del otro. Tam­bién con esta inca­pa­ci­dad de pen­sar accio­nes que no estén den­tro del orden esta­ble­ci­do. Es como si hubie­ran modi­fi­ca­do nues­tro ADN, no con la vacu­na, sino con esa comu­ni­ca­ción. Qui­zás por eso era el momen­to para escri­bir ese libro para vol­ver a tejer esa colec­ti­vi­dad y seguir con­tan­do la his­to­ria de las muje­res no sumi­sas por el poder.

Son herra­mien­tas para no repe­tir erro­res. Ade­más, como comen­ta­bas, antes exis­tía una dico­to­mía entre lucha radi­cal o lucha femi­nis­ta y esto pare­ce que está cam­bian­do y se pue­den hacer las dos cosas a la vez.

No lo sé. Ten­go 78 años y no sé qué res­pon­der. Creo que conoz­co muy poco el pre­sen­te… Lo miro, pero físi­ca­men­te no me sien­to capaz. El mun­do ha cam­bia­do de una for­ma radi­cal y por lo tan­to hay que tener una visión glo­bal que yo no ten­go para bus­car las for­mas y los méto­dos para ata­car­lo. Pero segu­ro que yo estoy al lado de quien pone en acto una resis­ten­cia y una auto­no­mía: las zapa­tis­tas, las kur­das, mapu­ches… Qui­zás ten­dría­mos que mirar o tener como refe­ren­tes las pobla­cio­nes indí­ge­nas que tie­nen ese víncu­lo con la tie­rra, por­que esta­mos yen­do hacia un apo­ca­lip­sis. El mun­do va hacia una direc­ción alta­men­te auto­ri­ta­ria y tene­mos que estar pre­pa­ra­das a cual­quier situa­ción. No ten­go muy cla­ro el qué, no soy una teó­ri­ca, sí pue­do ser la tes­ti­go de un tiem­po pasa­do y oja­lá eso pue­da ser­vir de algo.

En la lucha radi­cal, sea arma­da o no, pare­ce difí­cil res­pe­tar la teo­ría del trián­gu­lo de los cui­da­dos: aque­lla que dice que para que todo fun­cio­ne, el yo, el colec­ti­vo y el pro­yec­to han de estar bien. En el libro tú eres la mujer 14 que expli­ca lo que vivió, con com­pa­ñe­ros, con su fami­lia, el hecho de tener que huir… ¿Cómo se ges­tio­na todo ese peso?

Te cui­das cuan­do estás con­ven­ci­da de lo que haces, cuan­do te remue­ve, te resue­na, cuan­do estás abso­lu­ta­men­te con­ven­ci­da de lo que quie­res hacer te estás cuidando.

Al final del libro, en una car­ta a Enza Sic­car­di dices que habíais com­par­ti­do ale­grías y aven­tu­ras, pero que los dolo­res los afron­ta­bais solas.

Cada una tie­ne a los suyos y a veces no se pue­de pesar mucho sobre la otra… Pero si el dolor se hacía muy gran­de, yo habría lla­ma­do a Enza y ella habría veni­do. Y al revés, igual. De hecho, yo estu­ve en su lecho de muerte.

¿Cómo lo com­bi­nas­te? Par­ti­ci­pa­bas en dife­ren­tes orga­ni­za­cio­nes y luchas, pero escri­bías y ense­ña­bas cuan­do no esta­bas en clandestinidad.

Siem­pre he con­si­de­ra­do impor­tan­te cui­dar y man­te­ner la comu­ni­ca­ción y las rela­cio­nes con el movi­mien­to en gene­ral. Mi elec­ción fue con­ti­nua, cer­ca­na a la lucha arma­da, pero sin par­ti­ci­par real­men­te por­que, como he dicho antes, yo era más ton­ta que otras, pero tam­bién por­que siem­pre he con­si­de­ra­do impor­tan­te el con­tac­to con lo que suce­día en la socie­dad. El lími­te de la clan­des­ti­ni­dad qui­zás es que la repre­sión te fuer­za a tener una dis­tan­cia, y para mí era muy impor­tan­te tener con­tac­to con la orga­ni­za­ción de masas. Y me gus­ta ser un tes­ti­go. Una com­pa­ñe­ra me expli­ca­ba en una situa­ción de gue­rra cómo se había enfa­da­do con alguien que gra­ba­ba. Yo creo que se nece­si­ta con­tar lo que está pasando.

Dices que los sue­ños fue­ron posi­bles, ¿crees que aho­ra el sue­ño revo­lu­cio­na­rio es posible?

Antes de encon­trar todas estas muje­res que me han acom­pa­ña­do duran­te las jor­na­das en Cata­lun­ya era muy pesi­mis­ta, aho­ra mucho menos. Agra­dez­co esta posi­bi­li­dad por­que ha sido una nue­va mane­ra de vol­ver al mun­do. De hecho, el prin­ci­pio del libro era una refle­xión sobre el pasa­do, pero el encuen­tro con voso­tras y gra­cias a Rosa he reco­nec­ta­do esa lucha femi­nis­ta con la lucha de los opri­mi­dos y opri­mi­das. Hace unos años tenía la sen­sa­ción que el movi­mien­to femi­nis­ta no solo se esta­ba sepa­ran­do de los hom­bres, sino que se esta­ba sepa­ran­do de todo lo demás. Tam­bién fue una casua­li­dad que en 2018 fue­ra a un encuen­tro con las zapa­tis­tas y sin­tie­ra que algo se podía luchar y aprender.

Por Pika­ra

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