Pen­sa­mien­to Crí­ti­co. DERROTAS DEL IMPERIALISMO SIN VICTORIAS PROGRESISTAS

Por Clau­dio Katz, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 8 de octu­bre de 2021-.

Esta­dos Uni­dos reti­ró sus tro­pas de Afga­nis­tán al cabo de dos déca­das de gue­rras per­di­das y obser­vó cómo el ejér­ci­to que había entre­na­do se pasó al cam­po opues­to. Esta derro­ta ha pro­pi­na­do un durí­si­mo gol­pe a la domi­na­ción norteamericana.

Pero de esta adver­si­dad para la pri­ma­cía esta­dou­ni­den­se no se dedu­ce la exis­ten­cia de un triun­fo anti­im­pe­ria­lis­ta. Son dos pro­ble­mas de dis­tin­ta natu­ra­le­za. El cate­gó­ri­co fra­ca­so de los mari­nes no equi­va­le a una vic­to­ria del pro­yec­to de eman­ci­pa­ción. Ese divor­cio deri­va del carác­ter reac­cio­na­rio de los gana­do­res de la partida.

La ads­crip­ción ultra-con­ser­va­do­ra de los tali­ba­nes es amplia­men­te cono­ci­da. Actúan como seño­res de la gue­rra y mane­jan sus terri­to­rios con todos los códi­gos del fun­da­men­ta­lis­mo islá­mi­co. Su mal­tra­to de las muje­res es la mani­fes­ta­ción más cho­can­te de esa con­duc­ta. En su nue­va eta­pa difun­den men­sa­jes más razo­na­bles para con­tri­buir a un lava­do de cara, pero el corre­la­to prác­ti­co de ese giro es por aho­ra desconocido.

Fren­te a este esce­na­rio con­ven­dría ser más cui­da­do­sos en la fre­cuen­te ana­lo­gía que se esta­ble­ce entre la caí­da de Kabul y la hui­da de Sai­gón. Las fotos de ambas situa­cio­nes son muy pare­ci­das y gana­ron la pri­me­ra pla­na por el paté­ti­co pape­lón de Biden, que pro­me­tió no repe­tir lo ocu­rri­do en 1975. Cier­ta­men­te en los dos casos se veri­fi­có un con­tun­den­te el fra­ca­so impe­ria­lis­ta, pero como resul­ta­do de pro­ce­sos radi­cal­men­te contrapuestos.

En Viet­nam triun­fa­ron las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias y en Afga­nis­tán las mili­cias reac­cio­na­rias. Los tali­ba­nes son la con­tra­ca­ra abso­lu­ta del Viet­cong y se ubi­can en el polo opues­to de un ejér­ci­to libe­ra­dor. Su polí­ti­ca de sumer­gir a Afga­nis­tán en el pasa­do medie­val ha sido la antí­te­sis del pro­yec­to eman­ci­pa­dor del comu­nis­mo. La recien­te derro­ta esta­dou­ni­den­se es una gran noti­cia para todos los pue­blos del mun­do, pero guar­da una dis­tan­cia enor­me con la vic­to­ria logra­da por los vietnamitas.

UN RESULTADO CONTRADICTORIO

En otros paí­ses del “Gran Orien­te Medio” ‑que Esta­dos Uni­dos inten­tó redi­se­ñar a su favor- se regis­tra­ron resul­ta­dos aná­lo­gos al des­em­bo­que de Afga­nis­tán. El Pen­tá­gono falló estre­pi­to­sa­men­te en su incur­sión béli­ca con­tra Irak y ha reclui­do a sus tro­pas a un rami­lle­te de for­ta­le­zas. La debi­li­ta­da ocu­pa­ción no pudo siquie­ra apro­ve­char a su favor la gue­rra sec­ta­ria entre las comu­ni­da­des de ese país. Al final de la aven­tu­ra el ais­la­mien­to de los mari­nes es mayúscu­lo y Esta­dos Uni­dos bus­ca cami­nos para reple­gar sus fuerzas.

Pero el triun­fa­dor de esa con­tien­da ha sido Irán, que ejer­ce un níti­do con­trol del régi­men impe­ran­te en Bag­dad. Esa admi­nis­tra­ción no pre­sen­ta nin­gún ingre­dien­te de anti­im­pe­ria­lis­mo pro­gre­sis­ta. Gobier­na con nor­mas sec­ta­rias y hos­ti­li­za a los suni­tas y a los kur­dos. Favo­re­ce a los nue­vos gru­pos domi­nan­tes que lucran con el con­ti­nua­do des­po­jo del petró­leo y la espe­luz­nan­te pobre­za del país. Moni­to­rea, ade­más, el aplas­ta­mien­to de las pro­tes­tas con­tra el dete­rio­ro de las con­di­cio­nes de vida. Irán brin­dó al frá­gil gobierno de Irak todo el sos­tén reque­ri­do para repri­mir las movi­li­za­cio­nes popu­la­res de octu­bre del 2019.

Esta­dos Uni­dos tam­bién falló en Siria en su inten­to ini­cial de crear una fuer­za béli­ca bajo su con­trol. Esas mili­cias deser­ta­ron al cam­po isla­mis­ta y el gobierno libe­ral en el exi­lio que mane­ja­ba Washing­ton se des­plo­mó en for­ma ver­ti­gi­no­sa. En cam­bio el denos­ta­do Assad sobre­vi­vió con el auxi­lio ruso.

Pero el gobierno que salió airo­so del cer­co ten­di­do por Washing­ton no con­ser­va nin­gún resa­bio del vie­jo anti­im­pe­ria­lis­mo. Ha pac­ta­do con dis­tin­tas fuer­zas extran­je­ras (inclu­yen­do al pro­pio Depar­ta­men­to de Esta­do), para ase­gu­rar la con­ti­nui­dad de la domi­na­ción local de los sec­to­res pri­vi­le­gia­dos. Con­su­mó una invo­lu­ción neo­li­be­ral que dejó muy atrás su lejano ori­gen nacionalista.

Ese régi­men res­pon­dió ade­más con feroz repre­sión a las deman­das de mejo­ras socia­les y refor­mas polí­ti­cas, que emer­gie­ron al calor de la pri­ma­ve­ra ára­be. Esa rebe­lión que­dó trans­for­ma­da pos­te­rior­men­te, en un san­grien­to enfren­ta­mien­to entre frac­cio­nes igual­men­te enemi­gas de la ansia­da demo­cra­ti­za­ción. Las pro­tes­tas fue­ron usur­pa­das por mili­cias subor­di­na­das a dis­tin­tos pro­yec­tos de domi­na­ción. En Siria se corro­bo­ró a pleno el fra­ca­so esta­dou­ni­den­se, pero no se regis­tró nin­gún avan­ce anti­im­pe­ria­lis­ta. Sólo pre­va­le­ció un terri­ble desan­gre popu­lar que sepul­tó las espe­ran­zas democráticas.

Washing­ton que­dó tam­bién afec­ta­do en Libia por los resul­ta­dos fina­les de la caí­da de Gada­fi. Sus empre­sas no cap­tu­ra­ron el grue­so de los nego­cios petro­le­ros y la espe­ra­da loca­li­za­ción de una gran base de la OTAN fue pos­pues­ta. Pero los gru­pos dere­chis­tas triun­fan­tes se han divi­di­do el país para repar­tir­se el botín, sin nin­gún atis­bo de ini­cia­ti­vas progresistas.

No cabe duda que la fan­ta­sía impe­ria­lis­ta de remo­de­lar tres gran­des terri­to­rios al ser­vi­cio de Esta­dos Uni­dos ha colap­sa­do. Pero los resul­ta­dos gene­ra­les de lo ocu­rri­do en las últi­mas déca­das son con­tra­dic­to­rios. En cier­tos casos el agre­sor per­dió espa­cios (Libia), en otros se logró su ful­mi­nan­te reti­ro (Afga­nis­tán), su replie­gue (Irak) o su reaco­mo­da­mien­to en un con­tex­to adver­so (Siria). Pero esa varie­dad de derro­tas impe­ria­les no entra­ñó vic­to­rias progresistas.

Estos con­tra­pues­tos des­em­bo­ques son acer­ta­da­men­te regis­tra­dos por cier­tos ana­lis­tas (Farooq Tariq, 2021). Otros obser­va­do­res tam­bién recuer­dan ante­ce­den­tes his­tó­ri­cos de este tipo vic­to­rias sobre opre­so­res extran­je­ros, bajo el man­do fuer­zas dere­chis­tas loca­les (Andreu, 2021).

En el “Gran Orien­te Medio” los inva­so­res forá­neos han sido doble­ga­dos por retró­gra­das direc­cio­nes con­ser­va­do­ras y esta para­do­ja se veri­fi­ca en el pro­ta­go­nis­mo alcan­za­do por el tipo de mili­cias que emer­gen en toda la región.

EL ROL DEL YIHADISMO

El balan­ce gris de lo ocu­rri­do en Medio Orien­te, Asia Cen­tral y Áfri­ca del Nor­te se refle­ja en la cen­tra­li­dad logra­da por las corrien­tes cle­ri­ca­les, que usu­fruc­túan del replie­gue norteamericano.

Nin­gu­na de las redes yiha­dis­tas que actua­ron en todos los con­flic­tos de la región en ten­sión con Esta­dos Uni­dos inclu­ye com­po­nen­tes anti­im­pe­ria­lis­tas. Esas orga­ni­za­cio­nes no aglu­ti­nan expre­sio­nes “anti­sis­té­mi­cas” de “rebel­des” o “insur­gen­tes”. Todas con­for­man agru­pa­mien­tos inva­ria­ble­men­te dere­chis­tas (Al-Qae­da, Daesh, Esta­do islá­mi­co, ISIS, Talibanes).

En algu­nas ver­tien­tes trans­na­cio­na­les actúan como mili­cias trans­fron­te­ri­zas, al ser­vi­cio de las poten­cias glo­ba­les y regio­na­les que dispu­tan pri­ma­cía. En otros casos apun­ta­lan pro­yec­tos pro­pios de regre­sión al Cali­fa­to. En sus varian­tes loca­les cum­plen ese mis­mo rol para los sec­to­res domi­nan­tes de cada zona median­te la impo­si­ción del terror.

Fre­cuen­te­men­te se des­ta­ca que han atraí­do jóve­nes exclui­dos que se alis­tan para rehuir de la mise­ria impe­ran­te. Pero todos los bata­llo­nes regre­si­vos de la his­to­ria se nutrie­ron de sec­to­res mar­gi­na­dos o deses­pe­ra­dos. Ese ori­gen no jus­ti­fi­ca la nefas­ta labor que cum­plen esas formaciones.

Los mili­cia­nos ára­bes-euro­peos inte­gra­dos a esos gru­pos ‑cria­dos en el medio hos­til de los subur­bios del Vie­jo Con­ti­nen­te- con­for­man seg­men­tos minúscu­los de esas mili­cias. Más corrien­te es su reclu­ta­mien­to entre des­ocu­pa­dos o sec­to­res que se alis­tan a cam­bio de una pen­sión para sus fami­lias (Arma­nian, 2016b). En cual­quier caso no son víc­ti­mas, sino par­tí­ci­pes direc­tos de la tra­ge­dia que afron­ta la región.

Los para­mi­li­ta­res chii­tas de Irak, los tali­ba­nes de Afga­nis­tán y los yiha­dis­tas tras­hu­man­tes no con­for­man bri­ga­das anti­im­pe­ria­lis­tas. Se ubi­can en el cam­po opues­to de los lucha­do­res por esa cau­sa, que por ejem­plo nutren las filas de las orga­ni­za­cio­nes pales­ti­nas o sahau­ríes. En nin­gún caso la ads­crip­ción reli­gio­sa de los mili­cia­nos defi­ne su com­por­ta­mien­to. Lo deter­mi­nan­te es el tipo de acción que emprenden.

El yiha­dis­mo ha con­tri­bui­do a la res­tau­ra­ción del poder cle­ri­cal que his­tó­ri­ca­men­te obs­tru­yó la moder­ni­za­ción de la región. La sim­bio­sis de las ins­ti­tu­cio­nes reli­gio­sas con el esta­do impi­dió ese avan­ce. Blo­queó la sepa­ra­ción de esos dos ámbi­tos que en Euro­pa asu­mió for­mas lai­cis­mo radi­cal (Fran­cia) o moda­li­da­des más con­ci­lia­to­rias de ges­ta­ción de las igle­sias nacio­na­les (Ale­ma­nia, Inglaterra).

Las dis­tin­tas varian­tes de la teo­cra­cia per­sis­tie­ron en Orien­te, bajo la pri­ma­cía de una reli­gión asen­ta­da una den­sa red de ritos y en nor­mas muy estric­tas de la vida pri­va­da. De esa estruc­tu­ra ema­na el poder de las capas cle­ri­ca­les enla­za­das con el esta­do (Amin, 2011: 209 – 216).

El pri­mer inten­to de moder­ni­za­ción ára­be (Al Nah­da) a prin­ci­pio del siglo pasa­do no logró rom­per el some­ti­mien­to a ese con­trol reli­gio­so. La segun­da gran olea­da de secu­la­ri­za­ción ‑bajo la impron­ta del nas­se­ris­mo y el baathis­mo, en socie­da­des más urba­ni­za­das y con mayor sos­tén de la cla­se media- intro­du­jo cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos, pero no que­bran­tó el entra­ma­do teocrático.

Washing­ton apa­dri­nó la reac­ción yiha­dis­ta para apun­ta­lar los intere­ses de sus com­pa­ñías petro­le­ras. Ava­ló espe­cial­men­te todas las agre­sio­nes de sus alia­dos sau­di­tas para com­ba­tir con fero­ci­dad los pro­yec­tos avan­za­dos del nacio­na­lis­mo. La des­truc­ción del lai­cis­mo apun­tó a sepul­tar los movi­mien­tos progresistas.

Esta­dos Uni­dos aus­pi­ció explí­ci­ta­men­te ese cur­so para erra­di­car a la izquier­da del mun­do ára­be. Las monar­quías uti­li­za­ron al yiha­dis­mo con­tra los gobier­nos que nacio­na­li­za­ban el petró­leo, Israel fomen­tó las mis­mas corrien­tes para frac­tu­rar el movi­mien­to pales­tino y el Pen­tá­gono direc­ta­men­te entre­nó bata­llo­nes de cho­que con­tra la URSS. Todos se recos­ta­ron en las redes de los retró­gra­dos clé­ri­gos, que final­men­te logra­ron con­te­ner la secu­la­ri­za­ción de la región.

Los serios enfren­ta­mien­tos de los fun­da­men­ta­lis­tas con su ges­tor esta­dou­ni­den­se final­men­te deri­va­ron en un replie­gue de Washing­ton, que con­ver­ge con el afian­za­mien­to de las fuer­zas arcai­cas. Median­te la reha­bi­li­ta­ción de ins­ti­tu­cio­nes arcai­cas, los yiha­dis­tas han logra­do des­viar las bata­llas anti­im­pe­ria­lis­tas de Medio Orien­te hacia con­fron­ta­cio­nes de super­fi­cie inter-reli­gio­sa que des­ga­rran a la pobla­ción. De esa for­ma con­tri­bu­yen a con­so­li­dar la opre­sión que impe­ra en la región.

DEL PANARABISMO AL CALIFATO

El anti­im­pe­ria­lis­mo ha que­da­do tam­bién afec­ta­do a esca­la regio­nal por la sus­ti­tu­ción del pro­yec­to pro­gre­sis­ta pan­ára­be (que emer­gió con fuer­za en la segun­da mitad del siglo XX) por el ensue­ño fun­da­men­ta­lis­ta del Cali­fa­to. Ese cam­bio ilus­tra la regre­sión polí­ti­ca que ha pade­ci­do la zona, en un dra­má­ti­co con­tex­to de remo­de­la­ción de los estados.

El pan-ara­bis­mo aflo­ró en el cenit de los pro­yec­tos del nacio­na­lis­mo. Tomó en cuen­ta que el mun­do ára­be no con­for­ma estric­ta­men­te una nación, pero sí una comu­ni­dad con sen­ti­mien­tos de per­te­nen­cia común. Posee hoy una iden­ti­dad colec­ti­va de len­gua, tra­di­cio­nes, reli­gión y acer­vos cul­tu­ra­les (Ander­son, 2013).

En ese ideal de for­jar una nación ára­be poten­cial­men­te común se sus­ten­ta­ron los inten­tos de enla­zar el nacio­na­lis­mo anti­im­pe­ria­lis­ta con la inte­gra­ción polí­ti­ca esta­tal. La for­ma­ción de la Repú­bli­ca Ára­be Uni­da (1958−61) fue el mayor hito de ese ensa­yo, pero sucum­bió fren­te a la derro­ta ante Israel en la gue­rra de 1967. El nau­fra­gio del pro­yec­to inte­gra­dor fue tam­bién con­se­cuen­cia de los lími­tes exhi­bi­dos por movi­mien­tos nacio­na­lis­tas muy asen­ta­dos en figu­ras caris­má­ti­cas, dis­tan­tes de la izquier­da y rea­cios a la poli­ti­za­ción de la pobla­ción (Amin, 2011: 132 – 135).

El pan­ara­bis­mo tam­bién here­dó algu­nos ves­ti­gios de su anti­gua cone­xión con el colo­nia­lis­mo fran­co-bri­tá­ni­co, que ini­cial­men­te bus­ca­ba debi­li­tar la influen­cia del rival oto­mano. Ese nexo se veri­fi­có en la dis­cri­mi­na­ción de otras nacio­nes (tur­cos, ira­níes), o gru­pos étni­cos no ára­bes (kur­dos) (Arma­nian, 2021).

Pero la reac­ción yiha­dis­ta emer­gió para rever­tir y no para corre­gir esas limi­ta­cio­nes. Irrum­pió para aplas­tar todos los gér­me­nes de un pro­yec­to pro­gre­sis­ta de uni­fi­ca­ción regio­nal. Por eso supe­di­ta su pro­pia varian­te de con­fi­gu­ra­ción abar­ca­do­ra de pan-isla­mis­mo, a la pri­ma­cía de algu­na ver­tien­te reli­gio­sa con­tra otra. Pro­pi­cia enla­zar las dis­tin­tas zonas de la región bajo la impron­ta de un regre­si­vo Califato.

Ese pro­yec­to que­dó en sus­pen­so por la derro­ta sufri­da por el Esta­do Islá­mi­co y Daesh en Siria e Irak. Fra­ca­sa­ron en el cam­po de bata­lla con­tra las fuer­zas regu­la­res de los regí­me­nes riva­les y fue­ron doble­ga­dos por la resis­ten­cia de pobla­cio­nes loca­les indig­na­das con la bru­ta­li­dad de sus prác­ti­cas coti­dia­nas (Khoury, 2016).

Fren­te a esa adver­si­dad el yiha­dis­mo vol­vió a ope­rar nue­va­men­te en los esta­dos exis­ten­tes. Pero el replie­gue nor­te­ame­ri­cano en Afga­nis­tán tien­de a reac­ti­var otras ramas de ISIS, que reto­man la estra­te­gia del Cali­fa­to en Asia Cen­tral e inclu­so extien­den ese pro­yec­to a varias zonas de Áfri­ca. Ese cur­so pre­sa­gia enfren­ta­mien­tos san­gui­na­rios, sin nin­gún des­em­bo­que favo­ra­ble para las pobla­cio­nes invo­lu­cra­das en esas disputas.

CRISIS IMPERIAL CON FRUSTRACIONES DEMOCRÁTICAS

El dra­má­ti­co resul­ta­do de la pri­ma­ve­ra ára­be es otro indi­ca­dor de los cla­ro-oscu­ros de la región. El impe­ria­lis­mo afron­ta múl­ti­ples cri­sis y difi­cul­ta­des, pero jun­to a sus alia­dos dere­chis­tas logró frus­trar los anhe­los de cam­bio que irrum­pie­ron en la déca­da pasada.

Las pro­tes­tas logra­ron ini­cial­men­te la caí­da de los des­pres­ti­gia­dos pre­si­den­tes Ben Alí (Túnez) y Muba­rak (Egip­to), pero los fru­tos pos­te­rio­res fue­ron amar­gos. La ten­ta­ti­va demo­cra­ti­za­do­ra se exten­dió a otras zonas, pero mayo­ri­ta­ria­men­te devino en una suce­sión de masa­cres que agra­va­ron los pade­ci­mien­tos económico-sociales.

Toda la diná­mi­ca de las rebe­lio­nes que­dó anu­la­da por esa vio­len­ta con­tra­rre­vo­lu­ción, que recom­pu­so el vie­jo orden de pri­vi­le­gios para los capi­ta­lis­tas acau­da­la­dos, los mili­ta­res repre­so­res y los clé­ri­gos tota­li­ta­rios. La viru­len­cia de ese con­tra­gol­pe per­sis­te has­ta hoy en día.

En el caso de Egip­to el papel regre­si­vo del impe­ria­lis­mo fue cris­ta­lino. Esta­dos Uni­dos pro­pi­ció y sos­tu­vo el gol­pe mili­tar de Sisi, lue­go de res­tar apo­yo al expe­ri­men­to de Mor­si. El líder de los Her­ma­nos Musul­ma­nes inten­tó cier­tas refor­mas del sis­te­ma polí­ti­co, jun­to a una mayor esca­la de isla­mi­za­ción que pro­vo­có la resis­ten­cia de las capas laicas.

Washing­ton no recha­zó esas moda­li­da­des con­fe­sio­na­les que ava­la en incon­ta­bles paí­ses de la región. Lo que irri­tó al Depar­ta­men­to de Esta­do fue la reac­ti­va­ción de las inver­sio­nes de las empre­sas rusas Lukoil y Ava­tec en la acti­vi­dad petro­le­ra y gasí­fe­ra y el via­je a Mos­cú que reali­zó Mor­si. Esa excur­sión anti­ci­pa­ba un inten­to de aflo­jar la ago­bian­te depen­den­cia con el man­dan­te nor­te­ame­ri­cano. Aun­que Sisi tam­po­co es ple­na­men­te con­fia­ble, la emba­ja­da esta­dou­ni­den­se dio el vis­to bueno a un gol­pe, que ase­gu­ra el some­ti­mien­to del país a su con­ti­nua­da supervisión.

La obs­truc­ción a la demo­cra­cia en Egip­to es una pie­za cen­tral de la polí­ti­ca yan­qui en Medio Orien­te. Des­de el giro pro-occi­den­tal que Sadat ini­ció hace 40 años, todos los pre­si­den­tes nor­te­ame­ri­ca­nos han prio­ri­za­do el con­trol sobre el Canal de Suez. Impi­den cual­quier atis­bo de inde­pen­den­cia, en un país cla­ve para con­te­ner la expan­sión comer­cial de Chi­na y la pre­sen­cia geo­po­lí­ti­ca de Rusia. Por esa razón Washing­ton sos­tie­ne la feroz repre­sión actual de un régi­men que en poco tiem­po (2013−2017) encar­ce­ló y tor­tu­ró a 60.000 per­so­nas (Arma­nian, 2017a)

Esa expe­rien­cia con­fir­ma que la bata­lla por la demo­cra­cia empal­ma cate­gó­ri­ca­men­te en Egip­to con la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta. Los gobier­nos pro-yan­quis han aban­do­na­do a los pales­ti­nos, son cóm­pli­ces del cer­co israe­lí a Gaza y cum­plen un rol poli­cial en el Sinaí.

Túnez siguió otra tra­yec­to­ria y exhi­be la úni­ca excep­ción a la regla de la viru­len­cia impe­rial en el mun­do ára­be. La vic­to­ria de la pri­ma­ve­ra impu­so allí la libe­ra­ción de pre­sos, la rea­li­za­ción de elec­cio­nes libres y la con­cre­ción de una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te que frus­tró los inten­tos de islamización.

Los gru­pos domi­nan­tes man­tu­vie­ron igual­men­te el con­trol del esta­do y pac­ta­ron una tran­si­ción que ase­gu­ra su mane­jo del poder, a tra­vés de un mode­lo bipar­ti­dis­ta de alter­nan­cia de car­gos. Ese esque­ma pre­ser­va la des­igual­dad social y la pre­ca­ri­za­ción del empleo, en un mar­co de des­con­trol de la deu­da públi­ca y con­si­guien­tes ajus­tes del FMI.

En la caren­cia de cam­bios eco­nó­mi­co-socia­les, Túnez repi­te lo suce­di­do en el res­to de la región. Pero en el plano polí­ti­co se dis­tin­gue por los logros demo­crá­ti­cos (Alba Rico, 2021). La cau­sa de esa excep­cio­na­li­dad no es nin­gún mis­te­rio. Túnez es un peque­ño país con esca­sas mate­rias pri­mas y poca rele­van­cia estra­té­gi­co-mili­tar. No es ape­te­ci­da por las gran­des poten­cias, ni sus­ci­ta la codi­cia por un botín petro­le­ro (Maget, 2020).

Por su redu­ci­da gra­vi­ta­ción en com­pa­ra­ción a sus veci­nos, el impe­ria­lis­mo tole­ró las refor­mas que vetó en el res­to de la región. Esa excep­ción con­fir­mó la regla de fron­tal opo­si­ción de la pri­me­ra poten­cia, a cual­quier aflo­ja­mien­to del auto­ri­ta­ris­mo impe­ran­te en Medio Oriente.

En Siria, el esbo­zo de la pri­ma­ve­ra no irrum­pió como en Túnez o Egip­to con revuel­tas en las prin­ci­pa­les ciu­da­des, gran pre­sen­cia de tra­ba­ja­do­res o peso del movi­mien­to sin­di­cal. Las pro­tes­tas se con­cen­tra­ron en loca­li­da­des más remo­tas y siguie­ron un patrón dis­per­so y des­igual (Bouha­roun, 2017).

La viru­len­ta res­pues­ta repre­si­va del gobierno gene­ra­li­zó un con­flic­to que des­em­bo­có en la gue­rra más cruen­ta de la últi­ma déca­da. Los anhe­los de demo­cra­ti­za­ción que­da­ron total­men­te sofo­ca­dos en esa tra­ge­dia, al cabo de una con­fron­ta­ción que ter­mi­nó opo­nien­do a dos ban­dos igual­men­te regresivos.

Las poten­cias mun­dia­les y regio­na­les toma­ron el con­trol del con­flic­to y diri­mie­ron sus riva­li­da­des a cos­ta de la pobla­ción. Los obje­ti­vos demo­crá­ti­cos de la revuel­ta del 2011 que­da­ron dilui­dos en la mili­ta­ri­za­ción de una rebe­lión, que a par­tir del 2014 – 15 fue usur­pa­da por mili­cias gru­pos aje­nas a las deman­das de los mani­fes­tan­tes (Ale­xan­der, 2018).

Al cabo de ese terri­ble desan­gre Assad se man­tu­vo en el gobierno, pero el futu­ro de Siria como nación sobe­ra­na que­dó cues­tio­na­do. Pre­do­mi­na la frag­men­ta­ción del país en zonas bajo con­trol de los dis­tin­tos acto­res del con­flic­to. Tam­bién en este caso Esta­dos Uni­dos per­dió la dispu­ta, pero las metas demo­crá­ti­cas fue­ron sofo­ca­das y la pro­pia super­vi­ven­cia del país es una incógnita.

ANTICIPOS DE NUEVAS PRIMAVERAS

La pri­ma­ve­ra ára­be fue el prin­ci­pal acon­te­ci­mien­to en la últi­ma déca­da en Medio Orien­te. Inclu­yó inten­sas movi­li­za­cio­nes popu­la­res que impac­ta­ron sobre el table­ro regio­nal. Pero esa mayús­cu­la irrup­ción no logró con­ver­ger con rei­vin­di­ca­cio­nes anti­im­pe­ria­lis­tas y ese divor­cio faci­li­tó su aplas­ta­mien­to por las fuer­zas reaccionarias.

La chis­pa se encen­dió a fines del 2010 en una loca­li­dad tune­ci­na y el derra­me de las pro­tes­tas se exten­dió a nume­ro­sos luga­res. La iden­ti­fi­ca­ción de esa olea­da con una pri­ma­ve­ra es ilus­tra­ti­va de la espe­ran­za que des­per­tó entre sus pro­ta­go­nis­tas. Los jóve­nes ima­gi­na­ron en las calles el comien­zo de una sali­da a la penu­ria eco­nó­mi­ca, al auto­ri­ta­ris­mo polí­ti­co y a las res­tric­cio­nes religiosas.

Con ese levan­ta­mien­to el cur­so habi­tual de gue­rras, ocu­pa­cio­nes extran­je­ras y san­grien­tas dispu­tas inter­nas de Medio Orien­te que­dó alte­ra­do por un nue­vo ingre­dien­te de pro­ta­go­nis­mo popu­lar. Fue des­co­llan­te la pre­emi­nen­cia juve­nil, la varia­da inci­den­cia de sin­di­ca­tos y la sig­ni­fi­ca­ti­va par­ti­ci­pa­ción de la cla­se media.

La pri­ma­ve­ra dejó un lega­do de expe­rien­cias per­du­ra­bles en la memo­ria popu­lar. Refu­tó todos los cli­chés isla­mo­fó­bi­cos de Occi­den­te, que pre­sen­tan al mun­do ára­be como un uni­ver­so de indi­vi­duos resig­na­dos y pasi­vos. Los recla­mos socia­les y el anhe­lo de con­quis­tar una demo­cra­cia genui­na, moto­ri­za­ron las suble­va­cio­nes en paí­ses ago­bia­dos por regí­me­nes despóticos.

Esas revuel­tas tien­den a resur­gir por la sim­ple per­sis­ten­cia de los mis­mos pro­ble­mas. Duran­te el 2019 esa ten­den­cia al reini­cio de la rebe­lión des­pun­tó con lla­ma­ti­va simul­ta­nei­dad en varios paí­ses. Una con­ca­te­na­da secuen­cia de mani­fes­ta­cio­nes repi­tió los con­ta­gios de la pri­me­ra ola.

Las movi­li­za­cio­nes pre­va­le­cie­ron con reno­va­da fuer­za en las zonas no impac­ta­das por la secuen­cia ante­rior. Pero la expan­sión de esos movi­mien­tos que­dó súbi­ta­men­te inte­rrum­pi­da por la pan­de­mia. El coro­na­vi­rus for­zó la reclu­sión de la pobla­ción para lidiar con la infección.

El deter­mi­nan­te inme­dia­to de ese rebro­te de lucha fue el gran empo­bre­ci­mien­to pade­ci­do por el grue­so del mun­do ára­be. La región afron­tó en los últi­mos años una drás­ti­ca caí­da de los ingre­sos que acom­pa­ñó el decli­ve de los pre­cios del petró­leo. Esa retrac­ción se tra­du­jo en un freno del cre­ci­mien­to y en un serio incre­men­to del des­em­pleo. El paro entre los jóve­nes supera amplia­men­te el pro­me­dio inter­na­cio­nal (Acchar, 2020).

El neo­li­be­ra­lis­mo ha cau­sa­do estra­gos en una zona muy gol­pea­da por la des­igual­dad social y el enca­re­ci­mien­to de los pro­duc­tos bási­cos. Las eco­no­mías gene­ran poco empleo y ali­men­tan una esca­la­da de pre­sio­nes vol­cá­ni­cas, en la explo­si­va pirá­mi­de demo­grá­fi­ca de la región.

Aun­que las pri­va­ti­za­cio­nes nun­ca alcan­za­ron en Medio Orien­te la des­truc­ti­va dimen­sión de otras zonas, el mode­lo neo­li­be­ral soca­vó los vie­jos sis­te­mas de pro­tec­ción social y gene­ra­li­zó un iné­di­to des­am­pa­ro y des­con­ten­to. Muchos sec­to­res de la eco­no­mía tra­di­cio­nal han que­da­do des­ar­ti­cu­la­dos por la tute­la nor­te­ame­ri­ca­na del Gol­fo, el pre­do­mi­nio euro­peo en el Magreb (Nor­te de Áfri­ca) y la des­truc­ti­va aper­tu­ra comer­cial finan­cia­ri­za­da del Mash­riq (Levan­te).

Las pro­tes­tas resur­gen fren­te a gobier­nos auto­ri­ta­rios que recu­rren al garro­te para res­pon­der a cual­quier deman­da popu­lar. Ese inmo­vi­lis­mo repre­si­vo acre­cien­ta el males­tar e incen­ti­va nue­vos levan­ta­mien­tos (Tami­mi, 2017).

SUPERACIÓN DE LAS FRACTURAS CONFESIONALES

En los des­pun­tes calle­je­ros del 2019 con­ver­gie­ron deman­das eco­nó­mi­cas, socia­les y polí­ti­cas, sin pre­emi­nen­cia de las filia­cio­nes reli­gio­sas. Este carác­ter no sec­ta­rio y secu­lar cons­ti­tu­yó la cua­li­dad más pro­mi­so­ria de esa inci­pien­te oleada.

En el Líbano las prin­ci­pa­les deman­das de los mani­fes­tan­tes apun­ta­ron con­tra la cares­tía y el aumen­to de los impues­tos. La cri­sis fis­cal, el défi­cit de ingre­sos, la mer­ma de divi­sas y el incre­men­to del des­em­pleo des­en­ca­de­na­ron gran­des pro­tes­tas, que tam­bién inclu­ye­ron el recha­zo de la corrup­ción y el nepotismo.

La masi­vi­dad de esas movi­li­za­cio­nes for­zó la dimi­sión del pri­mer minis­tro y deri­vó en el otor­ga­mien­to de varias con­ce­sio­nes (Karam; Tan­nury 2019). Por pri­me­ra vez en mucho tiem­po, una sig­ni­fi­ca­ti­va pro­tes­ta moti­va­da por deman­das socia­les cues­tio­nó el sis­te­ma polí­ti­co con­fe­sio­nal y exi­gió su demo­cra­ti­za­ción. Esa tóni­ca que­dó con­fir­ma­da en las pos­te­rio­res mar­chas de con­me­mo­ra­ción de la trá­gi­ca explo­sión en el puer­to de Beirut.

Esta tóni­ca de exi­gen­cia de cam­bios polí­ti­cos fue tam­bién el dato domi­nan­te en Arge­lia, en las pro­tes­tas con­tra el con­ti­nuis­mo pre­si­den­cial. En las mar­chas se cues­tio­nó el enri­que­ci­mien­to de gru­pos eco­nó­mi­cos entre­la­za­dos con un gobierno de ori­gen nacio­na­lis­ta, que man­tie­ne un ali­nea­mien­to inter­na­cio­nal afín a Rusia y autó­no­mo de Esta­dos Uni­dos (Sbar­bi Osu­na, 2019). 

En el 2003 ese régi­men salió airo­so de una cruen­ta gue­rra con el fun­da­men­ta­lis­mo islá­mi­co, que se cobró la vida de 200.000 per­so­nas. Al cabo de esa trau­má­ti­ca expe­rien­cia, la lucha demo­crá­ti­ca es enca­ra­da por una nue­va gene­ra­ción más dis­tan­cia­da del fana­tis­mo religioso.

En Sudán las mani­fes­ta­cio­nes se mul­ti­pli­ca­ron con­tra un gobierno que pre­ten­día con­se­guir un man­da­to vita­li­cio. Los sin­di­ca­tos de tra­ba­ja­do­res y la izquier­da juga­ron un papel rele­van­te, en pro­tes­tas que asu­mie­ron una níti­da tóni­ca de lucha social.

Esa mis­ma gra­vi­ta­ción de las peti­cio­nes socia­les se veri­fi­có en las pro­tes­tas de Irak. Los tra­ba­ja­do­res con­ver­gie­ron con los pro­fe­so­res y estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios en la exi­gen­cia de «pan, tra­ba­jo, liber­tad y trans­pa­ren­cia». La ausen­cia de con­sig­nas reli­gio­sas en un país desan­gra­do por enfren­ta­mien­tos sec­ta­rios fue el dato lla­ma­ti­vo de esas movilizaciones.

Los pro­ta­go­nis­tas de esos movi­mien­tos han sido los mis­mos suje­tos popu­la­res de la secuen­cia ante­rior. En el uni­ver­so de los asa­la­ria­dos se veri­fi­ca una gran diver­si­dad de nive­les de orga­ni­za­ción. El impor­tan­te movi­mien­to obre­ro de Túnez, los lla­ma­ti­vos sin­di­ca­tos de Egip­to y la esca­la de huel­gas de Bah­réin, no tie­nen corres­pon­den­cia equi­va­len­te en otras loca­li­za­cio­nes de la protesta.

La impor­tan­te pre­sen­cia de gra­dua­dos y pro­fe­sio­na­les sin empleo per­sis­te como un dato rele­van­te de esas rebe­lio­nes. El des­con­ten­to se afian­za entre los tra­ba­ja­do­res con cier­ta cali­fi­ca­ción que no con­si­guen empleo esta­ble. El neo­li­be­ra­lis­mo estan­có a las eco­no­mías de la región, que­bran­tó la movi­li­dad social y dete­rio­ró los sis­te­mas de asis­ten­cia social, crean­do el con­vul­si­vo esce­na­rio que emer­ge con las pro­tes­tas (Harris, 2016).  

Ese cimien­to social de la lucha en el mun­do ára­be que­dó bru­tal­men­te ensom­bre­ci­do por las ten­sio­nes sec­ta­rias y las dis­tor­sio­nes reli­gio­sas en la déca­da pasa­da. El des­en­vol­vi­mien­to de la pró­xi­ma olea­da depen­de­rá de la supera­ción de ese terri­ble escollo.

AVANCES NACIONALES SIN ANTIIMPERIALISMO

El redi­se­ño impe­rial que inten­tó Esta­dos Uni­dos en Medio Orien­te y Áfri­ca del Nor­te ha recrea­do vie­jos pro­ble­mas de auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal. Algu­nas de esas ten­sio­nes se remon­tan a la ciru­gía que con­su­ma­ron Gran Bre­ta­ña y Fran­cia a prin­ci­pio del siglo XX (Tra­ta­do de Picot y Sykes) sobre los res­tos del Impe­rio Oto­mano. En ese tra­za­do de paí­ses, los deseos y las iden­ti­da­des de las dis­tin­tas pobla­cio­nes fue­ron total­men­te igno­ra­dos. De esas impo­si­cio­nes sur­gie­ron deman­das nacio­na­les de colec­ti­vi­da­des afec­ta­das por la inter­ven­ción extranjera.

Al cabo de cruen­tas gue­rras recien­tes, cier­tos gru­pos nacio­na­les han que­da­do nue­va­men­te apri­sio­na­dos en fron­te­ras, idio­mas y ban­de­ras aje­nas a sus aspi­ra­cio­nes. Otras comu­ni­da­des han refor­za­do sus luchas de lar­ga data. Es el caso de los kur­dos, que fue­ron des­mem­bra­dos una y otra vez en los últi­mos siglos frus­tran­do su anhe­lo de un esta­do uni­fi­ca­do (Almey­ra, 2017). A prin­ci­pios del siglo XX, el colap­so del impe­rio oto­mano dise­mi­nó a esa mino­ría en los for­za­dos lími­tes esta­ble­ci­dos para Tur­quía, Irak, Siria e Irán.

Los kur­dos han deman­da­do un hogar nacio­nal que nun­ca logró reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal. La ONU ava­ló en un rápi­do expe­dien­te la exis­ten­cia de Sudan del Sur, pero no acep­ta la ins­crip­ción de un esta­do kur­do. Las poten­cias siem­pre defi­nen en ese orga­nis­mo los tra­za­dos fron­te­ri­zos omi­tien­do la volun­tad de los invo­lu­cra­dos. El Kur­dis­tán inde­pen­dien­te es fron­tal­men­te recha­za­do por los prin­ci­pa­les acto­res de Medio Oriente.

Tur­quía es el enemi­go más decla­ra­do de esa sobe­ra­nía. En la déca­da pasa­da man­tu­vo nego­cia­cio­nes con el encar­ce­la­do líder de ese movi­mien­to (Oca­lan), pero Erdo­gan cor­tó abrup­ta­men­te esas tra­ta­ti­vas para eri­gir un gobierno auto­ri­ta­rio. Median­te una bru­tal cam­pa­ña repre­si­va inten­ta que­bran­tar la alian­za for­ja­da por los kur­dos con fuer­zas pro­gre­sis­tas de su país.

Irán exhi­be la mis­ma hos­ti­li­dad hacia esa mino­ría y ni siquie­ra eva­lúa la con­ce­sión de algu­na auto­no­mía admi­nis­tra­ti­va. Los gober­nan­tes de Tehe­rán recuer­dan con pavor el efí­me­ro ensa­yo fede­ra­ti­vo que inten­tó la izquier­da en 1944. Esa bre­ve expe­rien­cia de un Kur­dis­tán rojo ‑empa­ren­ta­do con los éxi­tos mili­ta­res de la URSS- fue aplas­ta­da en san­gre por el ejér­ci­to del Shah. En Irak, Sadam res­pon­dió con el mis­mo sal­va­jis­mo a las deman­das auto­nó­mi­cas de esa mino­ría (Baja­lan; Brooks, 2017).

Pero en la últi­ma secuen­cia de gue­rras, los kur­dos obtu­vie­ron impac­tan­tes cre­den­cia­les dee­fec­ti­vi­dad mili­tar al derro­tar al yiha­dis­mo en Siria e Irak. Los ful­mi­nan­tes éxi­tos de sus mili­cias en Roja­va y Başur recrea­ron las expec­ta­ti­vas de eri­gir un Kur­dis­tán uni­fi­ca­do. En Siria logra­ron cons­truir su pro­pio encla­ve autó­no­mo bajo la direc­ción de un par­ti­do de izquier­da (PYD). Allí pusie­ron en prác­ti­ca la pon­de­ra­da expe­rien­cia de la comu­na de Roja­va, al cabo de una vale­ro­sa lucha con­tra las mili­cias pro-sau­di­tas y las arre­me­ti­das del ejér­ci­to tur­co. Sus bata­llo­nes jerar­qui­za­ron la igual­dad de géne­ro, en un con­tex­to islá­mi­co de some­ti­mien­to de las muje­res (San­cha, 2021).

Tan­to en Siria como en Irak la gol­pea­da mino­ría kur­da ha logra­do avan­ces en su bata­lla nacio­nal. Pero esas con­quis­tas coexis­ten con un implí­ci­to padri­naz­go esta­dou­ni­den­se, pues­to que las fuer­zas nor­te­ame­ri­ca­nas están pre­sen­tes en los mini-esta­dos kurdos.

Washing­ton ha juga­do a dos pun­tas. Apun­ta­ló ini­cial­men­te la resis­ten­cia de los kur­dos para favo­re­cer el des­mem­bra­mien­to de paí­ses con gobier­nos hos­ti­les (Siria e Irak). Pos­te­rior­men­te refor­zó ese sos­tén, apro­vi­sio­nan­do a los kur­dos en su bata­lla con­tra los yiha­dis­tas dis­tan­cia­dos del man­dan­te norteamericano.

Pero cuan­do Tur­quía ata­có fron­tal­men­te a esa mino­ría, Washing­ton aban­do­nó a sus pro­te­gi­dos para recom­po­ner las rela­cio­nes con Anka­ra. Trump optó por Erdo­gan, esti­man­do que un socio dís­co­lo de la OTAN es más gra­vi­tan­te para Esta­dos Uni­dos que una nación desperdigada.

Ese aban­dono no es una nove­dad para los kur­dos que han expe­ri­men­ta­do todo tipo de trai­cio­nes. Las gran­des poten­cias han uti­li­za­do una y otra vez a ese gru­po nacio­nal, como mone­da de cam­bio en sus reor­de­na­mien­tos del mapa regional.

Washing­ton inten­ta aho­ra man­te­ner bajo su pro­tec­ción las zonas autó­no­mas que mane­jan los kur­dos, pero sin afec­tar la rela­ción con Tur­quía. Se opo­ne a la for­ma­ción del Kur­dis­tán uni­fi­ca­do, pero no a la desin­te­gra­ción par­cial de Irak y Siria.

Israel apues­ta en for­ma más explí­ci­ta todas sus fichas al pro­yec­to kur­do. Bus­ca apun­ta­lar de esa for­ma sus alian­zas con sec­to­res no ára­bes de Medio Orien­te. Los sio­nis­tas pro­veen recur­sos a los kur­dos por las mis­mas razo­nes que afian­za­ron víncu­los con los maro­ni­tas del Líbano. Pre­ten­den poten­ciar su ene­mis­tad con el mun­do ára­be y su dis­tan­cia­mien­to con los pales­ti­nos, a pesar de la enor­me simi­li­tud de los pade­ci­mien­tos que afron­tan ambas comu­ni­da­des (Cook, 2017). Los kur­dos han obte­ni­do cier­tas vic­to­rias pagan­do el alto pre­cio de ese aval norteamericano-israelí.

Sus diri­gen­tes cono­cen la dupli­ci­dad de Washing­ton y por esa razón han bus­ca­do recom­po­ner en Siria las rela­cio­nes con Assad. No olvi­dan que ese man­da­to­rio inten­tó disol­ver­los median­te una ara­bi­za­ción for­zo­sa, pero tan­tean la recon­ci­lia­ción para con­se­guir una even­tual pro­tec­ción mili­tar rusa.

En Irak han logra­do una auto­no­mía más per­du­ra­ble, pero con un sopor­te más explí­ci­to del inva­sor nor­te­ame­ri­cano. Bajo la direc­ción de un líder dere­chis­ta (Bar­za­ni) ensa­ya­ron inclu­so la con­so­li­da­ción de su auto­no­mía median­te un refe­rén­dum por la inde­pen­den­cia. Ese inten­to fra­ca­só por des­ma­ne­jos loca­les y obje­cio­nes esta­dou­ni­den­ses. Pero en la zona rige de hecho una sobe­ra­nía tute­la­da por Esta­dos Uni­dos que ha ins­ta­la­do cin­co bases en el lugar. Las dis­yun­ti­vas que afron­ta esa mino­ría son par­ti­cu­lar­men­te complejas.

LOS DILEMAS DEL KURDISTÁN

En el durí­si­mo com­ba­te por con­quis­tar un esta­do pro­pio con­tra sus enemi­gos regio­na­les, los kur­dos han esta­ble­ci­do com­pro­mi­sos con el prin­ci­pal domi­na­dor del pla­ne­ta. Algu­nas mira­das real­zan la lucha de esa mino­ría, sin exhi­bir gran preo­cu­pa­ción por esos enla­ces con Washing­ton. Rei­vin­di­can enfá­ti­ca­men­te la expe­rien­cia de Roja­va y pon­de­ran el igua­li­ta­ris­mo comu­ni­ta­rio de ese pro­yec­to. Las con­tro­ver­ti­das rela­cio­nes con Esta­dos Uni­dos son omi­ti­das u obser­va­das como un hecho menor (Dah­ler, 2021).

La visión opues­ta cues­tio­na en for­ma viru­len­ta el some­ti­mien­to kur­do al impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano. Denun­cia que sin­to­ni­zan con los pla­nes de for­jar un archi­pié­la­go de peque­ños esta­dos subor­di­na­dos a la pri­me­ra poten­cia (Arma­nian, 2017b). Tam­bién obje­ta el nacio­na­lis­mo inso­li­da­rio y la idea­li­za­ción comu­na­lis­ta de Roja­va (Arma­nian, 2016a). Los crí­ti­cos más extre­mos esti­man que ese encla­ve se ha trans­for­ma­do en una base del Pen­tá­gono (Lan­tier, 2019)

Una ter­ce­ra pos­tu­ra cues­tio­na el ali­nea­mien­to kur­do con Esta­dos Uni­dos, sin des­co­no­cer su legí­ti­ma bata­lla por un esta­do nacio­nal (Levent, 2017). Des­ta­ca que en defen­sa de ese obje­ti­vo han ido más allá de un com­pro­mi­so cir­cuns­tan­cial y se han colo­ca­do de hecho bajo la pro­tec­ción del prin­ci­pal enemi­go de Medio Oriente.

En este com­ple­jo mosai­co es indis­cu­ti­ble el dere­cho de los kur­dos a con­tar con su esta­do pro­pio, cuya moda­li­dad debe­ría sur­gir de con­sul­tas entre su pobla­ción. Pero tam­bién son alta­men­te cues­tio­na­bles los nexos esta­ble­ci­dos con el man­dan­te nor­te­ame­ri­cano, que no disi­mu­la su inten­ción de for­zar sece­sio­nes para con­so­li­dar su dominación.

Todos los impe­ria­lis­mos de Occi­den­te han recu­rri­do una y otra vez a ese tipo de frac­tu­ras. Por esa razón la auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal siem­pre pre­sen­ta esa doble cara de legí­ti­ma aspi­ra­ción y for­za­do com­plot de las gran­des poten­cias. Como des­ta­có el líder del bol­che­vis­mo ante situa­cio­nes seme­jan­tes de Euro­pa Orien­tal a prin­ci­pios del siglo XX, sólo el aná­li­sis con­cre­to de cada caso per­mi­te dis­tin­guir la pre­emi­nen­cia de una u otra situa­ción (Lenin, 1974).

La legi­ti­mi­dad de la lucha nacio­nal kur­da es incues­tio­na­ble, pero la for­ma de con­cre­tar esa aspi­ra­ción no pue­de eva­luar­se omi­tien­do el redi­se­ño de paí­ses que pro­pi­cia Esta­dos Uni­dos. No es lo mis­mo si el anhe­lo kur­do se con­su­ma de la mano o en con­fron­ta­ción con Washington.

Un cur­so pro­gre­sis­ta hacia el genuino Kur­dis­tán exi­ge rela­cio­nes de her­man­dad con los veci­nos ára­bes y accio­nes de resis­ten­cia común con­tra la bal­ca­ni­za­ción. Si la meta esta­tal kur­da emer­ge jun­to a un océano de mini-esta­dos con­tro­la­dos por el impe­ria­lis­mo, el nue­vo goza­rá de una auto­no­mía muy efí­me­ra. Por esa razón el ansia­do pro­yec­to de “Con­fe­de­ra­lis­mo Demo­crá­ti­co” está enla­za­do a las luchas anti­im­pe­ria­lis­tas de toda la región (Dal­band, 2020). La genui­na meta de los kur­dos sólo pue­de pros­pe­rar en con­fluen­cia con las fuer­zas pro­gre­sis­tas y en luchas estra­té­gi­cas con­tra el opre­sor norteamericano.

TRES BATALLAS CONJUNTAS

En el vas­to mapa de Medio Orien­te, Asia Cen­tral y Áfri­ca del Nor­te se ha crea­do un esce­na­rio muy con­tra­dic­to­rio. Hay una lar­ga lis­ta de derro­tas del impe­ria­lis­mo sin vic­to­rias pro­gre­sis­tas. Tam­bién se veri­fi­ca una impor­tan­te secuen­cia de cri­sis de la domi­na­ción exter­na, pero asen­ta­das en la enor­me frus­tra­ción de la lucha demo­crá­ti­ca. Los aco­ta­dos logros de cier­tas metas nacio­na­les están, a su vez, acor­do­na­dos por com­pro­mi­sos con el domi­na­dor estadounidense.

Toda la región que­dó sacu­di­da en las últi­mas déca­das por bata­llas anti­im­pe­ria­lis­tas, demo­crá­ti­cas y nacio­na­les. El pri­mer tipo de resis­ten­cia reco­bró cen­tra­li­dad fren­te a las inva­sio­nes y ocu­pa­cio­nes de los gen­dar­mes forá­neos. La segun­da moda­li­dad de lucha alcan­zó inten­si­dad con la impac­tan­te olea­da de la pri­ma­ve­ra ára­be. El ter­cer cur­so de accio­nes se ha veri­fi­ca­do en la heroi­ca acción de los kur­dos, los pales­ti­nos y los sahauries.

La com­bi­na­ción del anti­im­pe­ria­lis­mo con metas demo­crá­ti­cas y nacio­na­les está muy pre­sen­te en toda la región. Supo­ne una defen­sa de los recur­sos ener­gé­ti­cos que ambi­cio­nan las poten­cias y una resis­ten­cia con­tra el des­con­tro­la­do beli­cis­mo de las dinas­tías y las dic­ta­du­ras. Esa bata­lla tam­bién impli­ca avan­zar en la secu­la­ri­za­ción con­ti­núa pen­dien­te y en impe­dir las incur­sio­nes impe­ria­les que remo­de­lan terri­to­rios des­tru­yen­do los teji­dos nacionales.

Por este con­jun­to de razo­nes las luchas anti­im­pe­ria­lis­tas están estre­cha­men­te enla­za­das con metas demo­crá­ti­cas y nacio­na­les. Esa mix­tu­ra tam­bién deter­mi­na las con­tro­ver­sias polí­ti­cas en la izquier­da, que ana­li­za­re­mos en el pró­xi­mo texto.

17 – 9‑2021

RESUMEN

Las derro­tas afron­ta­das por Esta­dos Uni­dos no impli­can vic­to­rias anti­im­pe­ria­lis­tas. Los yiha­dis­tas son la con­tra­ca­ra de ese anhe­lo. En Afga­nis­tán triun­fa­ron los retró­gra­dos tali­ba­nes, en Irak gobier­na una repre­si­va admi­nis­tra­ción teo­crá­ti­ca, en Libia pre­va­le­ce el repar­to del botín y en Siria aplas­ta­ron la espe­ran­za demo­crá­ti­ca. Las bata­llas anti­im­pe­ria­lis­tas han sido des­via­das hacia con­fron­ta­cio­nes de supues­to ses­go inter-reli­gio­sas y el pro­yec­to pro­gre­sis­ta pan­ára­be ha que­da­do sus­ti­tui­do por el ensue­ño fun­da­men­ta­lis­ta del Califato.

En Egip­to se demos­tró que los avan­ces demo­crá­ti­cos exi­gen con­fron­tar con la subor­di­na­ción a Washing­ton. La excep­cio­na­li­dad de Túnez y la frac­tu­ra de Libia con­fir­ma­ron esa regla. La pri­ma­ve­ra ára­be fue un hito de rebel­día, pero su divor­cio de plan­teos anti­im­pe­ria­lis­tas faci­li­tó su aplas­ta­mien­to. La nue­va olea­da plan­tea supe­rar las frac­tu­ras confesionales.

Las deman­das nacio­na­les pue­den apun­ta­lar luchas sobe­ra­nas o ser­vir a la bal­ca­ni­za­ción. Los kur­dos afron­tan ese dile­ma. Las bata­llas por la demo­cra­cia y la auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal enla­zan con el antiimperialismo.

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[1]Eco­no­mis­ta, inves­ti­ga­dor del CONICET, pro­fe­sor de la UBA, miem­bro del EDI. Su pági­na web es: www​.lahai​ne​.org/​k​atz

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