Pales­ti­na. La rui­na inter­mi­na­ble se ins­ta­la en Gaza, don­de los civi­les son un ‘legí­ti­mo’ obje­ti­vo militar

Por Juan Car­los Sanz, Resu­men Medio Orien­te, 19 de sep­tiem­bre de 2021-.

“Cuan­do des­per­té esta­ba en el hos­pi­tal”, recuer­da el elec­tri­cis­ta pales­tino Moha­med Amir Kola, de 55 años. “Me dije­ron que había per­ma­ne­ci­do más de cua­tro horas bajo los escom­bros has­ta que me loca­li­za­ron. Ten­go un sue­ño muy pro­fun­do”, tra­ta de paliar con una mue­ca de humor negro la dolo­ro­sa memo­ria de la noche del pasa­do 16 de mayo, en la que que­dó mal­he­ri­do en el pecho y una pier­na y per­dió a 18 fami­lia­res duran­te el bom­bar­deo israe­lí en el barrio de Rimal, en la capi­tal de la fran­ja de Gaza, en el que murie­ron 44 per­so­nas. Des­pués seña­la el crá­ter abier­to en solar que lle­va el núme­ro 46 de la calle de Al Waj­da, y mira hacia el cie­lo bus­can­do el ter­cer piso, en el que habi­ta­ba su fami­lia en tres apar­ta­men­tos con­ti­guos. “Mi espo­sa, de 52 años; mi padre, de 90; mi madre, de 84; mi her­mano, de 63; mi her­ma­na, de 57, mis sobri­nos…”, des­gra­na la leta­nía de ausen­cias que docu­men­ta con un mano­jo de fotocopias.

Nadie les avi­só con ante­la­ción del dis­pa­ro de misi­les guia­dos des­de los cazas F‑16. El obje­ti­vo decla­ra­do del ejér­ci­to era una red de túne­les de Hamas que nun­ca apa­re­ció en el subsuelo.

La muer­te de dece­nas de civi­les en el dis­tri­to comer­cial de Rimal es uno de los pre­sun­tos crí­me­nes de gue­rra pen­dien­tes de ser inves­ti­ga­dos por el Tri­bu­nal Penal Inter­na­cio­nal, con sede en La Haya, deri­va­dos la esca­la­da béli­ca regis­tra­da entre el 10 y el 21 de mayo en la que pere­cie­ron 256 pales­ti­nos, entre ellos 66 niños, y 13 per­so­nas falle­cie­ron en Israel tras el lan­za­mien­to de más de 4000 cohe­tes des­de la Franja.

Des­de enton­ces, el elec­tri­cis­ta Kola vive de alqui­ler con otros fami­lia­res sobre­vi­vien­tes. “Nos ase­gu­ran que van a empe­zar a recons­truir pron­to el edi­fi­cio”, dice con escep­ti­cis­mo mien­tras fuma sin cesar y sor­be deda­li­tos de café muy car­ga­do. En la ace­ra, un topó­gra­fo toma las medi­das del solar. “Hay 1500 vivien­das que han sido arra­sa­das, 880 que han que­da­do inha­bi­ta­bles y otras 56.000 daña­das, sin con­tar las que aún esta­ban por repa­rar de con­flic­tos ante­rio­res”, deta­lla el inge­nie­ro Nayib Yusuf Sarhan, vice­mi­nis­tro de Obras Públi­cas y Vivien­da y direc­tor de la recons­truc­ción de Gaza. Esta es la cuar­ta gue­rra que afron­ta des­de que se incor­po­ró en el depar­ta­men­to, en 1994. “Algu­nas casas hemos teni­do que cons­truir­las tres veces; en nin­gu­na otra par­te del mun­do se des­tru­yen vivien­das con esta saña. Ya esta­mos har­tos. El dete­rio­ro es inter­mi­na­ble”, se rebe­la ante la her­cú­lea tarea que se des­bor­da sobre su mesa.

“Egip­to, Qatar y Kuwait han pro­me­ti­do apor­tar 500 millo­nes de dóla­res cada uno, pero aún no ha lle­ga­do nada para ini­ciar las obras más urgen­tes”, jus­ti­fi­ca Sarhan la pará­li­sis de los tra­ba­jos. “Israel, ade­más, solo ha per­mi­ti­do la entra­da par­cial de mate­ria­les de cons­truc­ción des­de hace pocos días. Y nece­si­ta­re­mos otros 2000 millo­nes de dóla­res para recu­pe­rar infra­es­truc­tu­ras bási­cas”, abun­da en las caren­cias de un terri­to­rio azo­ta­do por una tasa de des­em­pleo del 54%, que se ele­va al 70% para los meno­res de 25 años; que sufre apa­go­nes pro­gra­ma­dos cada ocho horas, y don­de el 95% del agua que flu­ye por los gri­fos no es potable.

Los que se quie­ren ir

Con­fía en que den­tro de un año se habrán solu­cio­na­do los casos de realo­ja­mien­to más urgen­tes. “Aquí nadie va a que­dar­se en tien­das de cam­pa­ña. La memo­ria de la Nak­ba [desas­tre, en ára­be: la expul­sión de 700.000 pales­ti­nos de sus casas tras el naci­mien­to de Israel en 1948] está muy viva en Gaza [con casi dos ter­cios de sus dos millo­nes de habi­tan­tes reco­no­ci­dos como refu­gia­dos por la ONU]”, pun­tua­li­za. Moha­med abu Masud, de 43 años, se quie­re ir de Gaza. “A Ita­lia. A Cana­dá. Adon­de sea. Pero con pape­les, no en una bar­ca”, pro­cla­ma, al tiem­po que mues­tra los res­tos del nego­cio de ins­ta­la­cio­nes para super­mer­ca­dos que regen­ta­ba su fami­lia, tam­bién en el barrio de Rimal de la capi­tal gaza­tí. La mitad del edi­fi­cio se des­plo­mó mien­tras la facha­da pos­te­rior se man­tu­vo mila­gro­sa­men­te en pie. Duran­te el ata­que israe­lí, de madru­ga­da, no había nin­gún empleado.

“Esto no es segu­ro. Mejor habla­mos en el patio”, apu­ra miran­do las grie­tas en los muros este mecá­ni­co que tra­ba­jó en Ara­bia Sau­di­ta y es padre de dos jóve­nes uni­ver­si­ta­rias. “Yo no creo que vaya a ver la paz y la pros­pe­ri­dad en Pales­ti­na, pero espe­ro que mis hijas pue­dan lograr­lo”, se lamen­ta por la rui­na de la empre­sa de su fami­lia cau­sa­da por las bombas.

El vice­mi­nis­tro de Obras Públi­cas reco­no­ce que no hay fon­dos para la recons­truc­ción de las fábri­cas y comer­cios des­trui­dos: “Solo se ha podi­do recu­pe­rar un 5% de la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca daña­da des­de la pri­me­ra gue­rra (2008−2009)”. En Cerá­mi­cas Rama, en la zona indus­trial del nores­te de Gaza, no han espe­ra­do a que ven­gan tiem­pos mejores.

“Lle­ga­mos a un acuer­do de reduc­ción del cupo anual de pedi­dos con los pro­vee­do­res de Espa­ña mien­tras recons­truía­mos por nues­tra cuen­ta las naves”, expli­ca Rami Hama­da, de 33 años, geren­te de la empre­sa de mate­ria­les de cons­truc­ción. “La zona de ven­tas ya está lis­ta y con los alma­ce­nes vamos a empe­zar des­de cero, con una inver­sión de ocho millo­nes de dóla­res”, deta­lla en una visi­ta bajo las nue­vas estruc­tu­ras metá­li­cas, que reem­pla­zan a las que que­da­ron cal­ci­na­das en el con­flic­to de mayo. “Aho­ra ten­dre­mos que via­jar para reno­var exis­ten­cias”. Mues­tra en su telé­fono móvil una copia de la car­ta envia­da por la fac­to­ría valen­cia­na Pame­sa para ava­lar su visa­do ante el Con­su­la­do Gene­ral de Espa­ña en Jeru­sa­lén. “No fue un pro­yec­til per­di­do. ¿Por qué nos ata­ca­ron con cin­co misi­les? Aquí ven­de­mos mate­ria­les cerá­mi­cos, no pie­zas para cohetes”.

Ayu­da internacional

El camino hacia la recons­truc­ción de Gaza está sem­bra­do de obs­tácu­los por las dispu­tas inter­nas pales­ti­nas. La Auto­ri­dad Pales­ti­na recu­ló la sema­na pasa­da y se apar­tó del acuer­do alcan­za­do con Qatar para enviar fon­dos de ayu­da a Gaza a tra­vés del sis­te­ma ban­ca­rio de Cis­jor­da­nia. Los res­pon­sa­bles del gobierno de Rama­la, enfren­ta­dos a los diri­gen­tes isla­mis­tas de Gaza, temen que pue­dan ser san­cio­na­dos por Esta­dos Uni­dos por trans­fe­rir el dine­ro a la Fran­ja, gober­na­da de fac­to por Hamas, un gru­po cali­fi­ca­do por Washing­ton como terrorista.

Qatar envia­ba los fon­dos en metá­li­co –unos 30 millo­nes de dóla­res al mes– con la auto­ri­za­ción de Israel, pero tras el esta­lli­do béli­co de mayo el gobierno israe­lí sus­pen­dió esta vía para evi­tar que par­te de la ayu­da fue­ra des­via­da a Hamas, y exi­gió que fue­ran con­tro­la­dos por Nacio­nes Uni­das y la Auto­ri­dad Pales­ti­na. Aho­ra la ONU se ha com­pro­me­ti­do a dis­tri­buir­la. La para­li­za­ción de la finan­cia­ción cata­rí ha afec­ta­do al sumi­nis­tro de com­bus­ti­ble para la úni­ca cen­tral eléc­tri­ca del encla­ve, la entre­ga de ayu­das a 100.000 fami­lias sin recur­sos y el pago de suel­dos de fun­cio­na­rios loca­les de la admi­nis­tra­ción públi­ca en Gaza.

Menos blo­queo

A pesar de la suce­sión de inci­den­tes vio­len­tos –el últi­mo en la madru­ga­da del lunes, con el bom­bar­deo de posi­cio­nes de Hamas en la Fran­ja en repre­sa­lia por el dis­pa­ro de un cohe­te hacia terri­to­rio israe­lí, por ter­cer día con­se­cu­ti­vo – , Israel ha reba­ja­do la inten­si­dad del blo­queo impues­to des­de 2007 al encla­ve. Ha con­ce­di­do 7000 per­mi­sos de entra­da para pales­ti­nos en Israel, nomi­nal­men­te como empre­sa­rios y comer­cian­tes, aun­que en la prác­ti­ca se uti­li­zan para tra­ba­jos en la agri­cul­tu­ra o la cons­truc­ción. Tam­bién se ha amplia­do has­ta las 15 millas náu­ti­cas de la cos­ta (27 kiló­me­tros) la zona de pes­ca de la Franja.

Ahmed Bahar, vice­pre­si­den­te del Con­se­jo Legis­la­ti­vo Pales­tino (Par­la­men­to), advier­te de que la recons­truc­ción depen­de de la volun­tad de Israel de que se cum­pla el dere­cho inter­na­cio­nal. Pero la ayu­da exte­rior pro­me­ti­da no está lle­gan­do a Gaza. “Esta­mos abier­tos a un acuer­do de alto el fue­go per­ma­nen­te y de inter­cam­bio de pri­sio­ne­ros”, ase­gu­ra Bahar, de 72 años y uno de los fun­da­do­res de Hamas.

El vice­pre­si­den­te del Par­la­men­to, un órgano que no se ha reu­ni­do des­de 2009, con­fir­ma que hay ini­cia­ti­vas de media­ción por par­te de Egip­to y Nacio­nes Uni­das, “pero todas cho­can”, sos­tie­ne, “con­tra Israel”, que según Bahar no ofre­ce pro­pues­tas con­cre­tas. “El gobierno israe­lí actual es muy frá­gil”, advier­te. “Y la ten­sión es cons­tan­te: en cual­quier momen­to pue­de esta­llar otro conflicto”.

Itu­rria /​Fuen­te

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