Perú. Hugo Blan­co y las luchas por la tierra

Por Mar­ce­lo Lan­gie­ri y David Pike, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de diciem­bre de 2020. 

Una de las expe­rien­cias más ricas de la lucha por la tie­rra en nues­tra región fue la rea­li­za­da en el Perú en la segun­da mitad del siglo XX. Vamos a reco­rrer esta expe­rien­cia de la mano de uno de los más des­ta­ca­dos expo­nen­tes de estas luchas, el líder cam­pe­sino Hugo Blanco. 

Pese a nacer en una fami­lia de cla­se media Hugo Blan­co se iden­ti­fi­có con la cau­sa indí­ge­na. Un hecho mar­có su infan­cia: el hacen­da­do Bar­to­lo­mé Paz orde­nó gra­bar con un hie­rro can­den­te sus ini­cia­les en el tra­se­ro de un cam­pe­sino indí­ge­na. Ese hecho mar­có el sen­ti­do de su vida.

Des­pués de estu­diar y tra­ba­jar como obre­ro en Argen­ti­na vol­vió a su región natal, el Cus­co, para tra­ba­jar en una hacien­da de La Con­ven­ción, una de las pro­vin­cias que con­for­man el depar­ta­men­to del Cus­co en el Sur del Perú. En esos años seguía vigen­te el gamo­na­lis­mo, un sis­te­ma semi­feu­dal here­da­do de la colo­nia en el cual cada hacen­da­do per­mi­tía que el cam­pe­sino cul­ti­va­ra un peda­zo de tie­rra; como pago éste debía tra­ba­jar en la hacien­da y rea­li­zar toda cla­se de labo­res para el patrón: sem­brar sus tie­rras, tra­ba­jar como sir­vien­te domés­ti­co (pon­go) en la casa del señor, ven­der sus pro­duc­tos al hacen­da­do a los pre­cios que el mis­mo deci­día, entre una exten­sa lis­ta de abusos. 

“Ahí con la can­ta­le­ta de pro­le­ta­ri­zar­me bus­qué fábri­cas. era la línea den­tro del trots­kis­mo. Me fui a la Fede­ra­ción de Tra­ba­ja­do­res de Cuz­co pero como no había fábri­cas, era una fede­ra­ción de arte­sa­nos. Enton­ces, vi que la van­guar­dia era el cam­pe­si­na­do de la Con­ven­ción y me fui de campesino” 

Tras lar­gos años de lucha los cam­pe­si­nos de las hacien­das de La Con­ven­ción con­si­guie­ron impo­ner una refor­ma agra­ria. Y eso fue posi­ble gra­cias a muchos años de lucha y espe­cí­fi­ca­men­te a una huel­ga de nue­ve meses. Hay que acla­rar que no se tra­ta­ba de una huel­ga común como la que rea­li­zan los obre­ros en una fábri­ca. Cuan­do un cam­pe­sino hace una huel­ga, que con­sis­te en no tra­ba­jar para el señor y dedi­car­se a cui­dar su pro­pia tie­rra, esa huel­ga es sos­te­ni­ble en el tiem­po, ade­más de gene­rar un efec­to de con­ta­gio a todas las hacien­das de la región. Eso fue lo que ocu­rrió en la pro­vin­cia de La Con­ven­ción y en la zona de Lares, en el depar­ta­men­to de Cus­co a prin­ci­pios de la déca­da de los 60. Fren­te a los abu­sos de los patro­nes se for­ma­ron sin­di­ca­tos que defen­dían a los cam­pe­si­nos y exi­gían que se dis­cu­tie­ran los plie­gos de rei­vin­di­ca­cio­nes que éstos planteaban. 

Como la Poli­cía y el poder judi­cial esta­ban en manos de los patro­nes a los acti­vis­tas los metían en la cár­cel en cada pro­tes­ta. Cuan­do Hugo Blan­co ingre­só en el sin­di­ca­to de Chau­pi­na­yo en el año 1960 tres de sus diri­gen­tes esta­ban dete­ni­dos y el recla­mo de su liber­tad era una de las rei­vin­di­ca­cio­nes prin­ci­pa­les. Muchos hacen­da­dos se nega­ban a acep­tar los recla­mos, ni acep­ta­ban siquie­ra reco­no­cer a los sin­di­ca­tos. Mucho menos dis­cu­tir con los cam­pe­si­nos. En fun­ción de esta situa­ción algu­nos sin­di­ca­tos deci­die­ron ir a la huel­ga. Y el cam­pe­si­na­do esta­ba feliz por­que tenía más tiem­po para tra­ba­jar su tie­rra. Era como un inqui­lino que por la huel­ga no paga el alqui­ler. Los recla­mos ini­cia­les de los cam­pe­si­nos ‑jor­na­das de ocho horas, el fin de los mal­tra­tos físi­cos, liber­tad sin­di­cal- fue­ron sobre­pa­sa­das por la huel­ga que se con­vir­tió en un cues­tio­na­mien­to direc­to a la estruc­tu­ra feu­dal de la tie­rra. Lle­gó a haber cien hacien­das en huel­ga, cien hacien­das plan­tean­do la refor­ma agra­ria con el nom­bre de huel­ga. Era una refor­ma agra­ria de hecho que el cam­pe­si­na­do hacía sin saber que esta­ba hacien­do. Con la con­sig­na “tie­rra o muer­te”, los cam­pe­si­nos de las hacien­das logra­ron reba­sar a la diri­gen­cia de la Fede­ra­ción de Tra­ba­ja­do­res del Cusco. 

“La revo­lu­ción cuba­na influ­yó mucho, noso­tros copia­mos el lema de ‘Patria o Muer­te, ven­ce­re­mos’. Nues­tro lema era ‘Tie­rra o muer­te, ven­ce­re­mos’, pri­me­ro en la Con­ven­ción y des­pués se gene­ra­li­zó con la Con­fe­de­ra­ción Cam­pe­si­na del Perú” .

A raíz de esta situa­ción los hacen­da­dos comen­za­ron a por­tar armas, a dis­pa­rar al aire, a ame­na­zar de muer­te a los “indios ladro­nes”, tal como los lla­ma­ban. Los cam­pe­si­nos denun­cia­ron los hechos a la Guar­dia Civil pero encon­tra­ban como res­pues­ta una defen­sa del dere­cho a la pro­pie­dad de los hacen­da­dos. Así, ante la com­pli­ci­dad de la Poli­cía, muchos afec­ta­dos acu­die­ron a la recién crea­da Fede­ra­ción Pro­vin­cial de Cam­pe­si­nos en La Con­ven­ción. Fren­te a esta situa­ción a los cam­pe­si­nos les que­dó cla­ro que lo úni­co que podían hacer era defen­der­se ellos mis­mos. A pesar de la resis­ten­cia de los buró­cra­tas sin­di­ca­les se orga­ni­za­ron comi­tés de autodefensa. 

“Los hacen­da­dos comen­za­ron a andar arma­dos dicien­do que iban a meter balas, fui­mos a la poli­cía a que­jar­nos y nos dije­ron que ‘esta­ba bien, indios rate­ros de mier­da, que los maten’; enton­ces, es que tuvi­mos que armarnos”. 

La tarea que tenían enton­ces era con­se­guir armas. En pre­vi­sión de un esta­lli­do, las auto­ri­da­des prohi­bie­ron la ven­ta de armas en el sur del Perú. El dine­ro para com­prar las armas se fue jun­tan­do y el gana­do de los hacen­da­dos hizo su apor­te invo­lun­ta­rio. De paso se ven­día la car­ne a muy buen pre­cio para los cam­pe­si­nos. Tam­po­co fal­ta­ron quie­nes pro­ve­ye­ron pól­vo­ra y dina­mi­ta. Las cir­cuns­tan­cias com­pro­ba­ban que cuan­do la gen­te sien­te que tie­ne que armar­se de don­de quie­ra que sea apa­re­cen las armas.

En un prin­ci­pio los gru­pos de auto­de­fen­sa cum­plie­ron con su obje­ti­vo: los hacen­da­dos reba­ja­ron la vio­len­cia de las ame­na­zas. Pero las crí­ti­cas de la dere­cha al Gobierno mili­tar por per­mi­tir esta “alte­ra­ción del orden” deter­mi­nó el ini­cio de una esca­la­da repre­si­va: pri­me­ro repri­mie­ron en los sec­to­res don­de el movi­mien­to esta­ba menos orga­ni­za­do. Des­pués se fue­ron a La Con­ven­ción y prohi­bie­ron que se reúna la Fede­ra­ción Pro­vin­cial de Cam­pe­si­nos de La Con­ven­ción y Lares. 

Las accio­nes y reac­cio­nes fue­ron esca­lan­do y desem­bo­ca­ron en enfren­ta­mien­tos y la muer­te de cam­pe­si­nos y poli­cías. Los cam­pe­si­nos fue­ron recu­pe­ran­do armas de la poli­cía. Los tiem­pos de clan­des­ti­ni­dad, entre tiro­teos con la poli­cía y noches a la intem­pe­rie, con­tri­bu­ye­ron a la crea­ción de dece­nas de sin­di­ca­tos y la exten­sión de la huel­ga cam­pe­si­na. Final­men­te Hugo Blan­co fue incri­mi­na­do en la muer­te de un poli­cía y detenido.

“En esa lucha por la auto­de­fen­sa arma­da es que nos avi­sa­ron que en la par­te de la Sie­rra había un hacen­da­do pro­te­gi­do por la poli­cía que esta­ba des­alo­jan­do a los indí­ge­nas de ahí y enton­ces fui­mos arma­dos. Lo encon­tré al Comi­sa­rio y le dije ‘señor, ha ido la poli­cía arma­da a des­alo­jar a los cam­pe­si­nos’, y me dijo ‘sí, que hay con eso’. Enton­ces saqué el revól­ver y lo ame­na­cé, le dije ‘levan­te las manos o dis­pa­ro’ y en vez de levan­tar las manos, las metió en el bol­si­llo para sacar su revol­ver y alcan­zó a dis­pa­rar, pero ya cayen­do”.

Pese a su deten­ción, la refor­ma agra­ria en el sur de Perú ya esta­ba en mar­cha. La refle­xión de los mili­ta­res que esta­ban en el poder fue que los cam­pe­si­nos se habían acos­tum­bra­do a vivir sin tra­ba­jar para la hacien­da y se pre­gun­ta­ban cómo iban a con­se­guir que vol­vie­ran a tra­ba­jar para el patrón sin que se con­vier­tie­ra la situa­ción en un incen­dio. Deci­die­ron enton­ces sacar una ley de refor­ma agra­ria, pero sólo para esta zona.

Pero, cómo era de espe­rar, la rebe­lión se exten­dió por otras zonas de Perú. Para esos años Fer­nan­do Belaún­de Terry (1963−1968) había reem­pla­za­do al Gobierno mili­tar. Si a los cam­pe­si­nos de La Con­ven­ción le habían dado tie­rras por­que aga­rra­ron las armas, los cam­pe­si­nos se lan­za­ban a la toma de tie­rras en todos los rin­co­nes del país. Pero Belaún­de hacía cor­tar la rebe­lión a bala­zos y hubo dis­tin­tas masa­cres. En esos años tam­bién sur­gie­ron las gue­rri­llas de Luis Feli­pe de la Puen­te Uce­da y del Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal (ELN), gue­rri­llas clá­si­cas como la cuba­na, con la idea de crear un foco gue­rri­lle­ro. Los mili­ta­res, según Blan­co, pen­sa­ron que Belaún­de iba a incen­diar todo el país y con­clu­ye­ron que era mejor que ellos toma­ran el poder y que lo que habían hecho en La Con­ven­ción lo hicie­ran en todo el Perú.

“Exten­di­mos la lucha con­tra el lati­fun­dio hacia otros luga­res, a todo el Perú, ese es el orgu­llo que tene­mos los de Chaupimayo”.

Y así lo hizo el Ejér­ci­to, coman­da­do por Juan Velas­co Alva­ra­do, que tomó el poder en 1968 con un pro­gra­ma nacio­na­lis­ta y popu­lar. La expro­pia­ción de las petro­le­ras, la nacio­na­li­za­ción de sec­to­res cla­ves de la eco­no­mía y una amplia refor­ma agra­ria que aca­bó defi­ni­ti­va­men­te con el gamo­na­lis­mo fue­ron algu­nas de las medi­das de este gene­ral que gober­nó entre 1968 y 1975. La refor­ma agra­ria de 1969 repar­tió millo­nes de hec­tá­reas entre comu­ni­da­des cam­pe­si­nas e indí­ge­nas y creó gran­des coope­ra­ti­vas pro­duc­to de la unión de diver­sas hacien­das con el nom­bre de Socie­da­des Agrí­co­las de Inte­rés Social (SAIS). 

“La bur­gue­sía indus­trial lime­ña preo­cu­pa­da por­que la lucha en el cam­po se exten­die­ra a la ciu­dad y como le con­ve­nía que la tie­rra estu­vie­ra en manos de los cam­pe­si­nos para que estos par­ti­ci­pa­ran del mer­ca­do interno, impul­só la subi­da del gene­ral Velas­co Alvarado”.

El gamo­na­lis­mo era un ana­cro­nis­mo que de todas for­mas habría muer­to, pero de no ser por la refor­ma agra­ria hubie­ra sido sus­ti­tui­do por el capi­ta­lis­mo agra­rioEl Perú sigue sien­do, a pesar que ha avan­zan­do la agro­in­drus­tria, el país de lati­noa­mé­ri­ca que tie­ne el mayor por­cen­ta­je de la tie­rra en manos de los cam­pe­si­nos, ya sea indi­vi­dual o colec­ti­va­men­te. Según Hugo Blan­co a los cam­pe­si­nos no le gus­ta­ban las SAIS. Teó­ri­ca­men­te las SAIS eran más revo­lu­cio­na­rias que en revo­lu­ción rusa, toda la tie­rra esta­ba colec­ti­vi­za­da, pero en la prác­ti­ca quie­nes se apro­pia­ban del tra­ba­jo colec­ti­vo eran algu­nos buró­cra­tas. La lucha de los cam­pe­si­nos con­tra la SAIS se con­ver­ti­ría en los siguien­tes años en fuen­te de con­flic­to con el Estado. 

En 1989, duran­te la pri­me­ra pre­si­den­cia de Alan Gar­cía, Hugo Blan­co era secre­ta­rio de Orga­ni­za­ción de la Con­fe­de­ra­ción Cam­pe­si­na del Perú (CCP). Por enton­ces la lucha era con­tra el Gobierno de Alan Gar­cía, la poli­cía y el ejér­ci­to, y en con­flic­to con la Con­fe­de­ra­ción Nacio­nal Agra­ria que era la cen­tral cam­pe­si­na que había for­ma­do Velas­co. Pero a pesar de todo ello se recu­pe­ra­ron más de un millón de hec­tá­reas de las SAIS para las comu­ni­da­des, refor­man­do la refor­ma agra­ria de Velasco. 

Cuan­do el gene­ral Juan Velas­co Alva­ra­do lle­gó al poder en 1968 Hugo Blan­co lle­va­ba cin­co años en la cár­cel. En diciem­bre de 1970 Velas­co le man­dó un men­sa­je dicien­do que si se com­pro­me­tía a tra­ba­jar para su pro­yec­to de refor­ma agra­ria sal­dría inme­dia­ta­men­te de la pri­sión. La res­pues­ta, con iro­nía, fue ya se había acos­tum­bra­do a vivir en la cár­cel. Como otros dos pre­sos polí­ti­cos se habían com­pro­me­ti­do a tra­ba­jar con Velas­co y fue­ron libe­ra­dos al gobierno no le que­dó otra alter­na­ti­va que dejar­lo en liber­tad. Final­men­te lo deportaron.

“Por supues­to que valo­ro el gobierno de Velas­co Alva­ra­do, decre­tó la refor­ma agra­ria en todo el país, fue un gol­pis­ta, pero fue un gol­pe pro­gre­si­vo. Me dije­ron que tra­ba­je para él, yo no qui­se eso y me dije­ron que no vaya al Cuz­co, que no vaya cam­po, que me que­de en Lima y no con­ten­to con eso me depor­ta­ron a Argentina” 

Tras un bre­ve paso por Méxi­co vol­vió a Argen­ti­na, don­de había vivi­do en los años 50. Antes de via­jar visi­tó el con­su­la­do argen­tino en Méxi­co don­de con­si­guió una visa por tres meses. Cuan­do lle­va­ba un mes en Argen­ti­na fue encar­ce­la­do en la pri­sión de Villa Devo­to, pre­ci­sa­men­te, por per­ma­nen­cia ile­gal. Era el año 1971 y gober­na­ba el gene­ral Lanusse. 

En un prin­ci­pio lo des­ti­na­ron con los pre­sos comu­nes don­de se pro­du­jo una situa­ción que él reta­la con gra­cia: al ente­re­rar­se de su nacio­na­li­dad fue muy con­si­de­ra­do por las reco­no­ci­das habi­li­da­des de los car­te­ris­tas perua­nos. Rápi­da­men­te fue tras­la­da­do con los pre­sos polí­ti­cos don­de sufrió las duras con­di­cio­nes de deten­ción a las que eran some­ti­dos los pre­sos polí­ti­cos en nues­tro país. La denun­cia inter­na­cio­nal de su encar­ce­la­mien­to le abrió las puer­tas del Chi­le de Sal­va­dor Allen­de. El gol­pe mili­tar en Chi­le con­tra el gobierno de Allen­de lo encon­tró mili­tan­do en el cin­tu­rón indus­trial Vicu­ña Mac­ken­na, don­de era el res­pon­sa­ble del bole­tín informativo. 

Muchos años antes, en 1954, antes de con­ver­tir­se en líder cam­pe­sino, Blan­co había via­ja­do a Argen­ti­na para estu­diar Agro­no­mía en La Pla­ta, don­de vivía su her­mano y don­de fue des­cu­brien­do la mili­tan­cia polí­ti­ca. Había empe­za­do a tra­ba­jar de obre­ro en Beris­so, cer­ca de La Pla­ta, cuan­do la fuer­za aérea bom­bar­deó la Pla­za de Mayo dejan­do cien­tos de civi­les muer­tos. Era el gol­pe mili­tar del 16 de junio. Años más tar­de vivió el gol­pe a Sal­va­dor Allen­de en Chi­le. Des­de la clan­des­ti­ni­dad empe­zó a bus­car la for­ma de aban­do­nar el país, pero todas las emba­ja­das esta­ban cus­to­dia­das por la poli­cía. En esta oca­sión no fue la suer­te ni su peri­cia lo que le sal­vó la vida sino la ayu­da del emba­ja­dor sue­co. En 1973 Hugo Blan­co se ins­ta­ló en Sue­cia. Des­pués de reco­rrer bue­na par­te de los paí­ses de Euro­pa Occi­den­tal dan­do char­las sobre el gol­pe de Chi­leem­pren­dió una gira por EE UU. Cuan­do esta­ba por con­cluir su reco­rri­do por dis­tin­tas ciu­da­des hablan­do sobre la vio­la­ción de los dere­chos huma­nos en Amé­ri­ca Lati­na, esta­lló una huel­ga gene­ral en Perú. Era julio de 1977 y en Perú deja­ron entrar a los exi­lia­dos y lla­ma­ron a una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te. Blan­co cuen­ta que regre­só con su pro­yec­to de Cons­ti­tu­ción bajo el bra­zo. Vol­vía a pisar sue­lo peruano como can­di­da­to a la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te por el Fren­te Obre­ro Cam­pe­sino, Estu­dian­til y Popu­lar (FOCEP). En el mar­co de la cam­pa­ña había espa­cios de tele­vi­sión gra­tui­tos para los can­di­da­tos y en ese momen­to se había apli­ca­do un fuer­te ajus­te con un fuer­te alza de pre­cios. Así, apro­ve­chó los espa­cios de tele­vi­sión para denun­ciar las medi­das eco­nó­mi­cas y con­vo­car a una huel­ga cam­pe­si­na. Como el espa­cio gra­tui­to era para hacer cam­pa­ña elec­to­ral y no para fomen­tar la huel­ga, aun­que era can­di­da­to, vol­vía a estar pre­so. Pero esta vez el Gobierno peruano tenía pen­sa­do un des­tino dife­ren­te para el líder cam­pe­sino, una solu­ción defi­ni­ti­va para su caso: la Argen­ti­na del gene­ral Vide­la. En un avión del ejér­ci­to Hugo Blan­co, jun­to con otros dete­ni­dos polí­ti­cos, fue con­du­ci­do has­ta Jujuy. Ya en terri­to­rio argen­tino se negó a salir en liber­tad con la cer­te­za que, en pleno ope­ra­ti­vo Con­dor, una vez que fir­ma­ra la liber­tad sería ase­si­na­do, como ocu­rrió con tan­tos otros des­apa­re­ci­dos de las dic­ta­du­ras lati­no­ame­ri­ca­nas. Los mili­ta­res enton­ces lo tras­la­da­ron en una avio­ne­ta a Bue­nos Aires don­de vol­vió a visi­tar los cala­bo­zos argen­ti­nos. Según Hugo Blan­co el secues­tro era par­te de la ope­ra­ción Cón­dor. Inves­ti­ga­cio­nes pos­te­rio­res apun­tan a que Fran­cis­co Mora­les Ber­mú­dez, pre­si­den­te peruano de fac­to entre 1975 y 1980, per­mi­tió el secues­tro y depor­ta­ción de cua­tro miem­bros del Movi­mien­to Pero­nis­ta Mon­to­ne­ro resi­den­tes en Perú. Su eli­mi­na­ción sería un favor a cam­bio de este ser­vi­cio prestado. 

Poco des­pués de ser ele­gi­do para la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te Hugo Blan­co regre­só a Perú. En 1980 fue ele­gi­do dipu­tado por el Par­ti­do Revo­lu­cio­na­rio de los Tra­ba­ja­do­res (PRT), sec­ción perua­na de la Cuar­ta Inter­na­cio­nal, en una his­tó­ri­ca vota­ción. Un vie­jo cono­ci­do, Fer­nan­do Belaún­de Terry, vol­vía a ser pre­si­den­te e inau­gu­ra­ba la polí­ti­ca de vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos en la gue­rra con­tra Sen­de­ro Luminoso. 

Des­pués de ter­mi­nar su man­da­to en el Con­gre­so fue ele­gi­do secre­ta­rio de orga­ni­za­ción de la Con­fe­de­ra­ción Cam­pe­si­na del Perú (CCP). Des­de allí cono­ció de pri­me­ra mano el carác­ter repre­si­vo del pre­si­den­te Alan Gar­cía. Duran­te su pri­mer Gobierno [1985 – 1990] había ofre­ci­do com­prar la cose­cha de maíz de los cam­pe­si­nos que vivían en la zona de Pucall­pa. La gen­te en prin­ci­pio esta­ba con­ten­ta, pero el Gobierno lle­va­ba meses sin pagar por el maíz que habían com­pra­do. En febre­ro de 1989 los cam­pe­si­nos de la región ama­zó­ni­ca fue­ron a la huel­ga para que el Esta­do paga­ra lo que debía, entre otras reivindicaciones. 

Como repre­sen­tan­te de la CCP, Blan­co via­jó a la sel­va. Las comu­ni­da­des nati­vas y cam­pe­si­nas cor­ta­ron carre­te­ras con tron­cos y blo­quea­ron ríos con sus embar­ca­cio­nes. Los sumi­nis­tros deja­ron de lle­gar a Pucall­pa. Des­pués de tres sema­nas de huel­ga y para­li­za­cio­nes los cam­pe­si­nos con­si­guie­ron resol­ver algu­nas deman­das loca­les y acor­da­ron ter­mi­nar con la medi­da. Cuan­do los cam­pe­si­nos esta­ban en la pla­za cen­tral can­tan­do el himno nacio­nal la poli­cía empe­zó a dis­pa­rar a la mul­ti­tud. Murie­ron 23 cam­pe­si­nos y otros 28 fue­ron decla­ra­dos des­apa­re­ci­dos según un infor­me de la orga­ni­za­ción de defen­sa de los dere­chos huma­nos Apro­deh. Allí fue nue­va­men­te dete­ni­do y lle­va­do al cuar­tel de la policía. 

Pero tam­po­co iban a poder aca­bar con Hugo Blan­co en esa oca­sión. Un inte­gran­te de la Con­fe­de­ra­ción Cam­pe­si­na fue tes­ti­go de la deten­ción y tele­fo­neó a la cen­tral nacio­nal en Lima. Des­de allí lla­ma­ron inme­dia­ta­men­te a la secre­ta­ría gene­ral de Amnis­tía Inter­na­cio­nal en Lon­dres. Cuan­do lle­va­ba ape­nas unas horas dete­ni­do el pre­si­den­te Alan Gar­cía comen­zó a reci­bir car­tas pidien­do su liberación. 

Hugo Blan­co fue ele­gi­do sena­dor en 1990 pero per­dió su esca­ño dos años des­pués por el auto­gol­pe de Alber­to Fuji­mo­ri. La esca­la­da repre­si­va del régi­men vol­vió a poner en ries­go su vida. A la sen­ten­cia de muer­te del Ser­vi­cio Nacio­nal de Inte­li­gen­cia enca­be­za­do por Vla­di­mi­ro Mon­te­si­nos se le suma­ba la ame­na­za de Sendero. 

Las con­se­cuen­cias de 20 años de con­flic­to arma­do (1980−2000) con­tri­bu­ye­ron a des­ar­mar el pode­ro­so movi­mien­to cam­pe­sino peruano. En ese pro­ce­so hubo más de 70.000 muer­tos, la mayo­ría de ellos indí­ge­nas. La Comi­sión de la Ver­dad habla de la res­pon­sa­bi­li­dad de Sen­de­ro, que sir­vió tam­bién como excu­sa del Gobierno para ase­si­nar a líde­res cam­pe­si­nos, para meter­los pre­sos, para tor­tu­rar­los. Todo eso lle­vó a un gran retra­so. Antes de la gue­rra la Con­fe­de­ra­ción Cam­pe­si­na del Perú tenía bases en casi todo el país. Des­pués de la gue­rra inter­na per­ma­ne­cía en unos pocos depar­ta­men­tos. Ésa es una de las razo­nes de ese retra­so fren­te a Boli­via y Ecua­dor, por ejem­po, don­de el movi­mien­to indí­ge­na ha impul­sa­do todo tipo de transformaciones. 

Des­de Lucha Indí­ge­na, el perió­di­co que diri­ge des­de Cus­co, Hugo Blan­co ha con­se­gui­do incluir en su dis­cur­so una inter­pre­ta­ción de las luchas socia­les a medi­da de los nue­vos tiem­pos. Muchos de los prin­ci­pios del zapa­tis­mo, del movi­mien­to indí­ge­na y de las luchas por el medioam­bien­te han ido actua­li­zan­do su visión del mun­do. Así seña­la que la dife­ren­cia fun­da­men­tal es que aho­ra la agre­sión del neo­li­be­ra­lis­mo a la natu­ra­le­za es mucho más gra­ve. Y la prin­ci­pal víc­ti­ma de esa agre­sión son los pue­blos indí­ge­nas. Por eso es que se jue­ga la vida en las luchas ambien­ta­les, por los avan­ces del movi­mien­to indí­ge­na y el for­ta­le­ci­mien­to de los prin­ci­pios que no sola­men­te defien­den a la madre tie­rra sino tam­bién una for­ma de orga­ni­za­ción demo­crá­ti­ca. Don­de hay pue­blos indí­ge­nas hay comu­ni­da­des y en ellas se están cons­tru­yen­do tam­bién las bases de una nue­va sociedad. 

Fuen­tes: Gran­des Alamedas

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