Esta­do Espa­ñol. 8M, daños cola­te­ra­les y pendencias

Por Rafael Cid, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de mar­zo de 2021.

No yerra. Ni escam­pa. La ges­tión del 8M ha segui­do la mis­ma tóni­ca tor­ti­ce­ra, men­daz y opor­tu­nis­ta que duran­te la pan­de­mia. Todos para uno pero nun­ca uno para todos. Si con la cri­sis del coro­na­vi­rus pasa­mos de la auto­cra­cia en el fon­do y el des­po­tis­mo en las for­mas a la cogo­ber­nan­za de si me con­vie­ne a mí, la posi­ción de las auto­ri­da­des res­pec­to a los actos para con­me­mo­rar el Día Inter­na­cio­nal de la Mujer ha man­te­ni­do idén­ti­co cli­ché. Con la mis­ma vara de medir 17 polí­ti­cas sani­ta­rias dis­tin­tas, y en oca­sio­nes dis­tan­tes, res­pec­to al con­trol del dicho­so «bicho», se han tasa­do las cele­bra­cio­nes del 8M (apar­te de esas puer­tas gira­to­rias que se cie­rran si el que se des­pla­za es oriun­do, aun­que esté vacu­na­do y/​o ten­ga una PCR nega­ti­va, y se abren de par en par para el foras­te­ro-turis­ta por tie­rra, mar y aire). Como los pimien­tos de Padrón, unas picas y otras no. En el espe­ran­to admi­nis­tra­ti­vo eso sig­ni­fi­ca: stop en Madrid a las mani­fes­ta­cio­nes y con­cen­tra­cio­nes anun­cia­das (es un dere­cho fun­da­men­tal que no pre­ci­sa auto­ri­za­ción del poder de turno) y vía libre para las del res­to del país.

Pare­ce fru­to del capri­cho de los man­da­ma­ses, pero dicho y hecho. Las mis­mas, casi cal­ca­das, comu­ni­ca­cio­nes de las orga­ni­za­cio­nes con­vo­can­tes (con sus res­pec­ti­vos con­tro­les de dis­tan­cia social, afo­ro, mas­ca­ri­llas y demás) que no reci­bían repa­ro alguno de los dele­ga­dos del Gobierno de las res­tan­tes auto­no­mías, cose­cha­ban en la capi­tal un sor­pren­den­te «no pro­ce­de». Ni a los gru­pos femi­nis­tas ni a los sin­di­ca­tos (con todo su apa­ra­to y para­fer­na­lia) se les per­mi­tía salir a la calle para expre­sar su adhe­sión al 8M. Cosa insó­li­ta, por­que el Esta­do de Alar­ma no habi­li­ta a prohi­bir el dere­cho de reu­nión, expre­sión o mani­fes­ta­ción, y sí tan solo a limi­tar­lo (art.7 de la Ley Orgá­ni­ca regu­la­do­ra), pre­via fun­da­men­ta­ción razo­na­da de esa cons­tric­ción. Y por ese ata­jo fue­ron los miem­bros del Tri­bu­nal Supe­rior de Jus­ti­cia de Madrid (sobre­di­men­sio­nan­do la Ley de Sani­dad), que con rara una­ni­mi­dad des­es­ti­ma­ron los recur­sos pre­sen­ta­dos con­tra la deci­sión de José Manuel Fran­co, esque­je del Eje­cu­ti­vo en la CAM y a la vez secre­ta­rio gene­ral de los socia­lis­tas madrileños.

Una extra­va­gan­cia por­que la medi­da de Fran­co, deci­sio­nis­mo puro y duro, fue en reali­dad fru­to de una rec­ti­fi­ca­ción inex­pli­ca­ble por inex­pli­ca­da, dado que días antes había dado el nihil obs­tat a esas movi­li­za­cio­nes con la sola con­di­ción de que su afo­ro no supe­ra­ra las 500 per­so­nas. Don­de dije digo digo Die­go, por ser yo quien soy. Por­que ni que decir tie­ne que cuan­do emi­tió esa pri­me­ra pro­vi­den­cia lo hizo con­si­de­ran­do todos los expe­dien­tes apor­ta­dos por las par­tes intere­sa­das (infor­mes sani­ta­rios de la CAM y de las orga­ni­za­cio­nes femi­nis­tas). Y aquí hay un hecho insó­li­to, digno de la socie­dad del tra­bu­co. Hacien­do honor a su ape­lli­do, el dele­ga­do del Gobierno en la Villa y Cor­te, al des­men­tir­se, pudo haber ido en con­tra de sus pro­pios actos (“veni­re con­tra pro­prium fac­tum nulli con­ce­di­tur”, des­de el dere­cho romano). A sim­ple vis­ta, un oxí­mo­ron. Sal­vo error u omi­sión, y a fal­ta de cono­cer en deta­lle la doc­tri­na ofi­cial de ese bume­rán, lo dic­ta­do por Fran­co cabría en un «ilí­ci­to legal». Un poten­cial abu­so de dere­cho con­tem­pla­do en el Códi­go Civil, que ni el Supre­mo (REC.2577/2099) ni el Cons­ti­tu­cio­nal (STC 731988) han deja­do de reiterar.

Supon­dría un auto­gol a la segu­ri­dad jurí­di­ca y la tute­la judi­cial efec­ti­va, fran­quis­ta por más señas, con los datos hoy dis­po­ni­bles, por­que el mar­gen para jus­ti­fi­car tama­ña «enmien­da» es muy estre­cho y excep­cio­nal. En cual­quier caso, de lo que no cabe dura es del carác­ter par­ti­dis­ta de lo actua­do. Pero en esta oca­sión en ver­sión con­cu­rren­cia de debi­li­da­des entre opues­tos. El cerro­ja­zo al 8M en Madrid ha sido per­pe­tra­do en dis­cre­to tán­dem por el PSOE y el PP, como demues­tra el calu­ro­so aplau­so de la pre­si­den­ta de la comu­ni­dad Díaz Ayu­so al dele­ga­do del Gobierno por su acti­tud nega­cio­nis­ta. Segu­ra­men­te debi­do a que en el terri­to­rio mora­do ambos par­ti­dos, aun­que por moti­vos dis­tin­tos, tie­nen un mis­mo adver­sa­rio. El PSOE por­que quie­re impe­dir que UP se acti­ve lide­ran­do el femi­nis­mo mili­tan­te (por algo se deno­mi­na Uni­das Pode­mos, con el géne­ro por ban­de­ra), con el cau­dal de votos que eso con­lle­va, y del lado de los «caye­ta­nos» por ver en ello una influen­cia per­tur­ba­do­ra del vetus­to tra­di­cio­na­lis­mo que defienden.

No tie­ne razón, sin embar­go, Ire­ne Mon­te­ro, al acu­sar uni­la­te­ral­men­te a la dere­cha de lo ocu­rri­do en Madrid, y mucho menos en decir que la prohi­bi­ción «cri­mi­na­li­za» a las muje­res, otor­gán­do­se una repre­sen­ta­ción uni­ver­sal que no tie­ne. La deci­sión de Fran­co, en con­tra de lo admi­ti­do en el res­to de las comu­ni­da­des, pre­juz­ga e infan­ti­li­za al movi­mien­to femi­nis­ta madri­le­ño como gen­te irres­pon­sa­ble, inca­paz de ase­gu­rar las medi­das para evi­tar el con­ta­gio duran­te las cele­bra­cio­nes del 8M. Mon­cloa, vía Fran­co, impi­dió que el acti­vis­mo femi­nis­ta se visua­li­za­ra, una vez más, como un pode­ro­so arse­nal polí­ti­co en manos de UP. Por si que­da­ra algu­na duda de esa estra­te­gia abra­si­va, ahí que­da la sor­pre­si­va irrup­ción de Pedro Sán­chez en el minis­te­rio de Igual­dad el mis­mo 8M. Que sir­vió al pre­si­den­te para chu­par cáma­ra en todas las tele­vi­sio­nes y de paso pos­ter­gar a la anfi­trio­na de la casa, Ire­ne Mon­te­ro, arrin­co­nán­do­la en el papel de adve­ne­di­za telonera.

Fuen­te: Kaosenlared.

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