Colom­bia. Duque y sus gene­ra­les die­ron la orden de tirar a matar /»Esto es una cacería»

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de mayo de 2021.

La vio­len­cia poli­cial regis­tra­da en las gran­des ciu­da­des colom­bia­nas alar­ma a la ONU y la UE

foto: Parien­tes y ami­gos de Nico­lás Gue­rre­ro, uno de los muer­tos en las pro­tes­tas con­tra la refor­ma tri­bu­ta­ria en la ciu­dad de Cali, se reúnen duran­te una vigi­lia en su honor. En video, las manifestaciones.LUIS

La noche del 3 de mayo será recor­da­da como una de las más dolo­ro­sas de las pro­tes­tas con­tra el Gobierno en Colom­bia. “Bási­ca­men­te esto es una cace­ría”, dice Luna Giral­do Galle­go, estu­dian­te uni­ver­si­ta­ria en la ciu­dad de Mani­za­les, que ha esta­do docu­men­tan­do la repre­sión de la poli­cía con­tra sus com­pa­ñe­ros. “Yo he sali­do todos los días a pro­tes­tar, des­de el 28 de abril, pero nada ha sido como lo de anoche”.

Des­de hace poco más de una sema­na, la repre­sión de la poli­cía y mili­ta­res en las calles ha sido docu­men­ta­da de for­ma alea­to­ria por ciu­da­da­nos como Galle­go, que con sus móvi­les denun­cian una vio­len­cia des­bor­da­da en los barrios tra­ba­ja­do­res de las mayo­res capi­ta­les: Bogo­tá, Mede­llín, Mani­za­les o Cali. La ONU y la Unión Euro­pea han mos­tra­do su preo­cu­pa­ción por estos abusos.

La ciu­dad de Cali ha sido una de las loca­li­da­des don­de la repre­sión ha sido más vio­len­ta. El 28 de abril, un poli­cía ase­si­nó a Mar­ce­lo Agre­do Inchi­ma, un chi­co depor­tis­ta de 17 años que for­ma­ba par­te de las pro­tes­tas con­tra la refor­ma tri­bu­ta­ria del Gobierno: des­pués de empu­jar a un poli­cía en una moto, el uni­for­ma­do le dis­pa­ró, y el cadá­ver del joven fue lle­va­do por unos pocos tran­seún­tes en páni­co. Días des­pués, en la noche del 2 de mayo, la poli­cía dis­pa­ró a Nico­lás Gue­rre­ro, un artis­ta de 22 años que gra­ba­ba enfren­ta­mien­tos entre los mani­fes­tan­tes y las auto­ri­da­des en el nor­te de la ciu­dad. “Yo escu­ché los dis­pa­ros y, aun­que pen­sé pri­me­ro que la poli­cía usa­ba armas de goma, en reali­dad era armas de fue­go”, cuen­ta Juan David Gómez, abo­ga­do que tam­bién fil­ma­ba las pro­tes­tas. “Resul­ta que a Nico­lás le dan en la cabe­za, la poli­cía apa­ga la luz de las calles, y yo esta­ba en una gaso­li­ne­ra que tenía luz. El mucha­cho tenía la cabe­za reven­ta­da. Murió a nues­tros pies, a los pies de 20 o 30 per­so­nas que lo auxi­lia­mos, y lo vimos ago­ni­zar. Es la pri­me­ra vez que veo un muer­to ante mis ojos”.

En Cali, todas las noches los celu­la­res se lle­nan de imá­ge­nes con­fu­sas sobre los nue­vos muer­tos por la repre­sión poli­cial. La noche del 3 de mayo, fue el turno de Kevin Anto­ni Agu­de­lo, 22 años, estu­dian­te uni­ver­si­ta­rio. El chi­co asis­tía a un even­to noc­turno para poner velas a los falle­ci­dos, como Mar­ce­lo. “Él murió ahí, al pare­cer, le dis­pa­ra­ron con un fusil”, dice Luis, su padre, a El PAÍS, sobre el ata­que de la poli­cía. “Un señor lo reco­gió, con su novia, y en el deses­pe­ro lo mon­ta­ron en una moto y lo lle­va­ron a un hos­pi­tal. Pero ya había muer­to”. Luis espe­ra que la Fis­ca­lía aho­ra haga un levan­ta­mien­to para poder ente­rrar­lo, pero no duda que va a poner una denun­cia con­tra la poli­cía por ase­si­nar a su hijo mayor.

“Mi otro hijo está des­tro­za­do acá en la casa por lo que le hicie­ron a su her­mano”, dice Luis entre lágri­mas. “Esta­ban hacien­do una vela­tón pací­fi­ca­men­te y si pro­tes­ta­ron es su dere­cho, por­que tie­nen dere­chos de pelear por un país mejor y que no les cie­rre la puerta”.

En esa mis­ma noche de repre­sión en Cali, varias dece­nas de poli­cías tam­bién agre­die­ron y dis­pa­ra­ron sus armas con­tra un gru­po de defen­so­res de dere­chos huma­nos –acom­pa­ña­dos por ofi­cia­les de la ONU– que veri­fi­ca­ban la situa­ción de per­so­nas dete­ni­das en una esta­ción de poli­cía. A las ins­ta­la­cio­nes acce­die­ron los dele­ga­dos de la Ofi­ci­na de la Alta Comi­sio­na­da de Nacio­nes Uni­das para los Dere­chos Huma­nos y de la Pro­cu­ra­du­ría mien­tras que, hacia las 20.40, los defen­so­res espe­ra­ban su turno para ingre­sar cuan­do los poli­cías comen­za­ron a incre­par­los y echar­los del lugar. En torno a un cen­te­nar de agen­tes salie­ron del lugar para rodear­los. “Nos gri­ta­ban que noso­tros no hacía­mos nada”, rela­ta Ana María Bur­gos, del Comi­té de Soli­da­ri­dad con los Pre­sos Polí­ti­cos, y en ese momen­to se pro­du­je­ron los pri­me­ros dis­pa­ros al aire. “Nos rodean, nos pegan, me tiran al sue­lo… sen­tí mie­do, temí por mi vida”, cuen­ta. “Nos iban a matar”, pro­si­gue. Hubo dis­pa­ros “al piso, al aire y a la huma­ni­dad de noso­tros, pero nos resguardamos”.

Los defen­so­res fue­ron soco­rri­dos por habi­tan­tes de la calle que sir­vie­ron como escu­dos huma­nos y un agen­te los ayu­dó a salir huyen­do del lugar. “Con­deno el ata­que de poli­cías con­tra un equi­po de socie­dad civil que esta­ba veri­fi­can­do abu­sos poli­cia­les en Cali. La Fis­ca­lía debe lle­var a los res­pon­sa­bles ante la jus­ti­cia”, decla­ró José Miguel Vivan­co, direc­tor para las Amé­ri­cas de Human Rights Watch, sobre el inci­den­te, que tam­bién fue con­de­na­do por la ONU. Duran­te las pro­tes­tas de la noche de este lunes en la ciu­dad de Cali murie­ron al menos cin­co per­so­nas y otras 33 resul­ta­ron heri­das según el alcal­de, Jor­ge Iván Ospina.

La peque­ña ciu­dad andi­na de Mani­za­les tam­bién vivió momen­tos de terror. Luna Giral­do, la estu­dian­te que ha docu­men­ta­do con sus ami­gos la repre­sión, cuen­ta que en la noche del miér­co­les un gru­po gran­de de per­so­nas hizo un plan­tón pací­fi­co en una pla­zo­le­ta de la Uni­ver­si­dad de Mani­za­les. “Como a las dos de la tar­de, la poli­cía nos empe­zó a rodear”, cuen­ta Giral­do. Los mani­fes­tan­tes con­ti­nua­ron pro­tes­tan­do –con can­tos, bai­les, pan­car­tas– pero hacia las seis de la tar­de sin­tie­ron que la ten­sión empe­za­ba a aumen­tar: un gru­po de “infil­tra­dos” (como los estu­dian­tes lla­man a poli­cías encu­bier­tos) empe­za­ron gol­pear vallas en la zona y “la poli­cía usó eso como excu­sa para gasear­los”, cuen­ta Giraldo.

Rodea­dos de gases lacri­mó­ge­nos, en medio del páni­co, los mani­fes­tan­tes corrie­ron hacia los barrios de Fáti­ma y Paler­mo, per­se­gui­dos por la poli­cía, has­ta que ocu­rrió uno de los even­tos más con­fu­sos de la noche: uno de los gases lan­za­dos por la poli­cía entró en un auto­bús de trans­por­te públi­co, asfi­xian­do a los ciu­da­da­nos que esta­ban allí sen­ta­dos. “Nor­mal­men­te los gases se lan­zan al sue­lo, pero en este caso la poli­cía los esta­ba tiran­do hacia arri­ba, hacia la gen­te”, dice Giral­do. “En ese bus había gen­te de todas las eda­des, se empe­za­ron a aho­gar, has­ta que los chi­cos de las pro­tes­tas rom­pie­ron los vidrios del bus para que el gas salie­ra. Cuan­do la poli­cía los vio rom­pien­do los vidrios, les gri­ta­ban que eran unos ván­da­los”. (Algu­nas per­so­nas del auto­bús fue­ron tras­la­da­das a hos­pi­ta­les, y has­ta el momen­to no se han repor­ta­do muer­tos por ese incidente)

“Los dis­pa­ros, muer­tos y heri­dos en Cali y en otras ciu­da­des, que han sido cons­ta­ta­dos por la Alta Comi­sio­na­da de Nacio­nes Uni­das para los Dere­chos Huma­nos, son inacep­ta­bles y nos pro­du­cen un hon­do dolor. Esta bar­ba­rie tie­ne que parar”, mani­fes­tó esta maña­na el sacer­do­te jesui­ta Fran­cis­co de Roux, pre­si­den­te de la Comi­sión de la Ver­dad sur­gi­da del acuer­do de paz que este año pre­sen­ta­rá su infor­me final. “Invi­ta­mos a con­ti­nuar en la movi­li­za­ción pací­fi­ca por la con­vi­ven­cia y la jus­ti­cia social como la mejor mane­ra de hon­rar su memo­ria”, dijo De Roux.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *