Bra­sil. Bol­so­na­ro y la ingobernabilidad

Por Emir Sader. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 29 de agos­to de 2021.

El pre­si­den­te de Bra­sil, Jair Bol­so­na­ro, se subió a la ola anti­po­lí­ti­ca, gene­ra­da en las mani­fes­ta­cio­nes de 2013 y refor­za­da en 2016, para apro­ve­char su situa­ción de outsi­der de la polí­ti­ca tra­di­cio­nal y con­ver­tir­se en el supues­to líder de la anti­po­lí­ti­ca. Esta carac­te­rís­ti­ca lo acom­pa­ña siem­pre, con­vir­tién­do­se, sin embar­go, en un obs­tácu­lo para que gobierne.

Por su per­so­na­li­dad, Bol­so­na­ro ya no se adap­ta a las nece­si­da­des de la polí­ti­ca de agre­ga­ción de per­so­nas, de unión de per­so­nas y fuer­zas polí­ti­cas. Tien­de a exa­cer­bar las dife­ren­cias y los con­flic­tos, lo que jus­ti­fi­ca como algo espon­tá­neo, que gus­ta a la gen­te, lo que sería una for­ma into­le­ran­te hacia los demás. Pero el resul­ta­do de ello es la abso­lu­ta inca­pa­ci­dad para cons­truir un blo­que de fuer­zas polí­ti­cas y un con­jun­to de per­so­nas para gober­nar colectivamente.

Por esta carac­te­rís­ti­ca, Bol­so­na­ro reve­la una inca­pa­ci­dad para gober­nar. No logra esta­ble­cer bue­nas rela­cio­nes con el Con­gre­so, el Poder Judi­cial, los medios de comu­ni­ca­ción y menos aún con la opo­si­ción. No mues­tra capa­ci­dad para escu­char posi­cio­nes que no coin­ci­dan estric­ta­men­te con la suya, y menos para tener­las en cuenta.

A esto se suma una polí­ti­ca eco­nó­mi­ca de des­man­te­la­mien­to del Esta­do, que inclu­ye el recor­te radi­cal de recur­sos para polí­ti­cas socia­les, que bene­fi­ció a la gran mayo­ría de la pobla­ción. Pro­mue­ve el des­man­te­la­mien­to del Esta­do, con la pri­va­ti­za­ción de empre­sas públi­cas que, como Petro­bras, tenían polí­ti­cas que bene­fi­cia­ban al país y a los consumidores.

Más recien­te­men­te, Bol­so­na­ro desa­rro­lló un dis­cur­so según el cual no pue­de gober­nar por­que se vería obs­ta­cu­li­za­do por una gue­rra real que el Poder Judi­cial libra­ría con­tra él. Esta ofen­si­va en reali­dad con­sis­te en una defi­ni­ción cla­ra de la sepa­ra­ción de pode­res, esta­ble­cien­do lo que el Eje­cu­ti­vo pue­de y no pue­de hacer.

Ade­más, recien­tes deci­sio­nes del Poder Judi­cial abren pro­ce­sos e inclu­so orde­nan deten­cio­nes de per­so­nas que pre­di­can abier­ta­men­te un gol­pe de Esta­do, que inclu­yen el cie­rre vio­len­to de la Cor­te Supre­ma, la inva­sión de la emba­ja­da chi­na y un gol­pe de Esta­do para el 7 de septiembre.

Ade­más, el Tri­bu­nal Supre­mo Elec­to­ral (TSE) comen­zó a exi­gir a Bol­so­na­ro decla­ra­cio­nes que no des­ca­li­fi­quen los resul­ta­dos elec­to­ra­les de los pasa­dos comi­cios y los resul­ta­dos del pró­xi­mo pro­ce­so, en que pre­ten­de pos­tu­lar­se. Está cla­ro que se tra­ta de la bús­que­da, al esti­lo del esta­du­ni­den­se Donald Trump, de cues­tio­nar el resul­ta­do y tra­tar de evi­tar la toma de pose­sión del opo­nen­te, en este caso Lula, un favo­ri­to cada vez más amplio para triun­far inclu­so en la pri­me­ra vuel­ta, en la pre­si­den­cial de 2022.

Bol­so­na­ro reac­cio­nó con decla­ra­cio­nes agre­si­vas con­tra los minis­tros del Supre­mo Tri­bu­nal Fede­ral (STF) y el TSE. Pre­sen­tó al Sena­do soli­ci­tu­des de acu­sa­ción de dos jue­ces del STF, así como una soli­ci­tud al mis­mo para que este tri­bu­nal ya no ten­ga la pre­rro­ga­ti­va de abrir casos. En este caso, es obje­to de cua­tro jui­cios en su con­tra. Con esta acti­tud, Bol­so­na­ro aumen­ta aún más sus difi­cul­ta­des para reto­mar rela­cio­nes amis­to­sas con el Poder Judi­cial. Al mis­mo tiem­po, tam­bién difi­cul­ta la apro­ba­ción por el Con­gre­so de sus pro­pues­tas, como la apro­ba­ción de un nue­vo miem­bro para el STF –evan­gé­li­co que, según él, intro­du­ci­ría la ora­ción en el tri­bu­nal– así como la elec­ción de un segun­do man­da­to de la Pro­cu­ra­du­ría Gene­ral de la Repú­bli­ca, que demues­tra abso­lu­ta leal­tad per­so­nal al pre­si­den­te y nin­gún gra­do de inde­pen­den­cia y autonomía.

En un momen­to en que, en las urnas, Lula aumen­ta su ven­ta­ja sobre Bol­so­na­ro, el expre­si­den­te reco­rre el país para res­ta­ble­cer el blo­que de alian­zas con las que pue­de gober­nar, demos­tran­do, de for­ma radi­cal­men­te con­tra­ria a Bol­so­na­rio, capa­ci­dad polí­ti­ca para unir, para dia­lo­gar, para esta­ble­cer puen­tes con todos los sec­to­res que, en un gra­do u otro, son o pue­den lle­gar a opo­ner­se a Bolsonaro.

Bol­so­na­ro pare­ce entrar en un pro­ce­so de auto­com­bus­tión muy peli­gro­so. Inclu­so su polí­ti­ca eco­nó­mi­ca, que pro­du­cía delei­te de la gran comu­ni­dad empre­sa­rial, encuen­tra difi­cul­ta­des, con ame­na­zas de no res­pe­tar el techo de gas­to –tan caro a los neo­li­be­ra­les– para ero­gar recur­sos en polí­ti­cas que pue­dan recu­pe­rar su decre­cien­te apo­yo en las encuestas.

La pro­me­sa de la mani­fes­ta­ción para el 7 de sep­tiem­bre, la más gran­de jamás rea­li­za­da en Bra­sil, con un ata­que a la emba­ja­da chi­na y al STF, es un desa­fío defi­ni­ti­vo de has­ta dón­de pue­den lle­gar los bol­so­na­ris­tas. Tan­to en la capa­ci­dad de movi­li­zar a tan­ta gen­te en Sao Pau­lo y Bra­si­lia, como en lle­var a los mili­ta­res a esta aven­tu­ra y lograr el gol­pe anunciado.

El país ya no pue­de sopor­tar vivir bajo ame­na­zas y bra­vu­co­na­das de uun pre­si­den­te que no tie­ne la capa­ci­dad para mate­ria­li­zar­las. Al mis­mo tiem­po, mien­tras ame­na­za y lue­go retro­ce­de, Bol­so­na­ro man­tie­ne la gue­rra con­tra el Poder Judi­cial, el Con­gre­so y los medios de comu­ni­ca­ción. Per­ma­ne­ce en el gobierno, por las con­ce­sio­nes que hace a fuer­zas que lo apo­yan en el Con­gre­so, pero sin capa­ci­dad para gober­nar, con­de­nan­do al país a un letar­go y un hun­di­mien­to en la cri­sis eco­nó­mi­ca y social que, según Lula, Bra­sil nece­si­ta­rá dos o tres años para superarla.

Fuen­te: Rebelión

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