Bra­sil. Los gene­ra­les y la dictadura

Por Eric Nepo­mu­ceno. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 de agos­to de 2021.

Nun­ca antes – siquie­ra en los tiem­pos de la más recien­te dic­ta­du­ra (1964−1985) – hubo tan­tos mili­ta­res ocu­pan­do pues­tos en el gobierno. Entre los que siguen acti­vos y los reti­ra­dos son casi sie­te mil espar­ci­dos por dife­ren­tes nive­les, de minis­tros a con­se­je­ros (gene­ro­sa­men­te remu­ne­ra­dos) estatales.

Y eso tie­ne una expli­ca­ción: des­de siem­pre, el ultra­de­re­chis­ta Jair Bol­so­na­ro (foto, en cami­sa) hizo alar­de de su paso por los cuarteles.

A pro­pó­si­to, una de las carac­te­rís­ti­cas más níti­das de Bol­so­na­ro es que mien­te y defor­ma la reali­dad como quien res­pi­ra: ade­más de demos­trar total natu­ra­li­dad, deja cla­ro que sin eso no sobre­vi­vi­ría. Otra es pre­ci­sa­men­te su obse­sión en reite­rar su ori­gen militar.

Pase a retiro

No dice, des­de lue­go, que la suma de los años que pasó en uni­for­me no lle­ga a la mitad de su tra­yec­to­ria como polí­ti­co profesional.

Pare­ce olvi­dar cómo se dio su pase al reti­ro: tenien­te puni­do varias veces por indis­ci­pli­na, has­ta con pri­sión, optó por dejar las hile­ras acti­vas para evi­tar una suma­ria expul­sión. Y solo por eso fue ascen­di­do a capi­tán, ya que en Bra­sil, cuan­do un mili­tar pasa a reti­ro sube un rango.

Fue elec­to con res­pal­do de las Fuer­zas Arma­das no por sus méri­tos, pero para impe­dir la vic­to­ria de Lula da Sil­va. Y tan pron­to asu­mió, en enero de 2019, espar­ció uni­for­ma­dos – tan­to acti­vos como reti­ra­dos – por todo el gobierno. La mayor par­te de ellos con una carac­te­rís­ti­ca: tuvie­ron su for­ma­ción mili­tar duran­te la dictadura.

Se supo­nía que ten­drían la fun­ción de impo­ner lími­tes a la demen­cial figu­ra har­to cono­ci­da por sus exabrup­tos y posi­cio­nes que des­de sus tiem­pos de dipu­tado osci­la­ban entre paté­ti­cas y amenazadoras.

Lim­pie­za

Pero poco a poco, en un perio­do de tiem­po bas­tan­te cor­to, Bol­so­na­ro se des­hi­zo de los uni­for­ma­dos que demos­tra­ban algún equi­li­brio y algu­na luci­dez. Ful­mi­nó a su enton­ces minis­tro de Defen­sa por negar­se a for­zar al coman­dan­te del Ejér­ci­to a decla­rar su res­pal­do públi­co al pre­si­den­te que defen­día el cie­rre del Con­gre­so, y de paso des­pi­dió a los jefes de las tres armas.

Los sobre­vi­vien­tes, espe­cial­men­te los que atien­den en des­pa­chos del pala­cio pre­si­den­cial, reite­ran a toda hora no solo leal­tad abso­lu­ta al man­da­ta­rio, sino tam­bién abier­ta comu­nión con su idea­rio golpista.

Hace pocos días dos de ellos, ambos gene­ra­les reti­ra­dos que ocu­pan car­gos de alta impor­tan­cia, se mani­fes­ta­ron fren­te a una comi­sión de la Cáma­ra de Dipu­tados: Luiz Eduar­do Ramos, minis­tro de la Secre­ta­ría Gene­ral de Gobierno, y Wal­ter Bra­ga Net­to, minis­tro de Defensa.

Nega­cio­nis­tas

Al refe­rir­se a los 21 lar­gos años de tinie­bla el gene­ral Ramos dijo que hablar o no de dic­ta­du­ra se resu­me a una «cues­tión semán­ti­ca”. Para él, fue un perio­do en que Bra­sil vivió bajo “un régi­men mili­tar de excepción”.

Se olvi­da que no se tra­ta en abso­lu­to de una cues­tión semán­ti­ca sino de una cues­tión de decen­cia. De ver­dad histórica.

A su turno el gene­ral reti­ra­do Bra­ga Net­to, que varias veces ame­na­za al Con­gre­so, opi­nó que lo que hubo fue un “régi­men fuerte”.

Agre­gó que si fue­se una dic­ta­du­ra “muchos de los que están aquí no esta­rían”, olvi­dán­do­se de los cen­te­na­res de muer­tos y des­apa­re­ci­dos que no están gra­cias al “régi­men fuerte”.

Elo­gio a la tortura

Des­de sus tiem­pos de dipu­tado Jair Bol­so­na­ro hizo reite­ra­dos elo­gios a la dic­ta­du­ra y a uno de los tor­tu­ra­do­res más san­gui­na­rios y noto­rios, el capi­tán Brilhan­te Ustra. Los mili­ta­res que gra­vi­tan en su gobierno siem­pre fue­ron pró­di­gos en elo­gios a aquel perio­do de oscuridad.

Des­de la reto­ma­da de la demo­cra­cia nin­gún gobierno cele­bró tan­to el gol­pe de 1964, y este año ese movi­mien­to se for­ta­le­ce cada vez más.

A cada día se hace más evi­den­te la deter­mi­na­ción de Bol­so­na­ro para inten­tar un gol­pe. Sus ata­ques fero­ces al poder Judi­cia­rio cul­mi­na­ron el pasa­do vier­nes con el envío al Sena­do de un pedi­do de depo­si­ción de Ale­xan­dre de Moraes, inte­gran­te del Supre­mo Tri­bu­nal Federal.

Saña gol­pis­ta

No hay, al menos por aho­ra, indi­cios pal­pa­bles de que su saña gol­pis­ta cuen­te con res­pal­do de los mili­ta­res acti­vos. En cam­bio entre los reti­ra­dos ese res­pal­do es evidente.

La ace­le­ra­da corro­sión de la popu­la­ri­dad de Bol­so­na­ro aho­ra se extien­de al empre­sa­ria­do que empie­za a aban­do­nar el bar­co que se hun­de. Es como si nadie supie­ra qué hacer con él.

Ese cua­dro no hace más que refor­zar sus ata­ques de furia sin con­trol ni lími­tes. Y así se for­ta­le­ce la cre­cien­te preo­cu­pa­ción por el futu­ro inme­dia­to de un país cada vez más destrozado.

Fuen­te: Pági­na 12

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