Argen­ti­na. Cró­ni­ca sobre Tehuel: Vivo se fue, vivo tie­ne que regresar

Por Gus­ta­vo Figue­roa, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de junio de 2021.

Tes­ti­mo­nio de Lucia­na Leyes

Espe­rar un reen­cuen­tro, una cami­na­ta por la pla­za, el aro­ma a la esen­cia de vai­ni­lla en los dedos de su com­pa­ñe­ro Tehuel.

A Tehuel le gus­ta jugar al fút­bol. Soña­ba jugar en la pri­me­ra de Boca Juniors, pero una lesión en la rodi­lla le trun­có el sue­ño a tem­pra­na edad. En la actua­li­dad, Tehuel tie­ne 22 años. Le gus­ta escu­char a Romeo San­to y Luciano Perei­ra. Tehuel apren­dió de chi­co a arre­glar bici­cle­tas con su padre Andrés y al poco tiem­po de cono­cer­se con su com­pa­ñe­ra Lucia­na se ganó el apo­do de Oom­pa Loom­pa. Con Lucia­na se cono­cie­ron por las redes socia­les. Inter­cam­bia­ron por algu­nos meses men­sa­jes por WhatsApp, has­ta que final­men­te deci­die­ron cono­cer­se. No pasó mucho tiem­po más has­ta que empe­za­ron a con­vi­vir. Deci­die­ron acom­pa­ñar­se. Seguir cono­cién­do­se en un mis­mo espa­cio, jun­to al bebé de Lucia­na, has­ta que, entre los tres, for­ma­ron una fami­lia. Pero con­se­guir un tra­ba­jo en épo­ca de ais­la­mien­to social y por­tan­do una iden­ti­dad trans en la Argen­ti­na pare­cie­ran ser dos esce­na­rios difí­ci­les de con­ci­liar. «Yo hacía ros­qui­tas y boli­tas de frai­le y él las salía a ven­der», me comen­zó rela­tan­do Lucia­na des­de su casa, mien­tras yo tomo nota de cada recuer­do, fra­se y pala­bra que me pro­nun­cia. En ese camino de sub­sis­ten­cia y resis­ten­cia se movía Tehuel. No se resig­na­ba ante el des­pre­cio y las impo­si­bi­li­da­des. Cuan­do la vida se ponía cues­ta arri­ba, Tehuel deci­día salir, insis­tir, bus­car un camino de feli­ci­dad lejos de la angus­tia y la incertidumbre.

«Duran­te su ado­les­cen­cia, en el secun­da­rio, esta­ban sus com­pa­ñe­ras que lo apo­ya­ban, pero él, por ejem­plo, siem­pre al for­mar­se se colo­ca­ba en la fila de hom­bres y era ahí cuan­do sus com­pa­ñe­ros se bur­la­ban de él». Tehuel tenía que salir a tra­ba­jar por­que la situa­ción en la que esta­ba jun­to a Lucia­na era apre­mian­te. Sin embar­go, los encuen­tros con los geren­tes y patro­nes no eran pro­me­te­do­res. «En una entre­vis­ta de tra­ba­jo le dije­ron que no lo podían tomar por­que se podía arre­pen­tir de ser trans y se podía que­dar emba­ra­za­da». Len­ta­men­te comen­zó a con­fi­gu­rar­se en la vida de Tehuel un patrón de vio­len­cia, un tra­to que sólo y apa­ren­te­men­te podía estar diri­gi­do a una per­so­na como él. Un his­to­rial de vio­len­cia que rápi­da­men­te nos expli­ca por­que Tehuel debía ele­gir en la actua­li­dad una acti­vi­dad auto­ges­ti­va y exi­gir­se via­jar duran­te la noche arries­gan­do su vida en un con­tex­to y en una socie­dad que no duda en colo­car en ten­sión y peli­gro a per­so­nas como él, inclu­so a pri­me­ra hora de la maña­na, duran­te una entre­vis­ta labo­ral o pasean­do una mas­co­ta en una pla­za familiar.

«Tehuel me avi­só que su ami­go Luis le había pro­pues­to un tra­ba­jo de mozo para un even­to. Así me lo dijo: ‘su ami­go Luis”». Con Luis, Tehuel no com­par­tió mucho. Se habían cono­ci­do en una mar­cha. Y sólo se comu­ni­ca­ban de tan­to en tan­to por temas labo­ra­les. Luis ya le había ofre­ci­do a Tehuel otro pues­to como mozo. «Yo esta­ba preo­cu­pa­da por Tehuel por­que era la pri­me­ra vez que él salía solo de noche. Siem­pre salía­mos jun­tos». Tehuel y Lucia­na solían salir a pasear con su bebé a una pla­za cer­ca­na. «¡Esta­mos com­pli­ca­dos!», le dijo Tehuel antes de deci­dir­se empren­der via­je hacia la loca­li­dad de Ale­jan­dro Korn den­tro del par­ti­do de San Vicen­te. Tenían que pagar la luz ‑que ya se había vencido‑, com­prar ali­men­tos para los tres y el hijo de Lucia­na comen­za­ba el jar­dín. «¡Nece­si­ta­mos el tra­ba­jo!», sin­te­ti­zó la con­ver­sa­ción Tehuel. Tehuel salió de su casa a las 19 hs, pero como el telé­fono de Lucia­na no anda­ba bien ella no podía cap­tar señal wi – fi, por lo que Tehuel no le envió un men­sa­je cuan­do subió al colec­ti­vo y tam­po­co cuan­do lle­gó a su des­tino. Fue al otro día cuan­do Lucia­na lo inten­tó lla­mar. Pero no tuvo res­pues­ta. El telé­fono esta­ba apa­ga­do. Lucia­na lo lla­mó duran­te todo el día. Inclu­so le pidió el telé­fono a la mamá de Tehuel para pro­bar des­de ese telé­fono tam­bién. Pero el telé­fono de Tehuel seguía apa­ga­do. El sába­do Lucia­na deci­dió acer­car­se a la comi­sa­ría de San Vicen­te y hacer la denun­cia. «En la comi­sa­ría me tra­ta­ron mal. Me dis­cri­mi­na­ron. Cuan­do les des­cri­bí a Tehuel, una mujer poli­cía me dijo ‘ah, pero es trans’ de una for­ma tan des­agra­da­ble y cho­can­te que toda­vía me acuer­do. Lue­go antes de irme, la mis­ma poli­cía me reco­men­dó hacer la denun­cia en Ale­jan­dro Korn que es final­men­te don­de des­apa­re­ció Tehuel».

Lucia­na par­ti­ci­pó de un alla­na­mien­to en la casa de Luis Ramos, el prin­ci­pal impli­ca­do en la des­apa­ri­ción de Tehuel. «Yo vi como los perros iban direc­to al baño. Por eso pedí que se revi­sa­rá el pozo del baño. En el patio encon­tra­ron la cam­pe­ra de Tehuel, el telé­fono que­ma­do y pre­ser­va­ti­vos usa­dos que están sien­do ana­li­za­dos». Tan­to la cam­pe­ra como el telé­fono fue­ron encon­tra­dos en el patio, mien­tras que los pre­ser­va­ti­vos fue­ron encon­tra­dos cer­ca del pozo del baño. Otra de las prue­bas con­tun­den­tes en la cau­sa es una foto­gra­fía que se tomó Ramos con Tehuel y una ter­ce­ra per­so­na (Oscar Mon­tes) duran­te el encuen­tro en esa casa. «En la foto yo lo veo ner­vio­so a Tehuel por­que cuan­do él se acer­ca las manos a la boca y se muer­de las uñas sig­ni­fi­ca que está ner­vio­so». Lucia­na y Tehuel habían esta­do en varias situa­cio­nes incó­mo­das. Lucia­na sabe de lo que habla. «Una tar­de sali­mos jun­tos y un gru­po de chi­cos nos empe­zó a decir cosas des­agra­da­bles. A Tehuel le dije­ron que deje de fin­gir, por­que él no tenía lo que ellos sí tenían. Llo­ra­mos de bron­ca y por la situa­ción. Pero cer­ca había tam­bién dos seño­ras mayo­res que nos alen­ta­ron y nos feli­ci­ta­ron». En ese vai­vén se movía Tehuel, antes de des­apa­re­cer. En ese vai­vén ver­ti­gi­no­so entre el des­pre­cio cons­tan­te y el abra­zo más tierno e ínfi­mo que dos abue­las pue­den ofre­cer como res­guar­do y aliento.

La memo­ria orga­ni­za los recuer­dos con un des­or­den inusual. Tres ros­qui­tas con azú­car bri­llan­do en el sol sobre una pla­za, un bole­ro tras­no­cha­do que habla de des­en­cuen­tros, una man­cha de mate sobre una gorri­ta ama­ri­lla con el logo de Nike, una pelo­ta que pica des­in­fla­da sobre una vere­da de bal­do­sas, una son­ri­sa que se pier­de en el movi­mien­to de un video de tik tok. Una pared del conur­bano bonae­ren­se con el inte­rro­gan­te, ¿dón­de está Tehuel? Un perro que se mue­ve veloz­men­te hacia el lugar que le seña­la su adies­tra­dor. Un telé­fono que sigue apa­ga­do. Dos hom­bres que se nie­gan a con­fe­sar. Dos per­so­nas sen­ta­das en el cés­ped, rién­do­se ante la cáma­ra que les devuel­ve una ima­gen que tras­cien­de la inti­mi­dad, el espa­cio pri­va­do y per­so­nal de sus vidas.

La visi­bi­li­dad de las iden­ti­da­des trans no pue­de seguir estan­do supe­di­ta­da a hechos de vio­len­cia y des­apa­ri­cio­nes for­za­das. «Vivo se fue, vivo tie­ne que regre­sar», insis­te Lucia­na con­ven­ci­da y segu­ra, anun­cian­do y pro­nun­cian­do alguien que espe­ra por su com­pa­ñe­ro para vol­ver a la pla­za, al camino de la ter­nu­ra en un mun­do y una socie­dad que se ha acos­tum­bra­do a cas­ti­gar la valen­tía de expre­sar y hacer públi­co lo que se es, en el tiem­po que sea, en el lugar que sea, con­tra todo pro­nós­ti­co, enfren­tan­do todas las impo­si­bi­li­da­des que están y segui­rán estan­do inclu­so en el futu­ro, sin nin­gún atis­bo de espe­ran­za. ¿Exis­te una acción y una deci­sión más genui­na, cohe­ren­te y movi­li­zan­te que está? En un mun­do que osten­ta que­dar­se dete­ni­do en el tiem­po ali­men­tán­do­se y vivien­do vidas digi­ta­li­za­das, empo­bre­ci­das con com­pues­tos sin­té­ti­cos, ¿cuán­tas per­so­nas pue­den per­mi­tir­se rei­vin­di­car quién se es en cada esqui­na, en cada pla­za, en cada entre­vis­ta de tra­ba­jo, en cada asis­ten­cia labo­ral, en cada aula, en cada cár­cel? A una per­so­na así bus­ca Lucia­na: se lla­ma Tehuel.

(sobre la foto­gra­fía Lucia­na me cuen­ta: «Ese día fui­mos a la pla­za de Tris­tán Suá­rez juga­mos con nues­tro nene y mien­tras lo hacía­mos hablá­ba­mos de tener una nena. Uno de los nom­bres que había­mos ele­gi­do era Sora­ya Stefania».)

Itu­rria /​Fuen­te

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