Hon­du­ras. De un paraí­so a una pri­sión: la comu­ni­dad cam­bia­da de Guapinol

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2021. 

Rey­nal­do Domin­guez se sien­ta en su terra­za con la llu­vía cayen­do en su techo en la comu­ni­dad de Gua­pi­nol. El pue­blo está ani­da­do con­tra las mon­ta­ñas del Par­que Nacio­nal Bota­de­ros. Un río corre des­de las mon­ta­ñas del par­que sos­te­nien­do los recur­sos natu­ra­les del pue­blo. Es el Río Guapinol.

Domin­guez pien­sa en cómo era su vida en la comu­ni­dad tran­qui­la, has­ta hace unos años.

«En pri­mer lugar, a esta hora no esta­ba aquí, está­ba­mos por lo menos echan­do un tra­ba­ji­to en una fin­qui­ta que tene­mos que es fami­liar con mi espo­sa y con nues­tros hijos,» él cuenta.

Tem­prano en la maña­na, se levan­tó con sus hijos y ellos fue­ron jun­tos a orde­ñar sus vacas. Regre­sa­ron a las 10 de la maña­na para comer un almuer­zo tem­prano, y lue­go vol­vie­ron al tra­ba­jo. En la tar­de, Domin­guez asis­tió a las reunio­nes de su igle­sia o de la empre­sa coope­ra­ti­va comunitaria.

«Esa es una empre­sa que tene­mos. Somos 75 socios. Es una casa de cré­di­to y aho­rro en la comu­ni­dad. Es un peque­ño ban­co comu­ni­ta­rio,» expli­ca Dominguez.

La empre­sa coope­ra­ti­va ofre­ce prés­ta­mos y opor­tu­ni­da­des de empleo a la comu­ni­dad local.

Domin­guez, quien ha vivi­do todos sus 58 años en Gua­pi­nol, ha vis­to los muchos cam­bios que han veni­do al valle en su vida.

Cuan­do era joven, el valle esta­ba flo­re­cien­do, y sus resi­den­tes se dedi­ca­ban a la agri­cul­tu­ra. Lue­go lle­gó el acei­te de pal­ma en la déca­da de 1970.

«El valle se ha lle­na­do con lo que son los cul­ti­vos de pal­ma y fue des­pla­zan­do poco a poco la agri­cul­tu­ra,» él cuenta.

Las fin­cas de acei­te de pal­ma domi­na­ron la tie­rra agrí­co­la, pero la agri­cul­tu­ra per­ma­ne­ció en una esca­la local más pequeña.

Domin­guez habla de las fin­cas de acei­te de pal­ma enco­gién­do­se de hom­bros. Han pasa­do años des­de la inva­sión y los des­pla­za­mien­tos, y aho­ra las fin­cas son par­te de la vida que no se pue­de evitar.

Sin embar­go, Domin­guez agre­ga, «Con el pro­yec­to, es un poco más com­pli­ca­di­to por­que se tra­ta de tocar las aguas. Es decir algo que es la vida que repre­sen­ta un bien común y es com­pli­ca­do ver que los ríos están en peli­gro por esas empre­sas extractivas.»

El pro­yec­to de que se habla es la cons­truc­ción de una mina en la la par­que nacio­nal de la empre­sa Inver­sio­nes Los Pina­res que per­te­ne­ce a EMCO Hol­dings y la pare­ja empre­sa­rial de Isa­bel Facus­sé y Lenir Pérez. Es el pro­yec­to que cam­bió todo para la comu­ni­dad de Guapinol.

La empre­sa ganó la con­ce­sión de la mina en el 2014, pero el pro­yec­to no afec­tó a Gua­pi­nol has­ta 2018 cuan­do, des­pués de una sema­na de nata­ción el río duran­te la Sema­na San­ta, la comu­ni­dad des­per­tó a un río de lodo.

La comu­ni­dad se jun­tó con otros cuya agua tam­bién fue afec­ta­da para traer su pro­ble­ma a la aten­ción del gobierno. Mani­fes­ta­ron afue­ra de la muni­ci­pa­li­dad de Tocoa y denun­cia­ron el cri­men ambien­tal ante el Minis­te­rio Públi­co. Cuan­do reci­bie­ron una res­pues­ta, la comu­ni­dad deci­dió ins­ta­lar un cam­pa­men­to en la entra­da de la mina.

La mani­fes­ta­ción duró 88 días antes de que fue­ra des­alo­ja­do por una tro­pa de lo que los defen­so­res dicen fue­ron guar­dias de segu­ri­dad de la empre­sa jun­to con la poli­cía. Duran­te este tiem­po, salie­ron reque­ri­mien­tos fis­ca­les con­tra 18 defen­so­res por supues­tos deli­tos come­ti­dos con­tra la empre­sa. Otros 32 com­pa­ñe­ros fue­ron acu­sa­dos des­pués, y todos han esta­do atrin­che­ra­dos en una bata­lla legal por más de dos años, que inclu­ye pri­sión pre­ven­ti­va para ocho de los imputados.

Uno de los hom­bres que guar­da pri­sión pre­ven­ti­va es el espo­so de la defen­so­ra ambien­tal Jua­na Zúni­ga. Fue su matri­mo­nio con José Abe­lino Cedi­llo Can­ta­re­ro el que tra­jo a Zúni­ga a Gua­pi­nol hace 19 años.

«Cuan­do yo cono­cí esta comu­ni­dad era una comu­ni­dad muy bella, muy prós­pe­ra, una comu­ni­dad don­de hay mucha gen­te lucha­do­ra,» recuer­da Zúni­ga. «Era una comu­ni­dad don­de yo mira­ba que mis sue­gros dor­mían en una hama­ca bajo un árbol muy tranquilo.»

Zúni­ga, cuya fami­lia en Yoro está luchan­do en su pro­pia bata­lla ambien­tal con­tra empre­sas made­re­ras, cons­tru­yó su vida en Gua­pi­nol con su espo­so. Cedi­llo abrió una bar­be­ría, y Zúni­ga ven­dió acce­so­rios de celu­la­res mien­tras cria­ron a sus tres hijas. Dice que la ame­na­za a esta vida tran­qui­la fue lo que les moti­va­ron a defen­der sus recur­sos naturales.

«Esta paz nos la han qui­ta­do», cuen­ta Zúni­ga. «Aho­ra no la tene­mos. Aho­ra es muy difí­cil. Esta­mos dur­mien­do y pen­sa­mos que en cual­quier rato nos pue­den venir a sacar por­que esa es zona estra­té­gi­ca que usa el esta­do. Esta­mos en un pro­ce­so de lucha.»

Ella expli­ca que des­pués del des­alo­jo del cam­pa­men­to empe­zó la per­se­cu­ción con­tra la comu­ni­dad. Un gru­po de muje­res inten­tó recons­truir el cam­pa­men­to, pero se encon­tra­ron con guar­dias quie­nes los ale­ja­ron del sitio.

Un com­pa­ñe­ro bajó al río a sacar agua y se encon­tró con mili­ta­res. Zúni­ga dice que lo arras­tra­ron del río y lo gol­pea­ron, lla­mán­do­lo rebelde. 

Otra defen­so­ra, Gabrie­la Sor­to, dice que el cal­va­rio ha cam­bia­do com­ple­ta­men­te su vida.

«Toda mi vida he vivi­do aquí», expli­ca Sor­to. «Podía ir a com­prar de niña y todo era tan sano. Iba al molino. Iba a la escue­la. Iba don­de mis ami­gui­tas. La ver­dad es que solo ten­go boni­tos recuer­dos y que amo a mi comu­ni­dad des­de el inicio.»

Foto: Fun­da­ción San Alonso 

El padre de ella tra­ba­ja­ba como alba­ñil con sus dos her­ma­nos mayo­res antes de que vinie­ra la mina. Tam­bién tie­ne dos her­ma­nos meno­res quie­nes están estu­dian­do. Una de las acti­vi­da­des favo­ri­tas de la fami­lia des­de que Sor­to era niña fue nadar en el río.

«En la Sema­na San­ta pre­pa­ra­mos las tor­tas que les lla­ma­mos noso­tros aquí y las íba­mos a dis­fru­tar en fami­lia y vamos has­ta a los cum­plea­ños al río sin nin­gún temor,» Sor­to cuenta.

Aho­ra el padre de Sor­to, Por­fi­rio Sor­to Cedi­llo, ha esta­do guar­dan­do pri­sión pre­ven­ti­va con el espo­so de Zúni­ga por dos años, y Sor­to ha pasa­do este tiem­po cui­dan­do su pro­pia seguridad.

«Bueno, no es lo mis­mo como antes,» dice Sor­to. «No pode­mos salir con liber­tad, no esta­mos pri­va­dos en una cár­cel, pero sí esta­mos en nues­tras mis­mas casas por­que el mie­do nos invade.»

Según ella, ya no sale, espe­cial­men­te en la noche. Dice que por el mie­do, muchas per­so­nas han hui­do de la comu­ni­dad e inclu­so del país.

Domín­guez cuen­ta de una ami­ga que se fue de Hon­du­ras para Espa­ña des­pués de reci­bir men­sa­jes ame­na­zan­tes que decían que la eli­mi­na­rían si no deja­ba la lucha. Dos ami­gos más se fue­ron para Los Esta­dos Uni­dos des­pués de reci­bir ame­na­zas similares.

Domín­guez fue uno de los impu­tados con­tra la empre­sa pero reci­bió sobre­sei­mien­to defi­ni­ti­vo por sus supues­tos deli­tos en mar­zo de 2019. No obs­tan­te, se revo­có el sobre­sei­mien­to en agos­to de 2020. Aun­que ha evi­ta­do la pri­sión pre­ven­ti­va por aho­ra, las ame­na­zas y el reque­ri­mien­to lo tie­nen encerrado.

«Estoy guar­dan­do pri­sión en mi pro­pia casa. Es una pri­sión domi­ci­lia­ria por mie­do, por mi pro­pia segu­ri­dad,» dice Domínguez.

Sus hijos no le per­mi­ten salir de la casa por mie­do a su segu­ri­dad. Él ya no visi­ta su nego­cio ni pasa el día tra­ba­jan­do a su lado.

«Yo guar­do mi segu­ri­dad per­so­nal no salien­do de la casa. Una vida así es muy tris­te. Es un cam­bio exa­ge­ra­do,» dice Domínguez.

Su mayor sus­to fue cuan­do un vehícu­lo sin pla­cas paró en fren­te de su casa a las 7:40 de la noche. El comi­té de defen­so­res en Gua­pi­nol sacó una aler­ta, y el vehícu­lo no regre­só, pero su fami­lia esta­ba bien asus­ta­da. Domín­guez dice que no baja la guar­dia des­pués de esa noche.

«Para ser­le cla­ro, yo no duer­mo en casa pero duer­man mis hijos que para mí es igual,» expli­ca él.

Para Domín­guez, salir de Gua­pi­nol no es una opción. Él se sien­te segu­ro con el cono­ci­mien­to que tie­ne de sus veci­nos a su alre­de­dor, y ellos cui­dan de él.

Domín­guez dice, «Aquí lo que tene­mos es una comu­ni­dad pro­te­gi­da por sus habitantes.»

Domín­guez expli­ca que la comu­ni­dad tie­ne pos­tas en su entra­da y su sali­da. Si alguien des­co­no­ci­do pre­gun­ta por uno de los defen­so­res o si anda un carro sos­pe­cho­so, man­dan una aler­ta para adver­tir a sus compañeros.

Un inci­den­te simi­lar pasó a Zúni­ga en sep­tiem­bre de 2021. Una patru­lla des­co­no­ci­da lle­gó a la comu­ni­dad y afir­mó que venía del Sis­te­ma Nacio­nal de Pro­tec­ción (SNP), un sec­tor de la Secre­ta­ría de Dere­chos Huma­nos que pro­vee medi­das de pro­tec­ción a defen­so­res en peli­gro. La poli­cía afir­mó que venían ave­ri­guar si Zúni­ga tenía medi­das de protección.

En la tar­de del mis­mo día, la patru­lla lle­gó de nue­vo y habló con una com­pa­ñe­ra. Dije­ron que venían de la Poli­cía Nacio­nal para veri­fi­car quién de la comu­ni­dad anda­ba con medi­das de pro­tec­ción. Zúni­ga dice que las dos visi­tas y las dis­cre­pan­cias en sus his­to­rias le die­ron miedo.

«Me pro­vo­có mucho temor por­que en la maña­na me habían dicho una cosa y en la tar­de, habían sali­do con otra», expli­ca ella. «La men­ti­ra es lo que nos da preo­cu­pa­ción por­que sabe­mos el esce­na­rio en que nos encontramos.»

Zúni­ga dice que los defen­so­res deja­ron cla­ro des­de el prin­ci­pio que no que­rían pro­tec­ción de la poli­cía dado sus expe­rien­cias nega­ti­vas y la fal­ta de con­fian­za que crea­ron en ellos. Los defen­so­res con­si­de­ran al inci­den­te de la patru­lla des­co­no­ci­da como hostigamiento.

Aún con todas las ame­na­zas a su alre­de­dor, los defen­so­res dicen que su preo­cu­pa­ción más gran­de aho­ra es la plan­ta pele­ti­za­do­ra bajo cons­truc­ción que se ave­ci­na en la ciu­dad cer­ca­na de Tocoa. La plan­ta está diri­gi­da por la empre­sa Eco­tek que, según un infor­me de Uni­vi­sión, per­te­ne­ce a la mis­ma pare­ja que es due­ño de Inver­sio­nes Los Pina­res. La empre­sa matriz EMCO Hol­dings tie­ne una pági­na dedi­ca­da a Inver­sio­nes Los Pina­res que men­cio­na que la plan­ta es par­te de la Fase II del pro­yec­to mine­ra con el obje­ti­vo de expor­tar hie­rro semi­pro­ce­sa­do a Los Esta­dos Uni­dos a fina­les de 2021.

Los defen­so­res temen que el aire pue­da estar en peli­gro jun­to con el agua. Sor­to dice que la plan­ta es sufi­cien­te para hacer­les sen­tir desesperados.

«O sea, esta­mos ante un mons­truo tan gran­de que la gen­te se decep­cio­na», dice Sorto.

Sin embar­go, ella sigue encon­tran­do la espe­ran­za y la valen­tía en su comu­ni­dad, espe­cial­men­te en los defen­so­res mayo­res que toda­vía eli­gen luchar.

«Esas per­so­nas que lle­van años, o sea una tra­yec­to­ria de vida luchan­do. Yo solo ten­go tres años y esas com­pa­ñe­ras, toda una vida,» Sor­to cuen­ta. «Los due­ños de nues­tro terri­to­rio somos noso­tros y noso­tros tene­mos que luchar por las futu­ras generaciones.»

Para Zúni­ga tam­bién son las gene­ra­cio­nes futu­ras las que la man­tie­nen en la lucha.

«Digo aquí a los cam­pa­ne­ros que yo lucho por vivir, por dejar­les una heren­cia a nues­tras hijas,» ella decla­ra. «Yo quie­ro vivir y decir que esta­mos luchan­do y logra­mos esta vic­to­ria por­que es algo jus­to, defen­der a nues­tra tie­rra, son las heren­cias de nues­tros ancestros.» 

Y para Domín­guez, su valen­tía vie­ne de la mis­ma fuen­te que él lucha para proteger.

Dice él, «No sen­ti­mos mie­do por­que el agua es vida.»

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