Argen­ti­na. Puentes

Por Ven­ce­re­mos, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 junio, 2021 

Entre ese 26 de junio y éste, hay un camino ondu­la­do. Como el humo que sube de las gomas que­ma­das sobre el asfal­to, de las made­ras que se amon­to­nan para ahu­yen­tar del pique­te al frío por un rato. La memo­ria es sinuo­sa, pero la sos­te­ne­mos con esfuer­zo, como un puen­te, para que pasen sobre ella lxs com­pa­ñerxs. Allí va Darío, con su son­ri­sa ancha. Allí está Maxi, con su pañue­lo al cue­llo. Y cada junio nos encar­ga­mos de traer­los con nosotrxs. Así como no se cam­bia de ban­de­ra, tam­po­co se aban­do­na a los muer­tos. Por más vien­to de fren­te que sople, por más posi­bi­lis­mos que nos ofrez­can, por más mal­me­nor que nos con­vi­den des­de los despachos.

Es junio de 2002, y la esce­na se repi­te en nues­tras reti­nas, se revi­ve en nues­tros cuer­pos. El pobre­río mar­cha para cor­tar el puen­te en el sur, y la esta­ción toda­vía se lla­ma Ave­lla­ne­da. El gobierno lan­za su ame­na­za. Se habla de sedi­ción, se dice que no se tole­ra­rán los pique­tes. La cla­que polí­ti­ca hace su des­fi­le: Aní­bal Fer­nán­dez, Feli­pe Solá, Juan José Álva­rez, el mis­mí­si­mo Eduar­do Duhal­de, y siguen las fir­mas: des­de el pero­nis­mo gober­nan­te se lle­gó a la Rosa­da sal­tan­do a tra­vés de una ven­ta­na y no se quie­re salir de igual manera.

La jor­na­da de lucha ese 26 se des­plie­ga en la vas­ta exten­sión del terri­to­rio. De las barria­das se lle­ga al pique­te en micros en tre­nes o a pie. Se pelea en las calles con­tra el ham­bre y pidien­do tra­ba­jo, pero tam­bién se repu­dia a un gobierno deva­lua­dor y al FMI. En el Puen­te Puey­rre­dón se des­ata la cace­ría. Allí están dece­nas de com­pa­ñerxs, en la pri­me­ra línea, ponien­do el cue­ro, ofre­cien­do su san­gre ante la bala­ce­ra. Un ope­ra­ti­vo con­jun­to de dis­tin­tas fuer­zas orques­ta­do en la Rosa­da arre­me­te sin con­si­de­ra­cio­nes. Gases, dis­pa­ros. Balas de plo­mo, que deja­rán 33 heridxs. Y el cri­men de Maxi­mi­liano Kos­te­ki, en ple­na esta­ción. Y Darío dete­nién­do­se en la corri­da, alzan­do su mano ante los ver­du­gos en un ins­tan­te que que­da­rá como un retra­to de la mise­ria de los ase­si­nos pero tam­bién de la gran­de­za mili­tan­te, de aque­llo que que­re­mos ser y por lo que pelea­mos. Darío alza su mano fren­te a las ita­kas de la bonae­ren­se y lo que se detie­ne es el tiem­po, hay un puen­te entre ese ges­to y nosotrxs. Un puen­te entre esa pri­me­ra línea pique­te­ra y el pue­blo avan­zan­do en la Pla­za Con­gre­so, pese a los tiros de la cana que apun­tan a la cara; un puen­te entre ese ges­to y lxs pibxs que en Chi­le desa­fían a los pacos, que tam­bién allá tiran a los ojos; entre aque­lla juven­tud y esta otra que se suble­va en las calles de Ecua­dor o de Colombia.

Sigue habien­do puen­tes entre ese 26 y este otro, tan dis­tin­tos pero her­ma­na­dos… en éste, don­de la pan­de­mia nos gol­pea y el ham­bre nos sigue apre­tan­do, don­de la pobre­za cas­ti­ga a más de la mitad de nuestrxs pibxs y los que gana­ban siguen ganan­do, y las aves de rapi­ña del FMI siguen sobre­vo­lan­do, y el gobierno les sigue pagan­do. Puen­tes entre la barri­ca­da y la poe­sía, entre el cora­je de Darío y Maxi y el de las luchas actua­les, entre la impu­ni­dad de ayer y los fun­cio­na­rios de hoy.

Nues­tras derro­tas no demues­tran nada, sal­vo que aún somos pocos quie­nes enfren­ta­mos la injus­ti­cia, diría un poe­ta hace medio siglo. “Cuan­do los que luchan con­tra la injus­ti­cia son vencidos,/no por eso tie­ne razón la injus­ti­cia”, agre­ga­ba. “Hay épo­cas en que la poe­sía sólo cono­ce las prác­ti­cas /​sub­ver­si­vas y los méto­dos pique­te­ros”, res­pon­de otro poe­ta, actual, y entre ellos tam­bién hay un puente.

Es 26 y mar­cha­mos hacia el sur. Por ahí cami­nan tam­bién Darío, Maxi, y resue­nan los ecos de luchas pasa­das, de obre­ros fabri­les, de los fri­go­rí­fi­cos, de luchas actua­les y otras por venir, de anar­cos y comu­nis­tas, de “cabe­ci­tas negras” que cru­za­ron el puen­te para irrum­pir en la pla­za, de pique­terxs, de ter­ce­ri­zadxs y jóve­nes que enfren­tan a la buro­cra­cia, como Mariano.

Es 26 y segui­mos pidien­do jus­ti­cia por Darío y Maxi, por­que los ase­si­nos de ayer tie­nen que estar en las cár­ce­les, y no en los minis­te­rios, en los des­pa­chos o en sus casas, don­de están hoy. Y por­que segui­mos pelean­do para que en la tie­rra del tri­go y las vacas, el pibe­río pue­da comer pan y tomar leche, para que algu­na vez la vida sea dig­na y pue­da ser una reali­dad; por­que habla­mos de cons­truir una socie­dad nue­va, socia­lis­ta, don­de los ros­tros de Darío y Maxi, como tam­bién el del Che, fla­meen no solo en nues­tras ban­de­ras y en los pique­tes, sino en la puer­ta de las escue­las o en las plazas.

Itu­rria /​Fuen­te

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