Colom­bia. Fren­te a la bar­ba­rie, la esperanza

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de mayo de 2021.

Del dolor a la rabia, de la indig­na­ción a la lucha. Los trán­si­tos por los que cami­na­mos las muje­res están cada vez más lle­nos de razo­nes para salir a la calle. Hoy escri­bo estas pala­bras con un nudo en la gar­gan­ta, con la sen­sa­ción de una pér­di­da cer­ca­na, con la espe­ran­za viva y el fue­go ardien­do en el cora­zón. Me qui­to la más­ca­ra de perio­dis­ta neu­tral y obje­ti­va para seguir per­so­ni­fi­can­do el perio­dis­mo popu­lar, des­de aba­jo, el que cons­tru­ye y no le teme a la cen­su­ra. Hoy escri­bo para rei­vin­di­car a Ali­son, la últi­ma víc­ti­ma cono­ci­da de vio­len­cia sexual por par­te de la Poli­cía en Popayán.

Por Amé­ri­ca Niño*. Muchas reci­bi­mos esa noti­cia con pro­fun­do dolor: una mujer, menor de edad es abu­sa­da por agen­tes del Esmad y lue­go se sui­ci­da como resul­ta­do de esa bar­ba­rie, en el mar­co de las pro­tes­tas socia­les que hoy avi­van el fue­go del paro nacio­nal en Popa­yán. Tal vez muchas nos pre­gun­ta­mos en qué momen­to pue­de ser mi turno, por qué nues­tros cuer­pos siguen sien­do un terri­to­rio para la gue­rra, en qué con­tex­to pode­mos estar segu­ras y qué debe­mos hacer para dejar de ser víc­ti­mas de sus abusos.

Las cifras son alar­man­tes. Entre el 28 de abril y 18 de mayo Tem­blo­res ONG regis­tró 27 denun­cias de vio­len­cia sexual y de géne­ro en el mar­co del Paro Nacio­nal. Más que cifras, lo que hay detrás de cada vio­len­cia son vidas huma­nas des­tro­za­das por un enemi­go de cla­se, por un mons­truo voraz que devo­ra nues­tros cuer­pos como car­ne fres­ca y nos tira a la basu­ra para que mura­mos de ham­bre o de dolor. No es un secre­to para nadie que la fuer­za públi­ca defien­de los intere­ses del capi­tal, le intere­sa con­ser­var el esta­ble­ci­mien­to y ade­más encar­na lo peor del patriar­ca­do: se fun­da­men­ta en la supe­rio­ri­dad mas­cu­li­na, en la vio­len­cia y en la repre­sión, para man­te­ner un orden que solo bene­fi­cia a un puña­do de hom­bres ricos.

Fue­ron cua­tro agen­tes del Esmad los que el 12 de mayo abu­sa­ron de Ali­son en medio de la repre­sión duran­te las mani­fes­ta­cio­nes en Popa­yán; cua­tro que repre­sen­tan los valo­res de su ins­ti­tu­ción, por­que no son solo esos cua­tro que ade­más la arras­tra­ron a una patru­lla y la inter­na­ron en la Uni­dad de Res­pues­ta Inme­dia­ta ‑URI- en don­de pre­sun­ta­men­te la vio­la­ron, sino que son cien­tos de ellos que dis­pa­ran sin mise­ri­cor­dia con­tra jóve­nes des­ar­ma­dos, cien­tos que se satis­fa­cen del dolor ajeno por­que, sino no son ellos quie­nes se ensa­ñan con­tra el pue­blo y sobre los cuer­pos de las muje­res, son tes­ti­gos de doce­nas de abu­sos y callan.

Popayán 1

Ali­son no pudo con­te­ner el dolor de esa infa­mia y se qui­tó la vida. Segu­ra­men­te expe­ri­men­tó mucho dolor, mucho asco, mucha impo­ten­cia y pro­fun­da decep­ción. Su padre hace par­te de la poli­cía y segu­ra­men­te des­de niña le ense­ñó sobre el honor de su ins­ti­tu­ción, la mis­ma que hoy sabe­mos está man­cha­da de san­gre. Su padre, quien resul­tó dicien­do que debe espe­rar el resul­ta­do de las inves­ti­ga­cio­nes, no es más que otro patriar­ca inca­paz de tomar una pos­tu­ra con­tun­den­te fren­te a los abu­sos de sus com­pa­ñe­ros. Sin embar­go, y a pesar de su incom­pe­ten­cia, hoy las muje­res rodea­mos a Ali­son, rei­vin­di­ca­mos su muer­te como otra razón más para seguir inun­dan­do las calles de indig­na­ción, para seguir cons­tru­yen­do des­de el amor entre noso­tras, para seguir tejien­do peda­go­gías popu­la­res que no solo nos ense­ñen a defen­der­nos o a cui­dar­nos, sino que ade­más pro­fun­di­ce en la auto­crí­ti­ca mas­cu­li­na para reco­no­cer cual­quier expre­sión de violencia.

Ter­mino este tex­to rei­vin­di­can­do la lucha popu­lar, las barri­ca­das en las calles, las y los jóve­nes con la espe­ran­za viva y el cora­zón ardien­do que­rien­do que­mar los muros de la igno­mi­nia. Son ellas y ellos quie­nes han ins­pi­ra­do esta lucha que hoy nos tie­ne gri­tan­do al uní­sono ¡que viva el paro nacio­nal!, son ellas y ellos quie­nes han asu­mi­do como pro­pia la trans­for­ma­ción de la socie­dad por una más jus­ta y dig­na para todas. Hoy la espe­ran­za se sobre­po­ne a la barbarie.

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Popayán 2

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