Vene­zue­la. Comu­nas, reaco­mo­dos y el cri­te­rio de des­truc­ción ori­gi­na­ria (I)

Por José Rober­to Duque. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de mayo de 2021.

Que­da­mos en que vamos a fun­dar ciu­da­des. La Ciu­dad Comu­nal será la ciu­dad del futu­ro, si los con­vo­ca­dos a cons­truir­la nos toma­mos la tarea y la misión en serio.

De los muchos mode­los de pro­ce­so civi­li­za­to­rio, o de fun­da­ción de ciu­da­des, que ha pre­sen­cia­do y pade­ci­do la huma­ni­dad, los dos más vio­len­tos, y por lo tan­to de resul­ta­dos más tajan­tes y visi­bles en cor­to tiem­po, han sido los per­pe­tra­dos por anglo­sa­jo­nes e his­pa­nos en terri­to­rio ame­ri­cano, copia de lo que esos mis­mos gru­pos huma­nos habían pade­ci­do y per­pe­tra­do duran­te mile­nios en Euro­pa, Asia y Áfri­ca. Paso a des­cri­bir esos dos mode­los, por­que, aun­que lo que esta­mos plan­tean­do en Vene­zue­la es, en sus líneas grue­sas, el mis­mo obje­ti­vo que per­si­gue­ron y con­si­guie­ron aque­llas dos visio­nes del mun­do, de la gue­rra y de la polí­ti­ca (la eli­mi­na­cion de un mode­lo de socie­dad y su sus­ti­tu­ción por otro) hay dife­ren­cias, difi­cul­ta­des, ven­ta­jas y des­ven­ta­jas que evaluar.

Pri­mer mode­lo. En Amé­ri­ca del Nor­te, la lógi­ca anglo­sa­jo­na se jac­ta de haber fun­da­do ciu­da­des don­de «no había nada». «Nada»: gru­pos huma­nos ori­gi­na­rios, la mayo­ría nóma­das, habi­tan­tes de pobla­dos móvi­les que no enca­ja­ban en el cri­te­rio euro­peo de «ciu­dad». La neu­ro­sis colec­ti­va de los colo­nos nor­te­ame­ri­ca­nos de la pri­me­ra mitad del siglo XIX los lle­vó a creer­se due­ños o suje­tos de un fulano «des­tino mani­fies­to», de una altí­si­ma misión divi­na con­sis­ten­te en apro­piar­se de todo lo que hubie­ra entre el océano Atlán­ti­co y el Pací­fi­co. Así, la expan­sión de la fron­te­ra hacia el «sal­va­je oes­te» con­sis­tió en arra­sar con vidas huma­nas, cul­tu­ras y for­mas orga­ni­za­das de con­vi­ven­cia, para par­ce­lar esos terri­to­rios y adju­di­cár­se­los a los nue­vos propietarios.

Las pri­me­ras avan­za­das ocu­rrie­ron en y con aque­llas famo­sas dili­gen­cias o filas de con­vo­yes que tan­to pro­mo­vió Holly­wood el siglo pasa­do, y las defi­ni­ti­vas median­te la pene­tra­ción del ferro­ca­rril. Este arti­fi­cio hay que des­cri­bir­lo sin esca­mo­tear­le nin­gu­na valo­ra­ción, por­que fue real­men­te asque­ro­so pero no es posi­ble des­co­no­cer su carác­ter de proeza o haza­ña: los obre­ros arma­ban un kiló­me­tro de vía férrea, y los vago­nes avan­za­ban sobre esas vías con más rie­les enci­ma; al lle­gar al final de la vía se baja­ban los hom­bres a armar otro kiló­me­tro de rie­les, y los vago­nes avan­za­ban; un tra­mo más de vías, otro peque­ño avan­ce. De tan­to en tan­to se que­da­ba un puña­do de aven­tu­re­ros y fami­lias de inva­so­res, y en esos con­glo­me­ra­dos don­de se hubo exter­mi­na­do o segre­ga­do a la pobla­ción indí­ge­na se fue sem­bran­do el ger­men de lo que en poco tiem­po fue­ron ciu­da­des, y toda­vía hoy lo son.

Segun­do mode­lo: el con­quis­ta­dor espa­ñol del siglo XVI vino, encon­tró cami­nos y pobla­dos, y sobre el tra­za­do de vías y comu­ni­da­des ya exis­ten­tes levan­ta­ron las suyas pro­pias. Toda­vía hoy los arqueó­lo­gos, e inclu­so agri­cul­to­res y cons­truc­to­res que por algu­na razón han debi­do remo­ver los sue­los, siguen encon­tran­do res­tos y rui­nas, seña­les y frag­men­tos de las socie­da­des que los espa­ño­les encon­tra­ron y aplas­ta­ron para levan­tar las suyas. En las ciu­da­des nor­te­ame­ri­ca­nas usted exca­va y sólo encuen­tra las pie­dras y la are­na del anti­guo desier­to; en las ciu­da­des espa­ño­las de Amé­ri­ca usted exca­va y encuen­tra pobla­dos indígenas.

La Revo­lu­ción Boli­va­ria­na se encuen­tra hoy con­vo­ca­da a rea­li­zar una tre­men­da haza­ña his­tó­ri­ca, que es la cons­truc­ción de Ciu­da­des Comu­na­les, paso nece­sa­rio rum­bo a la arma­zón de un Esta­do Comu­nal. La dife­ren­cia entre este pro­ce­so con los dos nom­bra­dos arri­ba es que en Vene­zue­la no se está pro­po­nien­do la des­truc­ción físi­ca de lo exis­ten­te, sino de un reaco­mo­do den­tro de lo que exis­te. El enun­cia­do de ese fenó­meno pue­de pare­cer­nos hon­ro­so o decep­cio­nan­te, gene­rar­nos aplau­so o des­ilu­sión, de acuer­do con nues­tros par­ti­cu­la­res nive­les o gra­dos de expectativa.

¿Qué tan pro­fun­das o qué tan rápi­das aspi­ra­mos que sean las trans­for­ma­cio­nes que plan­tea­re­mos? Vis­ta­zo rea­lis­ta, no media­ti­za­do por sue­ños o expec­ta­ti­vas dema­sia­do altas:

  • No está plan­tea­da la des­truc­ción físi­ca de las ciu­da­des capi­ta­lis­tas indus­tria­les, cons­trui­das sobre la piel de las ciu­da­des coloniales;
  • No está plan­tea­do el exter­mi­nio de las per­so­nas que se opo­nen a la evo­lu­ción de nues­tra socie­dad hacia un Esta­do Comunal;
  • No está plan­tea­do el éxo­do masi­vo des­de las ciu­da­des actua­les hacia nue­vos territorios;
  • No está plan­tea­do expe­ri­men­tar un nue­vo tipo de ciu­dad en terri­to­rios despoblados;
  • No está plan­tea­da la sus­ti­tu­ción de los pro­ce­sos vita­les de la ciu­dad capi­ta­lis­ta actual (fami­lia, escue­la, fábri­ca, igle­sia, ejér­ci­to, poli­cía, cácel, hospital);

En sín­te­sis, en la pro­pues­ta de Ciu­dad Comu­nal no está plan­tea­da la demo­li­ción vio­len­ta del tipo de ciu­dad pro­duc­to de la gue­rra, la segre­ga­ción, la explo­ta­ción y el saqueo de recursos.

No esta­mos par­tien­do del cri­te­rio de des­truc­ción ori­gi­na­ria: que­re­mos fun­dar lo nue­vo y lo sano, pero sin des­truir lo enfer­mo que exis­te. Enci­ma de un cuer­po enfer­mo, el nue­vo cuer­po, el del futuro.

Esta­mos pro­mo­vien­do un nue­vo tipo de con­vi­ven­cia, y los lla­ma­dos a ejer­cer y orga­ni­zar la Ciu­dad Comu­nal, que no debe pare­cer­se a la socie­dad capi­ta­lis­ta, somos noso­tros, suje­tos y gru­pos for­ma­dos en capitalismo.

Para el deba­te: ¿esta­mos plan­tean­do enton­ces la demo­li­ción del sis­te­ma capi­ta­lis­ta, el per­fec­cio­na­mien­to de sus pro­ce­sos (del capi­ta­lis­mo) o el len­to y gra­dual reaco­mo­do de la socie­dad, den­tro de las rui­nas de una socie­dad que toda­vía no muere?

LO QUE HAY

Aho­ra vamos a lo que hay. A la Vene­zue­la de ver­dad meti­da de lleno en el dise­ño y cons­truc­ción de comu­nas de ver­dad, de esas que a veces salen bien y a veces no tanto.

Miem­bros de comu­na vene­zo­la­na (Foto: Jesús Arteaga)

El dise­ño y cons­truc­ción de la Ciu­dad Comu­nal es una misión en pro­ce­so, con nive­les o gra­dos de desa­rro­llo des­igua­les en varias loca­li­da­des del país; en algu­nos luga­res hay comu­nas que fun­cio­nan, que mere­cen lla­mar­se de esa mane­ra; en otras par­tes hay gru­pos que poseen un papel en el que hace cons­tar, por medio de la pre­sen­te, que en sus res­pec­ti­vos terri­to­rios fun­cio­na una comu­na. Pero en la vida real no fun­cio­na ni exis­te ni los habi­tan­tes del terri­to­rio ni los pro­pios acti­va­do­res tie­nen muy cla­ro qué cosa es o debe ser una comuna.

La Ciu­dad Comu­nal, cuyo pro­yec­to de ley se dis­cu­te o debe­ría dis­cu­tir­se amplia, pro­fu­sa, vio­len­ta­men­te en este momen­to, vie­ne a ser un hito den­tro de esa misión macro. Ya los vene­zo­la­nos tene­mos algu­na expe­rien­cia en la ges­tión de Con­se­jos Comu­na­les, y en menor medi­da en esas ins­tan­cias admi­nis­tra­ti­vas lla­ma­das Comu­nas; aho­ra nos toca empren­der la cons­truc­ción de Ciu­da­des o Terri­to­rios Comu­na­les. Es la misión del cha­vis­mo y de toda Vene­zue­la en esta década.

He sido cons­cien­te­men­te anti­pá­ti­co y des­con­si­de­ra­do con lo que hemos hecho bajo la deno­mi­na­ción Comu­na, por­que es evi­den­te que no hemos dado el sal­to hacia la com­pren­sión de lo que es una comu­na: inclu­so los mili­tan­tes, par­la­men­ta­rios comu­na­les y otros acti­va­do­res no están del todo con­ven­ci­dos de que una comu­na no es y no pue­de ser un ente admi­nis­tra­ti­vo más del cha­vis­mo, sino un terri­to­rio, un espa­cio en el que vive gen­te que tra­ba­ja para la comu­na, gen­te que está en des­acuer­do con las comu­nas y gen­te a la que le da igual si eso don­de vive se lla­ma comu­na, parro­quia, villo­rrio o cam­po de concentración.

Así como duran­te 500 años fui­mos arrea­dos vil­men­te a vivir en unas uni­da­des demo­grá­fi­cas lla­ma­das parro­quias, y en ellas nos encon­tra­mos per­so­nas que detes­ta­mos el ori­gen ecle­siás­ti­co y medie­val de esa estruc­tu­ra, con gen­te a la que sí le pare­ce ché­ve­re o natu­ral vivir en una cosa don­de algu­na vez gober­nó un párro­co, y gen­te que ni siquie­ra ha pen­sa­do en eso ni le impor­ta, de la mis­ma mane­ra nues­tra gene­ra­ción está lla­ma­da a evo­lu­cio­nar hacia una uni­dad más diná­mi­ca, fun­cio­nal y par­ti­ci­pa­ti­va: la lógi­ca comu­ne­ra, el terri­to­rio comu­nal, la comu­na como for­ma de vida, y no solo como espa­cio para echar­se a jugar al ciu­da­dano iner­te que sigue pidien­do que el gobierno o la empre­sa pri­va­da le resuel­va los pro­ble­mas domésticos.

Es fácil y ade­más muy sen­sa­to pre­ver que ese desa­rro­llo segui­rá sien­do des­igual o hete­ro­gé­neo, por­que en las pobla­cio­nes de Vene­zue­la no exis­ten idén­ti­cas con­di­cio­nes obje­ti­vas y sub­je­ti­vas, así que no es via­ble espe­rar que todos los expe­ri­men­tos de Ciu­dad Comu­nal ten­drán idén­ti­cos resultados.

EL RECORRIDO

Antes de la pro­pues­ta con­cre­ta del lan­za­mien­to o pro­pues­ta for­mal de las comu­nas en 2009, ya el pue­blo vene­zo­lano, con­vo­ca­do y esti­mu­la­do por Hugo Chá­vez, había avan­za­do en una base o ejer­ci­cio ini­cial del queha­cer comu­ne­ro des­de 2006, año en que comen­zó la con­for­ma­ción y fun­cio­na­mien­to de los pri­me­ros Con­se­jos Comu­na­les. Y antes de la implan­ta­ción de ese queha­cer revo­lu­cio­na­rio de alcan­ce nacio­nal hubo un ante­ce­den­te o ejer­ci­cio ger­mi­nal en el muni­ci­pio Torres del esta­do Lara: la pro­pues­ta de Cons­ti­tu­yen­te Muni­ci­pal (2005), que no alcan­zó toda la pro­fun­di­dad que plan­tea­ron sus pro­po­nen­tes pero sir­vió como ejer­ci­cio de orga­ni­za­ción con con­te­ni­do comunero.

En tér­mi­nos más sim­ples o menos rim­bom­ban­tes, pue­de decir­se que los habi­tan­tes del muni­ci­pio Torres apren­die­ron a dise­ñar una Comu­na o núcleos comu­na­les, y más: demos­tra­ron ser capa­ces de ges­tar e inclu­so de «parir» comu­nas, pero no alcan­za­ron a desa­rro­llar­las o a «ver cre­cer al mucha­cho». La dis­cu­sión acer­ca de las razo­nes y cir­cuns­tan­cias que le pusie­ron lími­te o freno a ese expe­ri­men­to es aje­na al obje­to de este tex­to, así que aban­do­na­re­mos la nave­ga­ción por ese ramal espe­cí­fi­co del tema. Solo para cerrar: cuan­do se escri­ba la his­to­ria del avan­ce de Vene­zue­la hacia la socie­dad comu­nal o comu­ne­ra, habrá que men­cio­nar la expe­rien­cia de Caro­ra, con sus asam­bleas, sus pro­pues­tas y su Orde­nan­za Macro como el big bang de todo este asun­to. Por­que antes de Caro­ra ni el pro­pio Chá­vez (Hugo) había con­ce­bi­do una expe­rien­cia de esas carac­te­rís­ti­cas, por­que esa misión le tocó moto­ri­zar­la a otro Chá­vez (Julio, el alcal­de de Caro­ra en 2004 – 2008). Chá­vez, el coman­dan­te, enten­dió y apren­dió sobre el poten­cial orga­ni­za­dor de las comu­nas a pun­ta de las rabias y sobre­sal­tos que lo hicie­ron sufrir los locos mili­tan­tes en ese gigan­tes­co muni­ci­pio laren­se, fron­te­ri­zo con Fal­cón, Zulia y Trujillo.

Once años más tar­de se gene­ra otro foco de per­tur­ba­ción comu­ne­ra, esta vez en el muni­ci­pio Simón Bolí­var de Anzoá­te­gui (Bar­ce­lo­na y su peri­fe­ria). La dife­ren­cia más tajan­te de la comu­na bar­ce­lo­ne­sa con aquel expe­ri­men­to caro­re­ño es que ya en Bar­ce­lo­na había un lar­go entre­na­mien­to, mili­tan­tes orga­ni­za­dos o con ganas de orga­ni­zar­se, y de pron­to un alcal­de que enten­dió de qué se tra­ta­ba la juga­da: no de ator­ni­llar­se en el poder ni de con­so­li­dar una estruc­tu­ra (la alcal­día) sino de pro­ce­der a des­po­jar­la de algu­nas com­pe­ten­cias o potes­ta­des, para cedér­se­las a los comuneros.

Luis José Mar­cano, que así se lla­ma­ba el alcal­de (hoy dipu­tado de la Asam­blea Nacio­nal y pre­si­den­te de la Comi­sión de Desa­rro­llo de las Comu­nas) comen­zó por trans­fe­rir­les a las comu­nas que se mani­fes­ta­ran en dis­po­si­ción de hacer­lo, la ges­tión o admi­nis­tra­ción de la reco­lec­ción de dese­chos sólidos.

Este ámbi­to muni­ci­pal, y un caso espe­cí­fi­co den­tro del muni­ci­pio Simón Bolí­var de Anzoá­te­gui, fijan el lími­te de este artícu­lo en par­ti­cu­lar. En una entre­ga veni­de­ra, los comu­ne­ros y comu­ne­ras (más comu­ne­ras que comu­ne­ros) de la loca­li­dad de El Viñe­do habla­rán de estos mis­mos temas, pero des­de el ejer­ci­cio coti­diano de una comu­na de verdad.

Equi­po de inves­ti­ga­ción: J. Artea­ga, J.R. Duque, C. Vásquez.

Fuen­te: Misión Verdad

Itu­rria /​Fuen­te

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