Argen­ti­na. La bala fácil con­tra el sufri­mien­to humano

Por Clau­dia Rafael, Agen­cia Pelo­ta de Tra­po, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de julio de 2021.

(APe).- Es Chano. Una mar­ca. Un apo­do que no nece­si­ta la acla­ra­ción del nom­bre com­ple­to para iden­ti­fi­car de quién se tra­ta. Y si no fue­ra Chano quien aho­ra está inter­na­do con un bala­zo en el estó­ma­go que impli­có extir­par par­te del pán­creas, el bazo y el riñón izquier­do y la per­fo­ra­ción del colon, nadie –o casi nadie- esta­ría hablan­do del tema que hoy ocu­pa la pri­me­ra pla­na de los diarios.

Es Chano y a pesar de ser Chano, de vivir en una suer­te de barrio cerra­do, de no pade­cer insu­fi­cien­cias mate­ria­les sino de las otras, reci­bió de lleno en su estó­ma­go ‑den­tro de su casa, don­de esta­ban su madre y varios médi­cos- un plo­mo que sólo el azar deter­mi­nó que no fue­se, has­ta aho­ra, mortal.

Hoy todos somos exper­tos en salud men­tal en los medios ante la his­to­ria de un hom­bre de casi 40 años, atra­ve­sa­do por una cri­sis psi­quiá­tri­ca y ago­bia­do por con­su­mos pro­ble­má­ti­cos, que fue víc­ti­ma del ale­gre gati­llo de poli­cías bonae­ren­ses. En cir­cuns­tan­cias en las que la lógi­ca, el sen­ti­do común, la expe­rien­cia en salud men­tal bus­ca­rían sedar al pacien­te con la inter­ven­ción de las per­so­nas adecuadas.

Pero nadie sabe qué hacer con un pibe con­su­mi­do, con una piba que­ma­da. Y todo con­clu­ye en la bifur­ca­ción del camino entre el encie­rro o la calle. Has­ta que las rejas o la bala, has­ta que el gol­pe o la cabe­za y el cuer­po con­su­mi­dos toman la decisión.

Es cla­ro que hoy,una madre, un padre, un her­mano o her­ma­na, un amor o una ami­ga o ami­go pen­sa­rán cien veces a quién lla­mar ante una cri­sis psi­quiá­tri­ca com­ple­ja de mane­jar. ¿A la mis­ma poli­cía que le dis­pa­ró de lleno y al estó­ma­go a “un famo­so” como Chano?

Es Chano, de casi 40 años. Y fue den­tro de su pro­pia casa que un poli­cía bonae­ren­se le dis­pa­ró a una dis­tan­cia esca­sa que le des­tro­zó órga­nos vita­les. Direc­to a la muer­te, pero esta vez no. Pare­ce la cró­ni­ca de una his­to­ria cual­quie­ra de los már­ge­nes, de esas que nun­ca o casi nun­ca se dis­cu­ten y que ‑des­de el con­cep­to trá­gi­co de una socie­dad que se fago­ci­ta- sue­len sin­te­ti­zar­se en el clá­si­co “uno menos”. Pero no lo es. Es Chano, San­tia­go Moreno Char­pen­tier. No se tra­ta ni de nin­guno de los 123 pibes que, duran­te 2020, for­ma­ron par­te de las víc­ti­mas “por uso letal de la fuer­za en terri­to­rio bonae­ren­se”, enun­cia­dos la sema­na pasa­da por la Comi­sión por la Memo­ria de la pro­vin­cia de Bue­nos Aires (CPM) cuan­do pre­sen­tó su infor­me anual. Ni tam­po­co se tra­ta de nin­gu­na de las “218 per­so­nas falle­ci­das en 2020 en el mar­co de inter­na­cio­nes por razo­nes de salud men­tal” o de cual­quie­ra de los “2 jóve­nes falle­ci­dos en 2020 en cen­tros de deten­ción bajo cus­to­dia del OPN­yA (Orga­nis­mo Pro­vin­cial de Niñez y Ado­les­cen­cia)”. Tam­po­co se tra­tó de nin­gu­na de las “19 per­so­nas falle­ci­das en 2020 en comi­sa­rías bajo cus­to­dia de la poli­cía bonae­ren­se” o de las “178 per­so­nas falle­ci­das en 2020 bajo cus­to­dia del Ser­vi­cio Peni­ten­cia­rio”. La CPM regis­tró duran­te todo 2020 “400 casos de vio­len­cia poli­cial que invo­lu­cran 577 hechos”.

Es Chano. No se tra­ta de Uli­ses Rial o de Eze­quiel Cor­ba­lán que –según des­cri­bió la Corre­pi- en junio del año pasa­do “iban en moto, cuan­do la poli­cía los qui­so dete­ner en un con­trol por la cua­ren­te­na. Se asus­ta­ron y huye­ron. Duran­te el ope­ra­ti­vo cerro­jo que rea­li­za­ron, un patru­lle­ro embis­tió el cos­ta­do de la moto. Uli­ses murió en el acto, Eze­quiel ago­ni­zó cua­tro días”.

Tam­po­co se tra­ta Lucas Verón, que en julio de 2020 –tal como des­cri­bía­mos enton­ces en esta agen­cia– “esta­ba estre­nan­do sus 18 en el conur­bano pro­fun­do –en pobla­dos cuyas calles tam­bién pisa­ba Luciano Arru­ga- y ya era madru­ga­da de vier­nes cuan­do uno o dos de los poli­cías que deci­die­ron per­se­guir­lo cuan­do iba a com­prar gaseo­sas, lo atro­pe­lla­ron, le dis­pa­ra­ron, lo ase­si­na­ron, inten­ta­ron dibu­jar la cau­sa y se escaparon”.

En noviem­bre del año pasa­do, la Corre­pi pre­sen­tó su infor­me anual que reco­gía un total de 411 víc­ti­mas de dife­ren­tes fuer­zas de segu­ri­dad en los enton­ces 344 días de ges­tión de Alber­to Fer­nán­dez. Las mate­má­ti­cas redu­cen esa cifra a un caso cada 20 horas que, de haber con­ti­nua­do has­ta tiem­po pre­sen­te, serían unos 681 hechos en 568 días de ges­tión albertista.

Las poli­cías siguen hoy, a 37 años de la recu­pe­ra­ción de la demo­cra­cia, a poco más de 90 des­de la intro­duc­ción de la pica­na eléc­tri­ca como herra­mien­ta de mar­ti­rio por par­te del hijo del poe­ta Lugo­nes, actuan­do con lógi­cas simi­la­res. No impor­ta para la apli­ca­ción de esas lógi­cas si hubo un deli­to, un con­su­mo pro­ble­má­ti­co o un deli­rio mís­ti­co en el medio de una cri­sis de angustia.

Se cono­ció en estos días un video, lue­go levan­ta­do de las redes, que mues­tra a la guar­dia de infan­te­ría chu­bu­ten­se en prác­ti­cas de entre­na­mien­to por las calles de Raw­son mien­tras can­tan: “pique­te­ro, pique­te­ro, ten cui­da­do, ten cui­da­do, en una noche muy oscu­ra a tu villa entra­ré”. A las cla­ras se des­nu­da que no se bus­ca pro­te­ger la segu­ri­dad de la pobla­ción sino que hay un enemi­go cla­ro a des­truir con cual­quie­ra de las herra­mien­tas a dis­po­si­ción. Por lo pron­to, según el can­ti­to poli­cial, en la oscu­ri­dad de la noche se irrum­pi­rá en bus­ca de los pique­te­ros en las barria­das más empo­bre­ci­das. Que a la hora de ingre­sar vio­len­ta­men­te podrá ser un pique­te­ro, un tra­ba­ja­dor, un con­su­mi­dor con­su­mi­do, un pibe con una birra en la esqui­na o un gru­po de mur­gue­ros ensa­yan­do en el pasi­llo de la villa.

A par­tir del cri­men de Juan Pablo Kukoc, por la espal­da, en las manos del poli­cía Luis Cho­co­bar, se ele­vó a su mata­dor a la cate­go­ría de jus­ti­cie­ro capaz de borrar de la super­fi­cie de la tie­rra a toda semi­lla del mal que pon­ga en ries­go el bien­es­tar de los bue­nos veci­nos. Cho­co­bar fue con­de­na­do a esca­sos dos años de pri­sión en sus­pen­so, a pesar de pro­bar­se que dis­pa­ró varias veces y por la espal­da a un joven que corría desarmado.

Cuan­do en 2013, un hom­bre de 33 años fue a la ori­lla del arro­yo que par­te en dos a la ciu­dad de Ola­va­rría, con un revól­ver cali­bre 22 y hun­di­do en una cri­sis depre­si­va, la poli­cía bonae­ren­se le impi­dió sui­ci­dar­se con un dis­pa­ro pre­ven­ti­vo que le pro­vo­có la muer­te. Si la his­to­ria no estu­vie­se teñi­da de tra­ge­dia, se podría decir que lo ayu­dó a cum­plir con su obje­ti­vo. El poli­cía fue absuel­to en el juicio.

Chano sigue en tera­pia inten­si­va en gra­ve estado.

Es Chano. No se tra­ta ni de Kukoc, un pibe cre­ci­do a los tum­bos, en los már­ge­nes de la ciu­dad más rica del país; ni de Tito Orte­ga, un tra­ba­ja­dor des­ocu­pa­do y depri­mi­do. No se tra­ta de un pibe ence­rra­do en un ins­ti­tu­to de meno­res y lle­va­do al sui­ci­dio o gol­pea­do has­ta la muer­te por los guar­dias. Es Chano y por eso hoy se dis­cu­te un caso de gati­llo fácil don­de la víc­ti­ma sobre­vi­ve. No se habla de los infi­ni­tos cha­nos sin renom­bre ni fama dise­mi­na­dos por villas y asen­ta­mien­tos, por barria­das popu­la­res hun­di­das en la des­me­mo­ria y sólo visi­ta­das cuan­do el Esta­do irrum­pe para repri­mir o para matar. Ni se habla de los infi­ni­tos cha­nos con la cabe­za esta­lla­da por el paco, por la bala per­di­da, murien­do la vida, jodi­dos, rejo­di­dos: Que no son, aun­que sean, como escri­bía el maestro.

Es Chano. Pero hay que traer a todos los cha­nos que no tie­nen un lugar sobre la mesa para redi­se­ñar hori­zon­tes. Para redi­bu­jar los cie­los que dejen de que­brar­les la his­to­ria sin más sali­da que la de la esqui­na malo­lien­te y el futu­ro esquivo.

Es hora.

Itu­rria /​Fuen­te

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