Afga­nis­tán, el fin de la ocupación

Resu­men Medio Orien­te /​24 de agos­to de 2021 – 

Por Nancy Lin­dis­far­ne y Jonathan Nea­le – Tra­duc­ción del inglés por S. Seguí (Tlax­ca­la)

En Gran Bre­ta­ña y Esta­dos Uni­dos se escri­ben muchas ton­te­rías sobre Afga­nis­tán. La mayo­ría de estas ton­te­rías ocul­tan una serie de ver­da­des importantes:

En pri­mer lugar, que los tali­ba­nes han derro­ta­do a Esta­dos Unidos.

En segun­do lugar, que los tali­ba­nes han ven­ci­do por­que tie­nen más apo­yo popular.

En ter­cer lugar, ello no se debe a que la mayo­ría de los afga­nos amen a los tali­ba­nes sino a que la ocu­pa­ción esta­dou­ni­den­se ha sido inso­por­ta­ble­men­te cruel y corrupta.

En cuar­to lugar, la Gue­rra con­tra el Terror tam­bién ha sido derro­ta­da polí­ti­ca­men­te en Esta­dos Uni­dos. La mayo­ría de los esta­dou­ni­den­ses están aho­ra a favor de la reti­ra­da de Afga­nis­tán y en con­tra de más gue­rras extranjeras.

En quin­to lugar, esta­mos ante un pun­to de infle­xión en la his­to­ria del mun­do. La mayor poten­cia mili­tar mun­dial ha sido derro­ta­da por el pue­blo de un país peque­ño y deses­pe­ra­da­men­te pobre, lo cual debi­li­ta­rá el poder impe­rial esta­dou­ni­den­se en todo el mundo

En sex­to lugar, la retó­ri­ca de sal­var a las muje­res afga­nas se ha uti­li­za­do amplia­men­te para jus­ti­fi­car la ocu­pa­ción, y muchas femi­nis­tas de Afga­nis­tán han ele­gi­do el lado de la ocu­pa­ción. El resul­ta­do es una tra­ge­dia para el feminismo.

Este artícu­lo desa­rro­lla estos pun­tos. Como se tra­ta de un artícu­lo bre­ve, afir­ma­mos más de lo que demos­tra­mos. Pero hemos escri­to mucho sobre géne­ro, polí­ti­ca y gue­rra en Afga­nis­tán des­de que hici­mos tra­ba­jo de cam­po allí como antro­pó­lo­gos hace casi cin­cuen­ta años. Al final de este artícu­lo ofre­ce­mos enla­ces a gran par­te de este tra­ba­jo que per­mi­ten explo­rar nues­tros argu­men­tos con más deta­lle [1].

Una vic­to­ria militar

Se tra­ta de una vic­to­ria mili­tar y polí­ti­ca de los tali­ba­nes. Es una vic­to­ria mili­tar por­que los tali­ba­nes han gana­do la gue­rra. Des­de hace al menos dos años, las fuer­zas guber­na­men­ta­les afga­nas –el ejér­ci­to nacio­nal y la poli­cía— han esta­do per­dien­do cada mes más miem­bros, muer­tos y heri­dos, que los efec­ti­vos que reclu­ta­ban. Así que esas fuer­zas se reducían.

En los últi­mos diez años, los tali­ba­nes han ido toman­do el con­trol de cada vez más pue­blos y algu­nas ciu­da­des. En los últi­mos doce días han toma­do todas las ciudades.

No ha sido un avan­ce relám­pa­go a tra­vés de las ciu­da­des y lue­go hacia Kabul. La gen­te que tomó cada ciu­dad lle­va­ba mucho tiem­po en los alre­de­do­res, en las aldeas, espe­ran­do el momen­to. Lo sig­ni­fi­ca­ti­vo es que, en el nor­te, los tali­ba­nes habían esta­do reclu­tan­do cons­tan­te­men­te a tayi­kos, uzbe­kos y árabes.

Esta es tam­bién una vic­to­ria polí­ti­ca para los tali­ba­nes, ya que nin­gu­na insur­gen­cia gue­rri­lle­ra en el mun­do pue­de obte­ner tales vic­to­rias sin el apo­yo popu­lar. Pero qui­zás apo­yo no sea la pala­bra correc­ta, es más bien que los afga­nos han teni­do que ele­gir un ban­do y son más los que han ele­gi­do el lado de los tali­ba­nes que el de los ocu­pan­tes esta­dou­ni­den­ses. No todos, sólo más.

Tam­bién son más los afga­nos que han ele­gi­do el lado de los tali­ba­nes que el del gobierno del pre­si­den­te Ash­raf Gha­ni. De nue­vo, no todos, pero sí más que los que apo­yan a Gha­ni. Y más afga­nos han ele­gi­do poner­se del lado de los tali­ba­nes que de los anti­guos seño­res de la gue­rra. La derro­ta de Dos­tum en She­berghan y de Ismail Khan en Herat es una prue­ba con­tun­den­te de ello.

Los tali­ba­nes de 2001 eran mayo­ri­ta­ria­men­te pas­tu­nes y su polí­ti­ca era cho­vi­nis­ta. En 2021, com­ba­tien­tes tali­ba­nes de muchas etnias han toma­do el poder en zonas domi­na­das por uzbe­kos y tayi­kos, con la impor­tan­te excep­ción de las zonas domi­na­das por los haza­ra en las mon­ta­ñas cen­tra­les. Vol­ve­re­mos a hablar de esta excepción.

Por supues­to, no todos los afga­nos han deci­di­do poner­se del lado de los tali­ba­nes. Esta es una gue­rra con­tra los inva­so­res extran­je­ros, pero tam­bién es una gue­rra civil. Muchos han lucha­do para los esta­dou­ni­den­ses, el gobierno o los seño­res de la gue­rra, y muchos más han lle­ga­do a com­pro­mi­sos con ambos ban­dos para sobre­vi­vir. Y otros tan­tos no esta­ban segu­ros de qué lado tomar y están a la espe­ra, con dife­ren­tes mez­clas de mie­do y espe­ran­za hacia el futuro.

Dado que se tra­ta de una derro­ta mili­tar para la poten­cia esta­dou­ni­den­se, los lla­ma­mien­tos a Biden para que haga esto o aque­llo son sim­ple­men­te una ton­te­ría. Si las tro­pas esta­dou­ni­den­ses hubie­ran per­ma­ne­ci­do en Afga­nis­tán, habrían teni­do que ren­dir­se o morir, lo que hubie­ra sido una humi­lla­ción aún más gra­ve para el poder esta­dou­ni­den­se que la deba­cle actual. Biden, como Trump antes que él, se que­dó sin opciones.

Por qué tan­tos afga­nos opta­ron por los talibanes

El hecho de que más per­so­nas hayan ele­gi­do a los tali­ba­nes no sig­ni­fi­ca que la mayo­ría de los afga­nos apo­yen nece­sa­ria­men­te a aqué­llos. Sig­ni­fi­ca que, dadas las limi­ta­das opcio­nes dis­po­ni­bles, ésta ha sido su opción. ¿Por qué?

La res­pues­ta bre­ve es que los tali­ba­nes son la úni­ca orga­ni­za­ción polí­ti­ca impor­tan­te que lucha con­tra la ocu­pa­ción esta­dou­ni­den­se, y la mayo­ría de los afga­nos han lle­ga­do a odiar esa ocupación.

No siem­pre fue así. Esta­dos Uni­dos envió por pri­me­ra vez avio­nes bom­bar­de­ros y algu­nas tro­pas a Afga­nis­tán un mes des­pués del 11‑S. Esta­dos Uni­dos con­tó con el apo­yo de las fuer­zas de la Alian­za del Nor­te, una coa­li­ción de seño­res de la gue­rra no pas­tu­nes del nor­te del país. Pero los sol­da­dos y los líde­res de la Alian­za no esta­ban real­men­te dis­pues­tos a luchar jun­to a los esta­dou­ni­den­ses. Dada la lar­ga his­to­ria de resis­ten­cia afga­na a la inva­sión extran­je­ra, la más recien­te a la ocu­pa­ción rusa de 1980 a 1987, hubie­ra sido dema­sia­do vergonzoso.

Por otro lado, sin embar­go, casi nadie esta­ba dis­pues­to a luchar para defen­der al gobierno tali­bán enton­ces en el poder. Las tro­pas de la Alian­za del Nor­te y los tali­ba­nes se enfren­ta­ron en una gue­rra fal­sa. Enton­ces, Esta­dos Uni­dos, los bri­tá­ni­cos y sus alia­dos extran­je­ros comen­za­ron a bom­bar­dear.
Los ser­vi­cios mili­ta­res y de inte­li­gen­cia paquis­ta­níes nego­cia­ron poner fin al calle­jón sin sali­da: se per­mi­ti­ría a Esta­dos Uni­dos tomar el poder en Kabul e ins­ta­lar un pre­si­den­te de su elec­ción. A cam­bio, se per­mi­ti­ría a los líde­res y a las bases tali­ba­nes regre­sar a sus aldeas o exi­liar­se al otro lado de la fron­te­ra, en Pakistán.

Por razo­nes obvias, este acuer­do no fue muy publi­ci­ta­do en Esta­dos Uni­dos y Euro­pa en su momen­to, pero noso­tros infor­ma­mos sobre él y fue amplia­men­te enten­di­do en Afganistán.

La mejor prue­ba de este acuer­do nego­cia­do es lo que ocu­rrió des­pués. Duran­te dos años no hubo resis­ten­cia a la ocu­pa­ción esta­dou­ni­den­se. Nin­gu­na, en nin­gu­na pobla­ción, y muchos miles de anti­guos tali­ba­nes per­ma­ne­cie­ron en sus aldeas.

Es algo extra­or­di­na­rio. Pen­se­mos en el con­tras­te con Iraq, don­de la resis­ten­cia fue gene­ra­li­za­da des­de el pri­mer día de la ocu­pa­ción, en 2003. O pen­se­mos en la inva­sión rusa de Afga­nis­tán en 1979, que se encon­tró con el mis­mo muro de ira.

La razón no era sim­ple­men­te que los tali­ba­nes no lucha­ban. Era que la gen­te común, inclu­so en la zona de más influen­cia de los tali­ba­nes en el sur, se atre­vió a espe­rar que la ocu­pa­ción esta­dou­ni­den­se tra­je­ra la paz a Afga­nis­tán y desa­rro­lla­ra la eco­no­mía para aca­bar con la terri­ble pobreza.

La paz era cru­cial. En 2001 los afga­nos lle­va­ban vein­ti­trés años atra­pa­dos en la gue­rra, pri­me­ro una gue­rra civil entre comu­nis­tas e isla­mis­tas, lue­go una gue­rra entre isla­mis­tas e inva­so­res sovié­ti­cos, des­pués una gue­rra entre seño­res de la gue­rra isla­mis­tas, y lue­go una gue­rra en el nor­te del país entre seño­res de la gue­rra isla­mis­tas y los talibanes.

Vein­ti­trés años de gue­rra habían traí­do muer­te, muti­la­ción, exi­lio y cam­pos de refu­gia­dos, pobre­za, muchos tipos de dolor y un mie­do y una ansie­dad inter­mi­na­bles. Qui­zás el mejor libro sobre lo que se sen­tía en esos momen­tos es el de Klaits y Gul­ma­na­do­va Klaits, Love and War in Afgha­nis­tan (2005). La gen­te espe­ra­ba la paz deses­pe­ra­da­men­te. En 2001, inclu­so los par­ti­da­rios de los tali­ba­nes con­si­de­ra­ban que una mala paz era mejor que una bue­na guerra.

Ade­más, Esta­dos Uni­dos era un país fabu­lo­sa­men­te rico y muchos pen­sa­ron que la ocu­pa­ción podría con­du­cir a un desa­rro­llo que los res­ca­ta­ra de la pobreza.

Los afga­nos espe­ra­ron, pero Esta­dos Uni­dos les tra­jo la gue­rra, no la paz

Los mili­ta­res esta­dou­ni­den­ses y bri­tá­ni­cos ins­ta­la­ron bases en las aldeas y las peque­ñas ciu­da­des del nucleo cen­tral de influen­cia tali­bán, es decir las zonas prin­ci­pal­men­te pas­tu­nes del sur y el este. A estas uni­da­des nun­ca se les infor­mó del acuer­do infor­mal nego­cia­do entre los esta­dou­ni­den­ses y los tali­ba­nes. No se les podía decir, por­que eso deja­ría en una situa­ción ver­gon­zo­sa al gobierno del pre­si­den­te Bush. Así que las uni­da­des esta­dou­ni­den­ses con­si­de­ra­ron que su misión con­sis­tía en erra­di­car a los “malos” res­tan­tes, que obvia­men­te seguían allí.

Las incur­sio­nes noc­tur­nas, reven­tan­do puer­tas, humi­llan­do y ate­rro­ri­zan­do a las fami­lias, lle­ván­do­se a los hom­bres para ser tor­tu­ra­dos para obte­ner infor­ma­ción sobre otros “malos”. Fue aquí, y en otros agu­je­ros negros de todo el mun­do, don­de los mili­ta­res y los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­ses desa­rro­lla­ron nue­vas for­mas de tor­tu­ra que el mun­do vis­lum­bra­ría bre­ve­men­te en Abu Ghraib, la pri­sión esta­dou­ni­den­se de Iraq.

Algu­nos de los dete­ni­dos eran tali­ba­nes que no habían com­ba­ti­do, otros eran sim­ple­men­te per­so­nas denun­cia­das ante los esta­dou­ni­den­ses por enemi­gos loca­les que codi­cia­ban sus tie­rras o tenían cuen­tas pen­dien­tes con ellos.

Las memo­rias del sol­da­do esta­dou­ni­den­se Johnny Rico, Blood Makes the Grass Grow Green, ofre­cen una narra­ción útil de lo que ocu­rrió des­pués. Fami­lia­res y aldea­nos indig­na­dos comen­za­ron a dis­pa­rar a los esta­dou­ni­den­ses en la oscu­ri­dad, mili­ta­res esta­dou­ni­den­ses siguie­ron derri­ban­do más puer­tas y tor­tu­ran­do a más hom­bres, la pobla­ción siguió dis­pa­rán­do­les. Ante ello, los esta­dou­ni­den­ses pedían ata­ques aéreos y sus bom­bas mata­ban a una fami­lia tras otra. La gue­rra vol­vió al sur y al este del país.

Las des­igual­da­des y la corrup­ción se dispararon

Los afga­nos habían con­fia­do en un desa­rro­llo que pudie­ra mejo­rar la vida tan­to a los ricos como a los pobres, pare­cía algo tan obvio y tan fácil de hacer. El pro­ble­ma es que no enten­dían la polí­ti­ca exte­rior esta­dou­ni­den­se. Y tam­po­co enten­dían la pro­fun­da dedi­ca­ción que tie­ne el 1% en Esta­dos Uni­dos al desa­rro­llo de las des­igual­da­des en su pro­pio país.

Así que el dine­ro esta­dou­ni­den­se empe­zó a lle­gar en gran­des can­ti­da­des a Afga­nis­tán, pero fue a parar a la gen­te del nue­vo gobierno enca­be­za­do por Hamid Kar­zai; fue a parar a la gen­te que tra­ba­ja­ba con los esta­dou­ni­den­ses y las tro­pas de ocu­pa­ción de otras nacio­nes; y fue a parar a los seño­res de la gue­rra y a séqui­tos, pro­fun­da­men­te impli­ca­dos en el comer­cio inter­na­cio­nal de opio y heroí­na, un comer­cio faci­li­ta­do por la CIA y el ejér­ci­to pakis­ta­ní. Fue a parar a las per­so­nas que tenían la suer­te de poseer casas de lujo bien defen­di­das en Kabul que podían alqui­lar al per­so­nal extran­je­ro expa­tria­do, y tam­bién fue a parar a los hom­bres y muje­res que tra­ba­ja­ban en ONG finan­cia­das con fon­dos extranjeros.

Por supues­to, todos estos gru­pos se sola­pa­ban.
Los afga­nos esta­ban acos­tum­bra­dos des­de hacía tiem­po a la corrup­ción. La con­si­de­ra­ban inevi­ta­ble y a la vez la odia­ban, pero aho­ra su mag­ni­tud no tenía pre­ce­den­tes. Y a los ojos de la pobla­ción pobre y de ingre­sos medios, toda esta nue­va y obs­ce­na rique­za, no impor­ta cómo se hubie­ra obte­ni­do, apa­re­cía como corrupción.

Duran­te la pasa­da déca­da, los tali­ba­nes han ofre­ci­do dos cosas en todo el país: la pri­me­ra es la ausen­cia de corrup­ción, del mis­mo modo como no fue­ron corrup­tos cuan­do estu­vie­ron en el poder antes de 2001. Son la úni­ca fuer­za polí­ti­ca del país de la que se pue­de decir esto con certeza.

Lo fun­da­men­tal es que los tali­ba­nes han ges­tio­na­do un sis­te­ma judi­cial hones­to en las zonas rura­les bajo su con­trol. Su repu­tación es tan reco­no­ci­da que muchas per­so­nas invo­lu­cra­das en jui­cios civi­les en las ciu­da­des han acor­da­do por ambas par­tes acu­dir a los jue­ces tali­ba­nes en el cam­po. Esto les per­mi­te una jus­ti­cia rápi­da, bara­ta y jus­ta sin nece­si­dad de sobor­nos masi­vos. Como la jus­ti­cia es equi­va­ti­va, ambas par­tes pue­den vivir con ella.

Para los habi­tan­tes de las zonas con­tro­la­das por los tali­ba­nes, la jus­ti­cia impar­cial es tam­bién una pro­tec­ción con­tra la des­igual­dad. Cuan­do los ricos son capa­ces de sobor­nar a los jue­ces, pue­den hacer lo que quie­ran con los pobres. La tie­rra era lo más impor­tan­te. Los hom­bres ricos y pode­ro­sos, los seño­res de la gue­rra y los fun­cio­na­rios del gobierno podían apo­de­rar­se, robar o enga­ñar para hacer­se con el con­trol de las tie­rras de los peque­ños agri­cul­to­res y opri­mir a los apar­ce­ros, aún más pobres. Pero era de con­ven­ci­mien­to gene­ral que los jue­ces tali­ba­nes esta­ban dis­pues­tos a dic­tar sen­ten­cia a favor de los pobres.

El odio a la corrup­ción, la des­igual­dad y la ocu­pa­ción se mezclaban.

Vein­te años después

De 2001, cuan­do los tali­ba­nes caye­ron en manos de los esta­dou­ni­den­ses tras el 11‑S, hace ya vein­te años. En vein­te años de gue­rra y cri­sis se han pro­du­ci­do impor­tan­tes cam­bios en los movi­mien­tos polí­ti­cos de masas. Los tali­ba­nes han apren­di­do y han cam­bia­do, como no podía ser de otra mane­ra. Muchos afga­nos y exper­tos extran­je­ros lo han comen­ta­do, y Gius­toz­zi (ver aba­jo) es el autor de la útil expre­sión neo­ta­li­bán [2].

Este cam­bio, tal y como se pre­sen­ta públi­ca­men­te, tie­ne varios aspec­tos. Los tali­ba­nes se han dado cuen­ta de que el cho­vi­nis­mo pas­tún era una gran debi­li­dad. Aho­ra, hacen hin­ca­pié en que son musul­ma­nes, her­ma­nos de todos los demás musul­ma­nes, y que quie­ren y tie­nen el apo­yo de los musul­ma­nes de muchos gru­pos étnicos.

Pero en los últi­mos años se ha pro­du­ci­do una amar­ga divi­sión en las fuer­zas tali­ba­nes: una mino­ría de com­ba­tien­tes y sim­pa­ti­zan­tes tali­ba­nes se ha alia­do con el Esta­do Islá­mi­co. La dife­ren­cia es que el Esta­do Islá­mi­co lan­za ata­ques terro­ris­tas con­tra chii­tas, sijs y cris­tia­nos. Los tali­ba­nes de Pakis­tán hacen lo mis­mo, al igual que la peque­ña red Haq­qa­ni, patro­ci­na­da por los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia pakis­ta­níes. Pero la mayo­ría de los tali­ba­nes han sido fia­bles en la con­de­na de esos ataques.

Vol­ve­re­mos sobre esta divi­sión más ade­lan­te, ya que tie­ne impli­ca­cio­nes para lo que suce­de­rá después.

Los nue­vos tali­ba­nes tam­bién han des­ta­ca­do su preo­cu­pa­ción por los dere­chos de la mujer. Afir­man que acep­tan la músi­ca y los vídeos, y han mode­ra­do los aspec­tos más fero­ces y puri­ta­nos de su ante­rior gobierno. Aho­ra afir­man una y otra vez que quie­ren gober­nar en paz, sin ven­gar­se de la gen­te del régi­men anterior.

Es difí­cil saber cuán­to de ello es pro­pa­gan­da y cuán­to es ver­dad. Ade­más, lo que suce­da de aho­ra en ade­lan­te depen­de­rá en gran medi­da de lo que ocu­rra con la eco­no­mía y de las accio­nes de las poten­cias extran­je­ras. Sobre este pun­to habla­re­mos más ade­lan­te. Lo que que­re­mos seña­lar aquí es que los afga­nos tie­nen razo­nes para pre­fe­rir a los tali­ba­nes a los esta­dou­ni­den­ses, a los seño­res de la gue­rra y al gobierno de Ash­raf Ghani.

¿Y el res­ca­te de las muje­res afganas?

Muchos lec­to­res se pre­gun­ta­rán aho­ra con insis­ten­cia ¿pero, qué pasa con las muje­res afga­nas? La res­pues­ta no es sencilla.

Hay que empe­zar por remon­tar­se a los años 70. En todo el mun­do, los sis­te­mas espe­cí­fi­cos de des­igual­dad de géne­ro se entre­mez­clan con sis­te­mas espe­cí­fi­cos de des­igual­dad de cla­se. Afga­nis­tán no era diferente.

Nancy Lin­dis­far­ne reali­zó un tra­ba­jo de cam­po antro­po­ló­gi­co con muje­res y hom­bres pas­tu­nes en el nor­te del país a prin­ci­pios de los años seten­ta. Vivían de la agri­cul­tu­ra y el pas­to­reo de ani­ma­les. El libro pos­te­rior de Nancy, Bar­te­red Bri­des: Poli­tics and Marria­ge in a Tri­bal Society, expli­ca la cone­xión exis­ten­te entre las divi­sio­nes de cla­se, géne­ro y etnia en aque­lla época.

Y para quien desee cono­cer lo que esas mis­mas muje­res pen­sa­ban sobre sus vidas, pro­ble­mas y ale­grías, Nancy y su anti­guo com­pa­ñe­ro Richard Tap­per han publi­ca­do recien­te­men­te Afghan Villa­ge Voi­ces, una tra­duc­ción de muchas de las cin­tas que las muje­res y los hom­bres les gra­ba­ron sobre el terreno.

Esa reali­dad era com­ple­ja, amar­ga, opre­si­va y lle­na de amor. En ese sen­ti­do pro­fun­do, no era dife­ren­te de las com­ple­ji­da­des del sexis­mo y la cla­se social en Esta­dos Uni­dos. Pero la tra­ge­dia del siguien­te medio siglo cam­bia­ría en gran par­te esta reali­dad. Ese lar­go sufri­mien­to pro­du­jo el par­ti­cu­lar sexis­mo de los tali­ba­nes, que no es un pro­duc­to auto­má­ti­co de la tra­di­ción afgana.

La his­to­ria de este nue­vo giro comien­za en 1978. Ese año comen­zó la gue­rra civil entre el gobierno comu­nis­ta y la resis­ten­cia isla­mis­ta de los muyai­di­nes. Los isla­mis­tas iban ganan­do, así que la Unión Sovié­ti­ca inva­dió a fina­les de 1979 para res­pal­dar al gobierno comu­nis­ta. Siguie­ron sie­te años de gue­rra bru­tal entre los sovié­ti­cos y los muyai­di­nes. En 1987 las tro­pas sovié­ti­cas se reti­ra­ron, derro­ta­das.
Cuan­do vivía­mos en Afga­nis­tán, a prin­ci­pios de los años 70, los comu­nis­tas eran par­te de la mejor gen­te. Les movían tres pasio­nes: que­rían desa­rro­llar el país, que­rían aca­bar con el poder de los gran­des terra­te­nien­tes y repar­tir la tie­rra, y que­rían la igual­dad para las mujeres.

Pero en 1978 los comu­nis­tas toma­ron el poder en un gol­pe mili­tar, diri­gi­do por ofi­cia­les pro­gre­sis­tas que sin embar­go no logra­ron el apo­yo polí­ti­co de la mayo­ría de los cam­pe­si­nos, en un país abru­ma­do­ra­men­te rural. El resul­ta­do fue que la úni­ca for­ma de lidiar con la resis­ten­cia isla­mis­ta rural fue­ron las deten­cio­nes, las tor­tu­ras y los bom­bar­deos. Cuan­tas más cruel­da­des come­tía el ejér­ci­to diri­gi­do por los comu­nis­tas, más cre­cía la revuelta.

Enton­ces, la Unión Sovié­ti­ca inva­dió para apun­ta­lar a los comu­nis­tas. Su prin­ci­pal arma fue el bom­bar­deo des­de el aire, y gran­des par­tes del país se con­vir­tie­ron en zonas de fue­go libre. Entre medio millón y un millón de afga­nos murie­ron, y al menos otro millón que­dó muti­la­do de por vida. Entre seis y ocho millo­nes se exi­lia­ron a Irán y Pakis­tán, y millo­nes más se con­vir­tie­ron en refu­gia­dos inter­nos. Todo esto en un país de sólo vein­ti­cin­co millo­nes de habitantes.

Cuan­do lle­ga­ron al poder, lo pri­me­ro que inten­ta­ron hacer los comu­nis­tas fue la refor­ma agra­ria y la legis­la­ción sobre los dere­chos de la mujer. Cuan­do los rusos inva­die­ron el país, la mayo­ría de los comu­nis­tas se pusie­ron de su lado, y muchos de esos comu­nis­tas eran muje­res. El resul­ta­do fue man­char el nom­bre del femi­nis­mo por su apo­yo a la tor­tu­ra y la matanza.

Ima­gi­nen que Esta­dos Uni­dos fue­ra inva­di­do por una poten­cia extran­je­ra que mata­ra a entre doce y vein­ti­cua­tro millo­nes de esta­dou­ni­den­ses, tor­tu­ra­ra a la gen­te en todas las ciu­da­des y lle­va­ra al exi­lio a cien millo­nes de per­so­nas. Ima­gi­nen tam­bién que casi todas las femi­nis­tas de Esta­dos Uni­dos apo­ya­ran a los inva­so­res, Des­pués de esa expe­rien­cia, ¿cómo creen que se sen­ti­ría la mayo­ría de los esta­dou­ni­den­ses ante una segun­da inva­sión por par­te de otra poten­cia extran­je­ra, o ante el femi­nis­mo? ¿Cómo creen que se sin­tie­ron la mayo­ría de las muje­res afga­nas ante una nue­va inva­sión, esta vez por par­te de los esta­dou­ni­den­ses, jus­ti­fi­ca­da por la nece­si­dad de res­ca­tar a las muje­res afga­nas? Recuer­den que esas esta­dís­ti­cas sobre los muer­tos, los muti­la­dos y los refu­gia­dos bajo la ocu­pa­ción sovié­ti­ca no eran núme­ros abs­trac­tos. Eran muje­res vivas, y sus hijos e hijas, mari­dos, her­ma­nos y her­ma­nas, madres y padres.

Así pues, cuan­do la Unión Sovié­ti­ca se fue, derro­ta­da, la mayo­ría de la gen­te res­pi­ró ali­via­da. Pero enton­ces los líde­res loca­les muyahi­di­nes de la resis­ten­cia a los comu­nis­tas y los inva­so­res se con­vir­tie­ron en seño­res de la gue­rra y lucha­ron entre sí por el botín de la vic­to­ria. La mayo­ría de los afga­nos habían apo­ya­do a los muyahi­di­nes, pero aho­ra esta­ban asquea­dos por la codi­cia, la corrup­ción y la inter­mi­na­ble gue­rra inútil.

Los ante­ce­den­tes de cla­se y de refu­gia­dos de los talibanes

En el oto­ño de 1994, los tali­ba­nes lle­ga­ron a Kan­dahar, una ciu­dad mayo­ri­ta­ria­men­te pas­tún y la más gran­de del sur de Afga­nis­tán. Los tali­ba­nes no se pare­cían a nada ante­rior en la his­to­ria de Afga­nis­tán. Eran pro­duc­to de dos inno­va­cio­nes por exce­len­cia del siglo XX: los bom­bar­deos aéreos y los cam­pos de refu­gia­dos en Pakis­tán. Per­te­ne­cían a una cla­se social dife­ren­te de las éli­tes que habían gober­na­do Afganistán.

Los comu­nis­tas habían sido los hijos e hijas de las cla­ses medias urba­nas y de los agri­cul­to­res de nivel medio rura­les con sufi­cien­te tie­rra para lla­mar­la suya. Habían sido diri­gi­dos por per­so­nas que habían segui­do cla­ses en la úni­ca uni­ver­si­dad del país, en Kabul, y que­rían aca­bar con el poder de los gran­des terra­te­nien­tes y moder­ni­zar el país.

Los isla­mis­tas que lucha­ron con­tra los comu­nis­tas eran per­so­nas con unos ante­ce­den­tes de cla­se simi­la­res y, en su mayo­ría, anti­guos alum­nos de la mis­ma uni­ver­si­dad. Ellos tam­bién que­rían moder­ni­zar el país, pero de for­ma dife­ren­te. Y se fija­ron en las ideas de los Her­ma­nos Musul­ma­nes y de la Uni­ver­si­dad de Al-Azhar de El Cairo.

La pala­bra tali­bán sig­ni­fi­ca alumno de una escue­la islá­mi­ca, no de una escue­la esta­tal o de una uni­ver­si­dad. Los com­ba­tien­tes tali­ba­nes que entra­ron en Kan­dahar en 1994 eran jóve­nes que habían estu­dia­do en las escue­las islá­mi­cas gra­tui­tas de los cam­pos de refu­gia­dos en Pakis­tán. Habían sido niños que no poseían nada.

Los líde­res de los tali­ba­nes eran mulás de las aldeas afga­nas, sin las cone­xio­nes de éli­te de muchos de los ima­nes de las mez­qui­tas de las ciu­da­des. Los mulás de las aldeas sabían leer y goza­ban de cier­to res­pe­to por par­te de los demás aldea­nos, pero su esta­tus social esta­ba muy por deba­jo del de un terra­te­nien­te o un gra­dua­do de escue­la secun­da­ria en una ofi­ci­na gubernamental.

Los tali­ba­nes esta­ban diri­gi­dos por un comi­té de doce hom­bres. Los doce habían per­di­do una mano, un pie o un ojo por las bom­bas sovié­ti­cas en la gue­rra. Los tali­ba­nes eran, entre otras cosas, el par­ti­do de los hom­bres de cla­se baja y media de las aldeas pas­tu­nes [3].

Vein­te años de gue­rra habían hecho de Kan­dahar una ciu­dad sin ley y a mer­ced de las mili­cias beli­ge­ran­tes. El pun­to de infle­xión se pro­du­jo cuan­do los tali­ba­nes per­si­guie­ron a un coman­dan­te local que había vio­la­do a un niño y a dos muje­res (posi­ble­men­te tres). Los tali­ba­nes lo cap­tu­ra­ron y lo col­ga­ron. Lo que hizo sor­pren­den­te su inter­ven­ción no fue sólo su deter­mi­na­ción de poner fin a las luchas inter­nas ase­si­nas y res­tau­rar la dig­ni­dad y la segu­ri­dad de la gen­te, sino su dis­gus­to por la hipo­cre­sía de los demás islamistas.

Des­de el prin­ci­pio, los tali­ba­nes fue­ron finan­cia­dos por los sau­díes, los esta­dou­ni­den­ses y los mili­ta­res paquis­ta­níes. Washing­ton que­ría un país pací­fi­co que pudie­ra alber­gar los oleo­duc­tos y gaso­duc­tos de Asia Cen­tral. Los tali­ba­nes des­ta­ca­ban por no admi­tir excep­cio­nes a los man­da­tos que pre­ten­dían impo­ner, y por la seve­ri­dad con la que hacían cum­plir las normas.

Muchos afga­nos agra­de­cie­ron el regre­so del orden y un míni­mo de segu­ri­dad, pero los tali­ba­nes eran sec­ta­rios e inca­pa­ces de con­tro­lar el país y, en 1996, los esta­dou­ni­den­ses les reti­ra­ron su apo­yo. Cuan­do lo hicie­ron, des­ata­ron una nue­va y mor­tí­fe­ra ver­sión de isla­mo­fo­bia con­tra los talibanes.

Prác­ti­ca­men­te de la noche a la maña­na, las muje­res afga­nas fue­ron con­si­de­ra­das inde­fen­sas y opri­mi­das, mien­tras que los hom­bres afga­nos –tam­bién cono­ci­dos como tali­ba­nes– fue­ron abo­rre­ci­dos como sal­va­jes faná­ti­cos, pedó­fi­los y sádi­cos patriar­cas, ape­nas personas.

Duran­te cua­tro años antes del 11‑S, los tali­ba­nes habían sido el obje­ti­vo de los esta­dou­ni­den­ses, mien­tras que las femi­nis­tas y otros cla­ma­ban por la pro­tec­ción de las muje­res afga­nas. Cuan­do comen­za­ron los bom­bar­deos esta­dou­ni­den­ses, todo el mun­do debía enten­der que las muje­res afga­nas nece­si­ta­ban ayu­da. ¿Qué podía salir mal?

El 11‑S y la gue­rra ame­ri­ca­na
Los bom­bar­deos comen­za­ron el 7 de octu­bre. En pocos días, los tali­ba­nes se vie­ron obli­ga­dos a escon­der­se –o que­da­ban lite­ral­men­te cas­tra­dos – , como anun­cia­ba una foto­gra­fía en la por­ta­da del Daily Mail. Las imá­ge­nes publi­ca­das de la gue­rra eran real­men­te impac­tan­tes por la vio­len­cia y el sadis­mo que retra­ta­ban. Mucha gen­te en Euro­pa esta­ba horro­ri­za­da por la mag­ni­tud de los bom­bar­deos y la abso­lu­ta des­preo­cu­pa­ción por las vidas afga­nas [4].

Sin embar­go, en Esta­dos Uni­dos ese oto­ño, la mez­cla de ven­gan­za y patrio­tis­mo hizo que las voces dis­cre­pan­tes fue­ran esca­sas y casi inau­di­bles. Pre­gún­te­se, como hizo Saba Mah­mood en su momen­to, por qué las con­di­cio­nes de la gue­rra (migra­ción, mili­ta­ri­za­ción) y el ham­bre (bajo los muyahi­di­nes) se con­si­de­ra­ron menos per­ju­di­cia­les para las muje­res que la fal­ta de edu­ca­ción, empleo y, sobre todo, en la cam­pa­ña mediá­ti­ca, los esti­los de ves­tir occi­den­ta­les (bajo los tali­ba­nes), [5]

Enton­ces pre­gún­ten­se de nue­vo, con más vehe­men­cia: ¿cómo es posi­ble “sal­var a las muje­res afga­nas” bom­bar­dean­do a una pobla­ción civil que incluía, jun­to a las pro­pias muje­res, a sus hijos, sus mari­dos, padres y her­ma­nos? Debe­ría haber sido la pre­gun­ta que pusie­ra fin a la dis­cu­sión, pero no fue así.

La expre­sión más atroz de la isla­mo­fo­bia femi­nis­ta se pro­du­jo a poco más de un mes de ini­cia­da la gue­rra. Una gue­rra de ven­gan­za enor­me­men­te des­igual no que­da muy bien a los ojos del mun­do, así que mejor hacer algo que parez­ca vir­tuo­sa. En vís­pe­ras de la fies­ta esta­dou­ni­den­se de Acción de Gra­cias, el 17 de noviem­bre de 2001, Lau­ra Bush, la espo­sa del pre­si­den­te, se lamen­ta­ba en voz alta de la difí­cil situa­ción de las muje­res afga­nas con velo. Che­rie Blair, la espo­sa del Pri­mer Minis­tro bri­tá­ni­co, se hizo eco de sus sen­ti­mien­tos unos días des­pués. Esas ricas espo­sas gue­rre­ris­tas esta­ban uti­li­zan­do todo el peso del para­dig­ma orien­ta­lis­ta para cul­par a las víc­ti­mas y jus­ti­fi­car una gue­rra con­tra algu­nos de los pue­blos más pobres de la tie­rra. Y “Sal­var a las muje­res afga­nas” se con­vir­tió en el gri­to per­sis­ten­te de muchas femi­nis­tas libe­ra­les para jus­ti­fi­car la gue­rra esta­dou­ni­den­se [6].

Con la elec­ción de Oba­ma en 2008, el coro de la isla­mo­fo­bia se hizo hege­mó­ni­co entre los libe­ra­les esta­dou­ni­den­ses. Ese año, la alian­za anti­bé­li­ca esta­dou­ni­den­se se disol­vió efec­ti­va­men­te para ayu­dar a la cam­pa­ña de Oba­ma. Los demó­cra­tas y las femi­nis­tas que apo­ya­ron a la secre­ta­ria de Esta­do hal­cón de Oba­ma, Hillary Clin­ton, no podían acep­tar la reali­dad de que tan­to Afga­nis­tán como Iraq eran gue­rras por petró­leo [7].

Sólo tenían una jus­ti­fi­ca­ción para las inter­mi­na­bles gue­rras del petró­leo: el sufri­mien­to de las muje­res afga­nas. El giro femi­nis­ta fue una tác­ti­ca inte­li­gen­te. Evi­tó las com­pa­ra­cio­nes entre el indu­da­ble gobierno sexis­ta de los tali­ba­nes y los sexis­mos en Esta­dos Uni­dos. Y lo que es más impac­tan­te, el giro femi­nis­ta domes­ti­có y des­pla­zó de for­ma efec­ti­va las feas ver­da­des de una gue­rra tre­men­da­men­te des­igual. Y sepa­ró a esas supues­tas “muje­res que hay que sal­var” de las dece­nas de miles de muje­res, hom­bres y niños afga­nos que murie­ron, resul­ta­ron heri­dos, que­da­ron huér­fa­nos o que­da­ron sin hogar y ham­brien­tos a cau­sa de las bom­bas estadounidenses.

Muchos de nues­tros ami­gos y fami­lia­res en Esta­dos Uni­dos son femi­nis­tas y cre­ye­ron de cora­zón gran par­te de esta pro­pa­gan­da. Pero lo que se les pedía que apo­ya­ran era una red de men­ti­ras, una per­ver­sión del femi­nis­mo. Era el femi­nis­mo del inva­sor y de la éli­te gober­nan­te corrup­ta, era el femi­nis­mo de los tor­tu­ra­do­res y de los dro­nes.
Noso­tros cree­mos que otro femi­nis­mo es posible,

Pero sigue sien­do cier­to que los tali­ba­nes son pro­fun­da­men­te sexis­tas. La miso­gi­nia ha obte­ni­do una vic­to­ria en Afga­nis­tán, pero no tenía por qué ser así.

Las comu­nis­tas que se pusie­ron del lado de las cruel­da­des de los inva­so­res sovié­ti­cos habían des­acre­di­ta­do el femi­nis­mo en Afga­nis­tán duran­te al menos una generación.

Pero enton­ces Esta­dos Uni­dos inva­dió, y una nue­va gene­ra­ción de muje­res pro­fe­sio­na­les afga­nas se puso del lado de los nue­vos inva­so­res para inten­tar con­se­guir dere­chos para las muje­res. Su sue­ño tam­bién ter­mi­nó en cola­bo­ra­cio­nis­mo, ver­güen­za y san­gre. Algu­nas eran arri­bis­tas, por supues­to, y lan­za­ban ver­da­des de Pero­gru­llo a cam­bio de finan­cia­ción. Pero muchas otras esta­ban moti­va­das por un sue­ño hones­to y desin­te­re­sa­do. El fra­ca­so de éstas resul­ta trágico.

Este­reo­ti­pos y confusiones

Fue­ra de Afga­nis­tán, exis­te mucha con­fu­sión sobre los este­reo­ti­pos de los tali­ba­nes ela­bo­ra­dos duran­te los últi­mos vein­ti­cin­co años. Pero refle­xio­nen dete­ni­da­men­te cuan­do oigan los este­reo­ti­pos de su feu­da­lis­mo, bru­ta­li­dad y pri­mi­ti­vis­mo. Se tra­ta de per­so­nas que mane­jan orde­na­do­res por­tá­ti­les, que han esta­do nego­cian­do con los esta­dou­ni­den­ses en Qatar duran­te los últi­mos cator­ce años.

Los tali­ba­nes no son un pro­duc­to de la épo­ca medie­val. Son el pro­duc­to de algu­nos de los peo­res momen­tos de fina­les del siglo XX y prin­ci­pios del siglo XXI. Si con­tem­plan un pasa­do de una épo­ca mejor ima­gi­na­da, no es de extra­ñar. Pero han sido mol­dea­dos por la vida bajo los bom­bar­deos aéreos, los cam­pos de refu­gia­dos, el comu­nis­mo, la Gue­rra con­tra el Terror, los inte­rro­ga­to­rios que eran tor­tu­ras, el cam­bio cli­má­ti­co, la polí­ti­ca de Inter­net y la espi­ral de des­igual­dad del neo­li­be­ra­lis­mo. Viven, como todo el mun­do, en nues­tro tiempo.

Sus raí­ces en una socie­dad tri­bal tam­bién pue­den resul­tar con­fu­sas. Pero como ha argu­men­ta­do Richard Tap­per, las tri­bus no son ins­ti­tu­cio­nes atá­vi­cas. Son la for­ma en que los cam­pe­si­nos de esta par­te del mun­do orga­ni­zan su rela­ción con el Esta­do. Y la his­to­ria de Afga­nis­tán nun­ca ha sido sim­ple­men­te una cues­tión de gru­pos étni­cos en con­flic­to, sino más bien de com­ple­jas alian­zas entre gru­pos y divi­sio­nes den­tro de los mis­mos [8].

Hay un con­jun­to de pre­jui­cios en la izquier­da que incli­nan a algu­nas per­so­nas a pre­gun­tar­se cómo pue­den los tali­ba­nes estar del lado de los pobres y ser anti­im­pe­ria­lis­tas si no son “pro­gre­sis­tas”. Deje­mos de lado por el momen­to el hecho de que la pala­bra pro­gre­sis­ta sig­ni­fi­ca poco. Por supues­to que los tali­ba­nes son hos­ti­les al socia­lis­mo y al comu­nis­mo. Ellos mis­mos, o sus padres o abue­los, fue­ron ase­si­na­dos y tor­tu­ra­dos por socia­lis­tas y comu­nis­tas. Ade­más, cual­quier movi­mien­to que haya libra­do una gue­rra de gue­rri­llas de vein­te años y haya derro­ta­do a un gran impe­rio es anti­im­pe­ria­lis­ta, o sino las pala­bras no tie­nen sentido.

La reali­dad es la que es. Los tali­ba­nes son un movi­mien­to de cam­pe­si­nos pobres, con­tra una ocu­pa­ción impe­rial, pro­fun­da­men­te misó­gi­na, apo­ya­da por muchas muje­res, a veces racis­ta y sec­ta­ria, a veces no. Es un con­jun­to de con­tra­dic­cio­nes pro­du­ci­das por la historia.

Otra fuen­te de con­fu­sión es la polí­ti­ca de cla­se de los tali­ba­nes. ¿Cómo pue­den estar del lado de los pobres, como es obvio que están, y sin embar­go opo­ner­se tan amar­ga­men­te al socia­lis­mo? La res­pues­ta es que la expe­rien­cia de la ocu­pa­ción rusa eli­mi­nó la posi­bi­li­dad de for­mu­la­cio­nes socia­lis­tas sobre cues­tio­nes de cla­se. Pero no cam­bió la reali­dad de la cla­se social. Nadie ha cons­trui­do nun­ca un movi­mien­to de masas entre los cam­pe­si­nos pobres que haya toma­do el poder sin ser con­si­de­ra­do del lado de los pobres.

Los tali­ba­nes no hablan en el len­gua­je de la cla­se social, sino en el de la jus­ti­cia y la corrup­ción. Esas pala­bras des­cri­ben el mis­mo bando.

Nada de esto sig­ni­fi­ca que los tali­ba­nes vayan a gober­nar nece­sa­ria­men­te en inte­rés de los pobres. Hemos vis­to sufi­cien­tes revuel­tas cam­pe­si­nas lle­gar al poder en el últi­mo siglo y más, sólo para con­ver­tir­se en gobier­nos de las éli­tes urba­nas. Y nada de esto debe dis­traer­nos de la ver­dad de que los tali­ba­nes pre­ten­den ser dic­ta­do­res, no demócratas.

Un cam­bio his­tó­ri­co en Esta­dos Uni­dos
La caí­da de Kabul mar­ca una derro­ta deci­si­va para el poder esta­dou­ni­den­se en el mun­do, pero tam­bién mar­ca, o deja cla­ro, un pro­fun­do ale­ja­mien­to del impe­rio ame­ri­cano entre los estadounidenses.

Una prue­ba de ello son las encues­tas de opi­nión. En 2001, jus­to des­pués del 11‑S, entre el 85% y el 90% de los esta­dou­ni­den­ses apro­ba­ban la inva­sión de Afga­nis­tán. Las cifras han ido bajan­do cons­tan­te­men­te, y el mes pasa­do, el 62% de los esta­dou­ni­den­ses apro­ba­ba el plan de Biden para la reti­ra­da total, y el 29% se oponía.

Este recha­zo a la gue­rra es común tan­to en la dere­cha como en la izquier­da. La base de cla­se tra­ba­ja­do­ra del Par­ti­do Repu­bli­cano y de Trump está en con­tra de las gue­rras en ultra­mar. Muchos sol­da­dos y sus fami­lias pro­vie­nen de las zonas rura­les y del sur, don­de Trump es fuer­te, y están en con­tra de más gue­rras, por­que son ellos y sus seres que­ri­dos los que sir­vie­ron, murie­ron y fue­ron heridos.

El patrio­tis­mo de dere­cha en Esta­dos Uni­dos es aho­ra mili­ta­ris­ta, pero eso sig­ni­fi­ca pro sol­da­do, no pro gue­rra. Cuan­do dicen “Make Ame­ri­ca Great Again”, quie­ren decir que Esta­dos Uni­dos no es gran­de aho­ra para los pro­pios esta­dou­ni­den­ses, no que Esta­dos Uni­dos debe­ría par­ti­ci­par más en el mundo.

Tam­bién entre los demó­cra­tas, la base de cla­se tra­ba­ja­do­ra está en con­tra de las guerras.

Y lue­go, hay los que apo­yan una mayor inter­ven­ción mili­tar. Son los demó­cra­tas de Oba­ma, los repu­bli­ca­nos de Rom­ney, los gene­ra­les, muchos pro­fe­sio­na­les libe­ra­les y con­ser­va­do­res, y casi todo el mun­do per­te­ne­cien­te a la éli­te de Washing­ton. Pero el pue­blo esta­dou­ni­den­se en su con­jun­to, y espe­cial­men­te la cla­se tra­ba­ja­do­ra –negra, more­na y blan­ca– se ha vuel­to con­tra el impe­rio estadounidense.

Tras la caí­da de Sai­gón, el gobierno esta­dou­ni­den­se no pudo lan­zar gran­des inter­ven­cio­nes mili­ta­res duran­te los siguien­tes quin­ce años. Es posi­ble que pase más tiem­po aún des­pués de la caí­da de Kabul

Las con­se­cuen­cias internacionales

Des­de 1918, hace 103 años, Esta­dos Uni­dos es la nación más pode­ro­sa del mun­do. Ha habi­do poten­cias com­pe­ti­do­ras: pri­me­ro Ale­ma­nia, lue­go la Unión Sovié­ti­ca y aho­ra Chi­na. Pero Esta­dos Uni­dos ha sido domi­nan­te. Ese “siglo ame­ri­cano” está aho­ra lle­gan­do a su fin.

La razón a lar­go pla­zo es el ascen­so eco­nó­mi­co de Chi­na y el rela­ti­vo decli­ve eco­nó­mi­co de Esta­dos Uni­dos. Pero la pan­de­mia de Covid y la derro­ta afga­na hacen que los dos últi­mos años sean un pun­to de inflexión.

La pan­de­mia de Covid ha reve­la­do la incom­pe­ten­cia ins­ti­tu­cio­nal de la cla­se diri­gen­te, y del gobierno de Esta­dos Uni­dos. El sis­te­ma ha fra­ca­sa­do a la hora de pro­te­ger al pue­blo, y este caó­ti­co y ver­gon­zo­so fra­ca­so es evi­den­te para los pue­blos de todo el mundo.

Lue­go está Afga­nis­tán. A juz­gar por los gas­tos y el mate­rial, Esta­dos Uni­dos es la poten­cia mili­tar domi­nan­te a nivel mun­dial. Pues bien, esta poten­cia ha sido derro­ta­da por gen­te pobre en san­da­lias en un peque­ño país que no tie­ne más que resis­ten­cia y coraje.

La vic­to­ria de los tali­ba­nes tam­bién dará áni­mos a isla­mis­tas de muy diver­sa índo­le en Siria, Yemen, Soma­lia, Pakis­tán, Uzbe­kis­tán, Turk­me­nis­tán, Tayi­kis­tán y Malí. Pero la reali­dad irá más allá.

Tan­to el fra­ca­so con la Covid como la derro­ta afga­na redu­ci­rán el soft power de Esta­dos Uni­dos. Pero Afga­nis­tán es tam­bién una derro­ta del hard power. La fuer­za del impe­rio infor­mal de Esta­dos Uni­dos se ha sos­te­ni­do duran­te un siglo sobre tres pila­res dife­ren­tes. Uno era ser la mayor eco­no­mía del mun­do, y su domi­nio del sis­te­ma finan­cie­ro glo­bal. El segun­do ha sido su repu­tación, entre muchos sec­to­res, de demo­cra­cia, com­pe­ten­cia y lide­raz­go cul­tu­ral. El ter­ce­ro era que si el poder blan­do falla­ba, Esta­dos Uni­dos podía inva­dir paí­ses para apo­yar a las dic­ta­du­ras y cas­ti­gar a sus enemigos.

Ese poder mili­tar ya no exis­te. Nin­gún gobierno pue­de aho­ra creer que Esta­dos Uni­dos va a res­ca­tar­los de un inva­sor extran­je­ro o de su pro­pio pue­blo. Las matan­zas con dro­nes con­ti­nua­rán y cau­sa­rán gran sufri­mien­to. Pero en nin­gún lugar los dro­nes por sí solos serán mili­tar­men­te decisivos.

Este es el prin­ci­pio del fin del siglo americano

¿Qué pasa­rá aho­ra?
Nadie sabe qué ocu­rri­rá en Afga­nis­tán en los pró­xi­mos años. Pero pode­mos iden­ti­fi­car algu­nas de las tendencias.

La pri­me­ra, y más espe­ran­za­do­ra, es el pro­fun­do anhe­lo de paz en los cora­zo­nes del pue­blo afgano. Han vivi­do ya cua­ren­ta y tres años de gue­rra. En este sen­ti­do hay que pen­sar de qué mane­ra sólo cin­co o diez años de gue­rra civil e inva­sión han mar­ca­do a tan­tos paí­ses. Aho­ra ima­gi­nen en cua­ren­ta y tres años.

Kabul, Kan­dahar y Mazar, las tres ciu­da­des más impor­tan­tes, han caí­do sin nin­gu­na vio­len­cia. Esto se debe a que los tali­ba­nes, como insis­ten sin cesar, quie­ren un país en paz, y no quie­ren ven­gan­za. Pero tam­bién se debe a que las per­so­nas que no los apo­yan, que inclu­so los odian, tam­bién han deci­di­do no combatir.

Los líde­res tali­ba­nes son cla­ra­men­te cons­cien­tes de que tie­nen que con­se­guir la paz.
Para ello tam­bién es esen­cial que sigan impar­tien­do una jus­ti­cia equi­ta­ti­va. Los ante­ce­den­tes son bue­nos, pero las ten­ta­cio­nes y pre­sio­nes de la gober­nan­za han corrom­pi­do muchos movi­mien­tos socia­les en muchos paí­ses antes de ahora.

El colap­so eco­nó­mi­co tam­bién es muy posi­ble. Afga­nis­tán es un país pobre y ári­do, don­de menos del 5% de la tie­rra es cul­ti­va­ble. En los últi­mos vein­te años las ciu­da­des han cre­ci­do enor­me­men­te. Ese cre­ci­mien­to ha depen­di­do del dine­ro pro­ce­den­te de la ocu­pa­ción y, en menor medi­da, del dine­ro pro­ce­den­te del cul­ti­vo del opio. Sin una ayu­da extran­je­ra sus­tan­cial pro­ce­den­te de algu­na par­te, el colap­so eco­nó­mi­co será una amenaza.

Como los tali­ba­nes son cons­cien­tes de ello, han pro­pues­to explí­ci­ta­men­te a Esta­dos Uni­dos una nego­cia­ción. Los esta­dou­ni­den­ses pro­por­cio­na­rán ayu­da, y a cam­bio los tali­ba­nes no pro­por­cio­na­rán un hogar a terro­ris­tas que pudie­ran lan­zar ata­ques como el del 11 de sep­tiem­bre. Tan­to el gobierno de Trump como el de Biden han acep­ta­do este tra­to. Pero no está nada cla­ro que Esta­dos Uni­dos vaya a cum­plir esa promesa.

De hecho, es total­men­te posi­ble que ocu­rra algo peor. Ante­rio­res gobier­nos de Esta­dos Uni­dos han cas­ti­ga­do a Iraq, Irán, Cuba y Viet­nam por su desa­fío con san­cio­nes eco­nó­mi­cas des­truc­ti­vas y de lar­ga dura­ción. Y en Esta­dos Uni­dos se alza­rán muchas voces a favor de tales san­cio­nes, a fin de matar de ham­bre a los niños afga­nos en nom­bre de los dere­chos humanos.

Lue­go está la ame­na­za de la intro­mi­sión inter­na­cio­nal, de que dife­ren­tes poten­cias apo­yen a dife­ren­tes fuer­zas polí­ti­cas o étni­cas den­tro de Afga­nis­tán. Esta­dos Uni­dos, India, Pakis­tán, Ara­bia Sau­dí, Irán, Chi­na, Rusia y Uzbe­kis­tán pue­den sen­tir la ten­ta­ción. Ya ha ocu­rri­do antes, y en una situa­ción de colap­so eco­nó­mi­co podría pro­vo­car otras gue­rras por delegación.

Sin embar­go, por el momen­to, los gobier­nos de Irán, Rusia y Pakis­tán desean cla­ra­men­te la paz en Afganistán.

Los tali­ba­nes tam­bién han pro­me­ti­do no gober­nar con cruel­dad. Es más fácil decir­lo que hacer­lo. Enfren­ta­dos a fami­lias que han ama­sa­do gran­des for­tu­nas median­te la corrup­ción y el deli­to ¿qué creen que que­rrán hacer los pobres sol­da­dos pro­ve­nien­tes del medio rural?

Y lue­go está la cues­tión cli­má­ti­ca. En 1971, una sequía y una ham­bru­na en el nor­te y el cen­tro del país devas­ta­ron reba­ños, cose­chas y vidas. Fue la pri­me­ra señal de los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co en la región, que ha traí­do más sequías en los últi­mos cin­cuen­ta años. A medio y lar­go pla­zo, la agri­cul­tu­ra y la gana­de­ría serán más pre­ca­rias [9].

Todos estos peli­gros son reales, pero el exper­to en segu­ri­dad Anto­nio Gius­toz­zi, con su pers­pi­ca­cia habi­tual, está en con­tac­to con el pen­sa­mien­to tan­to de los tali­ba­nes como de los gobier­nos extran­je­ros y los tali­ba­nes. Su artícu­lo en The Guar­dian del 16 de agos­to era espe­ran­za­dor. Ter­mi­na­ba así:

“Dado que la mayo­ría de los paí­ses veci­nos desean la esta­bi­li­dad en Afga­nis­tán, al menos por el momen­to es impro­ba­ble que cual­quier fisu­ra en el nue­vo gobierno de coa­li­ción sea apro­ve­cha­da por acto­res exter­nos para crear divi­sión. Del mis­mo modo, a los per­de­do­res de 2021 les cos­ta­rá encon­trar a alguien dis­pues­to o capaz de apo­yar­les para ini­ciar algún tipo de resis­ten­cia. Mien­tras el nue­vo gobierno de coa­li­ción inclu­ya a alia­dos cla­ve entre sus veci­nos, se tra­ta del comien­zo de una nue­va fase en la his­to­ria de Afga­nis­tán” [10].

¿Qué se pue­de hacer? Aco­ger a los refugiados

Muchas per­so­nas en Occi­den­te se pre­gun­tan aho­ra: “¿qué pode­mos hacer para ayu­dar a las muje­res afga­nas?” A veces esta pre­gun­ta da por sen­ta­do que la mayo­ría de las muje­res afga­nas se opo­nen a los tali­ba­nes, y que la mayo­ría de los hom­bres afga­nos los apo­yan. Esto no tie­ne sen­ti­do y es casi impo­si­ble ima­gi­nar un tipo de socie­dad en la que esto pudie­ra ser cierto.

Pero aquí hay una cues­tión más estre­cha. Con­cre­ta­men­te, ¿cómo ayu­dar a las femi­nis­tas afga­nas? Se tra­ta de una pre­gun­ta váli­da y res­pe­ta­ble. La res­pues­ta es orga­ni­zar­se para com­prar­les bille­tes de avión y dar­les refu­gio en Euro­pa y Norteamérica.

Pero no son sólo las femi­nis­tas las que nece­si­ta­rán asi­lo. Dece­nas de miles de per­so­nas que tra­ba­ja­ron para la ocu­pa­ción están deses­pe­ra­das por obte­ner asi­lo, con sus fami­lias. Y otro tan­to un núme­ro mayor de per­so­nas que tra­ba­ja­ron para el gobierno afgano.

Algu­nas de estas per­so­nas son admi­ra­bles, otras son mons­truos corrup­tos, muchas se encuen­tran en un pun­to inter­me­dio, y muchas son sim­ple­men­te niños. Pero esta­mos aquí ante un impe­ra­ti­vo moral. Esta­dos Uni­dos y los paí­ses de la OTAN han oca­sio­na­do un inmen­so sufri­mien­to duran­te vein­te años. Lo míni­mo, lo más míni­mo, que debe­rían hacer es res­ca­tar a las per­so­nas cuyas vidas han destrozado.

Tam­bién hay otra cues­tión moral aquí. Lo que muchos afga­nos han apren­di­do en los últi­mos cua­ren­ta años tam­bién ha que­da­do cla­ro en la últi­ma déca­da del tor­men­to de Siria. Es dema­sia­do fácil com­pren­der los acci­den­tes de fon­do y la his­to­ria per­so­nal que lle­van a las per­so­nas a hacer las cosas que hacen. La humil­dad nos obli­ga a mirar a la joven comu­nis­ta, a la femi­nis­ta cul­ta que tra­ba­ja para una ONG, al terro­ris­ta sui­ci­da, al mari­ne esta­dou­ni­den­se, al mulá de aldea, al com­ba­tien­te tali­bán, a la madre afli­gi­da por la muer­te de un hijo bajo las bom­bas esta­dou­ni­den­ses, al cam­bis­ta sij, al poli­cía, al pobre agri­cul­tor que cul­ti­va opio, y a decir: “Por el amor de Dios, aquí estoy yo”.

El fra­ca­so de los gobier­nos esta­dou­ni­den­se y bri­tá­ni­co en el res­ca­te de las per­so­nas que tra­ba­ja­ban para ellos ha sido tan ver­gon­zo­so como reve­la­dor. En reali­dad no se tra­ta de un fra­ca­so, sino de una opción. El racis­mo con­tra la inmi­gra­ción ha pesa­do más en John­son y Biden que sus deu­das para con la Humanidad.

Las cam­pa­ñas para aco­ger a los afga­nos siguen sien­do posi­bles. Por supues­to, un argu­men­to moral tan sóli­do se topa­rá con el racis­mo y la isla­mo­fo­bia a cada paso. Pero ya en la últi­ma sema­na los gobier­nos de Ale­ma­nia y Holan­da han sus­pen­di­do cual­quier depor­ta­ción de afganos.

Hay que pedir a todos los polí­ti­cos, en cual­quier lugar, que alcen la voz en apo­yo de las muje­res afga­nas, una y otra vez, que abran las fron­te­ras a todos los afganos.

Y lue­go está lo que pue­da pasar con los haza­ras. Como hemos dicho, los tali­ba­nes han deja­do de ser sim­ple­men­te un movi­mien­to pas­tún y se han vuel­to nacio­na­les, reclu­tan­do a muchos tayi­kos y uzbe­kos. Y tam­bién, dicen, a algu­nos haza­ras. Pero no muchos.

Los haza­ras son el pue­blo que tra­di­cio­nal­men­te habi­ta­ba las mon­ta­ñas del cen­tro del país. Muchos tam­bién emi­gra­ron a ciu­da­des como Mazar y Kabul, don­de tra­ba­jan como por­tea­do­res y en otros tra­ba­jos mal paga­dos. Son alre­de­dor del 15% de la pobla­ción afga­na. Las raí­ces de la ene­mis­tad entre pash­tu­nes y haza­ras se encuen­tran en par­te en anti­guas dispu­tas por la tie­rra y los dere­chos de pastoreo.

Pero más recien­te­men­te tam­bién impor­ta mucho el hecho de que los haza­ras son chií­tas, y casi todos los demás afga­nos son sunitas.

Los enco­na­dos con­flic­tos entre suni­tas y chií­tas en Iraq han pro­vo­ca­do una esci­sión en la tra­di­ción mili­tan­te isla­mis­ta. Esta divi­sión es com­pli­ca­da, pero impor­tan­te, y nece­si­ta un poco de explicación.

Tan­to en Iraq como en Siria, el Esta­do Islá­mi­co ha come­ti­do matan­zas con­tra los chii­tas, al igual que las mili­cias chii­tas han masa­cra­do a los suníes en ambos países.

Las redes más tra­di­cio­na­les de Al Qae­da se han opues­to fir­me­men­te a ata­car a los chii­tas y han defen­di­do la soli­da­ri­dad entre musul­ma­nes. Se sue­le seña­lar que la pro­pia madre de Osa­ma Bin Laden era chií­ta, aun­que en reali­dad era una alaui­ta de Siria. Pero la nece­si­dad de uni­dad ha sido más impor­tan­te. Este fue el moti­vo prin­ci­pal de la divi­sión entre Al Qae­da y el Esta­do Islámico.

En Afga­nis­tán, los tali­ba­nes tam­bién han defen­di­do con fuer­za la uni­dad islá­mi­ca. La explo­ta­ción sexual de las muje­res por par­te del Esta­do Islá­mi­co tam­bién repug­na pro­fun­da­men­te a los valo­res tali­ba­nes, que son pro­fun­da­men­te sexis­tas pero puri­ta­nos y modes­tos. Duran­te muchos años los tali­ba­nes afga­nos han sido cohe­ren­tes en su con­de­na públi­ca de todos los aten­ta­dos terro­ris­tas con­tra chii­tas, cris­tia­nos y sijs.

Sin embar­go, esos ata­ques se pro­du­cen. Las ideas del Esta­do Islá­mi­co han influi­do espe­cial­men­te en los tali­ba­nes pakis­ta­níes. Los tali­ba­nes afga­nos son una orga­ni­za­ción; los tali­ba­nes paquis­ta­níes for­man una red más dis­per­sa, no con­tro­la­da por los afga­nos, y han lle­va­do a cabo repe­ti­dos aten­ta­dos con­tra chií­tas y cris­tia­nos en Pakistán.

Son el Esta­do Islá­mi­co y la red Haq­qa­ni quie­nes han lle­va­do a cabo los recien­tes aten­ta­dos terro­ris­tas racis­tas con­tra los haza­ras y los sijs en Kabul. Los diri­gen­tes tali­ba­nes han con­de­na­do todos esos ataques.

Pero la situa­ción es cam­bian­te. El Esta­do Islá­mi­co en Afga­nis­tán es una esci­sión mino­ri­ta­ria de los tali­ba­nes, basa­da en gran medi­da en la pro­vin­cia de Nin­grahar, en el este del país. Son acé­rri­mos anti­chií­tas, como lo es tam­bién la red Haq­qa­ni, un anti­guo gru­po muyahi­dín con­tro­la­do en gran medi­da por la inte­li­gen­cia mili­tar paquis­ta­ní. Sin embar­go, en la com­bi­na­ción actual la red Haq­qa­ni está inte­gra­da en la orga­ni­za­ción tali­bán, y su líder es uno de los diri­gen­tes de los talibanes.

Pero nadie pue­de estar segu­ro de lo que vaya a depa­rar el futu­ro. En 1995, un levan­ta­mien­to de tra­ba­ja­do­res haza­ras en Mazar impi­dió que los tali­ba­nes se hicie­ran con el con­trol del nor­te. Pero las tra­di­cio­nes de resis­ten­cia de los haza­ras son mucho más pro­fun­das y antiguas.

Los refu­gia­dos haza­ras en los paí­ses veci­nos tam­bién pue­den estar aho­ra en peli­gro. El gobierno de Irán se está alian­do con los tali­ba­nes y les rue­ga que sean pací­fi­cos. Lo hacen por­que ya hay unos tres millo­nes de refu­gia­dos afga­nos en Irán. La mayo­ría de ellos lle­van años allí, la mayo­ría son tra­ba­ja­do­res urba­nos pobres y sus fami­lias, y la mayo­ría son haza­ras. Recien­te­men­te, el gobierno ira­ní, que se halla en una situa­ción eco­nó­mi­ca deses­pe­ra­da, ha comen­za­do a depor­tar afga­nos de regre­so a Afganistán.

Tam­bién hay cer­ca de un millón de refu­gia­dos haza­ras en Pakis­tán. En la región de Quet­ta, más de 5.000 de ellos han muer­to en ase­si­na­tos y matan­zas sec­ta­rias en los últi­mos años. Y la poli­cía y el ejér­ci­to paquis­ta­níes no hacen nada. Dado el pro­lon­ga­do apo­yo del ejér­ci­to y los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia paquis­ta­níes a los tali­ba­nes afga­nos, esas per­so­nas corren aho­ra un mayor riesgo.

¿Qué debe hacer­se, fue­ra de Afga­nis­tán? Como la mayo­ría de los afga­nos, rezar por la paz. Y unir­se a las pro­tes­tas por la aper­tu­ra de las fronteras.

Deja­re­mos la últi­ma pala­bra a Graham Knight. Su hijo, el sar­gen­to Ben Knight de la Real Fuer­za Aérea Bri­tá­ni­ca, fue muer­to en Afga­nis­tán en 2006. Esta sema­na, Graham Knight decla­ró a la Press Asso­cia­tion que el gobierno bri­tá­ni­co debe­ría haber actua­do con rapi­dez para res­ca­tar a los civiles:

“No nos sor­pren­de que los tali­ba­nes hayan toma­do el con­trol, por­que en cuan­to los esta­dou­ni­den­ses y los bri­tá­ni­cos dije­ron que se iban a ir, sabía­mos que esto iba a ocu­rrir. Los tali­ba­nes deja­ron muy cla­ra su inten­ción de que, en cuan­to noso­tros nos fué­ra­mos, ellos entra­rían. En cuan­to a si se per­die­ron vidas de per­so­nas en una gue­rra que no se podía ganar, creo que así es. Creo que el pro­ble­ma era que está­ba­mos luchan­do con­tra pobla­ción nati­va del país. No luchá­ba­mos con­tra terro­ris­tas, luchá­ba­mos con­tra gen­te que real­men­te vivía allí y a la que no le gus­ta­ba que noso­tros estu­vié­ra­mos allí.” [11]

Refe­ren­cias

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[1] Véa­se espe­cial­men­te Nancy Tap­per (Lin­dis­far­ne), 1991; Lin­dis­far­ne, 2002a, 2002b and 2012; Lin­dis­far­ne y Nea­le, 2015; Nea­le, 1981, 1988, 2002 and 2008; Richard Tap­per con Lin­dis­far­ne, 2020.
[2] Gius­toz­zi, 2007 y 2009 son espe­cial­men­te úti­les.
[3] Res­pec­to a la base social de los tali­ba­nes, véa­se Lin­dis­far­ne, 2012, y otros capí­tu­los de otros auto­res en Mars­den y Hop­kins, 2012. Véa­se tam­bién Mous­sa­vi, 1998; Noju­mi, 2002; Gius­toz­zi, 2008 y 2009; Zareef, 2010.
[4] Zili­zer, 2005.
[5] Hay una amplia lite­ra­tu­re sobre el tema del res­ca­te de muje­res afga­nas. Véa­se Gre­gory, 2011; Lin­dis­far­ne, 2002a; Hirsch­kind y Mah­mood, 2002; Kolhat­kar e Ingalls, 2006; Jalal­zai y Jefferess,2011; Flu­ri y Lehr, 2017; Man­chan­da, 2020.
[6] Ward, 2001.
[7] Lin­dis­far­ne y Nea­le, 2015
[8] Richard Tap­per, 1983.
[9] Para la sequía de 1971 véa­se Tap­per y Lin­dis­far­ne, 2020. Para el cam­bio cli­má­ti­co más recien­te véa­se Lin­dis­far­ne y Nea­le, 2019.
[10] Gius­toz­zi, 2021.
[11] The Guar­dian, 2021.

Otros
Thin­king about Femi­nism and Isla­mopho­bia 6: The Class Basis of the Tali­ban, abril 22, 2015. En «Isla­mopho­bia».
Oil Empi­res and Resis­tan­ce in Afgha­nis­tan, Iraq and Syria, noviem­bre 16, 2015. En «Midd­le East».
Thin­king about Femi­nism and Isla­mopho­bia (3) The new grand allian­ce in the Midd­le East, mar­zo 19, 2015. En «Isla­mopho­bia».

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