Cuba. Pobres los igno­ran­tes que nos creen un pue­blo ingenuo

Por Miguel Cruz Suá­rez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de mayo de 2021.

A los débi­les de prin­ci­pios, a los que se dejan hip­no­ti­zar con las luces de neón del capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral, a aque­llos que, en su igno­ran­cia de la his­to­ria, no alcan­zan a com­pren­der que en la intran­si­gen­cia de este pue­blo ha esta­do su sobre­vi­da, debe­rían saber, tam­bién, que cual­quier con­ce­sión, tre­gua o con­sen­ti­mien­to, será sim­ple­men­te en vano.

A estas altu­ras, ¿a quién le que­dan dudas de que el obje­ti­vo úni­co y final de los enemi­gos his­tó­ri­cos de Cuba es que la Revo­lu­ción se ven­ga abajo?

A los débi­les de prin­ci­pios, a los que se dejan hip­no­ti­zar con las luces de neón del capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral, a aque­llos que, en su igno­ran­cia de la his­to­ria, no alcan­zan a com­pren­der que en la intran­si­gen­cia de este pue­blo ha esta­do su sobre­vi­da, debe­rían saber, tam­bién, que cual­quier con­ce­sión, tre­gua o con­sen­ti­mien­to, será sim­ple­men­te en vano. Nun­ca esta­rían con­for­mes con el dedo los que siem­pre han que­ri­do el cuer­po entero.

Nadie, con sim­ples cono­ci­mien­tos de his­to­ria, podría creer que serán feli­ces con una mor­di­da los que tan­to han soña­do con toda la fru­ta. Es de ilu­sos supo­ner que se con­for­ma­rán con la mitad del premio.

Para la actua­ción de Cuba, sea cual sea, no habrá aplau­sos de aque­llos que nos odian. En las gra­das del Coli­seo polí­ti­co don­de nos bati­mos, es difí­cil cam­biar la orien­ta­ción de los pul­ga­res, quie­ren el cuer­po sin vida del gla­dia­dor, y harán de todo por tra­tar de conseguirlo.

Los que recla­man cam­bios polí­ti­cos, o pos­tu­ras con­ci­lia­to­rias de la par­te cuba­na, ple­ga­da a un dise­ño extran­je­ro, saben muy bien que esas son pie­dras para alfom­brar el camino final de nues­tro socia­lis­mo. No caben inge­nui­da­des en tan vital asunto.

En cam­bio, esos mis­mos no reco­no­cen el dere­cho de Cuba a un diá­lo­go res­pe­tuo­so en igual­dad de con­di­cio­nes, ese que se ha pro­pues­to más de una vez, aun cuan­do este archi­pié­la­go tie­ne toda la moral del mun­do para fijar los tér­mi­nos a quie­nes lo blo­quean de un modo cri­mi­nal, sin otro argu­men­to cier­to que el acto geno­ci­da de inten­tar ren­dir a un país por ham­bre, enfer­me­da­des y miseria.

Hay muchas cosas que tene­mos que cam­biar, mane­ras que corre­gir, esque­mas que rom­per, cami­nos que per­fec­cio­nar, pero solo bajo el reco­no­ci­mien­to nues­tro y por deci­sión sobe­ra­na, nun­ca bajo el dic­ta­do de la pre­sión forá­nea o el chan­ta­je polí­ti­co, pues sería como expo­ner al ries­go los prin­ci­pios que no son nego­cia­bles, si es que se quie­re man­te­ner la inde­pen­den­cia que tan­to ha cos­ta­do conseguir.

Defen­der­se de tan avie­sas inten­cio­nes no deja már­ge­nes para tole­ran­cias melo­sas con aque­llos que reci­ben su paga mer­ce­na­ria y cum­plen la peno­sa misión de inten­tar soca­var una tran­qui­li­dad ciu­da­da­na que envi­dian muchos pueblos.

Ante todos los vien­tos en su con­tra, la Revo­lu­ción, pacien­te, ha sido capaz de con­ser­var el equi­li­brio y la mesu­ra; pero cui­da­do, bien lo dijo el Pre­si­den­te Díaz-Canel, hay un lími­te que el enemi­go no debie­ra atre­ver­se a tantear.

Fuen­te: Granma

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