Argen­ti­na. Las otras bús­que­das de Tehuel

Por Gabrie­la Figue­roa, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de julio de 2021.

Pasa­ron tres meses de la des­apa­ri­ción de Tehuel De La Torre y casi todas las pre­gun­tas siguen abier­tas. La his­to­ria de este mucha­cho trans que iba a pre­sen­tar­se a una ofer­ta de tra­ba­jo es la expre­sión de una reali­dad que her­ma­na a un gran sec­tor de les jóve­nes en la actua­li­dad. Esta cró­ni­ca que recons­tru­ye los pasos pre­vios, reúne voces de su coti­dia­nei­dad y narra la vida de muches chi­ques que inten­tan hacer pie en el conurbano.

La calle sigue sien­do de tie­rra y la casa de su infan­cia en Tris­tán Suá­rez, a casi una hora de la Ciu­dad de Bue­nos Aires, se pare­ce mucho a esas que dibu­jan les niñes en los jar­di­nes de infan­tes: un techo a dos aguas, aun­que acá sólo hay tejas en los ale­ros que cubren la ven­ta­na y la puer­ta. En esta casa blan­ca con un cac­tus año­so en el jar­dín delan­te­ro, la úni­ca señal exter­na de que Tehuel De La Torre –varón trans, 22 años- estu­vo allí algu­na vez es un car­tel en blan­co y negro que se fun­de en la cir­cun­fe­ren­cia del pos­te de luz don­de su son­ri­sa aso­ma con­ge­la­da jun­to a esa pre­gun­ta que a más de 100 días de su des­apa­ri­ción nadie pudo con­tes­tar: ¿dón­de está?

la casa don­de nací

“Eso que ves ahí es la ropa de Tehuel, es lo que man­da­ron”, dice Andrés De La Torre y seña­la una bol­sa de con­sor­cio negra del otro lado de la mesa del come­dor, pro­li­ja­men­te api­la­da sobre volan­tes que refle­jan el ros­tro de su hijo. Des­de que Tehuel salió el pasa­do 11 de mar­zo a tra­ba­jar como mozo y no regre­só, la ruti­na de Andrés De La Torre, jubi­la­do, antes remi­se­ro, empe­zó a incluir cosas como impri­mir volan­tes y repar­tir­los en otras loca­li­da­des, reci­bir perio­dis­tas en su casa y hablar por celu­lar en las radios. Detrás de él, el pén­du­lo del reloj de pared se balan­cea de lado a lado. “A las 7 de la tar­de no quie­ro hablar con nadie por­que estoy todo el día pen­san­do”, dice y cam­bia de tema. “De mí sacó el amor por los autos, levan­ta­ba el capot y ahí esta­ba (Tehuel) a la par mía. Le ense­ñé a mane­jar a los 16 o 17 años”, cuenta.

Cuan­do a los 16, en cuar­to año, dejó la escue­la secun­da­ria -“por vagan­cia y por andar detrás de las muje­res”, según su padre‑, Tehuel empe­zó a bus­car tra­ba­jo para sos­te­ner­se. “Acá (en el par­ti­do de Ezei­za) hay un par­que indus­trial y varias empre­sas don­de tiró currí­cu­lum. Tam­bién se ins­cri­bió en el Ejér­ci­to, le pagué el bono de $120 y no lla­ma­ron. Hoy en día (a los tra­ba­jos) entrás por parien­tes, ami­gos o aco­mo­dos y no tenía nada de eso”, dice.

Hace casi cin­co años que Tehuel no vive en la casa de su padre. No hay ves­ti­gios de su habi­ta­ción de la infan­cia, sólo algu­nas fotos con sus her­ma­nos –de chi­cos- en la pared y la pre­sen­cia muda de la bol­sa de con­sor­cio negra con su ropa. Andrés De La Torre cuen­ta que mien­tras fue­ron niñes, Tehuel y su melli­za Ailén lo acom­pa­ña­ron en via­jes en auto y que no olvi­da cuan­do cono­cie­ron el mar. “Qui­zás el últi­mo via­je que hice mane­jan­do con Tehuel fue a Ola­va­rría, no lo recuer­do. Lle­ga un momen­to en que los hijos te dicen ‘arre­gla­te papá que no voy más con vos’. Es cuan­do cre­cen”. Y Tehuel cre­ció, a los 17 se fue a vivir con una pare­ja seis meses, vol­vió, con­vi­vió con otra y así has­ta que cono­ció a Lucia­na Leyes hace dos años y medio, la úni­ca novia que Tehuel le pre­sen­tó a su padre de mane­ra for­mal. “Vivie­ron unos meses aquí con el nene de Lucia­na, des­pués se muda­ron a Gene­ral Rodrí­guez de don­de es ella”, cuenta.

En la escue­la secun­da­ria N° 203 de Tris­tán Suá­rez, la que Tehuel dejó por la mitad, no hay nin­gún car­tel que refle­je su bús­que­da ni su paso por allí. Tam­po­co en la pla­za cen­tral ni en las calles ale­da­ñas. Su ros­tro emer­ge, sola­men­te, de los car­te­les en los pos­tes de luz de la casa don­de cre­ció aun­que dice Andrés De La Torre que en el barrio, igual, todos saben.

en bús­que­da de trabajo

“Nadie acep­ta­ba a Tehuel para tra­ba­jar. En un comer­cio le dije­ron que no (lo con­tra­ta­rían) por­que podía arre­pen­tir­se de ser trans y que­dar emba­ra­za­da. Está­ba­mos muy mal eco­nó­mi­ca­men­te, se amon­to­na­ban las bole­tas de la luz, el gas, el jar­dín del nene, los ali­men­tos y obvio que si te dicen ‘ten­go un tra­ba­jo para vos’, vas a acep­tar. No es que (a Tehuel) le gus­ta­ba rodear­se de esas per­so­nas”, dice Lucia­na Leyes de 18 años, pare­ja de Tehuel.

Una y otra vez, a lo lar­go de los últi­mos tres meses, Lucia­na repi­te a los medios que Tehuel nun­ca salía solo, menos de noche. Que la pan­de­mia agu­di­zó la situa­ción eco­nó­mi­ca fami­liar y que en ese momen­to, hacía apro­xi­ma­da­men­te cin­co meses, con­vi­vían en la casa de la madre de Tehuel en la ciu­dad de San Vicen­te. “Él pasó toda la vida con su padre. Com­par­tió muy poco con su pro­ge­ni­to­ra, por­que su papá lo crió solo. Se reen­con­tró con ella a los 17 o 18 años”, cuenta.

De Tehuel dice que le gus­ta la músi­ca román­ti­ca de Car­los Rive­ra, Gus­ta­vo Elis o Pablo Albo­rán. Que le dedi­có varias can­cio­nes y se las can­tó con músi­ca de fon­do. Que es muy com­pa­ñe­ro y el tipo de hom­bre que le aco­mo­da la silla antes de sen­tar­se a la mesa. Que le gus­tan los autos de carre­ra, las motos, que es fan de Boca y que ama jugar al fút­bol. “Se que estu­vo jugan­do en un club pero se lesio­nó los menis­cos y ya no pudo seguir. Tam­bién que­ría ser poli­cía o mili­tar pero no entró por lo de su rodi­lla”, comenta.

La denun­cia no fue fácil. Lucia­na tenía, aún, 17 años y el vier­nes 12 de mar­zo, en la Comi­sa­ría 1° de San Vicen­te le dije­ron que no podían tomar­le la denun­cia por ser ella menor de 18. Una ofi­cial le pre­gun­tó, con cara de asco, “¿es un pibe trans?” y la man­dó a su casa. Regre­só al día siguien­te con una ami­ga y tam­po­co le toma­ron la denun­cia sino que la lle­va­ron en una camio­ne­ta has­ta la comi­sa­ría de Ale­jan­dro Korn para que la hicie­ra allí. “En Korn había mucha gen­te, vol­vi­mos a casa como a las 12 o 1 de la noche. Toma­ron la denun­cia pero recién empe­za­ron a bus­car­lo a los 4 o 5 días por­que, supues­ta­men­te, no había orden del juez”, afirma.

Lucia­na le pide a los medios de comu­ni­ca­ción que dejen de hablar de Tehuel como un cuer­po, que la Jus­ti­cia lo bus­que con vida. “Somos una fami­lia, tene­mos pla­nes, que­re­mos tener nues­tra casa pro­pia, una bebé a la que lla­me­mos Sora­ya Este­fa­nia – él eli­gió el nom­bre- y vivir en paz”.

del otro lado de la búsqueda

Des­de la des­apa­ri­ción de Tehuel, los recla­mos de fami­lia­res por su bús­que­da se frag­men­ta­ron: por un lado la fami­lia pater­na jun­to a Lucia­na Leyes, quie­nes con­tra­ta­ron a la Colec­ti­va de Abo­ga­das Les­bo­trans­fe­mi­nis­tas y par­ti­ci­pan de la red Pro­vin­cias Uni­das por Tehuel. Por el otro, Nor­ma –madre de Tehuel– jun­to a su hija Veró­ni­ca Alar­cón (36), fami­lia­res, ami­gues y veci­nes de San Vicente.

El deseo de Tehuel de tener un tra­ba­jo fijo y una casa pro­pia, coin­ci­den, lo lle­va­ron a creer en las pro­me­sas de uno de los impu­tados por encu­bri­mien­to en la cau­sa penal, Luis Alber­to Ramos (36). Pri­me­ro, hace dos años, cuan­do le dijo que lo haría entrar a una coope­ra­ti­va de tra­ba­jo y no cum­plió. Lue­go, unos meses antes de su des­apa­ri­ción, cuan­do le dijo que le daría un terreno en la toma de tie­rras de Ale­jan­dro Korn.

Ramos fue quien lla­mó a Tehuel para rea­li­zar un tra­ba­jo de mozo el 11 de mar­zo pasa­do (lla­ma­do al que el joven acu­dió para no regre­sar). En su casa se encon­tró un peda­zo de tela que­ma­da que se reco­no­ció como la cam­pe­ra de Tehuel y su celu­lar des­trui­do, que emi­tió señal des­de ese lugar has­ta apro­xi­ma­da­men­te la 1 de la maña­na del 12 de mar­zo. Al tiem­po, en el celu­lar del otro impu­tado, Oscar Mon­tes, se encon­tró una foto de Ramos, Mon­tes y Tehuel, la últi­ma ima­gen que se tie­ne del joven des­apa­re­ci­do. A par­tir de allí, silencio.

Según con­tó Veró­ni­ca Alar­cón, Tehuel siem­pre se lla­mó así, es el nom­bre que eli­gió su madre cuan­do nació. No sabe por qué no hizo el cam­bio regis­tral, sólo que que­ría lla­mar­se Matías Tehuel. Tam­bién dice que había reto­ma­do la secun­da­ria en el Comer­cial de San Vicen­te pero tuvo que dejar en 2020 para con­se­guir tra­ba­jo. Y que le gus­ta­ba coci­nar, comer arroz con pollo, jugar al chin­chón, a la esco­ba de quin­ce y esta­ba apren­dien­do a jugar al tru­co. “Y le gus­ta­ba jugar a la pelo­ta. Las chi­cas del equi­po del club de fút­bol Clau­dio Ale­jan­dro Godoy (CAG) nos acom­pa­ña­ron des­de el prin­ci­pio en las mar­chas, ellas pin­ta­ron la bandera”.

Veró­ni­ca vive en Ale­jan­dro Korn y fue la últi­ma per­so­na, por fue­ra de los impu­tados, que has­ta el momen­to se sabe que vio a Tehuel el 11 de mar­zo pasa­do. “Me lo cru­cé en la calle cer­ca de mi tra­ba­jo a las 19,30 horas. A Ramos y a Mon­tes no los cono­cía has­ta que pasó esto”, cuenta.

como si fue­ra un mundial

Fue en el segun­do par­ti­do que jugó en el equi­po. Al prin­ci­pio pare­cía que su timi­dez no iba a dejar­lo sol­tar­se pero enton­ces suce­dió ese gol que fes­te­jó como si fue­ra un mun­dial, como si fue­ra Mes­si y estu­vie­ra ganan­do la copa del mun­do. Así pien­san en Tehuel sus com­pa­ñe­ras de equi­po del CAG de Ale­jan­dro Korn y su entre­na­do­ra y pre­si­den­ta del club, Alba Herre­ra. Algu­nas dicen que fue con­tra Inde­pen­dien­te de Ave­lla­ne­da y otras con­tra la selec­ción boli­via­na. Lo cier­to es que Tehuel soña­ba, como todas ellas, en jugar como pro­fe­sio­nal en las infe­rio­res de algún club. Algu­nas de sus com­pa­ñe­ras juga­ban, tam­bién, en equi­pos de la AFA: en Hura­cán, Pla­ten­se, All Boys o Inde­pen­dien­te. Cuan­do Alba Herre­ra fun­dó el club hace más o menos 12 años, deci­dió pelear por un lugar para el fút­bol feme­nino por­que sus hijas lo ama­ban y sufrían tan­to o más que cual­quier varón.

“Tehuel tenía una for­ma de jugar que le per­mi­tía estar en cual­quier posi­ción pero el medio de la can­cha era de él, era medio­cam­pis­ta, es un rol fun­da­men­tal por­que son los que corren toda la can­cha, los que ayu­dan a la defen­sa, son delan­te­ros”, dice a cri­sis. “El pri­mer gol lo reali­zó en una can­cha pro­fe­sio­nal con­tra un club de AFA jugan­do con noso­tros que somos un club de pue­blo y ellos pro­fe­sio­na­les, nos pare­cía impo­si­ble hacer­les par­ti­do. Esta­ba súper feliz, des­pués de ahí se lar­gó y un gol míni­mo metía por par­ti­do”, recuer­da la entre­na­do­ra. El día que se lesio­nó la rodi­lla fue por un cho­que con un rival. “Obvio que por su espí­ri­tu no fre­nó, no paró, siguió jugan­do. Le decía­mos que salie­ra y no salía, solo cuan­do ter­mi­nó. Así es él”, dice.

Mien­tras jugó en CAG, Tehuel par­ti­ci­pó de entre­na­mien­tos pero tam­bién de tor­neos y cam­peo­na­tos en otras loca­li­da­des como Quil­mes, Lanús e inclu­so Capi­tal Fede­ral. “Nun­ca iba solo, siem­pre lo acom­pa­ña­ba la mamá, a veces toman­do dos colec­ti­vos”, dice Alba Herrera.

Des­pués de la últi­ma lesión, hace apro­xi­ma­da­men­te dos años, Tehuel no pudo con­ti­nuar jugan­do aun­que no per­dió con­tac­to con el equi­po y siem­pre les decía que iba a vol­ver. La entre­na­do­ra dice que en el club no se puso nin­gún recor­da­to­rio o car­tel res­pec­to a Tehuel por­que se cen­tra­ron en acom­pa­ñar a la fami­lia en las mar­chas, volan­tea­das y ras­tri­lla­jes. Que habla­ron con su mamá y ella les pidió la cami­se­ta de Tehuel, la núme­ro 9 y que se la van a entregar.

La sede del CAG, en Ale­jan­dro Korn, está jus­to en el lími­te del barrio La Espe­ran­za, a sólo seis cua­dras de la casa de Ramos. En la zona toda­vía no hay asfal­to y se pone impo­si­ble cuan­do llueve.

“Sin saber­lo todo esto esta­ba suce­dien­do casi en la puer­ta de nues­tras pro­pias casas. Está­ba­mos acá y Tehuel se nos per­día”, dice Alba.

hori­zon­tes labo­ra­les de zona sur

El par­ti­do de San Vicen­te tie­ne, según el últi­mo cen­so de 2010, 59.708 habi­tan­tes entre las loca­li­da­des de San Vicen­te y Ale­jan­dro Korn. A lo lar­go y a lo ancho de sus 666 kiló­me­tros cua­dra­dos des­de hace más de tres meses se rea­li­zan ras­tri­lla­jes orde­na­dos por la Jus­ti­cia en basu­ra­les y lagu­nas. Tam­bién fami­lia­res y ami­gues de Tehuel, de for­ma volun­ta­ria, han visi­ta­do casa por casa pidien­do infor­ma­ción por­que a veces un vecino le dice más a un par que a un poli­cía. No tuvie­ron resul­ta­dos has­ta el momento.

La ausen­cia de Tehuel habla, tam­bién, de su reali­dad como joven ‑y joven trans- en bús­que­da de tra­ba­jo. ¿De qué viven les jóve­nes en San Vicen­te y en zona sur? ¿Qué tra­ba­jos se con­si­guen? Las com­pa­ñe­ras del equi­po de fút­bol de Tehuel, Aylén López (25), Pame­la Fer­nán­dez (19) y Sole­dad Var­gas (23) dicen que lo que más abun­da son las coope­ra­ti­vas de tra­ba­jo. Se bus­ca a les jóve­nes por­que son les que más se ani­man a las tareas difí­ci­les como los ope­ra­ti­vos Detec­tar pero tam­bién barri­do, lim­pie­za y cui­da­do del medio ambien­te. Y que con­se­guir un lugar en una coope­ra­ti­va es un pri­vi­le­gio por­que es tra­ba­jo regis­tra­do. “En el barrio hay mucha gen­te que en serio ayu­da, te da tra­ba­jo o mer­ca­de­ría”, dice Pame­la que vive en Ale­jan­dro Korn, tra­ba­ja en una fábri­ca de muz­za­re­lla y des­de hace ocho años jue­ga en el equi­po como arque­ra. “En este momen­to noso­tros, los jóve­nes, no pode­mos con­se­guir tan­to labu­ro por­que en la mayo­ría de los empleos del barrio piden expe­rien­cia y sali­mos de estu­diar sin eso, nos la rebus­ca­mos con lo que pode­mos”, afir­ma. Dice que un par de veces fue a visi­tar a Tehuel a su casa y a tomar unos mates, mien­tras eran com­pa­ñe­res del equi­po. “Él tenía el mis­mo sue­ño que todas, lle­gar a la selec­ción y jugar en un club gran­de, siem­pre hablá­ba­mos de fút­bol por­que la vida en la can­cha era nues­tra vida”, recuerda.

Aylén dice que Tehuel dejó el equi­po por la lesión en la rodi­lla pero tam­bién por­que no le alcan­za­ba para pagar el bole­to des­de San Vicen­te has­ta Korn. “Tehuel con­se­guía chan­gas: cor­ta­ba el pas­to, alba­ñi­le­ría, mozo, segu­ri­dad en fies­tas pri­va­das, Lo que salía lo apro­ve­cha­ba”, dice. “Una vez juga­mos un par­ti­do con­tra la pri­me­ra de Inde­pen­dien­te y el entre­na­dor de ellos le dijo que era uno de los mejo­res, que se pro­ba­ra pero al final no fue”, comenta.

Cer­ca del club en Ale­jan­dro Korn está la toma de tie­rras don­de Tehuel pen­sa­ba poner su casi­lla. Había sido una pro­me­sa de Ramos y él, que vivía en ese momen­to con su pare­ja en Gene­ral Rodrí­guez, deci­dió mudar­se a San Vicen­te de for­ma pro­vi­so­ria para res­pon­der con rapi­dez y ocu­par el terreno. La toma tie­ne 4 o 5 años de anti­güe­dad y hay varie­dad de casi­llas des­de pre­ca­rias has­ta de mate­rial y dos pisos. “La toma es muy gran­de, hay muchí­si­mas casas y le habían pro­me­ti­do un terreno ahí. Sé que si te dicen que tenés un terreno, tenés que plan­tar una casi­lla y que­dar­te. Lo que no podés hacer es meter­te, te lo tie­nen que decir”, cuen­ta Sole­dad, capi­ta­na del equi­po y coope­ra­ti­vis­ta en el pro­gra­ma Detec­tar. De Tehuel dice que siem­pre le pedía la cami­se­ta núme­ro 10 que usa la capi­ta­na y que ella nun­ca se la dio por­que había que ganár­se­la, aun­que sabe que con los goles en la can­cha, de algu­na mane­ra, se la había gana­do. “Pero le puse mi nom­bre solo para pelear­le, es buen com­pa­ñe­ro y siem­pre me pre­gun­ta­ba cómo hacía para jugar en clu­bes de AFA con mi her­ma­na”, dice.

obs­tácu­los invisibles

“A par­tir de la des­apa­ri­ción de Tehuel se hace evi­den­te, aún más, la nece­si­dad de tra­ba­jar del colec­ti­vo trans y ade­más que no es el pri­mer varón trans que des­apa­re­ce. Tene­mos el caso de San­tia­go (Can­ci­nos) en Sal­ta, no se lo bus­có y tam­po­co se res­pe­tó su iden­ti­dad auto­per­ci­bi­da”, dice Paux Gon­zá­lez Villán (36), de Saran­dí y acti­vis­ta de Conur­ba­nes No bina­ries. Entre los obs­tácu­los para acce­der al tra­ba­jo que enfren­tan las mas­cu­li­ni­da­des trans, según su mira­da, está el bina­ris­mo de géne­ro. “Que te digan que estás con­fun­di­do, que no res­pe­ten los pro­nom­bres, que haya baños por géne­ros” son gran­des difi­cul­ta­des. Paux tra­ba­ja en Anses, sin embar­go ingre­só antes de hacer su tran­si­ción y le cues­ta mucho que quie­nes lo cono­cen de antes res­pe­ten su iden­ti­dad. “Hace unos días pin­ta­mos un mural por Tehuel en la esta­ción Darío y Maxi de Ave­lla­ne­da, fue her­mo­so por­que cono­cí gen­te de mi terri­to­rio, me sien­to más acom­pa­ña­de”, afirma.

San­tia­go Valen­tino Coce­res (33) es de Mer­lo, varón trans, mili­tan­te de Trin­che­ra Ber­kins, de la mesa Pro­vin­cias Uni­das por Tehuel y cola­bo­ra­dor del equi­po jurí­di­co de su des­apa­ri­ción. Dice que la bús­que­da de Tehuel lo lle­vó a las mar­chas, al Obe­lis­co y que des­pués de que cua­tro com­pa­ñe­res die­ran posi­ti­vo en covid-19 se vol­ca­ron al acti­vis­mo en las redes y logra­ron for­mar una mesa con repre­sen­ta­ción fede­ral de 17 organizaciones.

“Cuan­do bus­cás tra­ba­jo te miran y te dicen “la”, o si no que­rés o no podés hor­mo­ni­zar­te hay una fal­ta de res­pe­to hacia tu iden­ti­dad que es tam­bién una for­ma de hos­ti­ga­mien­to. En lo per­so­nal, vine de San­ta Fe a los 18 años, estu­ve en la calle ven­dien­do, ejer­cí la pros­ti­tu­ción. Aho­ra tra­ba­jo en la línea 144 como ope­ra­dor del WhatsApp”, cuen­ta. Sin embar­go, seña­la que la mayo­ría de los varo­nes trans no con­si­guen tra­ba­jo for­mal o, si lo con­si­guen, es un desa­fío sos­te­ner­lo. “Hace poco con­tu­vi­mos a un com­pa­ñe­ro que tra­ba­ja­ba en una agen­cia de segu­ri­dad, los demás se ente­ra­ron que era trans y lo seguían al baño para ver si tenía pene. Dejó de tra­ba­jar allí, has­ta había escu­cha­do de una apues­ta para ver quién lo aga­rra­ba en el baño”, dice. La mayo­ría de los varo­nes trans que cono­ce no tie­nen tra­ba­jo o hacen chan­gas: men­sa­je­ría, ven­ta ambu­lan­te, car­to­neo o ven­ta de comi­das a domicilio.

“¿Y qué si Tehuel quie­re ser par­te de las fuer­zas poli­cia­les? ¿Por qué no? Te pue­de lle­gar a gus­tar y tam­bién podés que­rer ser par­te de un cam­bio, a veces la socie­dad te lle­va a eso, a que ten­gas que ser rudo y pue­de ser un sue­ño lle­gar a poli­cía o juga­dor de fút­bol pro­fe­sio­nal”, comen­ta Santiago.

Cami­la Asprea (20) es de Lanús, estu­dia tra­ba­jo social y es refe­ren­te de Con­cien­cia Popu­lar Lanús. Des­de que comen­zó la pan­de­mia orga­ni­za, entre otras cosas, ollas popu­la­res en los barrios. Dice que la fal­ta de tra­ba­jo es visi­ble entre les jóve­nes de su loca­li­dad, inclui­das las per­so­nas trans, que para todos los pues­tos se piden años de expe­rien­cia y es prác­ti­ca­men­te impo­si­ble acce­der al tra­ba­jo for­mal. “En este con­tex­to, la des­apa­ri­ción de Tehuel fue más invi­si­bi­li­za­da en los medios, no recuer­do nin­gu­na acti­vi­dad en con­cre­to en Lanús sobre este caso”, dice. 

Sebas­tián Saya­go (31) acom­pa­ñó asam­bleas por la apa­ri­ción de Tehuel via­jan­do des­de Ban­fi­eld a Capi­tal. Él es varón trans, está casa­do y tie­ne un empren­di­mien­to de buzos arte­sa­na­les. Con res­pec­to al acce­so al tra­ba­jo for­mal de les jóve­nes trans, dice que la mira­da pre­jui­cio­sa del que entre­vis­ta es un gran obs­tácu­lo. “No todos tene­mos la voz grue­sa, no todos pode­mos ser suma­men­te mas­cu­li­nos, algu­nos ni siquie­ra lo quie­ren ser por­que son no bina­ries, enton­ces siem­pre está ese pre­jui­cio y des­pués, el recha­zo”, dice.

No es fácil encon­trar las hue­llas de Tehuel De La Torre en sus terri­to­rios. Su pre­sen­cia se esfu­ma entre la vida nóma­de que le tocó, las raí­ces esqui­vas de sus tra­ba­jos infor­ma­les, el silen­cio de algu­nas ins­ti­tu­cio­nes de las que for­mó par­te. Mien­tras tan­to, el Esta­do ofre­ce recom­pen­sas y ras­tri­lla­jes, y las esta­cio­nes se lle­nan de lle­nan de son­ri­sas de Tehuel en blan­co y negro e infor­man que tenía pues­ta una cami­sa man­ga cor­ta color blan­co, un pan­ta­lón gris y una vise­ra del mis­mo color con deta­lles negros y zapa­ti­llas azu­les como si se tra­ta­ra de cosas incon­fun­di­bles, inse­pa­ra­bles, y una cam­pe­ra que ya no se busca.

Y estas últi­mas sema­nas en el Con­gre­so de la Nación mien­tras se vota­ba y apro­ba­ba el cupo labo­ral trans-tra­ves­ti, se gri­tó fuer­te su nombre.

Fuen­te Revis­ta Cri­sis, Foto­gra­fía: Gala Abramovich

Itu­rria /​Fuen­te

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