Vene­zue­la. Reali­da­des y sin­gu­la­ri­da­des del Alto Apu­re, ángu­lo sen­si­ble de la «gue­rra difusa»

Por Fran­co Viel­ma. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de abril de 2021.

El desa­rro­llo de la ope­ra­ción Escu­do Boli­va­riano 2021 ha teni­do un énfa­sis en la fron­te­ra con Colom­bia en el lado apu­re­ño, pro­du­cién­do­se cho­ques entre las fuer­zas regu­la­res vene­zo­la­nas con gru­pos arma­dos colom­bia­nos, entre ellas gru­pos cri­mi­na­les y fuer­zas lla­ma­das «disi­den­tes» de las Fuer­zas Arma­das Revo­lu­cio­na­rias de Colom­bia (FARC) supues­ta­men­te coman­da­das por Alias Artu­ro y Alias Fer­ley, quie­nes se ubi­can den­tro de la fac­ción que coman­da Gen­til Duarte.

Se ha denun­cia­do amplia­men­te que gru­pos irre­gu­la­res colom­bia­nos como Los Ras­tro­jos, Los Ura­be­ños, las Auto­de­fen­sas Gai­ta­nis­tas de Colom­bia (AGC), Águi­las Negras, el Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal (ELN), entre otras, han pro­yec­ta­do sus acti­vi­da­des en otros tra­mos de la fron­te­ra bina­cio­nal y hacia den­tro de Vene­zue­la, habi­da cuen­ta de que en diver­sas ins­tan­cias estos gru­pos han encon­tra­do finan­cia­mien­to y res­pal­do en las estruc­tu­ras logís­ti­cas y finan­cie­ras del narcotráfico.

La zona fron­te­ri­za es hoy un espa­cio difu­so don­de las fuer­zas regu­la­res vene­zo­la­nas han des­ple­ga­do per­so­nal y tareas de ase­gu­ra­mien­to del terri­to­rio nacio­nal, lo cual impli­ca el desa­rro­llo de la gober­nan­za y la rati­fi­ca­ción del legí­ti­mo mono­po­lio de las armas y la fuer­za por par­te del Esta­do venezolano.

Sin embar­go, el reco­no­ci­mien­to de la exis­ten­cia de una «fron­te­ra poro­sa», dicho así por las auto­ri­da­des vene­zo­la­nas, tie­ne muchas impli­ca­cio­nes que son opor­tu­nas expli­car para com­pren­der la com­ple­ji­dad de las reali­da­des fron­te­ri­zas y lo que impli­ca el pre­ten­di­do desa­rro­llo de una «gue­rra difu­sa» que podría esca­lar a fases arma­das y abier­tas con mayo­res impactos.

La estruc­tu­ra nar­co­tra­fi­can­te en los lla­nos colombianos

El terri­to­rio lla­ne­ro tie­ne par­ti­cu­la­ri­da­des en el desa­rro­llo del con­flic­to en Colom­bia. Los regis­tros de cho­ques, tole­ran­cia y en oca­sio­nes con­vi­ven­cia de gru­pos múl­ti­ples en Arau­ca, Vicha­da y Casa­na­re, refie­ren que ese tre­cho del terri­to­rio colom­biano sigue ceñi­do en bue­na medi­da al con­flic­to, inclu­so lue­go de los Acuer­dos de Paz de 2016.

Arau­ca es par­ti­cu­lar. Está atra­ve­sa­do por dos oleo­duc­tos que son estra­té­gi­cos para la acti­vi­dad petro­le­ra colom­bia­na y que en el pasa­do han sido obje­to de vola­du­ras por par­te de las guerrillas.

En 2019 la Defen­so­ría del Pue­blo de Colom­bia y el Ins­ti­tu­to de Estu­dios para el Desa­rro­llo de la Paz (Inde­paz) de ese país refi­rie­ron en un infor­me a las Auto­de­fen­sas Cam­pe­si­nas del Casa­na­re (ACC) como una fuer­za acti­va en Arau­ca, que, a dife­ren­cia de otros gru­pos, nun­ca se some­tie­ron al pro­ce­so de paz que «des­mo­vi­li­zó» a bue­na par­te de los para­mi­li­ta­res en el gobierno de Álva­ro Uribe.

Inde­paz tam­bién ha refe­ri­do en 2020 la exis­ten­cia de un pro­ce­so de migra­ción de las otro­ra estruc­tu­ras para­mi­li­ta­res, aho­ra lla­ma­das por el gobierno colom­biano como ban­das cri­mi­na­li­za­das (Bacrim). Una deno­mi­na­ción suma­men­te incom­ple­ta para cali­fi­car a fuer­zas beli­ge­ran­tes de dere­cha, como Los Ura­be­ños, Los Ras­tro­jos y AGC (ten­tácu­los del Clan del Gol­fo) y otros gru­pos que con­flu­yen en menor medi­da en el lugar.

Tam­bién, diver­sos regis­tros de las auto­ri­da­des vene­zo­la­nas sobre ingre­sos ile­ga­les de nar­co­avio­nes colom­bia­nos al cie­lo vene­zo­lano dan cuen­ta de esos ingre­sos por el lado apu­re­ño de la fron­te­ra, lo cual impli­ca que las estruc­tu­ras nar­co­tra­fi­can­tes tie­nen al llano colom­biano como una zona de des­pe­gues de des­pa­chos del nar­co­trá­fi­co, de ahí que la zona lla­ne­ra adquie­re cua­li­da­des logís­ti­cas estra­té­gi­cas que infie­ren la lucha de los gru­pos por el con­trol del territorio.

Exis­te ade­más una estruc­tu­ra com­ple­ja y mul­ti­na­cio­nal de la dro­ga, que fun­cio­na como un mode­lo de «fran­qui­cias» a favor de los cár­te­les mexi­ca­nos. Esto impli­ca para las estruc­tu­ras nar­co­tra­fi­can­tes colom­bia­nas el desa­rro­llo de «fran­qui­cias terri­to­ria­les» y cons­truc­ción de un apa­ra­to logís­ti­co des­de la siem­bra de hoja de coca, pasan­do por labo­ra­to­rios para la fabri­ca­ción del nitra­to de cocaí­na y has­ta las pis­tas de des­pe­gue de nar­co­avio­nes, o el zar­pe de lan­chas o narcosubmarinos.

Par­te de esas acti­vi­da­des tie­ne lugar en los lla­nos de Colom­bia a expen­sas de las par­ti­cu­la­ri­da­des del lugar, tan­to como de los gru­pos de inte­rés que están arma­dos in situ.

El Arau­ca, el Alto Apu­re y las fron­te­ras llaneras

El llano de Colom­bia y Vene­zue­la es, tal como sue­le decir­se en tie­rras lla­ne­ras, uno solo. Es una fra­se que refie­re la ausen­cia de líneas fron­te­ri­zas tra­tán­do­se del acer­vo, la tra­di­ción, los afec­tos, la cul­tu­ra y la «lla­ne­ri­dad».

En los lla­nos fron­te­ri­zos, el Alto Apu­re y el Arau­ca com­par­ten una fron­te­ra natu­ral, que es el río Arau­ca. Es una fron­te­ra que ade­más es move­di­za, dado que se tra­ta de una línea flu­vial, pre­ci­sa­men­te en zonas con sedi­men­tos que cam­bian la for­ma de los ríos y alte­ran con ello la línea fron­te­ri­za de mane­ra des­fa­vo­ra­ble y favo­ra­ble a ambos paí­ses en diver­sos tramos.

Al fon­do, puer­to de El Ampa­ro, esta­do Apu­re, Vene­zue­la, vis­to des­de Arau­qui­ta, Colom­bia (Foto: Jesús Hum­ber­to Mejía)

Esto se debe a la ausen­cia de una sóli­da polí­ti­ca de demar­ca­ción bina­cio­nal, estan­ca­da duran­te déca­das, y aho­ra que es urgen­te, es más toda­vía suma­men­te cues­ta arri­ba por el des­co­no­ci­mien­to de Colom­bia de las auto­ri­da­des legí­ti­mas de Vene­zue­la. Y esto impo­ne nue­vas singularidades.

Más allá de las fron­te­ras estric­ta­men­te terri­to­ria­les y sus demar­ca­cio­nes, exis­te la deno­mi­na­da «fron­te­ra social», que es el desa­rro­llo de víncu­los fami­lia­res, eco­nó­mi­cos, socio­cul­tu­ra­les, entre los habi­tan­tes de lado y lado de la frontera.

Estas rela­cio­nes his­tó­ri­cas sue­len ser favo­ra­bles a Colom­bia de mane­ras en que las seña­les de radio del Ejér­ci­to de Colom­bia inva­den el espec­tro radio­eléc­tri­co vene­zo­lano. Pero más allá de ese des­plie­gue pro­pa­gan­dís­ti­co, las reali­da­des fron­te­ri­zas y afi­ni­da­des extien­den las fron­te­ras a los aden­tros de los países.

La tie­rra lla­ne­ra tie­ne un énfa­sis que por topo­gra­fía y por inter­cul­tu­ra­li­dad lo faci­li­ta. La copla y el pasa­je lla­ne­ros son idén­ti­cos en lo musi­cal tan­to como la simi­li­tud de los terri­to­rios, des­de la desem­bo­ca­du­ra del río Cina­ru­co en el Ori­no­co has­ta los lla­nos orien­ta­les de Colom­bia adon­de nace. El muni­ci­pio Páez de Apu­re tie­ne un gen­ti­li­cio que es colom­biano y apu­re­ño, e igual­men­te Arau­qui­ta, del lado colom­biano, tie­nen un gen­ti­li­cio que tam­bién es venezolano.

La reali­dad de la zona es pro­pia de la reali­dad lla­ne­ra. Su voca­ción pro­duc­ti­va yace en la gana­de­ría exten­si­va, los gran­des potre­ros, el valor de la tie­rra por su capa­ci­dad de pro­du­cir bue­nos forra­jes que per­ma­ne­cen ver­des gran par­te del año y hacen de la acti­vi­dad gana­de­ra mucho más ven­ta­jo­sa en el sitio.

Ade­más, está la acti­vi­dad petro­le­ra de ambos paí­ses en una mis­ma cuen­ca común, que ha sido sepa­ra­da por las líneas fron­te­ri­zas. El comer­cio, de puer­to a puer­to, flu­ye entre El Ampa­ro-Guas­dua­li­to y Arau­qui­ta a modo de ciu­da­des geme­las sepa­ra­das por el río.

Las nue­vas reali­da­des en la zona

Hay nue­vas sin­gu­la­ri­da­des en el lugar. Una de ellas es el desa­rro­llo de todo un teji­do eco­nó­mi­co de nue­vo tipo que se ha ges­ta­do a par­tir de las nue­vas reali­da­des de la eco­no­mía venezolana.

His­tó­ri­ca­men­te la pobla­ción fron­te­ri­za ha teni­do una gran vita­li­dad y sim­bio­sis eco­nó­mi­ca, aho­ra exis­te la par­ti­cu­la­ri­dad de que el peso colom­biano y el dólar esta­dou­ni­den­se se mue­ve amplia­men­te. Si bien ha habi­do un detri­men­to del bolí­var y una pér­di­da de la sobe­ra­nía mone­ta­ria en la zona, tam­bién es cier­to que estas nue­vas gra­vi­ta­cio­nes mone­ta­rias han apun­ta­lan­do mucho las acti­vi­da­des, de mane­ra que aho­ra Arau­qui­ta es un sitio de ven­tas de mer­can­cías a comer­cian­tes vene­zo­la­nos de varias zonas lla­ne­ras que adquie­ren a bajo pre­cio (en pesos y dóla­res) para reven­der en Venezuela.

En otras pala­bras, las dis­tor­sio­nes mone­ta­rias que ha vivi­do el país han enca­re­ci­do tan­to los pre­cios de bie­nes en dóla­res que aho­ra los vene­zo­la­nos «bacha­quean» de Colom­bia a Venezuela.

El trá­fi­co ile­gal de com­bus­ti­bles, antes favo­ra­ble a Colom­bia, aho­ra se ha «equi­li­bra­do» por el con­tra­ban­do de com­bus­ti­bles des­de Colom­bia a Vene­zue­la, por la esca­sez del mis­mo en el lado venezolano.

La situa­ción eco­nó­mi­ca en Vene­zue­la ha impul­sa­do la fija­ción de los pre­cios de los bie­nes raí­ces en dóla­res. Estos pre­cios en dóla­res son cos­to­sos acor­de a los ingre­sos de los vene­zo­la­nos. En tér­mi­nos gene­ra­les, por la migra­ción vene­zo­la­na o por movi­mien­tos pro­pios y regu­la­res de la pobla­ción en el país, los bie­nes inmue­bles han ido bajan­do de pre­cio en dóla­res y muchos colom­bia­nos aho­ra los com­pran en Vene­zue­la, situa­ción que ha sido pal­pa­ble en todo el país.

Esta situa­ción se expre­sa en los lla­nos del Alto Apu­re median­te la com­pra de fin­cas. Muchos colom­bia­nos com­pran fin­cas del lado vene­zo­lano de mane­ra vertiginosa.

Tam­bién se ha denun­cia­do que gru­pos irre­gu­la­res han pre­sio­na­do a vene­zo­la­nos para la ven­ta de sus fin­cas, a favor de algún com­pra­dor colom­biano coop­ta­do por las mafias. De ahí que las con­di­cio­nes comer­cia­les de los inmue­bles han faci­li­ta­do la muta­ción exten­si­va de las pro­pie­da­des de colom­bia­nos en la zona del Alto Apure.

Otro ele­men­to de nue­vo tipo es el auge que ha teni­do el lado apu­re­ño de la fron­te­ra como pun­to de sali­da y de ingre­so al país en los últi­mos años, un fenó­meno nun­ca cono­ci­do en el lugar en los nive­les actuales.

Si bien los puer­tos entre El Ampa­ro y Arau­qui­ta han sido ruta de migran­tes pen­du­la­res de mane­ra his­tó­ri­ca, el flu­jo se ha ele­va­do de mane­ra suma­men­te con­si­de­ra­ble. Las razo­nes son muchas. El aumen­to de la migra­ción pen­du­lar (per­so­nas que van y vie­nen por perio­dos cor­tos de tiem­po por razo­nes labo­ra­les, comer­cia­les y fami­lia­res); el flu­jo migra­to­rio de ida y vuel­ta por esta­cio­nes o de mane­ra pro­lon­ga­da vía Colom­bia; el flu­jo de ida, o vuel­ta hacia, y des­de otros paí­ses sud­ame­ri­ca­nos; el flu­jo de ida o vuel­ta para el uso de aero­puer­tos en Colom­bia (más eco­nó­mi­cos en vue­los inter­na­cio­na­les que en Vene­zue­la), son todas razo­nes que suman en su conjunto.

Los pasos fron­te­ri­zos regu­la­res cerra­dos por la pan­de­mia o por dis­cre­ción de los gobier­nos, las tro­chas a Cúcu­ta o Puer­to San­tan­der (del lado tachi­ren­se en Vene­zue­la), las alca­ba­las, las res­tric­cio­nes, la inse­gu­ri­dad, la incer­ti­dum­bre, los abu­sos de fun­cio­na­rios, los abu­sos de tro­che­ros (vigi­lan­tes de tro­chas) e inclu­so la conec­ti­vi­dad para lle­gar a la fron­te­ra (medi­da en cos­tos y tiem­pos de via­je), han hecho aho­ra que salir o regre­sar por Arau­ca sea un gran atrac­ti­vo para muchos.

De ahí que se ha cons­trui­do un nue­vo alto flu­jo de via­jan­tes en esta zona que teó­ri­ca­men­te ha jus­ti­fi­ca­do la colo­ca­ción de ONG en el lado colom­biano, así como la pre­sen­cia de la Ofi­ci­na de la Alta Comi­sio­na­da de Nacio­nes Uni­das para los Refu­gia­dos (ACNUR) como par­te de un des­plie­gue «huma­ni­ta­rio» en el lugar.

Migran­tes vene­zo­la­nos y colom­bia­nos son reci­bi­dos en Arau­qui­ta, Colom­bia, por la Cruz Roja Inter­na­cio­nal (Foto: Fabián Yáñez /​Revis­ta Semana)
El ángu­lo sen­si­ble llanero

Las con­si­de­ra­cio­nes sobre las posi­bi­li­da­des de una pro­yec­ción del con­flic­to colom­biano a Vene­zue­la des­de este ángu­lo sen­si­ble, calan por cir­cuns­tan­cias e iner­cias his­tó­ri­cas en el lugar, que son de suma fer­ti­li­dad por la per­mea­bi­li­dad fron­te­ri­za. Tan­to los fac­to­res de vie­jo tipo, como los de nue­vo tipo, se con­ju­gan. Des­de la pre­sen­cia de irre­gu­la­res y accio­nes arma­das, como la esce­no­gra­fía huma­ni­ta­ria y ONG en el sitio, pro­mue­ven la inter­na­cio­na­li­za­ción de un inci­pien­te cua­dro de con­flic­to arma­do en el lado venezolano.

Las auto­ri­da­des vene­zo­la­nas han denun­cia­do el posi­ble inte­rés de los esta­dou­ni­den­ses de pro­mo­ver una refrie­ga a gran esca­la con Colom­bia, usan­do gru­pos irre­gu­la­res como fac­to­res «ter­ce­ri­za­dos». Este es un ele­men­to de peso para defi­nir el lugar como un espa­cio difu­so en construcción.

Lo que refe­ri­mos en este tex­to como «iner­cias socio-his­tó­ri­cas» con­sis­ten en cir­cuns­tan­cias de hecho (tan­to bue­nas como des­fa­vo­ra­bles para Vene­zue­la) que se han emplea­do por par­te de las fuer­zas irre­gu­la­res para inten­tar sedi­men­tar la gober­nan­za y la ins­ti­tu­cio­na­li­dad de Vene­zue­la en el sitio. La cons­truc­ción de «micro­go­bier­nos» de fac­to a car­go de gru­pos arma­dos, auna­do a las sim­bio­sis eco­nó­mi­cas, varias de ellas sus­ten­ta­das en acti­vi­da­des para­eco­nó­mi­cas e ile­ga­les, son en esen­cia pie­zas en la cons­truc­ción de una zona de inestabilidad.

Todas estas son cir­cuns­tan­cias his­tó­ri­cas y crea­das que son, en suma, un pun­to de aten­ción para el ejer­ci­cio de la segu­ri­dad estra­té­gi­ca de Vene­zue­la. Las cla­ras manio­bras de disua­sión y ejer­ci­cio de fuer­za legí­ti­ma vene­zo­la­na regis­tra­dos en días recien­tes en el lugar, dan cuen­ta de la cla­ri­dad sobre el asun­to, sus com­po­nen­tes, sus ries­gos y sus derivaciones.

Fuen­te: Misiòn Verdad

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