Pen­sa­mien­to crí­ti­co. Masa­cre que no se fil­tra, no existe

Por Jor­ge Maj­fud. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de noviem­bre de 2021.

El 8 de mar­zo de 2019 los ana­lis­tas de un coman­do mili­tar esta­dou­ni­den­se loca­li­za­do en la millo­na­ria penín­su­la de Catar, se encon­tra­ban obser­van­do una calle de un pue­blo pobre en Siria a tra­vés de imá­ge­nes de alta defi­ni­ción cap­ta­das por un dron inte­li­gen­te. En la con­ver­sa­ción que que­dó gra­ba­da, los ana­lis­tas reco­no­cie­ron que la mul­ti­tud esta­ba com­pues­ta mayor­men­te por niños y muje­res. A un cos­ta­do, un hom­bre por­ta­ba un arma, pero todo pare­cía desa­rro­llar­se de for­ma tran­qui­la. Has­ta que una bom­ba de 220 kilo­gra­mos fue arro­ja­da des­de un pode­ro­so F‑15E, jus­to sobre la mul­ti­tud. Doce minu­tos más tar­de, cuan­do los sobre­vi­vien­tes de la pri­me­ra bom­ba comen­za­ban a correr o a arras­trar­se, el mis­mo avión arro­jó dos bom­bas más, esta vez de una tone­la­da de explo­si­vos cada una y a un cos­to de un millón de dóla­res por explosión.

A 1870 kiló­me­tros, en el Cen­tro de Ope­ra­cio­nes Aéreas Com­bi­na­das del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se en la base de Al Udeid en Catar, los ofi­cia­les obser­va­ron la masa­cre en vivo. Alguien en la sala pre­gun­tó, sor­pren­di­do, de dón­de había par­ti­do la orden.

Al día siguien­te, los obser­va­do­res civi­les que lle­ga­ron al área encon­tra­ron casi un cen­te­nar de cuer­pos des­tro­za­dos de niños y muje­res. La orga­ni­za­ción de dere­chos huma­nos Raq­qa Is Being Slaugh­te­red publi­có algu­nas fotos de los cuer­pos, pero las imá­ge­nes sate­li­ta­les sólo mos­tra­ron que don­de cua­tro días atrás había un barrio modes­to sobre el río Eufra­tes y en un área bajo el con­trol de la “coa­li­ción demo­crá­ti­ca”, aho­ra no que­da­ba nada. La Ofi­ci­na de Inves­ti­ga­cio­nes Espe­cia­les de la Fuer­za Aérea de esta­dos Uni­dos se negó a expli­car el misterio.

Lue­go se supo que la orden del bom­bar­deo había pro­ce­di­do de un gru­po espe­cial lla­ma­do “Task For­ce 9”, el cual solía ope­rar en Siria sin espe­rar con­fir­ma­cio­nes del coman­do. El abo­ga­do de la Fuer­za Aérea, tenien­te coro­nel Dean W. Kor­sak, infor­mó que muy pro­ba­ble­men­te se había tra­ta­do de un “cri­men de gue­rra”. Al no encon­trar eco entre sus cole­gas, el coro­nel Kor­sak fil­tró la infor­ma­ción secre­ta y las medi­das de encu­bri­mien­to de los hechos a un comi­té del Sena­do esta­dou­ni­den­se, reco­no­cien­do que, al hacer­lo, se esta­ba “ponien­do en un serio ries­go de repre­sa­lia mili­tar”. Según Kor­sak, sus supe­rio­res se nega­ron a cual­quier inves­ti­ga­ción. “La inves­ti­ga­ción sobre los bom­bar­deos había muer­to antes de ini­ciar­se”, escri­bió. “Mi super­vi­sor se negó a dis­cu­tir el asun­to conmigo”.

Cuan­do The New York Times reali­zó una inves­ti­ga­ción sobre los hechos y la envió al coman­do de la Fuer­za Aérea, éste con­fir­mó los hechos pero se jus­ti­fi­có afir­man­do que habían sido ata­ques nece­sa­rios. El gobierno del pre­si­den­te Trump se refi­rió a la gue­rra aérea con­tra el Esta­do Islá­mi­co en Siria como la cam­pa­ña de bom­bar­deo más pre­ci­sa y huma­na de la historia.

El 13 de noviem­bre el The New York Times (NYT) publi­có su exten­sa inves­ti­ga­ción sobre el bom­bar­deo de Baghuz. De la mis­ma for­ma que esta masa­cre no fue repor­ta­da ni alcan­zó la indig­na­ción de la gran pren­sa mun­dial, así tam­bién será olvi­da­da como fue­ron olvi­da­das otras masa­cres de las fuer­zas de la liber­tad y la civi­li­za­ción en paí­ses lejanos.

El mis­mo dia­rio recor­dó que el ejér­ci­to admi­tió la matan­za de diez civi­les ino­cen­tes (sie­te de ellos niños) el 10 de agos­to en Kabul, Afga­nis­tán, pero este tipo de reco­no­ci­mien­to públi­co es algo inusual. Más a menu­do, las muer­tes de civi­les no se cuen­tan inclu­so en infor­mes cla­si­fi­ca­dos. Casi mil ata­ques alcan­za­ron obje­ti­vos en Siria e Irak solo en 2019, uti­li­zan­do 4.729 bom­bas. Sin embar­go, el recuen­to ofi­cial de civi­les muer­tos por par­te del ejér­ci­to duran­te todo el año es de solo 22. En cin­co años, se repor­ta­ron 35.000 ata­ques pero, por ejem­plo, los bom­bar­deos del 18 de mar­zo que cos­ta­ron la vida a casi un cen­te­nar de ino­cen­tes no apa­re­cen por nin­gu­na parte.

En estos ata­ques, varias ciu­da­des sirias, inclui­da la capi­tal regio­nal, Raq­qa, que­da­ron redu­ci­das escom­bros. Las orga­ni­za­cio­nes de dere­chos huma­nos infor­ma­ron que la coa­li­ción cau­só miles de muer­tes de civi­les duran­te la gue­rra, pero en los infor­mes ofi­cia­les y en la pren­sa influ­yen­te del mun­do no se encuen­tran, sal­vo excep­cio­nes como el de este infor­me del NYT. Mucho menos en los infor­mes mili­ta­res que eva­lúan e inves­ti­gan sus pro­pias acciones.

Según el NYT del 13 de noviem­bre, la CIA infor­mó que las accio­nes se rea­li­za­ban con pleno cono­ci­mien­to de que los bom­bar­deos podrían matar per­so­nas, des­cu­bri­mien­to que podría hacer­los mere­ce­do­res del pró­xi­mo Pre­mio Nobel de Física.

En Baghuz se libró una de las últi­mas bata­llas con­tra el domi­nio terri­to­rial de ISIS, otro gru­po sur­gi­do del caos pro­mo­vi­do por Washing­ton en Medio Orien­te, en este caso, a par­tir de la inva­sión a Irak lan­za­da en 2003 por la san­tí­si­ma tri­ni­dad Bush-Blair-Aznar y en base a las ya céle­bres men­ti­ras que lue­go ven­die­ron como erro­res de inte­li­gen­cia. Gue­rra que dejó más de un millón de muer­tos como si nada.

Des­de enton­ces, cada vez que se sabe de algu­na matan­za de las fuer­zas civi­li­za­do­ras, es por algu­na fil­tra­ción. Bas­ta con recor­dar otra inves­ti­ga­ción, la del USA Today que hace dos años reve­ló los hechos acon­te­ci­dos en Afga­nis­tán el 22 de agos­to de 2008. Lue­go del bom­bar­deo de Azi­za­bad, los ofi­cia­les del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se (inclui­do Oli­ver North, con­vic­to y per­do­na­do por men­tir­le al Con­gre­so en el escán­da­lo Irán-Con­tras) infor­ma­ron que todo había sali­do a la per­fec­ción, que la aldea los había reci­bi­do con aplau­sos, que se había mata­do a un líder tali­bán y que los daños cola­te­ra­les habían sido míni­mos. No se infor­mó que habían los habían reci­bi­do a pedra­das, que habían muer­to dece­nas de per­so­nas, entre ellos 60 niños. Un detalle.

Mien­tras tan­to, Julian Assan­ge con­ti­núa secues­tra­do por come­ter el deli­to de infor­mar sobre crí­me­nes de gue­rra seme­jan­tes. Mien­tras tan­to los semi­dio­ses con­ti­núan deci­dien­do des­de el cie­lo quié­nes viven y quié­nes mue­ren, ya sea des­de dro­nes inte­li­gen­tes o por su poli­cía ideo­ló­gi­ca, la CIA. Este mis­mo mes, la res­pe­ta­ble cade­na de radio esta­tal de Esta­dos Uni­dos, NPR (no pue­do decir lo mis­mo de la mafia de las gran­des cade­nas pri­va­das), ha repor­ta­do que hace un año la CIA deba­tió entre matar o secues­trar a Julian Assange.

La con­ve­nien­te, cobar­de y recu­rren­te jus­ti­fi­ca­ción de que estos ata­ques se tra­tan de actos de “defen­sa pro­pia” es una bro­ma de muy mal gus­to. No exis­te nin­gún acto de defen­sa pro­pia cuan­do un país está ocu­pan­do otro país y bom­bar­dean­do ino­cen­tes que lue­go son eti­que­ta­dos como “efec­tos colaterales”.

Está de más decir que nin­gu­na inves­ti­ga­ción cul­mi­na­rá nun­ca con una con­de­na efec­ti­va a los res­pon­sa­bles de seme­jan­tes atro­ci­da­des que nun­ca con­mue­ve a las almas reli­gio­sas. Si así ocu­rrie­se, sólo sería cues­tión de espe­rar un per­dón pre­si­den­cial, como cada mes de noviem­bre, para Acción de Gra­cias, el pre­si­den­te esta­dou­ni­den­se per­do­na a un pavo blan­co, jus­to en medio de una masa­cre de millo­nes de pavos negros.

Nadie sabe y segu­ra­men­te nadie sabrá nun­ca los nom­bres de los res­pon­sa­bles de esta masa­cre. Lo que sí sabe­mos es que en unos años vol­ve­rán a su país y luci­rán orgu­llo­sas meda­llas en el pecho que sólo ellos saben qué sig­ni­fi­ca. Sabe­mos, tam­bién, que al ver­las muchos patrio­tas les agra­de­ce­rán “por luchar por nues­tra liber­tad” y les darán las gra­cias “por su sacri­fi­cio pro­te­gien­do este país”. Muchos de estos agra­de­ci­dos patrio­tas son los mis­mos que fla­mean la ban­de­ra de la Con­fe­de­ra­ción en sus 4×4, el úni­co gru­po que estu­vo a pun­to de des­truir la exis­ten­cia de este país en el siglo XIX para man­te­ner “la sagra­da ins­ti­tu­ción de la esclavitud”.

Tra­di­ción que nun­ca murió. Sólo cam­bió de forma.

Fuen­te: Rebelión

Itu­rria /​Fuen­te

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