Argen­ti­na. Len­ta caí­da del progresismo

Por Car­los Bal­ma­ce­da, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de febre­ro de 2021.

foto: Hora­cio Verbitsky

Como si fue­ra una avi­va­da lo cuen­ta. En plan “le di el regis­tro con un bille­te de 500 aden­tro y el cana aga­rró via­je enseguida”.

Pero en vez de eso dice “lo lla­mé a mi ami­go Ginés Gon­zá­lez Gar­cía, del que soy ami­go mucho antes de que…” y lue­go cuen­ta el deta­lle, el piso don­de se la die­ron, la incon­ve­nien­cia para un anciano de ir has­ta el Posa­das, don­de has­ta deja caer un “está al lado de la villa Car­los Gar­del” que se esta­cio­na a dos pasos del mote­jo clasista.

Sesen­ta y cin­co años de perio­dis­mo, de escri­tu­ra, de cono­cer al dedi­llo el peso de cada pala­bra y cada silen­cio, y de pron­to, como un babie­ca, anun­cia que se ha vali­do de la con­fian­za de un “ami­go” y de paso, reve­la toda una tra­ma de corrup­ción, pero no que­da afue­ra, sino que se expo­ne como el corruptor.

Horacio Verbitsky, agente doble
El joven Hora­cio Ver­bitsky y Juan Domin­go Perón, con la dedi­ca­to­ria de este

Ayer, un rati­to antes de esto, alguien me cuen­ta cuan­do estu­vo en lo de Gar­cía, ¿ese que diri­gió Ámbi­to, te acor­dás? Ese que le rega­la a cada invi­ta­do una bote­lla de vino, el de las alas de avión, y el tipo, le dice “no, no acep­to rega­los”, pero así, no por des­pre­ciar­lo a él, sino como una regla de oro que tiene.

Así que el tipo que no acep­ta una bote­lla de vino en cáma­ra, mue­ve influen­cias minis­te­ria­les para vacunarse.

Como siem­pre ha sido hom­bre dado a las ope­ra­cio­nes, algu­na vez se la aga­rró con el eco­no­mis­ta y espe­cia­lis­ta tan­gue­ro Julio Nud­ler, y por una inter­na del dia­rio, lo demo­lió a puro des­tra­to, aun­que el otro ya esta­ba raí­do por el cáncer.

Pri­vi­le­gia­do con los tres capi­ta­les, pero sobre todo con el inte­lec­tual y social, como que es hijo de Ber­nar­do y sobrino de otro que le dio a la plu­ma segui­do en cine y tea­tro, el tipo hizo una carre­ra res­pe­ta­ble ya en demo­cra­cia, des­pués de des­pun­tar la mili­tan­cia revo­lu­cio­na­ria en Mon­to­ne­ros, de don­de salió con­ver­ti­do en un líbe­ral, como más de una vez se defi­nió, así, con el acen­to en la “i”, que es el modo en que los yan­quis se dicen cuan­do son social­de­mó­cra­tas, es decir del par­ti­do demó­cra­ta, un poco corri­do a la izquier­da, algo de Ber­nie San­ders y has­ta ahí de Ralph Nader.

Sobre su cabe­za cir­cu­ló y cir­cu­la­rá la espe­cie de su lazo con un como­do­ro, un libro escri­to para la Fuer­za Aérea, la suer­te de sal­var su vida sin haber sali­do del país, cuan­do la mayo­ría de sus com­pa­ñe­ros fue­ron muer­tos. De ahí que el mote de ser­vi­cio lo acom­pa­ña de lejos, y aho­ra, jus­ti­cie­ra­men­te refor­za­do, lo por­ta­rá has­ta la tumba.

De sus últi­mos odios per­so­na­les, se lle­va las pal­mas su obce­ca­da cru­za­da con­tra el papa Fran­cis­co, espe­cie refu­ta­da en gran par­te por el sóli­do tra­ba­jo de Aldo Duz­de­vich, que de paso, tam­bién rees­cri­bió la saga de Ezei­za, vol­vien­do sobre el cómpu­to de muer­tos y heri­dos y baján­do­le el tono a la pala­bra “masa­cre”, como para que de una vez poda­mos empe­zar a revi­sar esa historia.

Pero lo cier­to es que el tipo era has­ta hace dos días una ins­ti­tu­ción, y de pron­to, paf, toda hon­ra y fama se han disuel­to en el aire.

Por­que ya ni pue­de acha­car­le a Fran­cis­co haber trai­cio­na­do a un par de curas ami­gos, cuan­do él ha lla­ma­do “ami­go” al tipo al que lisa y lla­na­men­te le ten­dió una cela­da para arrui­nar­le el car­go y la vida.

De algún modo, el ges­to nos devuel­ve a los seten­ta, pero de un modo gro­tes­co, como quien dice una vez tra­ge­dia y la segun­da far­sa, por­que asu­me un mar­ti­ro­lo­gio en la for­ma en que el tipo se inci­ne­ra, pero aho­ra tor­pe, iló­gi­co y berreta.

Los seten­ta inver­ti­dos. Esta vez no hay una lucha por la revo­lu­ción don­de se da la vida, sino una lucha por la vida don­de se da un coda­zo a todo aquel vie­jo que no ten­ga influen­cias, para reci­bir una vacuna.

Vuel­ven los seten­ta en esa his­to­ria nun­ca debi­da­men­te deba­ti­da sobre la cul­tu­ra de la muer­te, por­que, sin los visos de tra­ge­dia de enton­ces, sin que corra san­gre, sino con esti­lo far­ses­co, el hom­bre se ha con­ver­ti­do en un muer­to civil, y de paso, tal como ocu­rrió con muchos erro­res de las orga­ni­za­cio­nes gue­rri­lle­ras, se ha lle­va­do pues­tos a otros com­pa­ñe­ros, otros mili­tan­tes de base con sus ilu­sio­nes un poco inge­nuas sobre este pro­ce­so, las posi­bi­li­da­des de un plan que, timo­ra­to y todo como el de la vacu­na­ción alber­tis­ta, le esta­ba rin­dien­do algún fru­to a esta gestión.

Tal vez exa­ge­re, qui­zás no lo esté expli­can­do bien, pero el ges­to, des­po­ja­do, insis­to, de toda heroi­ci­dad, tie­ne algo de pas­ti­lla de cia­nu­ro tra­ga­da antes de tiempo.

Des­de que vol­vió la demo­cra­cia, el pro­gre­sis­mo cons­tru­yó una cul­tu­ra que sos­tu­vo pero sobre todo para­si­tó gobier­nos, dán­do­les un bar­niz res­pe­ta­ble y, val­ga la pero­gru­lla­da, progresista.

Estu­vie­ron con Alfon­sín, cuan­do les lla­ma­ron “la pato­ta cul­tu­ral”, se dife­ren­cia­ron de la gua­ran­ga­da mene­mis­ta, con medios que fue­ron de la tar­día Humor y Pági­na 12, has­ta El Perio­dis­ta y La Maga.

Hubo pro­gre­sis­mo como nove­dad y van­guar­dia en el tea­tro y sus ardi­des pos­mo­der­nos, y lo hubo en el nue­vo cine argen­tino por enton­ces, por­que fue una expre­sión artís­ti­ca y un signo de épo­ca que se plan­tó con arres­tos de dis­tin­ción, pero, como siem­pre pasa con el pro­gre­sis­mo, sin hacer­le mella al poder, sino más bien, ocu­pan­do luga­res en el esta­blish­ment cultural.

Fue­ron colum­na ver­te­bral de la Alian­za, don­de se vio que lo úni­co que que­rían era des­em­pio­jar un poco las for­mas mene­mis­tas, algo que Cha­cho Álva­rez mos­tró con ahín­co cuan­do con­vo­có entu­sias­ta al Min­go para resol­ver las cosas y se con­fir­mó con los sal­tos al vacío de un Darío Lopérfido.

Se suma­ron de a poco al kirch­ne­ris­mo y al final le die­ron todo un bar­niz, como que ter­mi­na­ron mari­dán­do­se con un sin­di­ca­to, los por­te­ros de San­ta­ma­ría, en un tea­tro y un cen­tro cul­tu­ral pro­gres y en infi­ni­dad de medios del mis­mo estilo.

Con el femi­ru­lis­mo estu­vie­ron de para­bie­nes, por­que apa­re­ció una “lucha” con rei­vin­di­ca­cio­nes, sig­nos, per­for­man­ces y juven­tud bai­la­ble, pero sin nece­si­dad de exce­der nin­gún mar­gen del sistema.

Se opu­sie­ron al macris­mo des­de todo ese coti­llón y se subie­ron al caba­llo de Alber­to con pitos y matracas.

Siem­pre, a lo lar­go de estos cua­ren­ta años, estu­vie­ron pre­sen­tes con las orga­ni­za­cio­nes de dere­chos huma­nos, pun­ta­les a veces, nece­sa­rias otras, kios­cos des­de hace rato, fun­cio­na­les a las Ong´s del capi­tal finan­cie­ro tras­na­cio­nal cada vez más.

Que los hay de toda laya, es cier­to, pero que en gene­ral se han que­da­do pre­ser­van­do una memo­ria que no abar­ca la tota­li­dad de nues­tras des­gra­cias, que miran para atrás, (cuan­do nos enca­mi­na­mos al medio siglo de la tra­ge­dia), inca­pa­ces de abra­zar aho­ra, hoy, con urgen­cia, una ver­da­de­ra lucha por la eman­ci­pa­ción nacional.

Ayer nomás me decía un ami­go, citan­do a un ana­lis­ta inter­na­cio­nal de fama, fran­cés él: “no hay mucho que expli­car, el CELS reci­be finan­cia­ción de Gran Bre­ta­ña, Esta­dos Uni­dos e Israel. Es explí­ci­to. No sé de qué dudan”.

Ver­bitsky fue el hilo que pasó por todos esos medios e ins­ti­tu­cio­nes, des­de Cri­sis a El Perio­dis­ta, des­de La Opi­nión a Pági­na, des­de El Des­ta­pe a El cohe­te a la Luna, y tam­bién fue quien pre­si­dió el CELS como un tótem.

Por eso su ges­to implo­sio­nó toda esa his­to­ria, todos esos hitos pro­gre­sis­tas, toda una cultura.

Es didác­ti­co recor­dar el entuer­to entre Dan­te Pal­ma y Cynthia Gar­cía en 6, 7, 8, epí­to­me del pro­gre­sis­mo kirch­ne­ris­ta, cuan­do Pal­ma dijo que se debía cri­ti­car a Cla­rín, cómo no, pero tam­bién a Verbitsky.

No fue casual que Pal­ma ter­mi­na­ra denun­cia­do por mal­tra­to, a tra­vés del pro­gre­sis­mo vira­do a femi­ru­lis­mo, y que Gar­cía se cata­pul­ta­ra a la 750, El cohe­te a la luna, C5N. Los dos, a su mane­ra, esta­ban hacien­do su camino: Pal­ma, entre­ve­ra­do en la lucha por su pro­pia hon­ra y cada vez más cen­tra­da­men­te pero­nis­ta; Gar­cía, arro­ja­da a las fau­ces del pro­gre­sis­mo 2.0, fir­man­do notas con títu­los como “Si te vio­lan, te jodés”, para ilus­trar el caso de una denun­cia fal­sa moto­ri­za­da por Eli­za­beth Gómez Alcorta.

Es que muchos sali­mos de ahí y nues­tras vidas fue­ron un derro­te­ro por esas vere­das, de las que tar­día­men­te nos fui­mos yen­do. Yo fui lec­tor ini­cial de Humor en mi ado­les­cen­cia, asi­duo de Sur, vita­li­cio de Pági­na duran­te los ochen­ta y bien entra­dos los noven­ta, espec­ta­dor de 6, 7, 8, tele­vi­den­te de El Destape.

Con el tiem­po, las con­tra­ta­pas espe­ra­das de Pági­na se des­lu­cie­ron, o así me pare­ció a mí en ese ale­ja­mien­to sin pri­sa pero sin pau­sa, que me lle­vó a otras veredas.

Y hoy, cuan­do veo a Nava­rro des­pi­dien­do a Ver­bitsky, a Pági­na 12 hacien­do mala­ba­res para no ente­rrar­lo defi­ni­ti­va­men­te, al CELS des­pe­gán­do­se de su figu­ra; cuan­do veo a la son­sa de Cerru­ti pro­nun­ciar su enési­ma estu­pi­dez femi­ru­la e ima­gino cómo el lunes Syl­ves­tre hará equi­li­brio para con­de­nar el hecho pero pulien­do sus bor­des más astro­sos, me pare­ce que lo que ha ter­mi­na­do, gra­cias a Ver­bitsky, es el ciclo pro­gre­sis­ta como esté­ti­ca, como fac­tor de poder, como un modo argen­tino de pre­sen­tar­se fren­te al mundo.

Y en ese sen­ti­do, tal vez haya que agra­de­cer­le el ges­to, por­que reve­la lo mucho de hipó­cri­ta, de pose, de reme­ra del Che que tuvo siem­pre esa cul­tu­ra que podría ras­trear­se en nues­tros pri­me­ros socia­lis­tas, que el pero­nis­mo evi­den­ció con los gori­las de izquier­da, y que ama­ble­men­te se derra­mó en hitos que­ri­bles como Mafalda.

Por ahí Ver­bitsky es el ente­rra­dor de todo eso, y noso­tros, los otro­ra pro­gres, los encar­ga­dos de dar vuel­ta esta pági­na de la historia.

*Car­los Bal­ma­ce­da es soció­lo­go, dra­ma­tur­go, escri­tor, pro­fe­sor de Letras, y come­dian­te de stand up.

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