Nación mapu­che. Gri­to de dolor: «Un río de fue­go se lle­vó a Sixto»

Por Marilyn Cañio. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de mar­zo de 2021.

Esto que esta­mos vivien­do es una pelí­cu­la de terror. Hace dos días per­di­mos a un vecino, Six­to Gar­cés, que era tra­ba­ja­dor rural. Esta­ba pas­to­rean­do ani­ma­les en una zona de bos­que a cam­po abier­to; la gen­te del lugar apro­ve­cha el pas­to de la cor­di­lle­ra para que los ani­ma­les ocu­pen esos terri­to­rios has­ta que lle­ga el invierno. Ante­ano­che esta­ba todo lleno de humo, no había for­ma de ver por­que esta­ba en el medio del cam­po; esta­ba todo oscu­ro y en un segun­do se que­mó todo. No hubo tiem­po de reac­ción; para peor, son bos­ques inac­ce­si­bles y cual­quier per­so­na pue­de per­der­se con mucha faci­li­dad. Por eso, mi her­mano y fami­lia­res de Six­to salie­ron a bus­car­lo… Encon­tra­ron su cuer­po, sin vida, y por siem­pre que­da­rá el dolor de ese momento.

El incen­dio comen­zó el domin­go pasa­do en Mai­llín Cumé, en el lími­te entre Chu­but y Río Negro. El lunes, el fue­go lle­gó a El Mai­tén y el mar­tes arra­só con todo. Yo lla­ma­ba a Defen­sa Civil pidien­do auxi­lio, por­que está­ba­mos rodea­dos por el fue­go lite­ral­men­te, y me decían: “Tiren la mayor can­ti­dad de agua y auto­eva­cúen­se”. ¿Cómo íba­mos a hacer­lo, si no tenía­mos ni luz para acti­var las bom­bas? Cuan­do lla­mé a la Poli­cía, me aten­dió una chi­ca en esta­do de shock que me res­pon­dió que no sabía qué decir­me; todo esta­ba mal y con­vul­sio­na­do. Denun­cia­mos que empe­zó a lle­gar el fue­go a la Comu­ni­dad alre­de­dor de las 8 de la noche, y el cua­dro de la situa­ción era espan­to­so: un río de fue­go con lla­mas no para­ba de correr a la velo­ci­dad del vien­to, un infierno que baja­ba feroz­men­te por la mon­ta­ña. Si se hubie­ran con­cen­tra­do todas las fuer­zas en apa­gar los focos en ese momen­to, qui­zás las con­se­cuen­cias no habrían sido tan graves.

Por par­te de la Muni­ci­pa­li­dad de El Mai­tén no reci­bi­mos asis­ten­cia, ni siquie­ra nos lla­ma­ron para ver saber cómo está­ba­mos ni envia­ron al cuer­po de bom­be­ros para com­ba­tir el fue­go. Nues­tra pro­pia comu­ni­dad fue la que hizo fren­te a esta situa­ción des­de el prin­ci­pio: las mis­mas per­so­nas que siem­pre le pone­mos el cuer­po al desas­tre. Las y los veci­nos, jun­to con las comu­ni­da­des mapu­che y gen­te de otras loca­li­da­des, nos auto­con­vo­ca­mos: pusi­mos las herra­mien­tas, des­de mache­tes y palas has­ta com­bus­ti­ble, para hacer fun­cio­nar las bom­bas de agua y las moto­sie­rras. Inclu­so mi padre, que tie­ne 74 años, no podía que­dar­se quie­to al ver cómo todo se redu­cía a ceni­zas y se sumó a com­ba­tir el fue­go. Aho­ra esta­mos sin luz y sin agua, pidien­do que regu­la­ri­cen la situa­ción de for­ma urgen­te. Nece­si­ta­mos que lle­gue per­so­nal con la ropa y el equi­pa­mien­to ade­cua­do, por­que no pode­mos expo­ner­nos a los incen­dios y no que­re­mos lamen­tar otra muer­te más. La res­pon­sa­bi­li­dad del con­trol del fue­go no es de la comu­ni­dad, es del Estado.

¡Nos esta­mos muriendo!

Por favor, no mire­mos para otro lado.

(Marilyn Cañio es voce­ra de la comu­ni­dad mapu­che Lof Cañio en Chubut)

Fuen­te: La Gar­gan­ta Poderosa

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