Argen­ti­na. Las hos­tias de San Isidro

Por Sil­va­na Melo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2021. 

La igle­sia sue­le ser la casa más hos­til para el pibe que nace, con absur­da per­ti­na­cia, en los fina­les de todos los años. El que lle­gó a revo­lu­cio­nar­lo todo, a cam­biar un mun­do injus­to des­de el ori­gen, y fue redu­ci­do a un geren­te de una ins­ti­tu­ción de minis­tros que dicen que lo repre­sen­tan. En estos días el obis­pa­do de San Isi­dro cele­bró la deten­ción de un chi­co que vive en la calle y que se había roba­do de la cate­dral el copón con las hos­tias con­sa­gra­das. Pro­fa­na­ción del cuer­po de cris­to, dije­ron con gra­ve­dad. Por­que el cuer­po de cris­to se sim­bo­li­za allí, dicen. Está allí. En una masa de agua y dis­tin­tas hari­nas de tri­go pero sin leva­du­ra. Azi­ma. Y el niño, que entró a la cate­dral y se encan­di­ló, se lle­vó el copón sin saber qué era ni para qué.

Y salió corrien­do con la pro­fa­na­ción bajo el bra­zo. Corrió y se fue de un espa­cio amplio, pode­ro­so, repli­can­te de his­to­ria. Que no tie­ne ni ten­drá lugar para él, que está en la calle y su man­sión es un bajo de cor­ni­sa. Que su cuer­po no tie­ne répli­ca de pan ázi­mo por­que él nació un día cual­quie­ra y el mun­do no se ente­ró y ahí que­dó, pues­to en el aban­dono. En el ano­ni­ma­to. Con la posi­bi­li­dad de vol­ver a nacer jun­to con el otro pibe pero eso nun­ca se da. Nunca.

La Cate­dral de San Isi­dro difun­dió un comu­ni­ca­do don­de habla­ba de un “peno­so hecho” y anun­cia­ba una misa “para repa­rar­lo”. El hecho peno­so no es el chi­co sin cuer­po ázi­mo que vive en la calle, como par­te míni­ma de una mul­ti­tud de silen­cio­sa indi­gen­cia. Sino el copón don­de los minis­tros del pibe que se empe­ña en nacer con­sa­gran su cuer­po de hari­na y su san­gre de vino. La copa de las hos­tias o el cáliz, el vaso don­de José de Ari­ma­tea reco­gió la san­gre que bro­ta­ba del cos­ta­do de Jesús 

des­pués de ser apu­ña­la­do. Y que aho­ra es el vino que los minis­tros del pibe –como los que cele­bra­ron la deten­ción de un chi­co de la calle que se lle­vó el copón- dicen con­ver­tir en esa san­gre en el ritual de la misa.

«Pasa­do el medio­día del miér­co­les 15 de diciem­bre ingre­só a la Igle­sia Cate­dral un joven en situa­ción de calle y robó un copón que con­te­nía hos­tias con­sa­gra­das. El mis­mo ya se encuen­tra dete­ni­do«, sus­pi­ró ali­via­do el obis­pa­do. Aca­so el cuer­po de cris­to se sen­tía más cómo­do en manos del chi­co anó­ni­mo y pau­pé­rri­mo. Pero eso no se sabrá nun­ca. Por­que sigue nacien­do los fines del año y nadie lo ve. Ni le con­sul­ta, así, como casual­men­te, cómo se sien­te duran­te el supues­to alo­ja­mien­to en las ofi­ci­nas de sus minis­tros. Que no tie­nen lugar para los pibes como él, que nacen en esta­blos o en asen­ta­mien­tos, lejos de las mesas don­de se come y se bebe en una cele­bra­ción que lo olvi­da sis­te­má­ti­ca­men­te. Y que pre­fie­re no saber que él vie­ne a echar a lati­ga­zos a los mer­ca­de­res del tem­plo y ésos no son, jus­ta­men­te, el chi­co que se robó el copón. Vie­ne a dar vuel­ta el mun­do como una media pero nadie tie­ne muchas ganas de que los ricos que­den a los pies y el inmen­so pobre­río ascien­da a las cús­pi­des. Enton­ces se va y vuel­ve otra vez, obs­ti­na­do como pocos, un año después.

Pero el obis­po de San Isi­dro segui­rá cele­bran­do la vic­to­ria del copón con­tra el pibe que vive en la calle. Y dará misa para dejar en cla­ro qué cos­ta­do de la vida elige.

Y él habrá fra­ca­sa­do otra vez.

Fuen­te: Pelo­ta de Trapo

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