Kir­guis­tán. En un nue­vo escenario

Por Txen­te Rekon­do. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de enero de 2021.

El pre­si­den­te, Sadyr Zha­pa­rov, ha logra­do una refor­ma que anu­la el con­tra­po­der del Par­la­men­to en un país que ha vivi­do revuel­tas en los últi­mos años. Su vic­to­ria apun­ta a la posi­ble supera­ción de la divi­sión clá­ni­ca de Kirguistán.

Las recien­tes elec­cio­nes en Kir­guis­tán ponen fin, de momen­to, a tres meses muy movi­dos en ese país de Asia Cen­tral. El caos y la incer­ti­dum­bre, pro­vo­ca­das o no, el pasa­do octu­bre han sido el esce­na­rio per­fec­to para que el alumno «más aven­ta­ja­do de la cla­se», Sadyr Zha­pa­rov, logra­ra un doble triun­fo. Será el pró­xi­mo pre­si­den­te y la refor­ma cons­ti­tu­cio­nal apro­ba­da le per­mi­ti­rá for­ta­le­cer su figu­ra pre­si­den­cial sobre el Par­la­men­to. En tres meses ha pasa­do de la cár­cel a la cima del país. En las últi­mas sema­nas era tan evi­den­te su vic­to­ria que, pese a no tener nin­gún car­go ofi­cial, la TV públi­ca trans­mi­tió su dis­cur­so de Año Nue­vo como si ya fue­ra presidente.

Este peque­ño país de Asia Cen­tral, sin lito­ral, y rodea­do de pode­ro­so veci­nos, ha asis­ti­do a su ter­cer inten­to de cam­bio de régi­men en ape­nas 15 años. Con impor­tan­tes tie­rras fér­ti­les y gran­des recur­sos mine­ros, la cor­di­lle­ra de Tien Sham lo divi­de en dos duran­te bue­na par­te del año. Tras la inde­pen­den­cia, algu­nos lo lle­ga­ron a cata­lo­gar como «la Sui­za de Asia Cen­tral», e inclu­so como »una isla demo­crá­ti­ca» en la región.

En esos años, el esce­na­rio kir­guís no esta­ba exen­to de pro­ble­mas, mar­ca­dos prin­ci­pal­men­te por las divi­sio­nes polí­ti­cas inter­nas, las ten­sio­nes étni­cas, las incur­sio­nes de isla­mis­tas arma­dos o las dispu­tas con los veci­nos sobre segu­ri­dad, recur­sos y fronteras.

Aun­que el pue­blo kir­gui­so sigue sien­do, en gran medi­da, un gru­po mono­lí­ti­co con his­to­ria, len­gua, etnia y cul­tu­ra com­par­ti­das, las divi­sio­nes entre los kir­guís a tra­vés de las líneas y sublí­neas de sus cla­nes han sobre­vi­vi­do y cons­ti­tu­yen una par­te impor­tan­te de la iden­ti­dad de muchos kir­gui­sos. Las divi­sio­nes regio­na­les, tri­ba­les y de cla­nes no ayu­dan a la esta­bi­li­dad y la cohe­sión de la nación kirguisa.

Los aná­li­sis en torno a Kir­guis­tán, por regla gene­ral, se han veni­do basan­do en la polí­ti­ca de cla­nes, la divi­sión nor­te – sur del país y la men­ta­li­dad nóma­da. Polí­ti­cos y empre­sa­rios loca­les han explo­ta­do esas reali­da­des geo­grá­fi­cas y cul­tu­ra­les para cimen­tar esas divi­sio­nes polí­ti­cas, pola­ri­zar la socie­dad y obte­ner una coyun­tu­ra favo­ra­ble a sus intereses.

Sin embar­go, la estra­te­gia de Zha­pa­rov podría haber supe­ra­do esas cos­tum­bres. Si bien es cier­to que ha con­ta­do con impor­tan­tes apo­yos de cla­nes y de la región nor­te­ña de Issyk-Kul, de don­de pro­ce­de, su posi­cio­na­mien­to duran­te los enfren­ta­mien­tos inter­ét­ni­cos de 2010 y sus alian­zas con diri­gen­tes de cla­nes del sur le han per­mi­ti­do supe­rar ese obs­tácu­lo histórico.

Es cier­to que ha con­ta­do con el apo­yo de algu­nos gru­pos radi­ca­les como Kyrk Cho­ro (40 caba­lle­ros) y de algu­nas «per­so­nas peli­gro­sas, pero pode­ro­sas», en cla­ra refe­ren­cia a supues­tos víncu­los mafio­sos.
Sin embar­go, su estra­te­gia no se ha desa­rro­lla­do en tres meses, sino que se remon­ta a varios años atrás.

Su defen­sa de la terri­to­ria­li­dad del país fren­te a las dispu­tas con Kaza­jis­tán, sus luchas por la nacio­na­li­za­ción de la mina Kum­tor y por solu­cio­nar su impac­to eco­ló­gi­co le con­vir­tie­ron en refe­ren­cia para muchos kir­gui­sos. Zha­pa­rov ha esta­do «cul­ti­van­do cons­tan­te­men­te su mar­ca» duran­te muchos años.

En octu­bre de 2013, una mani­fes­ta­ción en Kara­kol, capi­tal de la nor­te­ña Issyk-Kul, deri­vó en la reten­ción o secues­tro de un impor­tan­te car­go regio­nal. Zha­pa­rov se encon­tra­ba fue­ra del país, pero fue acu­sa­do de ins­ti­gar esos hechos. Duran­te tres años per­ma­ne­ció en el extran­je­ro, tejien­do redes de apo­yo, sobre todo entre la diás­po­ra kir­guís en Rusia, y ponien­do en mar­cha una estra­te­gia basa­da en el uso tam­bién de las redes socia­les. Tras regre­sar a Kir­guis­tán en 2017 fue dete­ni­do y encar­ce­la­do para cum­plir una sen­ten­cia de 11 años y medio de prisión.

El peso de las redes socia­les ha sido cla­ve tam­bién para enten­der el triun­fo de Zha­pa­rov. Duran­te años, las redes socia­les de habla rusa se orien­ta­ban hacia los resi­den­tes urba­nos y de cla­se media. Zha­pa­rov comen­zó a impul­sar las redes en len­gua kir­guís, lo que le per­mi­tió exten­der sus apo­yos, sobre todo entre los habi­tan­tes de las regio­nes y áreas rura­les. Ha cimen­ta­do de esa mane­ra su popu­la­ri­dad, basa­da en una impor­tan­te retó­ri­ca anti-esta­blish­ment y en los ata­ques a sus enemigos.

Otro aspec­to cla­ve, en este tipo de movi­mien­tos, ha sido la impor­tan­cia de las pri­me­ras movi­li­za­cio­nes cen­tra­das en la pla­za Ala-Too de la capi­tal. El hacer­se con el con­trol cua­li­ta­ti­vo de ese lugar con­ce­de una ven­ta­ja cla­ve para con­di­cio­nar el pro­ce­so polí­ti­co pos­te­rior y los pri­me­ros pasos que se dan sobre el terreno, como bien lo demos­tra­ron los segui­do­res de Zhaparov.

Tras este triun­fo, los acto­res inter­na­cio­na­les tam­bién se adap­tan. Rusia sigue sien­do el socio geo­es­tra­té­gi­co. Chi­na, el socio comer­cial e inver­sor cla­ve, sigue con su estra­te­gia a lar­go pla­zo. Los paí­ses veci­nos obser­van con aten­ción la vuel­ta a la cal­ma. Y si a la UE no se le espe­ra, EEUU, «más que un país lejano, pare­ce que per­te­ne­ce a otro planeta».

De momen­to, todo apun­ta a que Sadyr Zha­pa­rov ha logra­do cerrar el círcu­lo que comen­zó a tra­zar hace ya mucho tiem­po. Para unos es «la últi­ma espe­ran­za» y para otros, «una ame­na­za popu­lis­ta». Y mien­tras que los nego­cios y la polí­ti­ca sigan de la mano, las pre­sio­nes y difi­cul­ta­des segui­rán pre­sen­tes en el esce­na­rio kirguís.

Foto: El pre­si­den­te Sadyr Zha­pa­rov /​/​Cré­di­tos: Vya­ches­lav Ose­led­ko (AFP)

Fuen­te: Naiz

Itu­rria /​Fuen­te

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